Capítulo 7

Es ley de vida, que siempre en un buen momento te ocurra algo malo...

Okay tampoco tan exagerado, pero sí se puede decir que los momentos incómodos o vergonzosos te ocurren cuando todo va bien.

Y que mejor ejemplo que el mío, Natalie comprando palomitas, yo comprando refrescos, una señora del servicio de limpieza, un trapeador y un suelo mojado.

Así es, como se lo imaginan. Iba con los refrescos en la mano y no tuve "cuidado" y resbalé, cayéndome y los refrescos cayendo sobre mí.

Todo pasó en cuestión de segundos. Por lo que en este instante me encuentro en el suelo, y una mano se extiende a la altura de mi cara indicándome que tome de ella para levantarme, lo hago sin fijarme a quien le pertenece la mano y los colores suben a mis mejillas.

Esto no puede ser más vergonzoso.

—Sam siempre supe que eras torpe, pero no a este nivel. —Se mofa de mí. —Al menos aquí estoy yo, para ti, cuando nuestra querida amiga se este muriendo de risa.

—Ya basta David, que vergüenza, soy un desastre. —digo poniendo mis manos sobre mi cara.

—No lo eres. A todos nos pasa Samantha —Me dice a modo de regaño. Haciendo lograr que quite una de mis manos de la cara.—Ven vamos, entremos a ver la película. —Le seguí y pude ver a Natalie detrás de mí con una sonrisa y un gesto de disculpa. Rodee los ojos, definitivamente era una excelente amiga, bufé para mis adentros.

***

—Estuvo buena ¿No creen?—Menciona mi amigo ya cuando estamos por bajar las gradas eléctricas.

—Si no estuvo tan mal ¿Qué opinas tú Sam?

—Si, buena— hago un amago de sonrisa, pero se vio más como una mueca.

Aún estaba algo incómoda con la situación de hace un rato. Y estuve más metida en mis pensamientos que en ver la película.

— ¡Ay! ¡Samantha ya basta!—mi ceño se frunce.—Te caíste ¿Sí? y ya pasó. No debes estar pensando en lo mismo. ¿Qué es lo que quieres? Que David y yo te consolemos, o acaso quieres que te compremos un cochecito y te llevemos en él, así puedes llorar y actuar como la inmadura niña que pareces.—y así señoras y señores es como quedo atónita ante las palabras de mi "mejor" amiga. Al finalizar se da media vuelta y se va hacía la salida.

No creo que vaya a mi casa.

—Yo...—mi amigo se rasca la nuca nervioso.—No sé que decirte —yo solo negué con la cabeza. Y sin más que decir me abrazó, algunas lágrimas recorrieron mis mejillas, mojando su camisa.

***

—¿Quieres quedarte?—le pregunté cuando llegamos a la puerta.

—Me gustaría, pero no puedo —rodeé los ojos.

—Típico. Ya no estas nunca. Siempre ocupado, siempre. Qué será todo lo que haces que te mantiene tan alejado de mi. —dije reprochándole.

—Sam, pequeña, pronto te lo diré.—Besó mi frente. —Nos vemos, te quiero.

—Yo también te quiero —dije cuando ya no podía escucharme.




—¡Mercedes!¡Mercedes!—escucho a mi madre muy largo, gritar ese nombre que me puso. Sin ya tantas ganas de seguir durmiendo, abro mis ojos y miro el techo. Wow que montón de puntitos negros tiene.

—¡MERCEDES! —Ay señor, me levanto por completo de un salto y me dirijo hacia la puerta.

—Ya me levante ¿Qué pasó?—pregunto mientras bajo las gradas.

—Hablé con tu tía Jessi—la tía Jessica, una mujer un poco más joven que mamá, coqueta, de buen dinero, con una hija llamada Rebeca, a la cual odio con todas mis fuerzas.

¿Sabían que? La suma de todas tus fuerzas es igual a 0.

Pues no, no la odio, la quiero muchísimo. Es muy simpática, siempre que charlamos me hace reír, nos llevamos de maravilla.

— ¿Y por eso me levantas, gritando mi segundo nombre por toda la casa?—pregunto sarcástica, mientras ella se voltea bruscamente dándome una mala mirada.

—Te he estado levantando desde hace unos 45 minutos porque debes prepararte, ya que Jessica y Rebeca vendrán a visitarnos y quedarse el fin de semana.

—Eso es genial.—Dije sincera, mi madre asintió de igual manera. Me alegraba de poder verlas, ellas son las más cercanas de la familia de mi madre. — ¿Y a que horas llegarán?

—A las 12—dijo encogiéndose de hombros. —Oh hija por cierto, tengo unos días libre, porque hay unos estudiantes que están haciendo prácticas.

— ¿De veras?—asintió mientras limpiaba la isla de la cocina. —Que bien así podrás descansar y disfrutar salir con la tía Jessi.

Fijé mi vista en el reloj de la pared aun eran las 10 con cuarenta, tenía tiempo.

Subí a mi habitación, y con la mirada busco mi celular, y se encuentra en la mesita de noche junto a mi cama, voy hasta él y lo desbloqueo y tengo un mensaje de Whatsapp.

-¿Quieres tener una cita conmigo?

¿Qué es esto? mi ceño se frunce. Llamo al número de remitente.

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