Jugada irreversible
Después de más de veinte minutos de inconsciencia, Hyunjin abrió los ojos con lentitud. Sentía la cabeza supremamente pesada y al tocarla, en la región posterior, sintió una pequeña hinchazón que le punzaba horriblemente.
Entonces, llegaron a su memoria los últimos acontecimientos vividos: La muerte de su padre, el inicio de su menarquía, la conversación entre Yoongi y Jung Hyung, y por último, su reencuentro con aquel sujeto.
—No, no... ¿Por qué tú? —decía aun medio dormido mientras trataba a medias de incorporarse. Cuando finalmente pudo reparar en lo que había a su alrededor, notó de inmediato que se hallaba en sus aposentos y que frente a él se encontraban vigilantes, su médico y dos donceles que inmediatamente reconoció : Woo Seok y Jimin . Todos lo miraban con rostros de preocupación y parecían esperar ansioso su despertar.
—¿Cómo te sientes, querido? —Woo Seok fue el primero en acercarse al lecho y con rostro amable se sentó junto a Hyunjin. Sus ojos contemplaban al muchacho con dolor, no había en su corazón resentimientos para con él. Sin embargo, no podía verlo sin recordar al puto de Hyo Seop. Ese malnacido que destruyó su matrimonio y le arrebató a su marido.
Por su parte, Hyunjin le devolvía la mirada dudoso. ¿Sabría acaso ese hombre lo dicho por Jung Hyung? ¿Sabría que él era hijo de su marido? Bajó la mirada de forma automática y no pudo evitar tirarse sobre la cama en donde volvió a romper en llanto.
La calma ya no lo acompañaba más y solo quedaba la angustia burlándose de su atormentado espíritu. Al parecer las Diosas habían encontrado la forma de castigarle tantos años de rebeldía, manipulación y mentiras; tantos momentos en los que se aprovechó y se burló de otros. Ahora era él el burlado, el engañado y el humillado. Era él quien ahora descubría que había vivido siempre dentro de una gran mentira.
Su llanto era tan desgarrador que todos los demás lo dejaron desahogarse. Se sentía más enfadado de lo que hubiera estado en toda su vida y no sabía cómo proceder. Sentía que odiaba todo y a todos. Odiaba a Yoongi por haberle mentido durante tantos años, a su mamá por no haber estado nunca para él, a In Guk por tantos años de rencor y malos tratos, a Jung Hyung por haber arruinado su vida con aquella revelación, a su cuerpo que lo torturaba en los peores momentos, a las personas que le acompañaban en su habitación y que lo miraban con lastima, a ese hombre de Koryo que no debió regresar a su vida, a Taehyung por haberlo rechazado, al puto Jungkook por robarle el amor de Taehyung. Odiaba a todos y a todo, y quería hacerles sentir su dolor. ¡Quería acompañar a In Guk en la otra vida de inmediato!
Entonces, viendo la gran tristeza del jovencito, Woo Seok lo sostuvo entre sus brazos acunándolo como solía hacer con sus propios hijos cuando estaban enojados o enfermos. Jimin, que se había acercado un poco más, también lo miraba con pesar comprendiendo su dolor. Él sabía muy bien lo que era estar al borde de la desesperación, sentirse tan angustiado y perdido como un naufrago en medio del mar. Sabía lo que era desear morir para escapar del dolor.
Pero Jimin no dijo nada. Continuó de pie junto al lecho para ver como el médico de Hyunjin, ayudado por Woo Seok, colocaba unos polvos en su boca. Luego, hizo beber al príncipe un poco de agua fresca y le colocó un emplasto en el golpe de la cabeza. Cuando se retiró buscando entre sus frascos unas hierbas somníferas, Woo Seok le hizo un gesto de negación con la mano.
—Creo que es mejor dejarlo desahogarse —opinó abrazándo de nuevo a Hyunjin. —Si usted lo permite, mi hijo Jimin y yo daremos a su alteza un pequeño masaje. Le sentará muy bien, se lo aseguró.
—Está bien —El médico aceptó la propuesta despidiéndose para bajar hasta la torre donde se hallaban Yoongi y los demás esperando noticias, de esta forma Woo Seok y Jimin se pusieron manos a la obra.
Era irónico, pensaba Woo Seok mientras secaba las lágrimas de Hyunjin. Tanto orgullo, tanto sarcasmo contra su marido, tanto resentimiento ¿Para qué? si había terminado haciendo de mamá de su hijo ilegítimo, consolando con dulzura al fruto de su traición. Era realmente estúpida su situación, era como una bofetada por parte de las Diosas, pero Woo Seok era consciente de que Hyunjin no tenía culpa alguna, fue por ese motivo, que decidió tratarlo con la misma dulzura y el mismo amor con que había criado a sus hijos.
Sus caricias resultaron efectivas para calmar los ánimos del jovencito. Poco a poco fue controlando sus crispados nervios y la melodiosa voz de Woo Seok lo hizo entrar en una especie de oasis temporal; uno cuyas cálidas aguas, le lavaban poco a poco el dolor y la tristeza. ¿Era así cómo se sentían las caricias de una mamá? Se preguntó en aquel momento y su comodidad y confort se hicieron tan grandes que no opuso resistencia al hecho de que estuviesen desnudándolo lentamente.
Woo Seok se deshizo una a una de las prendas que envolvían al doncel. Le quitó la capa, la túnica, la camisa interior, los pantalones, las botas de cuero, los calcetines de hilo, las joyas, todo. Simplemente lo dejó con sus calzoncillos y con su despeinada cabellera.
—Recuéstate sobre mi pecho, vamos —dijo después de deshacerse de la última prenda y de inmediato Hyunjin lo obedeció reclinándose sobre él.
Entonces un sirviente trajo un frasco de aceite perfumado y Woo Seok comenzó a frotarlo por los brazos de Hyunjin, usando para ello movimientos lentos y seguros. Cuando el olor de la vainilla comenzó a impregnar sus fosas nasales, Hyunjin se acomodó mejor y sintió como las caricias bajaban hasta sus manos, desplazándose luego, suaves y firmes, por su pecho y su abdomen.
Suspiró y se sonrojó con mortificación al notar que sus pezones se habían endurecido como respuesta a las caricias de Woo Seok. No sabía por qué estaba reaccionando de esa forma siendo que no era la primera vez que le daban un masaje. Sin embargo, a sus espaldas, Woo Seok si parecía tener la repuesta, pues cada vez que sentía un jadeo o un respingo de su parte, una risilla brotaba de sus labios. Sabía perfectamente que durante la menarquía los donceles se ponían muy sensibles, y hasta el más mínimo estimulo resultaba tan arrollador como la sacudida de un temblor de tierra.
Jimin también se percato de ello y se sonrojó ligeramente al ver la agitación de Hyunjin. Durante su menarquía él también había sido víctima de aquello, y había pasado una gran vergüenza el día que le habían dado un masaje igual a ese.
Cuando las caricias se volvieron más profundas, Hyunjin cerró los ojos y suspiró fuerte. Woo Seok frotaba la palma de sus manos con movimientos circulares y delicados.
—Cuando alguien te haga algo así en otra situación... ¡Cuidado! Porque eso solo significa que te quieren hacer el amor —le dijo con una risita picara.
—¡Mamá! —le riñó Jimin totalmente sonrojado. —No le digas esas cosas.
—¿Y por qué no? Si ya no es un niño, y es bueno que vaya sabiendo algunas cosas. ¿Cierto querido? —Hyunjin asintió entre jadeos. Aquello se sentía tan bien que había dejado de llorar y una deliciosa somnolencia comenzó a invadirlo.
Para ese momento, Jimin también había empezado a masajearlo, ubicándose a los pies de la cama. Sus movimientos no eran tan seguros como los de Woo Seok y sus manos temblaban mientras trepaban como arañas por las piernas de Hyunjin. Sin embargo, para este, resultaron igual de placenteras.
Y así por un rato, continuaron los masajes. Hyunjin sintió como sus parpados comenzaban a pesar y poco a poco empezó a cerrarlos hasta que las brumas de la inconsciencia lo absorbieron de nuevo. Cuando Woo Seok se percató que se estaba quedando dormido, lo hizo tumbarse de espaldas y con sus dedos realizó un suave masaje por todo lo largo de su columna. Jimin mientras, profundizó sus caricias subiendo hasta la altura de los muslos, casi rozándole los glúteos.
—Bueno, ya está —sonrió Woo Seok al contemplar la figura de Hyunjin completamente dormido.
—Ahora dejémosle dormir —apuntó mirando a Jimin. Este sonrió y asintió y de esta forma ambos abandonaron la recamara dejando a Hyunjin junto a unos donceles de compañía que terminarían de acomodarlo y cobijarlo.
En un gran estudio ubicado en la planta baja de las torres principales, Namjoon bebía sin control. El cristal plateado de su vaso reflejaba los brillantes haces de luz de las lámparas mientras él caminaba de un extremo a otro murmurando algo entre dientes. Junto a él se encontraban también Jung Hyung y Yoongi, sentados frente a frente y con los nervios tan crispados como los de un recién nacido. Todos esperaban noticias sobre Hyunjin y no se habían dirigido la palabra por largos minutos.
—¡Ya deja de beber de esa forma! —Entonces Jung Hyung rompió el silencio dirigiéndose a su hijo. —No fue tu culpa lo que sucedió, solo fue un accidente.
—¡Por supuesto que fue su culpa! —Pero Yoongi no parecía muy de acuerdo. Su rostro no había abandonado su amargura y todo su cuerpo parecía estar en tensión, como si fuese un animal salvaje a punto de atacar. —¡No entiendo por qué rayos tuviste que acercarte a él! —exclamó mirando a Namjoon con furia. —¡No quiero que vuelvas a acercártele ¿Me oyes?! ¡Nunca más!
—¡Ni ganas tengo de hacerlo! —Namjoon gruñó con furia. Su corazón latía de ganas de volver a verlo, pero se sentía demasiado humillado como para admitirlo. —¡Ese mocoso es la criatura más rebelde y malcriada que he conocido en mi vida! ¡Una azotaina no le sentaría nada mal! —expresó. —Si me permites, se la daré por ti. A mí no me temblará la mano.
—¡¿Pero cómo te atreves?! —gritó Yoongi. —¡No permitiré que le pongas una solo mano encima a mi hermano!
—¡Pues por eso está como está! ¡Porque le consientes todo! ¡Cuando lo encontré estaba a punto de meterse en las caravanas que están partiendo de Jaén ¿Lo sabías? ¡Debes agradecer que no lo deje salir del palacio como pretendía!
Ante aquellas palabras, Yoongi no pudo replicar nada. No le quedó más remedio que suspirar atormentado mientras se frotaba el rostro con fuerza. Se sentía demasiado cansado y no tenía ni idea de cómo iba a afrontar aquella situación.
Mientras tanto, Namjoon volvió a entretenerse con su bebida. La verdad también se encontraba nadando en un mar de confusiones. No podía creer que ese malcriado fuese el mismo chico que se había encontrado en Koryo. Le había tomado el pelo por completo dejándole creer que se trataba de un esclavo y manteniendo su anonimato.
¡Había sido engañado! Y eso lo molestaba mucho. Hyunjin había resultado ser toda una caja de sorpresas y todo un experto en el arte de la manipulación y el engaño y él no iba a pasarle por alto aquello.
Suspiró pasando un largo trago de vino. Su corazón latía con mucha fuerza y en su cabeza no dejaba de rondar el recuerdo del rostro de ese doncel. No podía creer como una sola persona podía despertarle sentimientos tan opuestos. Por un lado tenía ganas de darle unos buenos azotes y una lección que le enseñara a no decir tantas mentiras, pero por otro lado, tenía ganas de perderse de nuevo en el embrujo de aquellos ojos; extraviarse en el fuego de esa mirada que le había quemado por completo.
Se sentía tonto, pero tenía que reconocer que los pocos minutos que lo vio habían sido suficientes para hacer hervir su sangre de nuevo. Saberlo tan cerca y a la vez tan lejano le producía una zozobra incesante. Necesitaba volver a sentir ese cuerpecito entre sus brazos, ese calor en su piel, le urgía comprobar si esa boquita carnosa y rojiza servía para algo más que para decir mentiras.
Era la primera vez que deseaba a alguien de esa forma y la desesperación se le estaba convirtiendo en urgencia. Tal vez se estaba metiendo en la boca de un lobo por su propia voluntad, pero ahora poseer a Hyunjin ya no era solo cosa de venganza: Era cosa de orgullo, de loca pasión. Ahora sí que no pararía hasta lograr que ese chico fuera total y completamente suyo.
De repente, los pensamientos de todos fueron interrumpidos por la llegada del médico. El joven atravesó la estancia y haciendo una reverencia se dispuso a darles el parte médico.
—Buenas noches, majestades, alteza —saludó con cortesía. —Su Alteza, el príncipe Hyunjin ha despertado. —El suspiro de alivio de todos los presentes lo interrumpió. —Sin embargo se dio un fuerte golpe en la cabeza y habrá que estarlo revisando cada cierto tiempo para constatar que todo vaya bien —remarcó. —Por ahora lo he dejado tranquilo pero volveré en un par de horas a revisarlo de nuevo.
—¿Pero se pondrá bien? ¿Ese golpe no será peligroso? —Yoongi, que se había levantado de su asiento con la llegada del médico, lo miraba con ojos preocupados. Los demás presentes también de pie esperaban igualmente la respuesta del chico.
—Pues esperemos que no —respondió. —Pero será necesario esperar para estar del todo seguros. Por lo pronto todo parece estar en orden. Así que será mejor que guarden la calma.
—Muy bien, gracias —le despidió Yoongi un poco más tranquilo. —Gracias facultativo —dijeron los demás viendo partir al jovencito. Cuando el silencio se hizo de nuevo en el salón, Yoongi volvió a tomar asiento y apretando fuerte los ojos se reclinó sobre su silla. Sentía que aquel día había durado mil años y aún faltaban más de dos horas para la media noche.
Se sentía supremamente culpable por todo lo ocurrido y por no haber sido capaz de proteger a su hermano de aquel terrible secreto. Tendría que encontrar la forma de hablar con él cuando acabara su menarquía. Tenía que explicarle las razones por las que había guardado silencio y tenía también que contarle otros dos grandes secretos.
De vuelta a los jardines centrales del palacio de Jaén, Namjoon se puso a reflexionar sobre lo ocurrido en las últimas horas y tratar de ordenar sus ideas. No tenía dudas de que debía hablar lo antes posible con Hyunjin y de esta forma aclarar todo lo ocurrido en la noche en que se conocieron. Sin embargo, estaba el problema de la menarquía del chico y él sabía que duraría cuatro días más. No, definitivamente no podía esperar tanto.
Su silueta se perdió entre las sábanas de hojas secas que empezaba a dejar el paso del otoño. El rojo y el café eran los colores que dominaban el panorama y los faroles que alumbraban los jardines le daban a todo un matiz anaranjado bastante hermoso. No cabía duda de que aquel era un reino muy bello y que cada uno de sus recovecos resultaba fascinante.
Sin embargo, Namjoon empezaba a descubrir que los muros de aquel lugar encerraban más que belleza. Jaén definitivamente escondía entre las brumas del mar mucho más que mitos y leyendas.
Entonces vio entre los matorrales y las flores de aquel jardín un fruto que le llamó mucho la atención haciéndole recordar algo que le había enseñado su verdadera mamá años atrás. El fruto se llamaba Alpiste y tenía muchos beneficios medicinales, pero también tenía una particularidad muy especial que pocos conocían: Anulaba en los varones el efecto que producían las hormonas de los donceles en menarquía.
Namjoon no se lo podía creer. Aquello tenía que ser una señal divina, un mensaje de las Diosas y ello solo podía significar que las deidades querían que él se viera con aquel mocoso esa misma noche. Siendo esto así, arrancó varios frutos y se sentó en una banca bajo la luz de la luna para comerlos. En pocas horas tendría el efecto deseado y podría acercarse a Hyunjin sin problemas. Ahora sí que aquel malcriado tendría que enfrentarle sin más escapatorias.
Entre más pasaban las horas, Jungkook más creía que la decisión que había tomado era la correcta. Su orgullo era grande, pero no era un tonto. Era la primera vez que un pretendiente se acercaba tanto y lograba llevarlo hasta ese punto. Pero él aun podía escapar de aquella situación si usaba la cabeza.
Su mente había empezado a comprender los sentimientos de Taehyung y el loco amor que turbaba a aquel pobre hombre. Y si, al principio, la noche anterior, había alcanzado a sentir algo de pena por él, pero ahora era necesario que dejara esos remordimientos aparte. Si lograba tomar el control de aquel absurdo juego que le planteaba aquel sujeto entonces la partida estaría ganada y sin duda había llegado la hora de que él hiciera el próximo movimiento.
Rezó a SiKje con todas sus fuerzas y le pidió perdón por lo que haría, pero no había otro camino. La resolución que había contemplado en los ojos de Taehyung le hacía darse cuenta de que no iba a dejarlo escapar nunca, y su esperanza en la llegada de Jin Goo era algo muy lejano en lo que no podía confiar del todo. En definitiva solo se tenía a él mismo... a él y a su cuerpo.
Taehyung entró en el oscuro desván sin ninguna intención de silenciar sus pasos. Bajo la luz de la vela que llevaba en su mano, vio a Jungkook tendido a sus pies y sintió que el corazón se le retorcía de dolor. Sin embargo, él tampoco daría su brazo a torcer. Estaba muy cerca, muy cerca de conseguir lo que tanto anhelaba y no podía hacer más que llevar aquello hasta las últimas consecuencias. Había momentos en los que mirar hacia atrás no era una opción y él sabía que ese era uno de esos momentos.
Al principio había creído que su tesoro se hallaba dormido, pero al acercarse del todo se dio cuenta de que no era así. Jungkook estaba despierto, rezando en su lengua natal. Se sentó junto a él dejando la vela a un lado. Luego, le acarició los cabellos negros como la noche y tomándolos con algo de fuerza subió su rostro hasta su altura. Los labios del doncel estaban secos, sus ojos aguados y su mentón tembloroso. Se veía tan indefenso, tan diferente al soberbio chico que tantas veces observo sentado cabalgando a lomos de "Lucero negro" pensando que quizás jamás lograría atraparlo.
Le acarició las mejillas y lo recostó sobre su pecho. De su túnica sacó una pequeña bota llena de agua, la cual ofreció colocándola sobre su boca. Jungkook comenzó a beber de inmediato. En ese momento, al bajar la cabeza, aprovechó para sonreír por lo bajo.
Lo sabía.
Sabía que Taehyung lo atesoraba demasiado como para dejarlo morir y si así era entonces no rechazaría la propuesta que le haría.
—Taehyung... ¿Hasta dónde eres capaz de llegar por mi?—El tono ronco e íntimo de la voz de Jungkook, le hizo ver a Taehyung que por fin había llegado al momento que había estado esperando por tanto tiempo. Sintió escalofríos al darse cuenta de que sus predicciones habían sido acertadas y que conocía tan bien a su tesoro como para darse cuenta de que estaba tratando de manipularlo.
Sin poder evitarlo sonrió.
Si Jungkook por fin había aceptado participar y entrar en aquel juego, entonces seguirían moviendo las fichas.
—Creo que te he demostrado muy bien hasta dónde soy capaz de llegar por ti —respondió sin detener sus caricias por aquella cabellera larga y sedosa. —La pregunta es ahora... ¿Hasta dónde me dejaras llegar tú? —Con un movimiento suave, Taehyung fue abriendo de a poco la túnica de Jungkook. Con delicadeza pero con seguridad, desató los cordones que la amarraban a su espalda y la hizo descender sobre sus hombros, dejando la espalda, el cuello y parte del pecho descubiertos.
Jungkook no se resistió cuando los labios de Taehyung se aproximaron a su cuello. El Koryano esparcía suaves y cortos besos por su mentón, su cuello y sus hombros; besos tan suaves y delicados que parecían más bien pequeños roces sobre su piel.
—Tesoro... —Taehyung llevó su mano hasta uno de los pezones de Jungkook y este se crispó dejando escapar una ligera exhalación. Sin embargo, no paró en sus caricias. Sus labios se perdieron en el cuello del doncel y su lengua comenzó a lamer desde el mentón hasta la punta de su oreja.
Jungkook se dejaba hacer. Era parte de la estrategia, se decía a sí mismo. Se lo decía mentalmente mientras intentaba no perder el control de su cuerpo. Algo que se le estaba haciendo realmente difícil pues tenía que admitir aunque fuese solo para sí mismo, que las caricias de ese hombre, tan suaves y a la vez tan intensas, le estaban dejando sin aliento. Taehyung sabía lo que hacía sin lugar a dudas y se lo estaba haciendo ver.
—Me haces caer en el pecado —le dijo entonces sin saber a ciencia cierta cuán en serio lo decía. —Me has hecho ceder a la lascivia y me condenare por tu culpa.
—Pues será una dulce condena —replicó Taehyung tomando sus labios. Jungkook abrió la boca y el beso se volvió profundo y demandante, Taehyung había abierto su túnica del todo y sus manos palpaban cada recoveco de piel mientras su lengua exploraba aquella cálida y dulce boca.
De repente, Jungkook interrumpió el beso y mirando a Taehyung con los ojos vidriosos de deseo le hizo una confesión sorpresiva.
—Te deseo... —le dijo jadeante y sonrojado. —Te deseo y quiero que seas tú quien se entregue a mí.
Fingiendo sorpresa Taehyung abrió los ojos como platos. Desde que había entrado a aquella habitación sabía que Jungkook le propondría aquello, seguramente pensando que él lo rechazaría. Era humillante y deshonroso que un varón se dejara penetrar por un doncel pero a él no le importaba la deshonra ni le importaba el orgullo. Le importaba tener a aquel hombre y si de momento era la única forma de tenerlo entonces así sería.
Por un momento Jungkook se quedó impávido, pensando que Taehyung daría vuelta atrás. Cuando el príncipe se acercó hasta él y desató las cadenas que ataban sus manos y pies llegó a pensar incluso que aquel absurdo juego acabaría allí mismo y que lo dejaría marchar rendido. Sin embargo, cuando vio que este sonreía y se acostaba de espaldas contra el catre, su respiración se cortó por breves instantes y sus mejillas se tornaron tan rojas como una flama.
—Tómame, amor mío. Si es lo que deseas. —Taehyung comenzó a abrirse la camisa y a desatar sus pantalones mientras Jungkook lo miraba aún alucinado. Finalmente cuando el doncel recobró la compostura se acercó ligeramente y lo miró a los ojos.
—...Definitivamente estás loco.
—Si, lo estoy.
Entonces, se miraron directo a los ojos. Jungkook se tumbó sobre Taehyung y rozando levemente su boca, separó ligeramente los otros labios, mordiéndolos hasta dejarlos húmedos e hinchados. Fue en el instante en que la boca ardiente de Taehyung y su cuerpo dispuesto estuvieron a su merced, cuando Jungkook supo que no habría vuelta de hoja. De manera que apretando fuerte los ojos se encomendó a SiKje y que pasara lo que tuviera que pasar.
El frío de otoño llegaba hasta ellos a través del suelo frío. Para ese momento las ropas de ambos había quedado descartadas en un rincón y ambos yacían desnudos sobre el catre. Jungkook sobre Taehyung no sabía muy bien lo que tenía que hacer. Sin embargo, el Koryano había resultado ser un muy buen mentor, guiandolo a cada paso a cada movimiento.
Estaban unidos en un cálido y dulce abrazo. La respiración agitada de los dos era lo único que rompía el silencio de la noche y el canto lejano de los grillos. Las manos de Jungkook acariciaban los brazos de Taehyung y su boca esparcía besos por su pecho y por el hueco de su clavícula mientras esté, ansioso y agitado, le acariciaba los muslos sondeando entre estos hasta subir por el montículo respingado que era aquel trasero.
Después de un rato de caricias, sus pieles comenzaron a transpirar. El sudor de ambos cuerpos brillaba bajo la luz de la vela y los pocos rayos de luna que entraban por la ventana. Las piernas entrelazadas se confundían entre las sombras como reptiles arrastrándose en la penumbra. Taehyung sonrió cuando sintió la mano de Jungkook deslizarse más hacia el sur. Era obvio que su tesoro estaba temeroso y dudoso de hacer aquello pero él se apresuró a animarlo tomando su mano y haciéndola llegar hasta el sitio que sabía que el doncel quería tocar.
—Tócame allí... sin miedo.
De esta forma la mano de Jungkook apresó el miembro de Taehyung, acariciándolo lentamente con movimientos pausados y sedosos. La respiración del príncipe se cortó ante las caricias y dejando escapar un jadeo metió su mano dentro de las piernas del doncel tomando también su sexo, ya erecto.
Le fascinaba tenerlo así, descarado, desinhibido; había valido la pena tener que llegar a esos extremos si la recompensa era ahora verlo exhibir tal grado de pasión. Jungkook respiraba muy despacio acariciando el miembro de Taehyung al mismo ritmo que sentía que era acariciado el suyo. Ambos resoplaban sudorosos y extasiados mientras esperaban el alivio del clímax.
Cuando finalmente ambos se corrieron, Taehyung tomó un poco de la simiente de Jungkook que había quedado entre sus manos y la llevó hasta su boca. Este se sorprendió un poco por tal hecho, aunque luego, cuando Taehyung alzó su diestra para darle a probar también, se acercó lentamente sin ocultar sus nervios y finalmente abrió su boca catando aquella esencia.
—Eres muy dulce ¿Lo ves? —le dijo . Entonces Jungkook tanteó entre sus piernas y tomando un poco de la simiente que este también había dejado, la probó ya sin tantos reparos, haciendo que esta vez Taehyung se quedará completamente sorprendido.
—Tú también eres dulce —respondió con un grado de lascivia desconocido hasta el momento para ambos.
De esta forma volvieron a besarse. Jungkook no podía creer lo que acababa de hacer. Eso definitivamente no había sido parte de su estrategia, había sido solo un impulso loco. Sin embargo, en esos momentos no era algo sobre lo que quisiera seguir pensando. Por eso apartó los cabellos que caían de su pecho, y en un movimiento más que sensual comenzó a acariciar el torso bronceado de Taehyung, observando como sus pezones se endurecían ante el contacto de sus dedos.
—¿Y ahora qué debo hacer? —preguntó después de un rato de caricias. Taehyung que en ese momento le acariciaba las sonrojadas mejillas lo miró a los ojos con esa expresión de infinita entrega y amor que empezaban a ser mella en el corazón de Jungkook.
—Tómame —le pidió casi con desesperación y Jungkook sintió los latidos de aquel corazón anhelante. Entonces su propio corazón también empezó a latir con fuerza y algo desconocido hasta el momento comenzó a bailotear en su estómago. El doncel se perdió por varios instantes en el inmenso magnetismo que desprendía la mirada de Taehyung y a partir de allí no hubo más dudas.
Separando las piernas de Taehyung, se ubicó en medio de estas y cayó sobre sus labios besándolo con hambre. Taehyung se dejó hacer abriéndose por completo para su tesoro.
—Te deseo... —le dijo mordiéndole los labios.
—No lo seguiré negando. Solo hubo un hombre antes que tú al que desee de esta forma. Pero el no me miraba como tú lo haces, él no me amaba como lo haces tú.
—Jin Goo te ama como un padre —respondió Taehyung mirándolo a los ojos, —yo te amo como hombre —aseguró y luego de aquellas palabras a Jungkook no le quedó duda de que conocía todos sus secretos, tanto como él conocería ahora los más profundos misterios de su cuerpo.
Los cabellos negros de Jungkook los cobijaban a ambos como un manto. Sus brazos entrelazados se exploraban a la par de sus bocas. Cuando separó por completo las piernas de Taehyung y con un movimiento fuerte, tosco y brusco se introdujo en su interior, este se arqueó por completo y un grito ahogado salió de su garganta.
Por un momento Jungkook pensó que la invasión por aquel agujero tan estrecho era imposible, pero Taehyung, experimentado y deseoso lo tomó por las caderas y en un par de movimiento lo tuvo por completo dentro de él.
Jungkook sudaba, las hebras de su cabello se le pegaban a la frente. Nunca en su vida había sentido tanto placer como el que experimentaba al poseer a aquel hombre. El cuerpo bajo el suyo era tembloroso como el de un fuego al viento y caliente como las llamas. Era estrecho y dulce, fogoso y tierno, loco y fervoroso y lo más importante era suyo.
Pensando en esto se empezó a mover. Al principio sus movimientos eran simples vaivenes inseguros pero una vez que las manos de Taehyung se enredaron en sus cabellos y sus ojos llenos de deseo suplicaron por más; el doncel se entregó a un ritmo fuerte y salvaje, como si quisiera sacar fuego de aquel roce, como si quisiera marcar aquel cuerpo con su calor al igual que se hacía con los potros en los establos.
Nunca se había sentido más poderoso que en esos momentos. Ni siquiera, cuando desde su caballo, hería letalmente a todos esos hombres había experimentado una sensación de poder más grande que aquella. El sonido de sus caderas chocando contra la otra era el sonido más lascivo, hermoso y perfecto que había escuchado jamás. Mientras que para Taehyung no había más gloria que sentir a su tesoro penetrando su cuerpo, haciéndolo suyo como nunca antes lo había hecho nadie, ni lo haría ningún otro jamás.
—Ya sé que existe el paraíso —le dijo en medio del gozo. —Lo estoy tocando. —Como respuesta Jungkook le sonrió mientras se perdía más y más en su interior.
Sin embargo aquello no duró tanto como ellos hubiesen deseado. La inexperiencia de Jungkook y las ansias de Taehyung hicieron terminar todo de forma intensa y rápida y con un suspiro y un largo jadeo ambos terminaron exhaustos y sudorosos sobre el catre. La vela empezaba a extinguirse y la oscuridad comenzaba a tomarlo todo.
—¿Ahora si me dejaras marchar? —preguntó Jungkook aun con la respiración descompasada.
—No, respondió Taehyung. —Aún es mucho lo que tienes por aprender.
Y así, sin poder evitarlo... Jungkook sonrió.
Cuando Namjoon vio salir al médico de palacio de la habitación de Hyunjin, supo enseguida que su oportunidad había llegado y sin perder más tiempo se introdujo dentro de esta.
Por un momento había temido que algunos donceles de compañía que pudiesen encontrarse cerca, le estropearan el momento. Sin embargo, aquella noche no tenía guardia en la puerta a causa de su menarquía y sus donceles estaban durmiendo del otro lado de la habitación.
Así que con sigilo, Namjoon se acercó hasta la cama de Hyunjin y lo observó con detenimiento ayudado por la claridad de la luna que entraba por los ventanales medio abiertos de la terraza. Tal como se lo esperaba el muchacho dormía profundamente y no se había percatado de su presencia.
“¡Perfecto!” , pensó acercándose varios pasos más y tentando un poco más su suerte se aventuró a apartar el mosquitero que cerraba la cama introduciéndose despacio dentro de esta.
Hyunjin se quejó un poquito al sentir el movimiento de Namjoon en su lecho y entre pequeños gemidos se reacomodó. Su cuerpo desnudo quedó parcialmente a la vista de Namjoon y este embrujado por tal belleza, no dudo en estudiarlo a detalle.
“Es precioso”, pensó al verlo. Sin duda no se había equivocado en su primera impresión. Ese chico era tan bello como un príncipe porque lo era. Su boca era como una pequeña cereza sonrojada y apetecible, su piel parecía de puro nácar; su cuerpo delgado era bien proporcionado y aunque era algo menudo estaba bien apetecible.
Sin embargo, necesitaba ver más, quería verlo todo mejor dicho, así que apartando por completo las mantas se encontró bajo estas, con un par de piernas largas y firmes y por supuesto, el trasero pequeño pero redondito que estas sostenían.
Cuando Hyunjin dio otro pequeño giro, reparó en el tatuaje en forma de sol que el muchacho tenía tatuado en el vientre. Esa era la señal inequívoca de que se trataba del mismo chico que había conocido en Koryo y que no había podido olvidar. Aun podía recordar el sabor de sus labios y la textura de aquella piel...
Confiado se acercó un poco más. Por la boca de Hyunjin salían unos tenues ronquidos que casi no se escuchaban de lejos. Tuvo que contenerse mucho para no romper la distancia y robarle un beso. Sin embargo, lo que sí hizo fue un movimiento brusco cuando un sonido del otro lado de la puerta lo alertó, y Hyunjin, detectando el brusco movimiento, abrió sus ojos percatandose de la presencia del Koryano.
Incorporándose a toda prisa intentó dar la alarma, pero esta vez Namjoon fue más rápido y echándose sobre él lo apresó entre sus brazos cubriéndole la boca y apresándolo con su otro brazo contra su cuerpo. Hyunjin se removió entre el amarre pero fue inútil. Namjoon sin hacer gran esfuerzo era capaz de dominarlo por completo.
—Tranquilo, encanto —le habló al oído sosteniéndolo con fuerza pero sin llegar a lastimarlo. —Tú y yo tenemos algunas cuentas pendientes —continuó. —Es hora de que las saldemos.
Ante aquella advertencia, se quedó quieto y dejó de resistirse. Namjoon lo soltó de la cintura pero siguió cubriéndole la boca y ahora con la mano que le quedó libre tomó la mano derecha de Hyunjin y comenzó a acariciarla con sutileza. Entonces como un flechazo llegaron a su mente las palabras dichas horas antes por Woo Seok: “Cuando alguien te haga esto en otra situación, ¡Cuidado!, porque eso solo significa que te quieren hacer el amor”.
Continuará...
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