Tercer ataque

—No te alejes, es peligroso —dijo Ethan, apareciendo súbitamente a su lado.

El guerrero dio media vuelta regresando al sendero.

Charleen lo siguió manteniendo su distancia. ¿Qué debía decir? ¿Qué debía hacer? No sabía los motivos de Ethan. ¿La había besado porque la quería también?, no podía, ni quería asegurar nada, tampoco se animaba a preguntar.

—Acampemos aquí —ordenó frío e impasible, por sus gestos o voz, no podía asegurar si él estaba enojado. Sonaba tan neutral e indiferente que bien podía no haberle importado el hecho de que ella hubiese salido corriendo después de besarlo.

No le agradaba, igual que los libros que leía, el amor se metía inoportunamente en su relación y arruinaba el viaje, dejándolos en una situación incómoda. Ethan la ignoraba. Quería que fuese así y a la vez no. La situación era tan embrollada que no sabía cómo sentirse, menos cómo actuar.

Ya no lo soportaba, necesitaba aclarar las cosas. Una parte de su ser sabía que quería a Ethan, que deseaba confesárselo y rogaba que él sintiese lo mismo; otra, no paraba de abrumarla con una voz acusadora, recordándole que quien se enamoraba perdía, que arruinaría su aventura al ejercer sus sentimientos hacia el guerrero; y le recordaba sobre todo, que estaba comprometida con otro hombre. En unos meses uniría su vida con Emmet, ¿Cómo lo tomaría Ethan? ¿Qué pensaría si ella le revelaba la verdad?

—Cómo odio todo esto —murmuró, a consecuencia de sus cavilaciones, se había percatado que no era libre como creía. Era presa de las responsabilidades y sus prejuicios. De no haber sido por ellos, nada le impediría entregar su corazón a Ethan —. Sobre lo que pasó antes... —lanzó, acabando de una vez esa incómoda situación.

—Olvídalo. —No la dejó continuar—. Mejor come.

Su rutina se normalizó al día siguiente. Ambos actuaban como si hubiesen vivido un episodio de amnesia. Ethan no quería forzar la situación, menos dejarse guiar por sus sentimientos, eso podría llevarlo a la ruina, tal como había pasado con Drake. Por otro lado, tenía una confusión entre lo que quería y lo que pensaba debería querer; y creía firmemente que no debía amar a Charleen.

— ¿Cuánto falta para que lleguemos? —Las piernas le dolían a la joven y estaba exhausta tras días de caminata.

—Para Kupro falta bastante, pero ya llegaremos a un pueblo, hay muchos en esta zona. Pararemos en algunos a recoger provisiones.

— ¿Y cómo vamos a comprarlas? Casi no tenemos dinero, solo una bolsa llena de cubiertos. ¿Qué planeas hacer, coquetear a todas las mujeres del pueblo? —Se burló.

—Yo no hago eso. —Se ofendió.

— ¡Claro que sí! —No creyó su descaro—. Lo hiciste en el barco, ¡te vi! —lo acusó riendo.

—No coqueteaba. —Sonrió de medio lado—. Le pedí la hora a esa mujer y ella me invitó a comer. Un caballero no rechaza la invitación de una dama.

—Sí, claro; aprovechado, aunque no quieras admitirlo a veces eres como Liaw, haces lo que sea por un plato de comida.

—No es verdad —la enfrentó.

—Sí lo es. —Se cruzó de brazos y alzó la vista para verlo a los ojos.

— ¿Y si así fuera qué? ¿Celosa?

Charleen borró su mueca de presunción y le dio la espalda, retomando el camino.

—No te creas que por un beso voy a caer a tus pies, he recibido mejores, de hombres muchísimo más apuestos.

Ethan bufó. Ahora a Charleen se le ocurría tomar el hecho como una broma; mejor, así no lidiaban con actuar como si nada hubiese pasado o convertir el tema en un tabú.

—Ya quisieras, seguro nadie te había besado antes. —Le dio alcance.

—Por supuesto que sí, tengo diecisiete años, besé a chicos antes, a muchos —mintió.

Mientras discutían al respecto llegaron a la entrada de un pueblo pequeño. Tras algunas averiguaciones, cayeron en cuenta que sus bolsillos no podían pagar ni una noche en una posada. La comida si bien no era cara, resultaba un gasto que tampoco podían permitirse. Al final atravesaron el poblado de regreso al bosque, decididos a acampar de nuevo.

Ethan dejó a Charleen junto al equipaje, encendiendo una fogata mientras él se adentraba en la espesura para cazar el almuerzo.

Charleen reunió unas ramas secas, no fue complicado encontrarlas puesto que todo en ese boque parecía muerto. Comenzó a acomodar la hoguera y levantó la vista de pronto al escuchar un par de pasos frente a ella. Ethan la miraba con expresión gélida, de pronto volteó y comenzó a caminar.

—Vámonos.

— ¿Y el equipaje?

—No te preocupes por eso, ven, quiero mostrarte algo. —Parecía que hablaba por inercia. La joven lo siguió más curiosa que extrañada.

Charleen sintió de pronto que algo le quemaba el pecho, era su collar. Lo sacó de entre la ropa abrigada que llevaba y se percató que brillaba con mucha intensidad. Callada, lo guardó y observó con escrutinio la espalda del guerrero. Tenía un muy mal presentimiento.

— ¿A dónde vamos? —preguntó, el guerrero la guiaba hacia una cueva. Era oscura al principio y al medio se divisaba una luz.

—Tranquila cariño, te mostraré algo que va gustarte. —La miró de reojo, sonriendo gentilmente.

Charleen reaccionó sacando sus pistolas y le apuntó con ambas.

—Ni en un millón de años Ethan me diría cariño ¿Quién eres?

Tan solo en el instante que volteó, el guerrero cambió de rostro. Ya no era el de Ethan, sus ojos negros y profundos eran ahora verdes y su aspecto era más tétrico.

Charleen disparó y el guerrero esquivó la bala sin hacer el menor esfuerzo. En un rápido e imprevisto movimiento, la desarmó y le cortó el cuello.

Ethan regresó con el par de conejos que había conseguido. Ya imaginaba qué gesto pondría la humana al ver a esas pequeñas blancas e inertes criaturas colgando de su mano. Desde varios metros atrás la vio estática junto al fuego, extrañado aceleró el paso.

— ¿Charleen? —Se aproximó a ella y la tocó con una mano. De inmediato la imagen se desvaneció, así como la presencia de la joven. Había caído en una trampa, una ilusión creada por Valia; una excelente que había logrado confundirlo.

— ¡Demonios! —gritó dando media vuelta, intentando concentrarse para descubrir el aura de Charleen, la cual estaba oculta por un hechizo.

La cortada no llegó a ser profunda, antes que el guerrero lograse su cometido, un segundo hombre lo detuvo. Charleen presionó con fuerza su cuello, sintiendo que la sangre fluía. Retrocedió arrastrándose por el suelo, mirando nubosamente como un esbelto guerrero de cabello platinado peleaba contra su agresor. Su uniforme era negro, igual al de Ethan, y peleaba casi tan bien como él. Los movimientos de ambos guerreros eran veloces, no logró distinguir lo que sucedía y la batalla no duró mucho. El guerrero de cabellos plateados derrotó a su adversario en un par de movimientos, dando por finalizada la pelea al atravesarlo con su espada. El cuerpo del primer guerrero cayó inerte al suelo.

Charleen perdía demasiada sangre y estaba punto de caer inconsciente. El joven de uniforme negro limpió su espada en la capa de su enemigo y la envainó. En seguida se dirigió a la humana, quien retrocedió asustada.

—Tranquila —le habló con amabilidad—. Soy amigo de Ethan, me llamo Gael, soy legionario de Roheline.

Charleen perdía las fuerzas. Gael le retiró la mano ensangrentada y presionó su herida. Pronunció un par de palabras y curó a la joven de inmediato. El dolor y el flujo de sangre habían parado, pero aún sentía debilidad por la sangre perdida.

—Gracias —musitó, a punto de desmayarse.

—No, no te desmayes, no será bueno ¿luego qué le digo a Ethan? —Sonrió encantadoramente, su rostro dulce se veía angelical y sus ojos claros le trasminaban calma.

De una pequeña bolsa de cuero dorado que llevaba atada a la cintura agarró una ampolleta, similar a las que Ethan cargaba con antídotos. Rompió la punta de ese extraño material que parecía agua, y le dio a beber el contenido. El líquido insaboro de inmediato le devolvió las fuerzas y el color a su pálida piel.

— ¿Te sientes mejor?

La chica asintió.

— ¿Qué está pasado? ¿Quién era él? —señaló el cadáver.

—Era un sirviente de Valia, una hechicera mindag. —El solo nombre causó un escalofrió en la muchacha—. Lo mandaron aquí para matarte y lo hubiera hecho. Ethan no hace una buena labor al ocuparse de ti, tendrás que cambiar de guardaespaldas. —Le guiñó un ojo.

—Espera ¿tú eres de la Legión no es así? ¿Puedes explicarme qué está pasando? ¿Por qué ese grupo de unuas quiere matarme? ¿Y por qué ustedes quieren matar a Ethan? —lo interrogó, no iba a salir de la cueva sin una respuesta.

—Es complicado. —Guardó las manos en sus bolsillos con despreocupación—. Cada acción y cada decisión que tomamos afecta el futuro. Nuestra misión entre muchas otras, es asegurarnos que el futuro más conveniente se lleve a cabo. Funcionamos como guías en éste caso. Si tú morías hoy, las cosas se hubiesen puesto feas... muy feas, y lo harán. Si te cuento todo lo que sucede alteraría el futuro nuevamente, todas tus preguntas serán respondidas cuando llegues a Ithia. Freya te explicará todo.

— ¿Freya? ¿Quién es ella? ¿Cómo la encuentro?

—Freya es la Vade del templo de Foris. Tiene más poder que ninguno de nosotros. —Volteó sonriéndole—. Más que Ethan, aunque él no quiera admitirlo. Su deber es revisar todos los futuros alternativos y evitar los más conflictivos y peligrosos. Su templo está sobre el lago de Selo, en Ithia, te será sencillo llegar —le explicó alejándose—. Lo mejor sería que no le comentaras nada de esto a Ethan, pero sé que lo harás. —Después de hablar se perdió en la oscuridad de la cueva.

Rápidamente Charleen sacó su collar y observó el dije, mantenía su color violeta de siempre. Salió de la cueva algo temerosa, notando su ropa húmeda y viscosa.

Ethan llegó al lugar, una vez que el hechizo de Valia se hubo desvanecido con la muerte de su sirviente, no le fue difícil encontrar la localización de Charleen. El corazón se le encogió y sintió temor, como pocas veces sentía, al verla bañada en su propia sangre. El olor a hierro era intenso en ella y ni bien se hubo acercado la joven saltó a sus brazos. Le correspondió, la arrimó a su pecho rodeándola fuertemente con sus brazos. El peligro no se sentía cerca, pero se reprochó lo estúpido que había sido al permitir que se alejara.

— ¿Lo intentaron de nuevo? —le preguntó—. ¿Qué pasó? —No se explicaba cómo la muchacha había sobrevivido al ataque, ni de dónde había brotado esa cantidad de sangre, puesto que no tenía ninguna herida visible.

—Tu amigo me salvó.

Ethan hizo un respingo y la alejó un poco de su cuerpo para verla de cerca.

— ¿Qué amigo?

—Gael, me dijo que es legionario. Mató a ese sujeto, dice que era sirviente de una tal Valia y que todo lo que pasa es por algo con el futuro y que al llegar a Ithia debo ver a una tal Freya porque ella piensa que soy importante y que no debo morir. —Algo turbada explicó hablando con rapidez.

Ethan gruñó y agarrándola de la mano entró a la cueva. Levantó la capa del guerrero caído y comprobó que sin duda era un sirviente de Valia.

— ¡Mierda! —gritó pateando al cuerpo—. No debí dejar que te alejaras, pudieron... —Se detuvo, un dolor lo oprimió por sólo considerar lo que podía haberle pasado a Charleen.

Había bajado la guardia, no se esperaba que los mindags atacaran tan pronto, pero la intervención de Gael confirmó lo que sospechaba: él y Charleen se encontraban en medio de una disputa entre la Legión y los Mindag.

La Legión lo querían muerto, aunque no habían realizado esfuerzos reales para eliminarlo, y los mindag querían muerta a Charleen, una simple y común campesina humana.

Aceleraron el viaje hacia Kupro. Ethan estaba seguro que Biako despejaría sus dudas y le aclararía qué estaba sucediendo. Además que el anciano tenía contacto permanente con Freya.

Ethan le prestó su capa, era más abrigada y la ropa de Charleen estaba mojada. Con dificultad había logrado limpiar la sangre, había perdido una cantidad increíble y si Gael no la hubiese curado, no habría aguantado hasta la llegada de Ethan. El guerrero estaba consciente de ello, había bajado la guardia como un principiante y se notaba que Valia, Dante y Aishla, estaban pendientes de cualquier desliz.

No tardaron en llegar al siguiente poblado. Esa zona era muy habitada y tanto pueblos pequeños como grandes prosperaban gracias al agua y tierras fértiles. Ethan consideró que dormir en una posada era más seguro tomando en cuenta los últimos acontecimientos.

Salieron a dar una vuelta antes del anochecer y al regresar a su habitación, se encontraron con Liaw recostado plácidamente sobre la cama. Ethan no se sorprendió, ya había sentido la presencia de su hermano minutos atrás.

— ¡¿Qué haces aquí?! —Charleen se emocionó, le alegraba verlo.

—Les di alcance ¿Por qué me dejaron en Dédalo?

—Porque decidiste quedarte con Orietta —dijo Charleen.

—Sí, pero hasta sacarle un poco más de dinero. —Sonrió maliciosamente—. No le pertenezco a ninguna mujer, además tú me debes mitad de un tesoro. —Señaló a la muchacha—. Y a ti debo vigilarte de cerca. —Miró con sospecha a Ethan.

El mayor tomó a su hermano por el cuello y lo empujó contra la pared.

—Nuevamente atacaron a Charleen y Gael apreció para salvarla. La Legión está al tanto de todo. Qué sucede —habló amenazante.

— ¿Qué parte de "no sé" no entiendes? ¿El "no" o el "sé"? ¿O te lo digo en otro idioma? No confían en mí, por eso no me dijeron todo. Tampoco me importa, que sigan jugando con Aishla. —Aflojó la mano de Ethan y volvió a recostarse en la cama—. ¿Ahora comparten habitación? —se mofó, cambiando de tema.

—No es por los pervertidos motivos que crees, la vigilo igual que en Dédalo.

—Y la debes estar vigilando muy bien... —ironizó.

Ethan le empujó la cabeza contra el respaldar de la cama y Charleen rió. Había extrañado a Liaw, y la forma en la que sacaba de quicio a Ethan.

Partieron un par de días después. Charleen se encontraba tranquila en compañía de los dos guerreros y aprovechaba que estos no se mostraban reacios a responder sus preguntas. Anotaba todo con gran interés en su bitácora. Su primer libro sería uno que hablase sobre esa raza, uno con datos reales, no como el que había conseguido en Biero, pese a que tenía algo de razón.

Atravesaban lo último de bosque que quedaba, durante días el paisaje no había cambiado demasiado, solo las mismas tierras secas y árboles espeluznantes de hojas rojizas ocupaban el territorio.

Charleen tachaba todos los datos falsos del libro de Mariel mientras Liaw respondía sus preguntas.

— ¿En Ithia tienen una gran estatua a la que le ofrecen sacrificios humanos? —les preguntó con temor, su pregunta no era para molestarlos, simplemente tenía curiosidad.

—Sí —afirmó Liaw—. Sacrificamos una humana virgen cada solsticio. Si Ethan no se ha puesto pervertido contigo, tendrás el honor de alimentar al dios piedra.

Charleen abrió los ojos con impresión. Se espantó por un momento, hasta que Liaw comenzó a reírse.

— No sacrificamos a nadie... bueno, a los débiles y molestos sí. —Sonrió con sarcasmo.

Ethan retrocedió unos pasos y le arrebató el libro de las manos a Charleen.

—Deja de leer esta basura. —Lanzó el libro lejos, hacia un río, deshaciéndose por fin de ese cúmulo de estupideces.

Charleen corrió furiosa a intentar recuperarlo, era tarde, la corriente se lo había llevado lejos. Liaw la siguió mientras Ethan se adelantaba por el sendero.

—Liaw ¿Los unuas tiene cambios hormonales? —preguntó en voz muy alta.

—Creo que Ethan sí...

—Pues es tan... raro —gruñó enojada por haber perdido el libro que tanto le había costado obtener, además de haber perdido horas haciendo anotaciones.

— ¿Recién te das cuenta?

—No, es que, a veces es algo dulce y compasivo; ¡Y otras es un ególatra amargado y patán! —gritó para Ethan la escuchase con claridad—. Es como si dos seres vivieran en ese enorme saco de testosterona.

—Pues es algo así. Ahí viven Ethan el sentimental y su antítesis, Ethan el insensible sin corazón —se burló, al tanto que su hermano mayor los escuchaba con claridad.

— ¿Y por qué es así?

—Aunque resulte difícil de creer, cuando era niño, Ethan era bastante normal, tenía sentimientos equilibrados. Reía si quería reír e incluso era compasivo con sus enemigos; pero eso era inaceptable para mi padre, él tenía la firme creencia que para ser fuerte no debes poseer ningún tipo de emoción además del odio y la ira. Fastidió mucho a Ethan con eso, pese a que a los once años se volvió General y era mucho más fuerte que guerreros adultos, mi padre insistía en que no llegaría a su máximo potencial si no superaba sus sentimientos. —Charleen escuchaba entusiasmada y Liaw no paraba de hablar, Ethan detestaba que hablasen sobre su vida—. Lo confundió bastante, pero al final Ethan decidió seguir sus consejos y liberarse de todo sentimiento, y creímos que lo había logrado. Mi padre quiso demostrarles su punto a todos, sobre todo a la Legión. Incentivó a Ethan a retarlo, para tomar su lugar como legionario, y a que se adueñara de su espada. —Charleen lo miró con desconcierto, intentando comprender qué tenía que ver la espada en el relato—. La espada de mi padre es una espada de sangre. Son muy poderosas y muy extrañas, solo pueden ser usadas por una persona, y la única forma de poseer una, es matando a su propietario —le explicó y levantó su propia espada—. Son muy especiales —le habló a su arma, acariciando la funda.

—Espera, ¿entonces tu padre quería que Ethan lo matara para quedarse con su espada?

—Y ocupara su puesto en la Legión. Mi padre era algo extraño, siempre buscaba las formas más extravagantes de establecer sus puntos. Convocó a la Legión y a toda Ithia para que atestiguasen como había convertido a su propio hijo en el guerrero más poderoso. Lucharon, y fue una de las batallas más sorprendentes que vi. Mi padre no iba a dejar a Ethan ganar, si al final no resultaba tan fuerte como esperaba, no habría tenido la más mínima contemplación de matarlo y probar suerte conmigo. Afortunadamente no fue así. Ethan ganó, lo dejó derrotado en el piso. Una sola estocada y lo mataba. Alzó su espada y antes de bajarla se arrepintió, no pudo hacerlo, fue incapaz de matar a su propio padre. Dio por finalizada la batalla y dio media vuelta. De todas formas ya tenía su lugar en la Legión. Mi padre enfureció, le recriminó el ser tan débil.

Charleen escuchaba con atención, eso explicaba mucho sobre el carácter de Ethan, pero aún las cosas no le cerraban.

—No entiendo algo, si Ethan de todas formas demostró ser más fuerte que él, ¿Por qué lo siguió escuchando? ¿Por qué quiere ser como él?

—Eso fue después. Ethan no siguió la filosofía de mi padre, prefirió actuar como le parecía, ya sabes que nadie le dice qué hacer... eso hasta que yo hice lo que él no pudo: maté a mi padre, conseguí la espada y lo humillé, después sucedió lo de Drake... —dispuesto a iniciar otro relato fue callado por una de las dagas de Ethan, que pasó rozándole el rosto—. ¡Deja de lanzarme dagas! —le gritó dándole alcance.

—Tú deja de contarle sobre mi vida personal, además conseguiste la espada por pura suerte. —Lo miró furioso y regresó a recoger su daga y tomar a Charleen del brazo, para llevarla su lado y que Liaw no le siguiese contando sobre sucesos pasados que prefería no recordar.

La joven atisbó hacia Liaw con desconfianza. No podía creer que le hubiese contado con tanta tranquilidad que había asesinado a su propio padre por una espada. Tampoco podía asegurar si era cosa de esos dos hermanos en particular, o los unuas de verdad eran insensibles.

Gracias por esperara! tuve una feria y por suerte me llegaron copias de este libro varios chicos pudieron llevarse la suya :D si quieren un libro de Foris, escríbanme! nos vemos el martes con un capi especial

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