La misión de Charleen

Emocionada, Abby se puso un vestido de Charleen y le preguntó si lucía como una humana. Charleen tuvo que ponerle una capa de seda semi trasparente, pero aun cubriendo su cabello plateado, sus finos rasgos que la hacían parecer una muñeca de porcelana la delataban.

Al final le dio igual. En Ithia a nadie le sorprendería ver a la unua, sólo le preocupaba que algún guerrero de guardia reconociera a la hija de Sahori.

Abby corría ágilmente entre los árboles, desbordando alegría. Charleen corría con torpeza, respirando agitada, intentando seguirle el paso.

— ¡No vayas tan rápido! —le gritó dándole alcance y agachándose para recuperarse. Ni con la marca de Ethan podía igualar en velocidad a los unuas.

—Eres lenta —farfulló Abby, no le agradaba tener que ir al ritmo de la humana.

De todas maneras llegaron a la ciudad en poco tiempo. Ithia era calurosa, de cielo claro y más moderna que las ciudades cercanas al pueblo natal de Charleen. La humana no sabía con exactitud a dónde dirigirse, atravesaron un mercado hacia el edificio más grande que podía divisarse. Tal vez ese era un punto de inicio.

— ¿Y a quién buscamos? —Preguntó Abby—. ¿Es verdad que buscas un tesoro? Liaw me contó.

—Buscaremos el tesoro luego, antes debo hacer algo más importante —respondió con desinterés, sumida en sus pensamientos, ignorando casi por completo a la chica más joven, quien parecía algo decepcionada. Ithia no era tan emociónate como esperaba. Su ciudad natal era mucho más bella.

—Señorita, ¡por favor acepte este obsequio! ¡Déjeme tocarla! —Un hombre de avanzada edad las sorprendió a ambas de golpe, poniéndose de rodillas frente a Abby y ofreciéndole un precioso collar.

— ¡No va a tocarla! ¡Qué se cree! —Charleen se interpuso, rabiando contra ese hombre —. Pervertido, ¿cómo se le ocurre acosar a una chica tan joven?

— ¡No! —se exaltó levantándose—. Sólo quiero que la joven unua me llene de bendiciones —dijo agarrando con cortesía la delgada capa de Abby, y pronunciando unas palabras en voz baja. Dejó el collar en el suelo, a los pies de la muchacha y continuó su camino.

Charleen estaba incrédula. Al parecer, los humanos de esa zona pensaban que los unuas eran una especie de amuleto mágico que les traería suerte.

Emocionada Abby recogió el collar y lo colgó de su cuello.

—Los humanos son lindos —opinó.

Charleen volcó los ojos y continuó por el sendero. En otras tres ocasiones fueron detenidas de nuevo, por citadinos que le hacían ofrendas a Abby. Charleen pensó que al final no necesitaría un barco con tesoros, bastaba con llevar a Abby de paseo por toda la ciudad para hacerse millonaria.

El edificio principal al que habían llegado, estaba custodiado por algunos soldados humanos. Charleen corrió hacia uno de ellos.

—Disculpa ¿podrías decirme donde están sus campos de entrenamiento? Estoy buscando a un General.

—Todos los generales están reunidos. Pero no creo que puedas verlo, están en una reunión privada —le explicó con amabilidad, más de la normal por el simple hecho de notar por el escote de la joven la marca de un unua.

—Yo encontraré la forma.

—Ve hacia el norte, ¿ves esa carretera? —Le señaló con el dedo—. Sigue recto, no hay forma de que te pierdas.

Agradeció con una inclinación de cabeza y jaló a Abby de la mano, quien picaba con un dedo al soldado. En pocas ocasiones había visto a un humano varón de cerca y le llamaba la atención.

Por un ancho camino de arena blanca siguieron la dirección indicada y frente a ellas divisaron un enorme complejo. Como era de suponer, las puertas estaban cerradas y custodiadas.

—Necesito ver a... —empezó Charleen cuando un grito de dolor detrás de ella la hizo voltear.

Abby torcía con una mano el brazo de un joven muchacho, al que Charleen reconoció de inmediato.

— ¡Abby suéltalo! —le pidió asustada. La unua no parecía tener control de su fuerza como Ethan o Liaw y le partiría el brazo a Kennan en cualquier momento.

—Quería atacarte —dijo Abby.

— ¡No es cierto! —chilló Kennan.

Con la ayuda de los soldados logró convencer a la chica de que lo soltara.

—Maldita unua —masculló Kennan y casi se gana otro ataque.

—Qué bueno que te encuentro —más relajada, Charleen lo sacudió por los hombros —. ¿Recuerdas que me prometiste que podría entrevistar a tu padre? Vine para eso.

—Mi padre está muy ocupado. Estamos en alerta como sabrás —habló despectivamente, notando la marca en el pecho de Charleen.

—Necesito verlo hoy, estoy segura que podrás arreglarme una cita, solo unos minutos cuando se tome un descanso. Vamos... —intentó convencerlo —. Averigua cuando saldrán a comer o a dormir, y me ayudas a entrar. Debo preguntarle un par de cosas, y estoy segura que a él va a interesarle. ¡Recuerda que salvé tu vida! —le recordó.

—No es cierto. —Cruzó los brazos y le volcó al cara, orgulloso y petulante.

—Pues voy a salvarte la de nuevo cuando Abby empiece a tortúrate —lo amenazó sombríamente. Abby se alistó emocionada, divertida por hacer asustar al pequeño humano.

— ¡Bien! —Ocultó el miedo que le causaba la unua—. Ahora están en receso, tienes un minuto —avisó dirigiéndose al guardia de la entrada para que les abriera la puerta.

Ethan esquivaba los ataques de espada de Liaw. Era una pelea de armas contra músculos. Y eso le servía para poco a poco habituarse a su falta de poder, fruto de haberle otorgado su marca a Charleen. No podía creer que Liaw no hubiese mostrado tanta debilidad tras perder su marca, no lo había notado diferente desde Kupro.

Se agachó rápidamente y lo hizo caer con una patada giratoria. Liaw estuvo por atacar de nuevo cuando Ethan perdió toda concentración en la batalla. Miró hacia las gradas del coliseo y pareció intentar captar un sonido a la lejanía.

— ¿Qué pasa? ¿Te cansaste? —preguntó sardónico.

—No. ¡Mierda! —Explotó de pronto—. No siento la presencia de Charleen cerca. —Salió corriendo hacia las viviendas.

Quería comprobar antes que Abby no le estuviese jugando una broma ocultando a Charleen. Entró a su habitación de golpe y descubrió la bolsa blanca de la humana abierta y con los objetos desparramados por la cama. En una revisión general, también encontró la bitácora en el balcón, cerca al borde y a punto de caer hacia el río.

— ¿Qué pasó? ¿Se fue?

—Sí —Ethan observó el pequeño libro—. Está en Ithia, con los humanos —aseguró.

— ¡Maldita chica! —Exclamó Liaw—. Seguro fue a buscar el tesoro sin mí. Pero voy a sacarle mi parte...

—No seas imbécil —Ethan guardó la bitácora en el cinto de su espada—. Ese estúpido tesoro no existe, nunca existió. Charleen vino a Ithia por otro motivo —añadió con un deje de preocupación. Desde que le había dado su marca que esa conexión con Charleen era más fuerte y podía saber con facilidad lo que ella sentía. La humana cambiaba de emociones con mucha frecuencia; pasaba de la ira a la alegría constantemente, pero en ese momento sus sentimientos estaban desequilibrados. Charleen era un manojo de emociones diversas que la volvían inestable. Esa inestabilidad podía resultar peligrosa, demasiado en momentos tan delicados como ese.

Partió de inmediato con Liaw siguiéndole el paso. Debía dar alcance a Charleen antes de que hiciera algo estúpido.

— ¿Entonces no hay tesoro? —preguntó Liaw mientras corría al ritmo de su hermano por el bosque.

— ¡No! El barco se llama Charleen —Liaw esperó a que su hermano se explicara. Ethan rezongó y le repitió de nuevo—: Charleen, o Carelen—explicó. Liaw entendió recién entonces—. Era obvio, además ¿para que querías el tesoro?

—Sonaba divertido buscarlo. —Encogió los hombros—. Y me niegan dinero de las arcas desde el año pasado...

Considerándolo un imbécil, Ethan avanzó más rápido y se alejó de su hermano. El platino y las joyas abundaban en las tierras unuas, y como para ellos no tenían un valor más que ornamental, lo intercambiaban por dinero humano que resguardaban en un arca común y repartían a los guerreros para sus viajes fuera de las naciones. A menos que sus gastos fuesen excesivos o su comportamiento inadecuado. En ese caso, el dinero se les negaba.

—Ésta es su oficina —Kennan la condujo hasta el fondo del campo de entrenamiento, que pese a ser el mejor campo militar humano, se veía pequeño y precario a comparación de los inmensos y bien equipados coliseos unuas. Kennan entró al recinto para pedirle permiso a su padre y convencerlo de conocer a Charleen. Así de una vez cumplía su promesa y se deshacía de la terca joven.

Charleen aparentaba encontrase serena, pero por dentro era una masa amorfa de sentimientos negativos que no sabían cómo acomodarse.

—Dice que puedes pasar —Kennan salió y le dejó la puerta semi abierta.

—Cuida a Abby —le dijo Charleen, dejando al aterrado chico junto a la unua, que había comenzado a examinarlo como a un animal de feria.

Cruzó la puerta y la cerró tras de sí. Elio, Uno de los Generarles del ejército de Ithia, revisaba unos mapas colgados en la pared del fondo. Volteó hacia su visitante y se sorprendió al ver a la joven.

—Hola —soltó ella sin pensarlo, el hombre la escrudiñaba.

—Cuando Kennan me dijo que te llamabas Charleen pensé que era una coincidencia, pero te pareces a Marie.

—Sí, eso me han dicho —espetó.

— ¿Y cómo está ella? —pasivo, pero algo conmocionado Elio se apoyó contra el escritorio.

—Muerta —dijo cortante—. Se lanzó por un acantilado.

—Yo... lamento escucharlo. Marie siempre fue algo depresiva.

— ¿Algo depresiva? —Comenzó a exaltarse, la serenidad se esfumaba de su falsa fachada—. ¡Se suicidó por tu culpa! Por años creímos que estabas muerto, ella comenzó a superarlo, ¡pero no soportó cuando le escribiste diciéndole que simplemente no volverías porque habías encontrado algo mejor aquí!

—Eres demasiado joven para comprender como fueron las cosas. Después de ti, tu madre no pudo tener otros hijos, necesitaba un varón. Nuestra relación comenzó a desmoronarse por eso, hasta que fui a la guerra. Yo, conocí en Ithia a la madre de Kennan y siempre pensé que estarías mejor con Marie y mi hermano.

—Pues mi madre no estaba en condiciones de hacerse cargo de mí y aunque mi tío fue un mejor padre que tú, no tenía ni la más mínima obligación de cuidarme. ¿Al final todo fue por eso? ¿Querías un hijo varón? —Charleen se clavaba las uñas a la palma de la mano, se había prometido a sí misma no llorar y ya notaba una lágrima de ira e impotencia resbalar por su mejilla.

—No es tan simple como eso. De verdad lo siento Charleen, no era feliz atrapado en ese pueblo donde no tenía futuro. —Esquivó la mirada antes de posarla en ella nuevamente y notar gracias a un resquicio de luz la marca sobre el pecho de su hija—. Se nota que creciste bien sin mí. Veo que un unua te eligió de pareja. Tienes mucha suerte. De verdad te deseo que tengas hijos sanos y fuertes.

— ¿Hijos sanos y fuerte? —repitió indignada—. ¿Después de trece años es lo único que tienes para decirme? Sabes, físicamente me pareceré a mi madre, pero no soy tan débil como ella. No mereces la pena.

— ¿A qué viniste? —le preguntó fríamente dándose cuenta que la joven llevaba un par de armas en la cintura y su mano se aproximaba y alejaba de ellas, titubeantes, como si considerara el utilizarlas.

—No estoy segura. Sólo quería verte de frente y preguntarte porqué. Echarte en cara lo que mi madre hizo por tu culpa, pero ahora... no me parece suficiente —calmó su tono de voz. Jamás había sentido tanta aversión hacia alguien. Quería rendir cuentas. Tal vez tiempo atrás habría salido de ahí, dándole la espalda y olvidándolo para siempre. Ahora, con la adrenalina fluyendo y la marca de Ethan trasminándola de energía, se sentía poderosa, tal vez demasiado poderosa y capaz de llegar al límite.

Temblando de cólera asomó la mano a una de sus pistolas, cuando sintió otra mano posarse sobre la de ella.

—No es una buena idea, Charleen, tranquilízate —le dijo Ethan, quien de un segundo al otro había llegado y la detenía suavemente.

—Es que tú no sabes todo lo que siento —sollozó apretando más y más fuerte el puño alrededor de la culata.

—Sí lo sé, lo sé perfectamente —le susurró al oído, arrullándola con sus palabras. Hubiera sido más sencillo agarrarla a la fuerza y sacarla de ahí, aunque eso solo la iba a alterar más—. Charleen, con la marca compartes tus sentimientos conmigo, te entiendo perfectamente, pero entiende que eres mi pareja. Esto no contará como un crimen humano. Si lo matas puedes crear un conflicto entre los unuas y los humanos y en este momento es extremadamente peligroso. Necesitamos aliados, no enemigos. Además vas a arrepentirte. No estás pensando con claridad, en verdad no quieres hacerlo —la convenció.

Charleen exhaló y alejó la mano del arma. Elio exhaló también, por un momento se había sentido nervioso. Charleen ocultó el rostro en el pecho de Ethan un momento. Equilibrando nuevamente sus sentimientos.

—Solo lo hago por ti —le dijo levantando la vista.

El guerrero asintió y abrió la puerta, para darle la espalda y regresar a Selo. La joven avanzó un paso y se detuvo.

—Solo una cosa —dijo volteando y caminando con pasos firmes hacia su padre. Elio permaneció quieto, esperando lo que Charleen tuviese que decirle, mas su hija no pronunció ninguna palabra. Le dio un puñete en el rostro y dio media vuelta—. Espero que esto no merme tus relaciones —le dijo a Ethan haciéndolo a un lado para salir.

Kennan y Abby habían escuchado todo. La unua no comprendía mucho lo que sucedía, tampoco era algo de su pleno interés. Pero Kennan estaba impresionado. Charleen pasó por su lado y él la detuvo. No supo qué decirle, todavía no salía del shock.

—Lamento que ahora sepas la clase de padre que tenemos —le dijo Charleen a tiempo que abrazaba a Ethan y se alejaba con él.

—Ah... bueno... ¡podemos jugar otro día! —le gritó Abby al muchacho, corriendo a darle alcance a su hermano mayor.

Bueno, ahora ya saben por qué en realidad quería viajar Charleen hacia Ithia, y qué fue lo que Ethan leyó en su bitácora, aunque en el siguiente capi lo sabrán todo con más detalle.

Gracias por leer!! no se olviden de comentar y seguirme aquí en wattpad para enterarse cuando subo cosas o si mando un mensaje general.

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