La confesión de Carol
Los sonidos de la noche la alarmaban. Con el simple soplar del viento su piel se erizaba y se alteraba su sistema. Ya era muy tarde y de seguro Charleen se encontraba lejos, bastante lejos; eso si no estaba muerta ya. Carol se reprochó el haber sido tan irresponsable ¿Cómo había dejado que Charleen se fuese sola hacia un lugar tan lejano? Su prima era muy persuasiva y ella demasiado influenciable. Disimulando los nervios se sentó a la mesa para cenar. Su padre revisaba las cuentas de la granja y su madre servía la comida. Un lugar extra para Charleen estaba dispuesto.
— ¿Y Charleen? —preguntó su madre, esperando ver a su sobrina ansiosa por comer, igual que cada noche.
—Aún no vuelve —Carol respondió cortante y mordió un pedazo de pan, para tener el pretexto de no poder hablar con la boca llena.
—Ya es de noche ¿Dónde anda? La costa puede ser peligrosa a estas horas. —El padre de Carol se levantó del asiento y tomó su chaqueta, con la disposición de buscar a su sobrina.
Carol tragó el pedazo sin masticar, apresurada por disuadirlo.
—La verdad es que... Charleen no vendrá a cenar... ni a dormir.
Ambos adultos la miraron expectantes y algo alterados.
— ¿Cómo? Dónde diablos va a dormir.
—Con Emmet —de nuevo habló rápido y bebió un gran trago de jugo—. Bien, comamos antes de que se enfríe.
— ¡Cómo que con Emmet! —se alteró la mujer.
—Es su prometido ¿qué tiene?
— ¡¿Qué tiene?! Que no están casados aún.
—Sí, pero lo estarán, al menos lo está aceptando, déjenla, las cosas son así. —Encogió los hombros y siguió en plan de degustar el jugo.
— ¿Las cosas son así? —repitió la mujer—. Pues yo no recuerdo que tú y Jason pasaran la noche juntos antes de casarse.
—Las noches no, pero las tardes... —Recordó sonriendo y bajó la vista a su plato al notar las miradas atónitas de sus padres.
—Esa chica... ya la gente la crítica por andar medio desnuda nadando por ahí o yendo a visitar a los soldados al campo de entrenamiento. ¿Qué dirán ahora que se queda a hacer Dios sabe qué cosas con Emmet?
—¿Sabes? déjala. Si se queda a vivir con él, mucho mejor. El sobrino de Albert vendrá a vivir al pueblo y anda buscando una habitación para alquilar. Podemos darle la de Charleen. —El hombre volvió a tomar asiento y metió la cuchara en su sopa. Su esposa lo miraba con horror. Carol asintió y regresó a comer en silencio. Tenía una noche extra para cubrir a Charleen. Al día siguiente estaría en graves problemas.
La familia cenaba hasta que alguien llamó a la puerta y Carol saltó de su asiento cuando escuchó la voz de Emmet. Hizo a su padre a un lado y le preguntó al joven el motivo de su visita, recalcándole entre dientes que no podía dejar a Charleen sola.
— ¿Dónde está Charleen? —El hombre apartó a su hija e interrogó al joven visitante.
— ¿Charleen? Yo venía a...
—Recoger su cepillo —interrumpió Carol—. Ya saben cómo es Charleen, tiene esa obsesión con la higiene dental y su cabello. Acompáñame a traerlo. —Lo jaló del brazo, dirigiéndolo hacia el cobertizo.
— ¿Qué pasa? —le preguntó.
—Te explico allá, donde no puedan oírnos —murmuró.
Se detuvo con él cerca al sembrado, lo suficientemente alejados de la casa como para solo distinguir las luces. Movió las manos con nerviosismo. No podía mentirle a Emmet, a él no. Era el hermano de Jason, su difunto esposo y también lo conocía desde la infancia. Él conocía a la perfección sus gestos, su tono de voz y esa mirada que denotaba que algo andaba mal.
— ¿Dónde está Charleen? —De inmediato intuyó algo.
—Pues, no sé, en Fiso, espero. La verdad es que se escapó.
— ¡Cómo que se escapó!
—Escapó; ya sabes cómo es, tenía ese sueño loco de vivir una aventura antes de casarse y... se fue. —Rió nerviosa—. Pero va a volver, para la boda. —Se apresuró.
— ¡¿Volver?! Carol, tendrá suerte si atraviesa el bosque con vida. ¿Hacia dónde fue? Y hace cuánto.
—Quiere ir a Ithia —explicó, Emmet ya caminaba hacia su caballo—. Se fue esta mañana, ya debe estar bastante lejos —terminó de explicar mientras el joven partía.
La joven resopló y regresó a cenar antes de que su sopa se enfriase. Ya había cumplido tanto con Charleen como con Emmet. Confiaba en él, de seguro regresaría con la muchacha antes del amanecer.
El olor a carne asada despertó su apetito y le hizo abrir los ojos. Se sacudió la tierra sobre la que había dormido y a gachas se aproximó a tomar uno de los jugosos trozos de carne que se cocían frente a la fogata. Ni bien estiró la mano, la comida se alejó. Levantó la vista, Ethan comía sin prestarle la menor atención.
—Buenos días —lo saludó agarrando rápidamente otra vara con carne.
—Buenas —les respondió quitándole la comida de las manos.
Charleen lo miró con sufrimiento ¿Qué no la dejaría comer?
—Si quieres comer ve y caza tu alimento.
—No sé cazar. No seas malo, tienes mucha. Necesito proteína o me desmayaré a medio camino ¿No querrás tener que cargarme? —Intentó chantajearlo; él apenas y la miró.
—Si te desmayas por falta de proteína no voy a cargarte, te dejaré ahí.
—Prometiste que me llevarías con vida hasta Biero —protestó.
—Sí, por pura caridad, no abuses —le habló con firmeza y le lanzó la vara, ahora sin carne.
Rezongando, la muchacha se levantó y tomó la pequeña daga que Ethan le había dado el día anterior, la cual le había vuelto a arrebatar.
—Eso es mío —la detuvo al ver que se llevaba una de sus armas.
—Me la regalaste ayer.
—Y te la quité por ser una inútil, vas a lastimarte.
Charleen sonrió con pretensión y tomando la daga con una mano la lanzó con habilidad, haciendo que se clavase perfectamente al tronco de un árbol.
—Sí sé usarla, no soy una inútil como crees. —Desclavó el arma. Ethan volcó los ojos, esa niña lo había engañado. Debía reconocer que no era una completa inútil, pero de seguro tampoco era una experta guerrera.
—Qué bonito, pero no es lo mismo con un contrincante real. —Se levantó y sacudió el polvo de su pantalón.
— ¿Me estas retando? —Charleen sonrió y alistó el arma. Caminó tranquila hasta estar próxima al guerrero. En varias ocasiones había entrenado con Emmet y los soldados de Fiso. Si bien las espadas y cuchillos no eran su especialidad, sabía pelear con ellas.
Ethan se cruzó de brazos, demostrándole que no le tenía ni un mínimo atisbo de temor; acción que molestó a la muchacha, y queriendo demostrarle su habilidad, lo atacó aproximándose con rapidez. Con una velocidad mucho mayor, y realizando un solo y simple movimiento, Ethan le arrebató el arma de las manos, la puso de espaldas contra su pecho y la elevó del piso rodeándole el cuello con uno de sus brazos, comenzando a asfixiarla.
—Hago un poco más de presión y te mato —le dijo al oído. Charleen intentaba soltarse, mas Ethan era en extremo fuerte, muchísimo más que los bandidos que la habían capturado el día anterior. Cuando creyó que el guerrero en verdad iba a matarla, cayó al suelo, tomando desesperadas bocanadas de aire—. Puede que seas un poco fuerte, pero no lo suficiente. —Se arrodilló junto a ella y le extendió la daga. Esa chiquilla no sobreviviría sola, lo mejor era llevarla a Biero y asegurarse personalmente que subiese a una embarcación.
—Soy mejor con las armas de fuego. —Orgullosa intentó que la voz saliese de su lastimada garganta con normalidad.
—Ya me llené. —Ignorando el hecho de haberla dejado tendida en el piso, le extendió un trozo de carne y guardó sus cosas, dándole a entender que era hora de partir.
La muchacha olvidó lo ocurrido en cuanto probó el primer bocado, su estómago le reclamaba comida a gritos. Bebió un sorbo de su cantimplora y el resto lo lanzó a la entre pierna de Ethan.
— ¡Qué rayos te pasa! —protestó furioso por el agua helada que se escurría por su pantalón.
—Es para que se te baje la excitación.
— ¡Eso fue ayer!
—Por si tienes un rebrote —lo confrontó—. Al parecer soy la única mujer de la zona.
—No eres una mujer —masculló siguiéndola hacia el sendero, con el más puro deseo de ahogarla en el río.
— ¿Ha visto a esta muchacha? —Un soldado de Fiso iba a caballo preguntando por la ciudad. Esa mañana, todo el ejército parecía revuelto buscando a la joven de diecisiete años que había desaparecido de casa.
Emmet se ponía nervioso, de seguro Charleen ya no estaba en Fiso, mas no podía ir a buscarla. Su deber como General era quedarse en la ciudad; tampoco ninguno de sus soldados tenía la autorización para salir de la ciudad o pueblos aledaños. Su prometida corría grave peligro, rezaba porque llegase a salvo a otra ciudad y se arrepintiese de su huida.
— ¡Emmet! —Uno de sus compañeros corrió hacia él, al parecer traía noticias—. Un cantinero denunció ayer que fue atacado por una joven.
Tras el mensaje, Emmet se puso en camino. El pequeño bar estaba lleno y en la barra un hombre calvo y con una venda en el rostro limpiaba un vaso.
— ¡Por fin! ¡Los llamé ayer! —se quejó el cantinero al ver al uniformado entrar con paso firme.
Emmet lo tomó del cuello y lo atrajo hacia él.
—Donde está, si le hiciste algo ordenaré que le prendan fuego a este lugar —lo amenazó.
—No... No le hice nada —titubeó—. Esa mocosa y su amigo intentaron robarme, cuando intenté detenerla me rompió un vaso en el rostro y escapó.
— ¿Quién la acompañaba? —lo apretó más, Charleen podía ser todo, menos una ladrona.
—Un guerrero, pero no era soldado de Fiso, daba algo de miedo en realidad.
Emmet lo soltó ¿Podía ser el mismo guerrero que había visto en el bosque? Resultaba imposible que hubiese secuestrado a Charleen, mas era una pista. Debía encontrar a Charleen, o al guerrero.
— ¿Escuchaste lo que dijo? —le susurró a su compañero—. Hace unos días un "unua" estaba en el bosque, tal vez sea él, búscalo —le dio la orden y de inmediato la voz corrió entre el resto de soldados.
Por los siguientes tres días de viaje, el paisaje no cambió demasiado. Ethan parecía conocer las rutas de memoria. Cuando el sol era muy fuerte y la brillante luz blanca impedía que viesen el camino, él se adentraba en el bosque, uno medianamente espeso y no tan verde como los que rodeaban Helianto, donde la sombra de los altos árboles los protegía de la luz. Precisamente eso era lo que Charleen necesitaba, alguien con tanto conocimiento y experiencia que supiese guiarla en esas tierras peligrosas.
Su rutina era caminar durante toda la mañana, a medio día, mientras Charleen encendía la fogata, Ethan se internaba en el bosque y regresaba con carne. Charleen no sabía qué clase de animales mataba el guerrero y prefería no pensar en ello. Aprovechaban el río que atravesaba toda esa extensa zona para asearse. La chica prefería ir lejos, bastante lejos puesto que Ethan no tenía la cortesía de darle privacidad. Él no tenía reparos en desvestirse frente a ella, le aseguraba que su presencia no intervendría en su forma de hacer las cosas.
Cuando caía la noche y continuar resultaba peligroso, se detenían a acampar en algún claro. Charleen dormía, despertaba de tanto en tanto y se daba cuenta que Ethan hacía guardia, o dormía sentado, con la espada lista a ser desenvainada; en esos momentos aprovechaba para contemplarlo. Sobre todo en la penumbra, se vislumbraban marcas en los brazos y pecho del guerrero. Posiblemente eso era a lo que Emmet se había referido días atrás. Sin embargo, aquellas marcas no se asemejaban a tatuajes, más bien, parecían diseños de su propia piel. Cuando la luz le daba de costado, notaba cierto relieve en ellas y un ligero brillo plateado. Cada marca era una figura independiente semejante a una versión abstracta de algún animal.
Charleen no tenía demasiadas quejas, pero su viaje no estaba resultando tan emocionante como esperaba. El guerrero le hablaba en la porción justa y necesaria, esquivaba sus preguntas y se negaba a contarle sobre sus viajes, o la guerra, o su lugar de procedencia. Era como viajar sola, o en compañía de un animal de dos metros. Su única entretención era leer mientras caminaba y escribir en su bitácora datos sobre el paisaje o lo egocéntrico e irritable que era su compañero de viaje.
Ethan se quejaba de ella constantemente, pese a que la muchacha estaba acostumbrada al ejercicio físico, le era imposible seguirle el paso; él iba muy rápido y nunca se cansaba. Viéndolo objetivamente, Charleen resultaba un gran retraso.
Durante la tarde del tercer día, Ethan decidió aminorar la marcha. La chica hacía esfuerzos sobrehumanos para alcanzarlo y se veía débil; tuvo un momento de compasión con ella. Caminaban con calma por el sendero, el sol ya se ocultaba en el horizonte y el cielo se craqueaba. Charleen leía uno de los libros de hechizos, hacía varios días que no practicaba ninguno. Había uno en particular que le causaba problemas: Fajro, un hechizo de fuego.
—Farjo —repetía contemplando la palma de su mano extendida, sobre la cual, se formaba una minúscula llama que se extinguía de inmediato. Su insignificante llama, no mayor a la de una vela, no era comparable con la inmensa llamarada que la mujer de la ilustración desprendía.
Ethan la miraba de reojo, ocultando el interés, le llamaba la atención el libro que la muchacha leía. Ya en días pasados había notado con curiosidad las ornamentadas cubiertas y la extraña tipografía con que iban escritos los títulos. No se animaba a preguntarle a Charleen dónde los había conseguido por no iniciar una conversación.
—Farjo —repitió más fuerte, frustrándose por no conseguir mejorar su llama.
— ¿Haces magia? —le preguntó su acompañante con burla en su tono.
—Sí —contestó tajante.
—No tienes mucha habilidad —observó.
—Sólo me falta práctica.
—La magia no es cuestión de práctica, naces con el don —le explicó, más la muchacha no parecía convencida. Chasqueó los dedos y le extendió la mano, como una orden para que le entregase el libro.
Charleen lo depositó en su mano, abierto en la página del hechizo que practicaba. Sentía curiosidad, ya se había dado cuenta que Ethan sabía de magia y quería constatar cuál era su habilidad.
El guerrero leyó la página y extendiendo la palma igual que en la explicación, pronunció la palabra "Farjo". En seguida, una inmensa llamarada roja y azul brotó de su mano, dejando boqui abierta a la muchacha.
— ¿Cómo pudiste? Yo lo intento desde hace meses —se emocionó.
—Te dije, cuestión de habilidad, o naces, o no naces con el don —dijo alejándose hacia un claro, lugar donde pasarían la noche.
—Eres un hechicero, lo sabía. —La chica le dio alcance y entusiasmada apiló ramas secas para la fogata.
—No soy un hechicero —le respondió distraídamente.
—Tal vez los hechizos de fuego no son lo mío, intentaré con uno de agua. —Ansiosa y emocionada por haber descubierto las habilidades de Ethan, cambió la página, buscando en los hechizo de agua, ni bien localizó uno, él le arrebató el libro.
—Nada de magia durante la noche, hay dragas —le ordenó devolviéndole el libro cerrado.
Charleen bufó y volcó los ojos con incredulidad.
— ¿No me digas que te crees eso que los dragas se alimentan de magia?
—No es que lo crea, es así, la magia los atrae y la sienten con mayor facilidad durante la noche.
—Esos son cuentos, los dragas comen carne, es todo.
—En parte es cierto. —Le sonrió de forma macabra—. Todos los seres vivos tenemos magia en nuestro sistema, es la forma en la que Aion se manifiesta. Esta presencia es más fuerte en algunos seres vivos que en otros. Si tú quisieras alimentarte de la magia de mi cuerpo ¿Cómo lo harías? —le preguntó.
— ¿Te... comería? —tartamudeó, la mirada de Ethan la ponía nerviosa.
—Exacto, los dragas se comen vivos a los seres, así obtienen magia, es como si te absorbieran el alma.
—Pues no me lo creo. —Reaccionó saliendo del macabro momento. Parecía los días de campamento, cuando sus amigos contaban cuentos de terror—. Es absurdo.
—No me importa si te parece absurdo, nada de magia, por pequeña e insignificante que sea —le advirtió por último, alistando la fogata.
Charleen se levantó molesta, odiaba que Ethan le diese ordenes, lo peor era que debía obedecerle o ser vilmente abandonada en un lugar desconocido.
— ¿Adónde vas?
—A bañarme, donde no puedas verme. —Tomó ropa limpia y ocultó el libro de hechizos entre su vestido.
—Ni que hubiese mucho que ver —murmuró dejando a la muchacha tomarse lo que llamaba un "momento privado".
Charleen reía, no imaginaba que Ethan se creyese los cuentos creados por puritanos para "alejar hechiceros y fuerzas malignas", usando como pretexto que la magia atraía dragas. Al borde del arroyo encontró un lugar apacible para tomar un baño. Colocó la ropa en una roca y antes de desvestirse se sentó sobre ella. Abrió el libro buscando algo relacionado con el agua. Dijera lo que dijera Ethan, ella lograría ser tan hábil como él si practicaba lo suficiente.
—Hechizos con agua —susurraba pasando el dedo por la fina hoja ilustrada—. Akvo —encontró uno. Extendió la mano hacia el riachuelo y pronunció la palabra. Una pequeña onda se formó. No era el gran remolino que se veía en el dibujo, pero para ser el primer intento no estaba mal.
Repitió la palabra una y otra vez, logrando ondas cada vez más grandes. Cuando hubiese creado al menos un pequeño remolino, se lo mostraría a Ethan, para demostrarle que la magia, como la espada, era cuestión de entrenamiento.
— ¡Akvo! —repitió fuerte, esta vez la onda fue pequeña, ya estaba cansada. Decidió que era hora de dejar la magia de lado y tomar el baño antes de que Ethan apareciese desnudo, informándole que ya era su turno y que si no quería verlo como había venido al mundo, más le valía irse. Se dio la vuelta para guardar el libro y se encontró con un enorme ojo rojo, perteneciente a una negra criatura de dos metros.
—Dragas —murmuró asustada, pues no solo una de esas feroces criaturas la miraban, sino otras tres, y de pronto, de entre los arbustos, surgieron varias más—. Parece que la magia sí los atrae después de todo.
Su piel oscura se camuflaba con el cielo nocturno, por lo que solo podía contar la cantidad de criaturas gracias al único e inmenso ojo rojo que ocupaba gran parte de sus cabezas. Las tres garras inyectadas de veneno que tenían en cada pata parecían listas para atacarla. Se acercaban con lentitud, hasta que un par saltaron con la semejanza de un puma salvaje hacia el libro de hechizos, despedazándolo y comiendo las páginas con su hocico puntiagudo, más parecido al pico de un ave que a la boca de algún mamífero o reptil. Su daga estaba lejos y ya se veía perdida; o no tanto. Gritó el nombre de Ethan tan fuerte como le fue posible, era hora de darle algo de trabajo a su guardaespaldas.
*Emmet
Creen que Ethan vaya a ayudarle? o dejará que la maten XD descúbranlo en le próximo capítulo! voten comenten y compartan la historia! así más gente la disfruta :D
Publicaré el viernes.
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