Capítulo 30

La civil war llegó

Peroo no te preocupes, ya que aquí está para que apoyes a tu favorita:

https://youtu.be/OCxN7yFyPnA

https://youtu.be/iBrZHZq4ark

Fue justo en ese momento, que John Lennon sintió el dolor más fuerte que alguien pudiese sentir, mucho peor que la muerte de su madre Julia o la de Stu Sutcliffe, era su hijo quien estaba en peligro ahora, empezó a reír deliberadamente hasta que hizo tantas carcajadas que su estómago se endureció tanto y por ende salieron lágrimas, un montón de ellas, caían sobre diluvio sobre su rostro y toda su chamarra, no sabía qué hacer, cubrió su rostro con sus dos manos, estaba inconsolable.

—Lo siento mucho, señor Lennon—el doctor afligido intento darle ánimos.

—Mi hijo no merece estar aquí, esto no puede ser cierto—siguió sollozando—, lo peor es que no sé...

—. ¿No sabe qué?

—Cómo demonios se lo diré a Linda—sonó su nariz—, debe estar en camino, rápidamente preocupada por la salud de su hijo y ahora que sepa de esto ¡Nadie sabe que pueda hacer!

—Descuide señor Lennon—el doctor le dio un par de palmadas sobre su espalda—, ¿Quisiera que se lo diga yo?

—N-no—talló sus ojos—, no podría soportarlo. Debe venir abatida, triste, inconsolable ¡No puedo decírselo! Pero tengo que...

John miraba al suelo, sus ojos parecían caérsele por instantes. Cuando de pronto escucho algo que perturbo su tristeza por completo, eran unas risas ¿Risas? Se preguntarán igual que él, alzó el rostro violentamente y fue su sorpresa ver a Linda y Paul caminar tranquilamente por el hospital, tomados de la mano, con una sonrisa de mejilla a mejilla. ¿Qué diantres estaba viendo?

Así que se levantó bruscamente de la cama, camino en dirección a ellos con los puños cerrados y reclamo sin pensar:

—Este es el colmo—gritó—. Digo ¡Nuestro hijo está en coma! Y ¿Tú vienes a celebrar? ¡Eres el colmo!

—. ¿Qué?—ella pregunto inquisitiva—. ¿En coma?

—. ¡Sí, maldita groupie de mierda!—alzó su mano—Y a ti se te ocurre venir celebrando tu amor ¿No?

En una parte John le reclamaba eso a Linda, usando esos argumentos pero por otra parte se estaba muriendo de celos al haber que ellos dos habían vuelto.

—Oye John—Paul se entrometió—, no te permito que le digas eso a Linda.

—Eres un imbécil, McCartney—dijo aún más grosero—. El idiota del siglo si a mí me lo preguntan, no solo te mintió, te estafó ¿Cuánto pagaste por el divorcio? Y ¿Vuelves con ella? Realmente son tal para cual.

—. ¡Explica como Leopold está en coma!—Linda dijo entre dientes.

—Pues sí, puta barata—la miró vengativamente—. Como lo escuchas, mi hijo está en coma y es por tu maldita culpa y la de Susan Bevans.

—No es nuestra culpa, nosotras no disparamos el gatillo.

—Claro que sí, si le hubieran dado mejor cuidado ¡Él no hubiera salido corriendo! ¡Y estaría sano como cualquier niño!

—Lo siento...

—. ¡No puedes sentirlo!—John reclamaba con ira sobre sus ojos—. Además debes de estar muy contenta ¿No? Digo al fin podrás volver a Inglaterra, podrás tener a tu familia completa sin un bastardo, podrás regresar con tu preciosa banda y a tus queridas giras ¡Imbécil interesada!—le dio una fuerte bofetada.

—Escucha, Lennon—Paul sostuvo la mano de su ex compañero con firmeza—. No te voy a permitir ni que la sigas insultando y mucho menos la golpees, comprendo que te sientas triste y desolado pero no es motivo suficiente para golpearla o humillarla ¡Ya basta!

—Cállate, retrasado mental—a él le dio un puñetazo—. ¡Te odio! Quiero que te largues de aquí.

Entonces empezó una pelea, el golpe que John le dio fue suficiente para que Paul cayera al piso, y este de inmediato no desaprovecho la oportunidad para darle más puños, lo pateó y siguió golpeándolo. Paul obviamente se defendía también, le jalaba el cabello e intentaba quitarse a Lennon de encima, lo aventó al sillón de la sala de espera y prosiguió con su discusión. Linda y Cynthia intentaron detenerlos, pero fue absurdo. La gente observaba fascinada este encuentro inevitable, cuando de pronto llegó el doctor que en vez de pedir que se salieran, pregunto compasivo:

—Señor Lennon ¿Por qué se está peleando?

—Es obvio, porque este pelafustán y su groupie barata—se levantó del suelo, John tenía un moretón en su ojo derecho—, se están exhibiendo, ella es una mala madre que prefiere estar de zorra antes de preocuparse por Leopold.

—Tranquilo John, por favor—dijo normalmente el doctor—, no tienes por qué hacer esto. De hecho creo que con lo que te voy a decir vas a querer golpearme.

—Hable ahora.

—Bueno es que...—hizo una mirada delictiva—Lo que pasa es que yo me equivoque, confundí los reportes de salud. La verdad es que Leopold acaba de despertar y quiere ver a sus padres.

—. ¿EN SERIO?—dijo Linda emocionada y llena de felicidad.

—Claro, esto ha sido tremendamente incómodo. Pero pueden pasar.

—. ¡Eso es perfecto!—John exclamo tan alegre, como si fuera una niña de quince años. Paul se levantó y fue abrazado por él, que no dejaba de dar brinquitos—. ¡Debo ir a verlo! ¡Gracias doctor Swanson!

—Yo no soy el doctor Swanson—dijo—, él murió en Aveyron.

—Oh, lo siento por confundirlo—John fue corriendo a la habitación del niño.

—Yo...soy el doctor Robert—susurro, casi sin hablar.

John y Linda fueron rápidamente a la habitación de su hijo, que si primeramente tenía un rostro lleno de tristeza cambiaron totalmente cuando vio a sus padres entrar. Los dos, felices y juntos se reunían para ver a su pequeño como nuevo.

—Leopold—dijo John con lágrimas de felicidad.

—Papi—sonrió—, me alegra verte.

—Yo, también—le costaba mucho expresar sus sentimientos.

—Mi niño—a diferencia de Linda, que al instante fue a abrazar su cabeza—, te quiero mucho.

—Yo también mami. Pero perdóname por haberme salido del automóvil de esa manera, yo no pensé en las cosas.

—No, no mi chiquito—seguía pegada a él—, fue mi culpa. Yo fui una negligente que no te cuido, pero la verdad es que no me esperaba que fuera a pasar esto. Perdóname por favor.

—No, basta—John suspiró fuertemente—, todo ha sido mi culpa. Soy un maldito orgulloso que si desde el principio hubiera hablado contigo, Leopold y hubiera olvidado mi insignificante ego, probablemente estaríamos felices, como familia.

—Lo siento papi—dijo el niño con tristeza.

—Perdóname hijo mío—fue del otro lado de la cama—, me dieron una nueva oportunidad para vivir, para sentir el amor por mis hijos, no voy a arruinarlo por mi orgullo.

—No todo estuvo tan feo, yo pensé que iba a morir—dijo con inocencia—, pero me encontré una señora muy amigable. Dijo que era mi abuelita Julia, jamás la había visto, ella me ayudo y aconsejo cuando creía que iba a ir con Diosito, pero sus palabras me reconfortaron, me dijo que no era mi momento aún.

—Hijo—John lloró mientras lo abrazaba—, no sé qué hubiera hecho si morías, probablemente me suicidaría. No quiero perderte, nunca más.

—Entonces ¿Ya me reconoces como tu hijo?

—Eres mi todo—le dio un beso en la frente—, mi hijo, mi sol, mi alegría... mi tercer hijo.

Entonces padre e hijo se abrazaron, Cynthia se unió a dicha alegría. Paul y Linda también estaban felices y juntos.

Días después finalmente le dieron el alta a Leopold y pudo regresar a su casa con sus hermanos Sean y Julian quienes lo recibieron con los brazos abiertos. Ese domingo ofrecerían una gran comida.

Los hijos McCartney volaron desde Londres, Heather, Stella, Mary y James también se hicieron presentes, felices porque sus padres habían vuelto, la familia creció para ellos.

—No sé si quieran darme la visa norteamericana, no quiero que te separen de él, no más—dijo Paul mientras ponían los platos en la mesa.

—Lo sé, pero él tampoco puede ir a Inglaterra cuando nació aquí—suspiró decaída—, esto es un desastre.

—Tranquila Lin'—besó su mejilla izquierda—ya verás como todo estará mejoro.

La comida estaba servida, ya todos los invitados principales se encontraban pero ¿Quién faltaba? Exacto, viejos amigos por supuesto: George, Dhani y Olivia Harrison, acompañados de Ringo y Barbara Starkey, junto con los hijos Zak, Lee y Jason, todos bien y calurosamente recibidos.

El momento era francamente maravilloso, todos comían con alegría, se reían y divertían sin cesar. Era una autentica reunión Beatle, los niños jugaban tan felices, como si nada malo hubiese pasado, pero era hora del brindis:

—Yo quiero—dijo Ringo alzando su copa—, pedir una disculpa por lo que hicimos John. Sé que ha pasado el tiempo, pero considero que fue algo tan bajo de nuestra parte.

—Descuida Rich—sonrío humilde—, ya te lo he dicho, no tengo ningún problema ni resentimiento contra ustedes. Sé que no era su intención.

—Lo sé Johnny pero...

—Shh—George se levantó de la mesa—, Ringo por favor. Déjame dar mi brindis.

—Claro—dijo tímido.

—Bueno yo quiero brindar por nosotros—levantó su copa—, por nuestra amistad, por una futura reunión Beatle si así nos lo permitimos, porqué a pesar de todos nuestros problemas pudimos seguir adelante como amigos, por nuestras familias, nuestros amores y que realmente me gusta ver a Cynthia a lado de John, puedo decir que ahora si estamos completos, totalmente íntegros como siempre debimos estarlo. Un brindis por los que por desgracia no están para que esta reunión hubiese sido memorable: May, Brian, Stuart y los que viven pero no están: Maureen, Astrid y Pattie, pero sin duda el brindis principal es...—dijo motivado—Por Leopold, el tercer hijo de John Lennon, por su salud y ¡Bienvenido al círculo Beatle!

—. ¡Salud!—dijeron todos al mismo tiempo.

—Entonces ¿Ya soy hijo de papá?—pregunto con alegría triste.

—Sí hijo—sonrió John—. Por supuesto que lo eres.

Esa noche no podía ser más perfecta. Surgió con tranquilidad, simplicidad y como nunca, bailaron y se divirtieron sanamente. Además como estaban los cuatro Beatles aprovecharon para tocar un par de canciones en la comodidad del nuevo departamento McCartney, improvisaron un poco, tocaron de sus viejas canciones para hacer que los niños se divirtieran, todo fue exclusivamente maravilloso, esa felicidad no la tenía John desde hace mucho tiempo y pudo deducir que después de todo; los deseos de cumpleaños sí se hacían realidad.

(...)

Cuando todo finalizo, los amigos se despidieron apaciblemente y Leopold dijo a su madre que se iría a casa con su padre, ella acepto de buena manera puesto que quería tener momentos cómodos con su familia. Así que seguía besándose con Paul única e inigualablemente, como si nada le gustase más y como si fuese lo único para hacer.

Pero en la mañana, las cosas malas sucederían.

Paul recibió el correo, era solo una carta totalmente en blanco, que no decía nada, ni remitente o destinatario, decía únicamente un sencillo "smile" (sonríe) escrito con letra cursiva y tinta profundamente negra.

Pensó que era una tontería de groupies que sabía dónde vivían, así que decidió tirar la carta a la basura.

Pero no fue lo único, cada día le llegaban nuevas cartas, siempre con las mismas características pero con palabras distintas, la primera vez fue "sonríe" pero todas variaban desde "Look" Sky" "Tomorrow" y otras palabras que al parecer tenían mensajes subliminales incomprensibles.

Cuando salía a fumar o al centro comercial, Paul se sentía acechado, como si alguien lo estuviese vigilando. Las cosas fueron más graves cuando observaba unos ojos potentes sobre su ventana, pero cuando la abría o prendía las luces no había absolutamente nadie, por instantes creyó que era un fantasma quien le escribía todo esto.

El día que regreso a su casa en Londres por sus documentos, fue la sorpresa ver que su buzón estaba a punto de explotar. Los empleados dijeron que no vieron a nadie desecharlas, como si aparecieran de la nada. Eran casi tres sacos de las mismas cartas mencionadas anteriormente. Volvió a Nueva York, pero su correo estaba igual, en vez de cartas le llegaron tazas de vidrio, completamente blancas, pero rotas y llenas de sangre del lado inferior derecho. Se espantó demasiado cuando leyó que una de ellas decía "It's my bloody" (es mi sangre)

Las primeras veces, Paul decidió ignorar todo y no decirle nada a Linda para que no se asustará, pero conforme fueron pasando los días ella se dio cuenta. Pidió que ya no le llegaran más e incluso retiraron la sección de correspondencia, pero aun así las cartas seguían llegando, por la ventana, por cajas de envío y otras maneras sobrenaturales.

Lo que sería algo típico como enviarlas con tinta negra, eso cambio. Ya que se le seguían enviando cartas, pero esta vez con frases que siempre empezaban con una S, y el colmo. Escritas con sangre también.

La desgracia ocurriría el lunes por la mañana. Los McCartney estuvieron una semana sin recibir semejantes cartas ni regalos paranormales, por lo tanto su vida seguía con naturalidad, así que después de cenar Paul se fue a su cama, leía un buen libro en lo que esperaba que Linda se pusiera su crema facial, pero llegó una carta que se asomaba por la puerta de su habitación

—Maldita sea—pensó él—, no puedo creer que ni siquiera aquí me deje en paz.

Se levantó discretamente, sin que Linda se percatara de sus movimientos, tomó la nota y fue su sorpresa cuando decía "Ayuda", volteó la nota y decía "Mira a fuera de tu ventana"

Lo hizo de inmediato, pensando que podría encontrar a la persona que le ha enviado miles de cartas durante los últimos meses y finalmente confrontarlo o confrontarla. Se asomó por la ventana y como ellos tenían uno de los departamentos principales en el segundo piso, pudo notar que estaba alguien que conocía, tirada en la acera, como si estuviera muerta.

Sin dudarlo un momento, Paul salió en seguida de su casa, se puso su chaqueta negra sobre su pijama y zapatos para piso mojado, puesto que había llovido ese día.

Entonces salió y no observo nada. La conocida calle de Nueva York seguía vacía, sola e intacta, nadie se asomaba, ni siquiera los perros. Pensando que era un juego mental que le había preparado su cabeza, Paul decidió volver a su departamento.

—Diablos—se dijo para sus adentros, antes de entrar al hotel—, por un momento pensé que era...

Y cuando menos se lo espero, alguien le dio un fuerte golpe en su cabeza que lo hizo desfallecer.

(...)

Los rayos del sol casi no entraron en ese desolado cuarto gris, era una antigua bodega que apenas si tenía rejas como ventanillas y nulo aire acondicionado. A Paul le dolía su cabeza y pensaba como todo era parte de un mal sueño, cuando despertó quería encontrar su cama o sentir la fuerza de su almohada, pero miró todo lo contrario.

—. ¿Eh?—sus ojos voltearon a ver por todos lados.

Su nuca le dolía, no estaba acostado sino ¡Sentado, en una silla de madera bastante dura! ¿Sus manos? No podía moverlas, tampoco sus pies, tardó tiempo para darse cuenta que estaba totalmente atado, inmóvil y sin más por hacer.

Pero fue su horror cuando vio ese rostro.

—Hola Paul—dijo oscuramente y sostenía una navaja puntiaguda.

—N-no...—grito  al borde del llanto—. ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? ¡AYUDA!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top