Una intervención y un plan desesperado.

¡Pues sí! Si pensé que me iba a librar de la intervención, lo tenía claro.

Mis amigas están sentadas en mi sofá. Pamela con un gintonic y Lourdes con un martini. Yo, estoy castigada hasta que <<no se me quite la tontería de encima.>>

Tomo un sorbo de Coca-Cola y miro primero a una y luego a otra.

-A ver, cansinas, ¿qué queréis que os diga?

-En primer lugar. Nos parece fatal que no nos hayas contado nada. -Comienza Lourdes, con el ceño fruncido.

-Sí, eso mismo digo yo. Sabes que te queremos mucho y que puedes contarnos absolutamente todo.

-Lo sé y yo también os quiero, pero, no creo que callarme durante dos días lo que sea que haya pasado, sea motivo de una intervención. ¿Puedo tomarme ya mi gintonic?

-Aún no. -Responde Lourdes apartando la copa de mi alcance. Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.

- ¿Por qué no aceptas que te gusta?

- ¿Y qué si me gusta? Soy muy mayor para andar jugando a los amores de instituto. -Van a replicar, pero les corto. -Vamos a ver. Os agradezco, de corazón, que os preocupéis por mí y sobretodo por mi vida sexual, pero...

-Tú escasa vida sexual. -Me corta Pam, que me pone morritos.

-Vale, mi escasa vida sexual, pero, como amigas que sois, podríais aceptar mis decisiones y apoyarlas para variar.

-Cielo, nosotras te apoyamos, pero queremos verte bien y feliz y enamorada de nuevo. ¿Y qué más da que sea más joven? Lo importante, es que, mientras hablabas de él, tenías ese brillo en la cara. ¿No lo ves? Puede que no sea el indicado, o el verdadero amor de tu vida, pero es un comienzo para olvidar a Pablo. O al menos para pasar página.

Lourdes me sujeta la mano. Cuando se pone transcendental, me roba el corazón, pero sigo en bucle con mi decisión de dejarlo estar.

-El amor de mi vida está en casa de su abuela y ¡qué narices! ¡Yo soy el amor de mi vida! No necesito a un tío para avanzar.

-Patrañas de libros de autoayuda.
"El amor de tu vida, está más cerca de lo que crees, eres tú misma..." ¡Ja! Mira, no nos engañemos que ya tenemos una edad y sabemos de qué va esto. Pablo es un desgraciado, al que hace muuuuucho tiempo, habría mandado a tomar por culo. Es el perro del hortelano, que ni come, ni deja comer y, para colmo, sabe perfectamente que estás taaan cegada por él, que haga lo que haga, siempre, siempre, siempre, le perdonarás.
¿Ya te ha pedido dinero para la boda? ¿Te ha dicho que le planches el esmoquin? -Miro a Pam boquiabierta, flipando en colores con lo que me está diciendo. El problema, es que, en el fondo, tiene razón. -No me mires así, que todas las presentes sabemos que tengo más razón que un santo. Y respecto a tu vecino. ¡Chica! Si no le quieres, me lo pido yo. Raquel. O espabilas, o al final, despertarás una mañana, en una residencia, pensando en lo tonta que fuistes.

-Creo que me quedan muchos años para ir a una residencia...

- ¡Sabes lo que quiero decir! Y ahora, vamos, que nos vamos de compras. ¡Me apetece tirar la casa por la ventana!

-Mira, lo que Pam quiere decir con tanta "dulzura" es que eres joven y es normal enamorarse. ¿Y qué importancia tiene la edad? Cariño, solo hay una vida y tenemos que exprimirla al máximo.

-Claro, tenemos una vida limón. ¡Andando chicas!

Pues ahí vamos, las tres mosqueteras, las chicas del chirri, cogidas del brazo, por el centro comercial. Parece más la imagen de un paseo de señoras de pueblo, que salen a andar con el fresco, que las protagonistas de sexo en Nueva York.

Entramos en una de esas tiendas enormes que prometen la mejor moda a precios ridículos.

- ¿Qué estamos buscando realmente?

-Algo que diga ¡Eh, cabrones, aquí estoy y voy a comerme el mundo! Pero que también diga ¡Si te pasas de la raya, te arranco los huevos!

Nos reímos por las ocurrencias de Pamela y Lourdes, muy seria me mira.

-Básicamente un, se mira, pero no se toca.

-Bueno, yo diría más bien, voy a por todas con la artillería pesada.

Nos volvemos a reír por la locura de éstas dos... ¡Van a volverme loca!

Tras unos minutos mirando entre los cientos de miles de perchas, al final Lourdes grita dando saltitos.

- ¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡Éste es perfecto!

Me empujan dentro de los probadores, sin darme tiempo a replicar, me encierran en el cubículo y me lanzan el vestido por encima de la cortina que separa la tienda del probador.

-Póntelo y sal para que te veamos.

-Esta no era la idea.

-¡Ponte el vestido!

Respiro hondo, lo cojo y me lo pongo.

- ¿Ésto es un vestido? ¡Pero si le falta tela por todas partes!

- ¡Sal de una vez!

- ¡Y se me sale un pezón! -Abro la cortina a regañadientes, mientras trato de tapar todo lo que puedo mi teta izquierda, sin conseguirlo. -¿Estáis de coña, no?

Me miran y las jodías, se parten de
risa.

-Definitivamente, éste vestido no deja nada a la imaginación.

-Sí, definitivamente, que enseñes un pezón, no es lo que buscamos.

Vuelven a empujarme dentro del cambiador. Me quito el vestido y medio segundo más tarde tengo a "Pili y Mili"* apretadas como sardinas en los 3 metros cuadrados que mide el lugar.

- ¡Éste, éste!

Lourdes me lanza el vestido nuevo a la cara y se pone a dar saltitos y aplausos. Pam la imita. Me miran de pronto horrorizadas y les devuelvo la mirada interrogante.

- ¡Dios, nena! ¡Tenemos que pasar por la sección de lencería!

- ¿Qué problema tenéis?

-Pues hija... Esas bragas faja, no son nada...

-No se las pondría ni mi abuela.

- ¿Pero, es que acaso queréis prostituirme o qué?

- ¡Qué tonterías dices!

-Lo que queremos es que, por una vez, guardes los vaqueros. ¡Dales un respiro!

-Sois un caso perdido. Fuera de aquí.

Las empujo para que salgan y me dejen cambiarme tranquila.

- ¡Cuando estés queremos verte!

-Qué remedio... - suspiro. Me miro por delante y por detrás. El vestido, si es que a ésto se le puede llamar vestido, se pega a mi cuerpo como una segunda piel. -Al menos no se me sale el pezón...

- ¿Vas a salir o entramos nosotras?

- ¡Qué sí, pesadillas, que sí!

Me miran con aprobación y sonríen.

-¡Estás... wooow! -Lourdes es la primera en decir algo, aunque no sea coherente.

- ¡Ésta es la Raquel que quiero ver esta noche!

-Esperad un momento... ¡No voy a salir así a ningún sitio! Os recuerdo que ya no tenemos veinte años.

-Los cuarenta son los nuevos treinta. Así que, sí. Vamos a salir y a disfrutar de tu nuevo tú.

Discutimos y diez minutos después, salimos de la tienda, cada una con su modelito nuevo.

Hemos decidido que hoy saldremos, pero en plan tranquilo. También vienen Miguelón y Manuelote.

Voy al hospital para ver a mi padre. Se le ve mejor, aunque aún nos queda mucho trabajo hasta que vuelva a ser el mismo.

Tras la visita, me voy a casa.

Mientras me ducho para salir con las chicas y sus parejas, no puedo evitar pensar en Cristian. Me regaño, pero eso no parece surtir efecto.

También pienso en Pablo. En su
boda, en nuestra boda y en todo lo
que he vivido a su lado.
Parece que todo lo malo desaparece, cuando pienso en él como si el divorcio y su inminente boda no significase nada.

Me pongo un poco de maquillaje y me meto en el mini trozo de tela.

¡Voy embutida! Parezco una sardina.

Estoy a punto de ponerme mis vaqueros de toda la vida, pero seguro que me obligan a volver y cambiarme.

Doy un último vistazo al espejo y sin pensarlo, salgo de casa.

- ¡MIERDA! -Me he dejado las llaves dentro.

¡NO, NO, NO, NO, NO! ¿Por qué me tiene que pasar a mí?

Leo los WhatsApp de mis amigas, avisando que ya están en el restaurante y las contesto con mi pequeño problema.

Lourdes:
¿No tienes copia de la llave?

Yo:
No. Iba a hacerla, pero entre unas cosas y otras...

Pam:
¿Vamos?

Yo:
No, no... ir pidiendo la cena, yo iré en cuanto pueda.

Lourdes:
¿Por qué no llamas a tu vecino?

Yo:
Ni de coña. Antes muerta.

Pam:
¡Venga ya! No seas tonta.

Yo:
Le dije que no quería nada de él, hace menos de veinticuatro horas. ¿Me presento en su casa pidiendo ayuda?

Lourdes:
Pues un cerrajero va a costarte un ojo de la cara.

Yo:
Vale la pena...

Pam:
Avisa con lo que sea.

Yo:
Vale. Espero que no tarde mucho...

Empujo la puerta varias veces, pero nada, está cerrada y aunque pueda sonar tentador llamar al vecino, me niego. No, después de lo que le dije.

-Buenas noches, vecina.

Doy un respingo. ¡Joder! ¡Hablando del rey de Roma! Me recoloco el vestido y miro la procedencia de esa voz, que por un momento me hace vibrar.

-Buenas noches. -Contesto a media voz.

Durante un par de segundos, nos sostenemos la mirada con tanto deseo, que me caliento rápidamente.

¿Cómo es posible, echar de menos, a alguien que no ha estado más de unas pocas horas en tu vida? Pues lo es.

Se marcha sin decir nada y chasco la lengua, sabiendo que es un puñetero error.

- ¡Espera, un momento! Cristian...-Reaparece y agacho la cabeza para enseguida mirarlo de nuevo. -Tengo un pequeño problema con la puerta...

-Tú dirás.

-Me he dejado las llaves dentro y ahora no puedo abrir.

Me mira de arriba a abajo, los ojos le brillan y sé que está analizando si llego o me voy.

Siento la necesidad de explicarle que he quedado con las chicas y sus parejas y que iremos a cenar, un plan tranquilo. Pero no lo hago. No hay necesidad de hacerlo y ¡qué narices! Me gusta la sensación de incertidumbre que tiene.

Empuja varias veces la puerta y le miro con esa mirada que se nos pone a todas cuando un tío hace lo mismo que llevas haciendo tú un buen rato y no ha funcionado. Como si con él fuesen a cambiar las tornas.

-Creo que eso no va a funcionar... ¿Conoces algún cerrajero?

-Te va a costar un ojo de la cara. Yo esperaría a mañana. -Se da por vencido al fin.

-Prefiero pagar lo que sea, a quedarme en el portal durmiendo.

Vuelve a mirarme de arriba a abajo, con su típico descaro y sólo puedo pensar en mandar todo a la mierda y besarlo, mientras vuelvo a recolocar el dichoso vestido.

-Estás preciosa.

-Gracias, Cristian. Tú también lo estás.

Sonríe y saca su móvil del bolsillo trasero. ¡Ufff! ¡Cómo me pone! En ningún momento aparta la mirada de mis ojos y para colmo, estamos tan cerca, que me va a dar un ataque de pánico y nervios.

- ¿Qué tal está tu padre?

-Bien, va mejorando poco a poco, aunque aún le quedan unos días en el hospital. -Consigo decir con la boca seca. -He ido a verle esta tarde y le han subido a planta. Parece que va bien. Gracias.

-No hay de qué. Me alegra que haya sido sólo un susto.

Se lleva el móvil a la oreja y me pierdo en sus manos, en sus labios y sus ojos. Deseo que me haga todo lo que hasta ahora hemos dejado a medias.

¡RAQUEL, CÉNTRATE!

Y me centraría, pero acabo de ver como tensa el bíceps y ya no puedo controlar a mi cerebro. Creo que hasta me estoy mordiendo el labio inferior, mientras fantaseo.

-¿Raquel?

-Sí, sí, las llaves están dentro.

-Te decía, que van a tardar al menos una hora en llegar y que serán unos quinientos euros.

Sonríe, sabe en lo que estoy pensando, porque está siendo testigo de como le estoy mirando y me pongo roja. ¡Muy mal Raquel!

- ¿Cómo? Tiene que haber otra solución. ¡Esto es un robo!

La noticia me cae como un balde de agua helada. ¡Quinientos eurazos! ¡¿Qué se creen que van a abrir la caja fuerte del banco de España?!

-Es festivo, de noche y es una urgencia.

- ¡Me da igual! Quinientos euros por olvidarme unas llaves, no justifica ese dineral.

-Puedo dejarte el dinero, si lo necesitas. -Pongo cara de terror. ¡Jamás dejaría que él me prestase dinero! ¡No! ¿Estamos locos o qué pasa? Se pasa la mano por el pelo, cuando ve mi cambio de cara. -No pasa nada. Me lo devuelves cuando puedas y...

- ¡No!

-Entonces, ¿qué le digo?

-Dile que ni de coña... ¡Vamos hombre! ¡Menudos ladrones!

-No será necesario que venga. Muchas gracias. -Cuelga y se guarda el móvil. -¿Hay algo más que pueda hacer por tí?

-No, gracias...

-Nos vemos.

¡Vaya dos idiotas somos! Yo porque sí, lo soy. Él, por no ser capaz de decir lo que quiera que sea que quiera decirme.

-Nos vemos... ¡Oye! Esta noche ha empezado fatal y... no quiero que tú... ya sabes... de todas formas, no puedo entrar en casa hasta mañana y yo iba... Si tú quieres...

- ¿Qué me estás tratando de decir?

-Iba camino a una cena con mis amigas y sus maridos... Si quieres venirte...

¡Copón! ¿¡Pero qué diablos estoy diciendo!? ¡Recula! ¡Recula de una vez!

- ¿Quieres que vaya para que no sea incómodo estar con dos parejas o de verdad te apetece que te acompañe?

Nos miramos, mientras tengo una lucha interna de lo que quiero y lo que no, de lo que está bien y lo que está mal, de lo que...

- ¿Raquel?

Pierdo el hilo de mis pensamientos, cuando sus dedos rozan mi cara, apartándome un mechón de pelo que se ha escapado. Suelto el aire que retenía en mis pulmones y cierro los ojos un segundo.

-No es por eso. Cristian, no te estoy utilizando.

-Y no creo que lo hagas. Tampoco sé muy bien que quieres de mí. Yo tengo claro lo quiero.

Entonces, como en las películas que me hacen llorar a moco tendido, me besa. Han pasado menos de veinticuatro horas y mi cuerpo le acepta como si no le viera en meses.

Rodeo su cuello con mis manos y ésta vez soy yo quien profundiza con el beso. Me sujeta el muslo, subiéndolo y la falda se enrolla, mientras sube su mano hasta mi cadera y soy consciente de lo excitado que está. Qué estamos.

Para ese momento, yo ya no puedo parar y busco la cercanía de nuestros cuerpos. Su mano acaricia mi piel, hasta llegar a mi sexo. Se separa unos milímetros de mi boca у sonríe.

-El encaje me vuelve loco. Tú me vuelves loco.

-Es un tanga y no llevo sujetador.

Un gruñido sale del fondo de su garganta, mientras sigue acariciándome por encima de la fina tela.

-Ahora no. -Quita su mano y me separa de las caderas.

Me quedo un poco descolocada. Quizá se haya dado cuenta que esto es una locura, o se lo haya pensado mejor y se esté arrepintiendo... Quizá...

-No quiero hacerlo rápido y en medio del portal, como si fueras un rollo de una noche. -Me mira con intensidad, como si pudiera leer mis pensamientos, como si leyese mis miedos y eso, hace que mire para otro lado, entonces, me sujeta de la barbilla para que le mire a los ojos. -Quiero, más que nada en el mundo, tocarte, besarte y hacer todo lo que llevo semanas deseando hacer con tu cuerpo. Quiero que grites y llevarte a un orgasmo tras otro, pero aquí no. Vayamos a cenar y luego, pasa la noche conmigo.

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