Una explicación absurda y ¿mariachis?

Estoy esperando al autobús, cuando la moto se para frente a mí. Cristian me pasa el casco y yo le ignoro.

—Venga, ¿Qué sucede?

—Creo que está claro que, no es aquí donde quieres estar. —Se baja de la moto y me mira. Yo me cruzo de brazos y suspiro molesta. —¿No vas a dejarme en paz? —Pregunto indignada.

— ¿Es lo que quieres?

—Quiero que hagas lo que te salga de las narices sin involucrarme.

—Está claro que algo te ha molestado y estoy tratando de averiguar qué es.

—Pues no te preocupes tanto.

—Vamos a ver, Raquel, es que no sé qué quieres de mí. Está claro que el sexo, es brutal entre los dos pero, cuando intento conocerte, huyes y te escudas en los prejuicios. Luego, te ofrezco una amistad, porque es lo que me pides y te respeto lo suficiente, como para ser tan gilipollas de no insistir en que lo nuestro podría funcionar... Y ahora, vuelves a huir, porque no soportas que otra se acerque a mí. Así que, te pido, por favor, que seas sincera con ambos y me digas qué quieres de mí. Porque sea lo que sea, voy a dártelo. Pero necesito saberlo.

Silencio. No sé que contestar, porque sí, me ha molestado muchísimo, más de lo que me me gustaría reconocer, pero tiene toda la razón del mundo. Debería saber la respuesta que espera escuchar, pero no la sé ni yo. Además, él es libre de hacer y deshacer lo que le dé la real gana.

—No puedo darte una contestación ahora. —Suspira y se sienta a mi lado en la parada de autobús, con los dos cascos en las manos, mirando al frente. — ¿Por qué querías que viniese?

—Pensé que... Joder... Te va a sonar ridículo... Pero... Pensé que dándote celos, te decidirías a dar el siguiente paso...

— ¿¡Has montado todo esto para darme celos!? ¿Estás escuchando lo que dices?

—Miriam me dijo que era buena idea...

— ¿Miriam...? ¿La número once...?

Me mira arrepentido y vuelve a dirigir su mirada a otra parte.

—No sé en qué estaba pensando... Simplemente actué y...

— ¡Cop...! ¡Joder, Cristian! ¿Por qué?

—Porque me vuelvo idiota cuando se trata de tí. No sé qué cojones me pasa contigo ¿Vale? Solo sé hacer tonterías como estas... Que solo sirven para que me veas como un puto crío.

—Has utilizado a una chica que se ha tatuado el trasero por tí. Es increíble... —Por fin llega el autobús. —Cristian. Tengo treinta y siete años. Un hijo y demasiados problemas como para jugar a ser el ligue de alguien que usa los celos, como una buena opción, para llevarme a la cama. Miriam, Amalia y otras tantas chicas, no dudarían en estar contigo.

Me subo al autobús, sintiéndome vacía, desfasada y estúpida, mientras él se queda allí, observando como me marcho.

Yo no pintaba nada allí. Solo me faltaba ponerme en evidencia... ¡No, ya lo había hecho! Podía tacharlo de mi lista de fracasos y estupideces.

Pienso y pienso y pienso en lo mucho que me ha cambiado la vida. De ser una mujer enamorada de un hombre que ni siquiera sabía de mi existencia, a verme haciendo el indio con un niñato tatuado hasta las orejas. De mal en peor, es decir poco.

Decido escribir a mis chicas. Tengo un lío monumental en la cabeza recordando sus palabras...
<<El sexo es brutal entre nosotros, pero yo soy una cagona de la vida y no me atrevo a decirle que siento>>.
Y... ¿Acaso lo sé?

Yo:
¿Café?

Lourdes:
Hola gordi, yo imposible, estamos comiendo fuera con mis suegros... ¿Todo bien?

Yo:
Sí, estupendo... ¡¡¡Disfruta!!!

Lourdes:
¿De verdad estás bien?

Yo:
Feliz, como unas castañuelas.

Lourdes:
Hablamos mañana. ¡Un besito!

Yo:
Hasta mañana.

Acto seguido me llama Pam. Me resulta raro que lo haga en vez de escribir.

— ¿Pam?

—Estoy preñada.

— ¿Cómo? ¡¿CÓMO?!

—Pues eso. Me acabo de hacer la prueba hace un rato y hay dos rayitas rosas. ¡A mi edad! ¿Pero cómo es posible?

Quiero explicarle cómo vienen los niños al mundo, pero ella ya es madre de dos, así que la lección se la tiene más que aprendida y va a pensar que me estoy cachondeando de ella, así que decido hacer lo que cualquier amiga haría.

— ¡Tía, felicidades! ¡Qué ilusión!

— ¿Ilusión? Ilusión es que te toque la lotería, pero ¿un bebé? ¿ahora? Joder... ¡Es una pesadilla!

— ¿Cómo va a ser una pesadilla?

—Miguel no sabe nada. Se va a llevar un disgusto tremendo.

— ¿Pero, qué dices? Va a estar encantado y súper feliz. ¡Ya lo verás!

—Que no, jamás ha sacado el tema. Ya bastante tiene con Carla y Ali.

—No digas tonterías, que se desvive por tus hijas y las trata como si fueran suyas.

— ¿Y si se asusta y me deja? ¿Qué...?

—Mira, no. No digas esas cosas, porque sabes que habla tu miedo. Habla con él y si es como tú dices, ya estamos tita Raquel y tita Lourdes para ayudarte en todo. Pero verás que no.

Después de un rato discutiendo entre si decírselo o no y cual sería la mejor forma de hacerlo, al final, acabamos las dos en mi casa con una infusión.

—Tengo cuarenta y dos años y ¡soy un choripán relleno!

El llanto se debe escuchar hasta en el portal, así que solo puedo abrazarla y comerme mis problemas, porque el suyo es más gordo y me necesita.

— ¿Cómo se te ocurre compararte con un choripán? Llama ahora mismo a Miguelón y le dices que tenéis que hablar. Es mejor así, de una vez.

Le entrego el móvil y con dedos temblorosos da a la llamada rápida. Al segundo tono cuelga.

— ¡No puedo, no puedo, no... Imposible!

—Pam. Llama a Miguelón y dile que tienes que hablar con él. ¿Cuál es el plan, sino? ¿Tener al bebé y decir que te lo has encontrado yendo a por el pan?

—Sería una opción...

—¡Claro! Y la barriga le dirás que son gases ¿No?

—Joder, Raquel, ponte en mi lugar...

—No, gracias. Yo ya tengo bastante con Álex. Llama.

Vuelve a llamar y ésta vez, me peleo con ella, a manotazos, para que no cuelgue. La sujeto los brazos y acabamos en el suelo, mientras se estira todo lo que puede para colgar la llamada.

—Churri, ¿es importante? Estoy trabajando.

Me río, no lo puedo evitar, mientras"Churri" me fulmina con su mirada de "voy a matarte por obligarme a hacer esto".

—Tenemos que hablar. —Y cuelga. ¡Toma ya! Eso si que es tacto.

No pasan ni dos segundos cuando Miguelón llama.

—Coge el teléfono.

—No.

—Pam, no seas infantil y cógele el teléfono.

—Que no.

—Pam, estará cagado de miedo. Le has dicho la frase mágica de "problemas", en toda relación.

—Y es lo que es. Un problema.

Al final, descuelgo yo.

—¿Pami? ¿Pam, estás ahí? ¿Qué pasa?

La miro y trato de obligarla a hablar, pero nada, que no hay forma.

—Miguel, soy Raquel, no pasa nada. Estoy con Pamela en mi casa. ¿Podrías pasarte por aquí cuando termines el turno?

—Claro, sí... Pero ¿Está todo bien? ¿Ha pasado algo?

—Nada, nada, tranquilo. Todo está bien.

Cuando termino la llamada, observo a mi amiga, que está a punto de un ataque de pánico. Quizá no debería haberme metido en este tema, pero la conozco y sé que es lo que quiere hacer. No puede esconder el embarazo al futuro papá. Además, ahora, está partiéndose de risa en el suelo. Una risa que consigue contagiarme y como dos locas, no podemos parar.

— ¡Estoy cagada, tía!

— ¡Lo sé!

Reímos y reímos, hasta que escuchamos música proveniente de la calle y gente cantando. Nos miramos la loca de mi amiga y yo, y nos lanzamos a la ventana, aún riendo.

La abrimos y... ¡SORPRESA!

Justo debajo de mi ventana, bueno de todas las ventanas del B, hay seis hombres, con trajes oscuros y sombreros de mariachis enormes, con guitarras y trompetas. Tocan y cantan a una tal Raquel...

¿Cómo? ¡No puede ser! Esto debe ser una broma.

—Tía, ¡acaban de decir tu nombre! ¡Hay una canción con tu nombre! ¡Es para tí!

—Imposible... no... ¿Qué probabilidades hay...?

Justo, llaman a la puerta, mientras sigo asomada a la ventana, como todo el vecindario.

—Voy yo.

Unos segundos más tarde, Pam me llama.

— ¡Raqueeel! Tienes visiiiiitaaaaaa...

Me giro y ahí está. ¡Increíble!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top