Un pulpo, una huida y él.
Bailar, me hace libre, bailar, me aleja de en quien me convertí, cuando dejé que Pablo me arrastrase a la desidia, bailar, me hace olvidar. Bailar, me hace no prestar atención a Tercero A.
Cierro los ojos cuando sus manos tocan despreocupadamente mis caderas y acerca su cuerpo a mi espalda.
Estiro los brazos hacia atrás, para rodear su cuello y acariciarle la nuca. Me giro alertada y descubro que no es él. Un hombre moreno, me sonríe y yo me aparto.
-Te he confundido con otra persona.
-Soy Mario.
-Mario, el de las manos largas, ¿no?
-Perdona, deja que te invite a... ¿qué bebes?
-No, gracias.
-Deja al menos que me explique. ¿Ves a esos cinco capullos que nos saludan? Son mis amigos. Estamos en una despedida de soltero y me ha tocado hacer la prueba.
-Joder. De todos los imbéciles, me tenía que tocar a mí el premio gordo.
-Lo sé... se nos ha ido de las manos. Deja que te los presente y al menos permíteme que te invite a una copa.
- ¿No entiendes un no por respuesta?
Cristian aparece de la nada, interponiéndose entre el <<no necesito tú aprobación para invadir tú espacio>> y yo. ¿En serio van a pelearse? No me lo puedo creer. Le miro con desaprobación. No tiene derecho a meterse de esta manera. Soy mayorcita para defenderme sola.
- ¿Disculpa? ¿Le conoces?
Mario me mira interrogante. Estoy a punto de contestar, cuando Cristian se adelanta, dejándome con la boca
abierta.
-Es mi chica, capullo.
-¿Tu chica? Joder, tío. Yo la he visto primero. Busca a alguien de tu edad y deja a los hombres de verdad que nos encarguemos.
¡Eso si que no se lo permito! A ninguno de los dos. Panda de neandertales.
-Lo primero. Tú, no soy tu chica y no tienes derecho a hacerte el machito marcando territorio. Sé defenderme sola. Será mejor que le hagas caso y busques a "alguna rubia de tu edad", seguro que la conversación está más a tu nivel. -Sí, lo sé, doy pena. Acabo de decirle abiertamente que me he puesto celosa y, ni siquiera tengo razones de peso para estarlo. No es que seamos exclusivos, ni siquiera somos pareja o algo parecido... Vale, lo reconozco, saltan chispas cuando estamos juntos, incluso se puede sentir la tensión sexual a cien metros a la redonda, pero ni él tiene derecho a entrometerse, ni yo a reprocharle nada. -Y tú. -Le digo al tipo que ha puesto sus manos en mi cuerpo, sin mi permiso y con unas cuantas copas de más en su organismo. -Ni se te ocurra volver a tocarme, o te arranco las manos. No puede considerarse hombre a un pulpo, cretino.
Les dejo ahí plantados, mirándose sin entender lo que acaba de ocurrir. No tengo ni tiempo, ni ganas de ésto.
Me acerco a mis amigas y aviso que me marcho a casa y que ya les contaré mañana lo que ha pasado.
Sin despedirme de nadie, recupero mi bolso y salgo en dirección a casa taaaaan cabreada, que apenas veo por donde voy. Tampoco reparo en que no tengo llaves.
-¡Raquel, espera! -No contesto, simplemente acelero el paso, sin mirarle. -Raquel. Para un momento.
<<No le hagas caso, no le hagas caso, no le hagas caso.>>
- ¡Eh! No sé que pasa o qué crees que has visto ahí dentro, pero no es lo que piensas.
-Mira, no me toques las narices, que sé perfectamente lo que ha pasado ahí dentro.
- ¿Lo dices por la chica del restaurante?
- ¡Pues claro que no! ¿Ves la diferencia? No me importa la chica del restaurante. Me importa que te hagas el héroe, dando por hecho que no sé defenderme. Y ¿qué pasa si a mí también me apetecía hablar con otro?
Se para frente a mí, me sujeta de la cintura, pero me aparto, como también le aparto la mirada. Pero no se da por vencido. Sujeta mi barbilla entre sus dedos y con calma, me atrae para que le mire.
-Tu dices que no estabas celosa con esa chica, pero si quieres saber lo que la he dicho, Manuel y Miguel, han sido testigos. -Intento huir de su agarre. No me interesan sus explicaciones. No me las debe, pero me mira tan intenso, que al final dejo de luchar. Al menos le dejaré que se explique si tanto le importa. -Le he dicho que no me interesaba ni su número, ni su invitación, porque ya estoy con quien quiero estar y, esa persona, es todo lo que necesito y quiero poseer en éste momento. Que, la mujer con quien me ha visto cenando, riendo, tocando y besando, esta noche, es la única en quien pienso y podría pasarme la noche, enumerando los motivos por los que no voy a dejarte escapar.
¡Bueno, bueno, bueno, el yogurín! ¡La labia que tiene! Si cree que así va a conseguir que deje de estar enfadada... lo ha conseguido.
-Cristian...
-Antes de que digas nada, perdóname por haberte subestimado. Pero es que, cuando te he visto bailando con ese tipo, yo... no sé que me ha pasado. Te prometo que jamás intervendré a menos que me lo pidas.
-De acuerdo. Promete que mantendrás la testosterona alejada de lo que sea, que sea esto.
-Lo intentaré. Pero me va a resultar jodidamente complicado, tratándose de tí.
Sigo cruzada de brazos, pero me arranca una sonrisa de los labios. Con Cristian, no hay manera.
Por fin nos relajamos.
-Me vale. Por ahora.
- ¿Cual es el plan? No puedes entrar en casa, al menos hasta mañana y no creo que tengas muchas ganas de volver ahí dentro...
-La verdad es que ninguna gana. Puedo ir a un hotel, o a casa de alguna de las chicas. No te preocupes.
-Yo tenía en mente otra opción.
Me sonríe de forma pícara y me besa con lentitud, recreándose con el beso. Es dulce y se siente tan agradable, que sólo puedo dejarme llevar.
-Tú ganas.
-No es una competición. No lo sientas así. -Nos abrazamos y nos ponemos en marcha hacia su casa -¿Estás bien?
Me pregunta con interés real, cuando comienzo a poner cara de estreñida por el dolor de pies que me generan los zapatos.
-Sí, los zapatos me rozan un poco, pero por lo demás, bien.
Un poco es quedarse corta.
-Te llevo.
- ¡¿Qué?! ¡Ni lo sueñes! -Me quito los taconazos y se los enseño. -Listo, ¿lo ves?
En un abrir y cerrar de ojos, me sube sobre su hombro como si fuese un saco de patatas, y entre risas y ordenes para que me vuelva a dejar en el suelo, llegamos al portal.
A veces es tan sencillo estar con él, que llego a imaginar durante una fracción de segundo como sería una relación estable. Si seguiría siendo
atento, divertido, claro y seguro de lo nuestro. Pero es sólo eso, una fracción efímera de lo que podría ser y nunca será.
-Sigues pensando demasiado.
-Cristian...
Nos miramos sin poder detener lo que se nos viene encima. Se acerca hasta rozar mi oreja con su nariz, esparciendo besos por mi mandíbula.
-Dime.
Me pongo todo lo seria que puedo. Esto es algo que he pensado mucho y quiero que así sea.
-Tenemos una noche para los dos. Después, ésto, jamás volverá a pasar.
-Si tan segura estás, entonces, habrá que aprovechar el tiempo.
Me atrapa entre la pared y su cuerpo. Sujeta mis manos a ambos lados de mi cabeza y me besa, primero con calma y poco a poco con anhelo y desesperación. Siento como se descarga de la tensión sexual que, espero, deje de existir después de ésta noche.
-...Los vecinos...
-Que disfruten de las vistas.
Le miro con disconformidad. No me apetece ser la comidilla de la escalera y, por fin, después de robarnos los besos más dulces y ardientes que he dado y me han dado nunca, llegamos a su casa.
-Ponte cómoda.
Observo el lugar. La decoración es simple pero bonita y a pesar de esperar una guarida de "adolescente", lleno de ropa sucia, polvo, revistas porno y videojuegos, me llevo una grata sorpresa.
Un minuto después, aparece con dos vasos de chupito y tequila.
Le basta una mirada, para saber en lo que pienso.
-Después del otro día, compré la botella.
-Estás muy seguro de tus dotes ¿no?
-Lo cierto es que si. -Se sienta en el sofá y me invita a acompañarle. -Veamos si la profe, aprende rápido.
- ¿Poniéndome a prueba, Tercero A?
-Sólo si tú quieres, Primero B.
-Hagámoslo más interesante...
-No creo que eso sea posible. Al menos, no más de lo que es ya.
Se acerca, pero consigo huir. Le miro y se me dibuja una media sonrisa, por lo que tengo en mente.
- ¿Has jugado alguna vez a "yo nunca he"?
-Hace tiempo, sí.
Se va acercando peligrosamente y yo sigo huyendo. Me apetece jugar, ya que vamos a tener una noche, quiero que sea diferente y hacer que valga la pena o al menos que sea inolvidable.
-Éste juego es parecido, pero puedes elegir entre hacerme beber o quitarme una prenda. Yo haré lo mismo contigo.
-Me gusta... ¿Puedo elegir prenda?
Lo pienso y mi estómago hormiguea por la emoción.
-Sí.
-Entonces ven. Empiezo yo. -Llena los vasos con tequila y sonríe
perverso. No sé porqué, tengo la sensación que el juego se va a volver en mi contra... Pero para bien... -Yo nunca he tenido un sueño erótico con un vecino.
Sonreímos. Chupa el dorso de su mano, deposita un poco de sal y me lo acerca a la boca. Separo los labios y, con la lengua, lamo hasta el último grano salado. Coge el pequeño vaso, hecha mi cabeza hacia atrás y vierte el contenido, que cae por mi garganta. Coge una rodaja de limón, la chupa y me besa.
Creo que con ésta demostración, me queda claro que sabe muy bien lo que se hace. Me excito, pero consigo controlar las ganas de lanzarme sobre él.
Es mi turno, así que me relamo los labios.
-Yo nunca me he excitado, masturbando a una mujer en el portal.
Sonrío, sólo de pensarlo, me vuelvo líquida por dentro y noto como mi tanga se humedece. Muerdo mi labio inferior y decido que se quite
la camiseta. Lo hace despacio, sabiendo que estoy recreándome con sus movimientos lentos.
Su cuerpo es un templo para pecar. Sus tatuajes, su tableta de chocolate, sus pectorales...
¡Ufff, mama!
-Yo nunca me he comido a alguien con la mirada. -Golpe bajo. -Quiero ese tanga, que no puedo quitarme de la cabeza.
Me pongo en pie para quitármelo, pero él hace lo mismo, se coloca frente a mí y se hace con el control de la situación. Sin dejar de mirarme a los ojos, mete sus manos por debajo de la falda y muy lentamente, mientras baja la prenda hasta los tobillos, me acaricia las piernas. Me levanta primero un pie y luego el otro. Coge el trozo diminuto de encaje y lo enrolla en su mano, para guardárselo en el bolsillo.
Ambos somos conscientes que lo único que llevo es el diminuto vestido y los tacones, que he decidido ponerme, para tener más prendas que quitarme.
-Tu turno, profe.
-Yo, nunca he salido a la calle sin ropa interior.
Cuando creo que ésta ronda la he ganado, sonríe.
-Una vez.
Le ofrezco el chupito. Tengo ganas de saber que se le ocurre ahora y como siempre, vuelve a sorprenderme. Me tumba en el sofá, besa mi escote, pone la sal y chupa, mientras una corriente eléctrica, recorre mi cuerpo. Después, se pone de rodillas en el suelo, coloca mi pierna sobre su hombro y vierte el contenido del vaso, para beber de mi piel. El líquido se desliza hasta el interior del muslo y con su boca sigue el rastro de tequila, hasta que siento su respiración en mi clítoris.
Jadeo de expectación, pero levanta la cabeza, me observa al borde del éxtasis y se lleva la rodaja de limón a los labios. Vuelve a sentarse y necesito unos segundos para recomponerme.
-Yo nunca me he excitado sin necesidad de que me toquen... -Mi respiración sigue enloquecida, como todo mi cuerpo y sus terminaciones nerviosas. -Y quiero que te quites el vestido. Mejor... quiero quitarte yo el vestido.
Se pone en pie, me ofrece la mano para que le imite y me gira, quedando pegada a su cuerpo. A través de la tela, siento su erección. Me muerdo el labio, cierro los ojos y me agarra con una mano de la cadera, mientras la otra, recoge mi pelo, para tener mejor acceso a mi cuello.
Le tiento, apretándome más a él. hago un leve movimiento con la cadera y baja la mano, para subir la falda del vestido hasta mi ombligo.
Me acaricia el interior de los muslos, ejerciendo pequeños roces casi imperceptibles en mi sexo, que no pasan desapercibidos y hacen que jadée por la expectación. Cada vez está más duro y tenso. Su respiración se acelera y me gira para tenerme de frente.
Me mira, me mira, nos miramos deseándonos.
-A la mierda el juego.
Baja la cremallera del vestido y me lo quita por la cabeza.
Sus ojos buscan mi boca y mi cerebro, recibe su fragancia en forma de néctar. Sus labios, rozan los míos y mi boca, incapaz de aguantar su influjo, se entreabre, deseando ser devorada por la suya. Siento como conectamos y nos entendemos sin necesidad de palabras, aunque también siento que nos encontramos a años luz el uno del otro.
Una noche. Sólo una noche.
Tiemblo, me estremezco con su beso y de pronto, sus dedos se introducen en mi interior, mientras yo consigo desabrochar la cremallera del vaquero y alcanzar su miembro. Está duro y preparado para mí. Suspira y los dos temblamos al mismo tiempo. Mi cuerpo entero palpita por todas las sensaciones que hacen que me erice y quiera más, mientras juega con mi clítoris, obligando a mi cuerpo a aguantar un poco más para sentirle dentro.
Nuestras bocas callan y nuestros cuerpos dicen y, eso, me asusta, porque nunca pensé que alguien puediera encajar con tanta perfección como nuestros cuerpos.
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