Tonta girl vs. ¡No me hagas caso!

Riéndome, como una adolescente en celo, dejo que me lleve casi a rastras, por el pasillo de la sala.

Cuando salimos, la claridad nos golpea mientras mi corazón va a mil por hora. Nunca antes, jamás de los jamases, me había escapado de una sesión de cine, para estar a solas con alguien.

Sin darme tiempo a nada, me atrapa y tira de mi mano hasta colocarme entre la pared y su cuerpo.

No sé en qué momento he dejado que vuelva a pasar, después de todo. Quiero pensar que esto es solo una distracción. Que nada tiene que ver con sentimientos de ningún tipo, así que cuándo se acerca, me aparto.

— ¿Haciéndome la cobra, Primero B?

—La idea era ver una película, no hacer "manitas".

— ¿No te ha gustado?

—Vamos a dejar las cosas claras. Puedo ser tu amiga. Puedo comer, cenar o ver una película contigo, pero ahí acaba todo.

Me mira sopesando y analizando cada una de las palabras que digo. Entrecierra los ojos y, voilá, parece que el mecanismo de su cerebro comienza a entenderlo todo.

—Amigos. Solo quieres una amistad. ¿Sentimientos? ¿Nada de sexo, jamás?

—Sí, sólo amigos. Sin sentimientos y sin sexo.

—Entendido. Solo amigos, superficiales... Sin sexo... ¿Jamás?

— ¿A qué juegas?

—Estoy analizando lo que me ofreces.

— ¿Y has llegado a alguna conclusión?

—Creo que sí. ¿Nos vamos?

Asiento, un poco nerviosa por su cercanía, pero según formula la pregunta, se aleja lo suficiente como para demostrar que va a hacerme caso y se va a mantener alejado de mí, como le acabo de pedir.

¡Genial, Raquel! ¡Eres un cerebrito!

¡¡Pues ale!! ¡¡Yo solita me lo he buscado!!

Salimos del cine en silencio, siendo consciente que, de vez en cuando, me mira con una media sonrisa dibujada en los labios, pero no me toca, no me sujeta la mano, por lo que decido meterlas en los bolsillos, para decirle <<ok, lo pillo, vas a ser un chico bueno y vas a hacer todo lo que te pido>>.

— ¿Quieres ir a casa o te animas a una aventura? Como amigos. Tranquila.

Pienso que meterme en casa, ahora mismo es una mala idea. Aún me quema el mensaje de mi ex en el bolsillo. Aunque quizá debería estar en casa esperando que Álex me llame.

Me ve indecisa, así que me entrega el casco de la moto y cuando lo cojo, cierra las manos en puños.

—Elige.

— ¿Cómo...?

—Elige una mano. En la que está la llave de la moto es un plan genial, en la que está vacía, nos vamos a casa.

Esconde los puños en su espalda y espera a que reaccione.

—Izquierda.

Lo piensa unos segundos y con sonrisa pícara, esa que ya conozco tan bien, responde a mi elección.

—Lo siento. Creo que... te toca aguantarme un rato más.

Saca la mano izquierda y me enseña la llave. Le devuelvo la sonrisa y nos ponemos en marcha hacia algún lugar.

Llevamos montando en moto al menos cuarenta y cinco minutos. Hemos salido de Madrid y lo cierto es que estoy perdida. Hicimos una parada para comprar dos menús en una cadena de hamburguesas famosa y continuamos el camino hacia ninguna parte en concreto.

Cuando por fin paramos, observo que no hay nada a mi alrededor, tan solo campo y olivos. Me quito el casco sin entender que hacemos en medio de la nada y como si me leyese la mente, saca del maletero la comida y una manta.

—Vamos, amiga, no te quedes ahí.

Me da mucho por culín lo de "amiga", pero no pienso decirle nada al respecto. Le sigo a través del camino de arena y piedras, hasta arriba de un montículo. Extiende la manta y me entrega la hamburguesa y el refresco.

— ¿Qué es esto?

—Una cena improvisada. Mira.

Señala al cielo y por primera vez soy consciente del manto de estrellas que nos cubre. Estoy anonadada, hay miles de millones de puntitos que brillan, ofreciéndonos unas vistas asombrosas de todo el firmamento y cuando me quiero dar cuenta, siento su mirada sobre mí.

He decidido que quiero ser "mala" esta noche, lo que no sé es como se va a tomar mis cambios de parecer, sin sentido alguno.

Me acerco a él y justo cuando estamos a punto de besarnos, se aparta.

— ¿Estás segura?

—Lo siento... Debes pensar que estoy como una cabra.

—Pienso que tienes un lío en la cabeza que no te va a dejar ser feliz nunca. Pero me gusta, es lo que hace esa personalidad tan tuya.

Al final, nos comemos la hamburguesa uno al lado del otro. Nos sobran las palabras, supongo que porque aprieta el hambre, pero también, es cómodo mantener éste silencio entre los dos.

Mi móvil suena, lo descuelgo y escucho la voz de mi súper peque al otro lado de la línea.

— ¡Mami!

— ¡Cariño! ¿Qué tal lo estás pasando?

—Bien...

¡Uy! Esa contestación no suena como debería sonar. Empiezo a preocuparme de lo lindo. Le necesito a mi lado, quiero abrazarlo y asegurarle que todo va a ir bien.

—¿Qué pasa amor? ¿Estás triste?

—Es que... Te echo de menos y papá se ha enfadado porque le he dicho a Sonia, que no es mi mamá y, que no puede mandarme.

— ¿Y qué ha dicho papá?

—Que Sonia puede decirme qué hacer porque él la deja. Mami, yo no quiero comer guisantes.

Y entonces se echa a llorar a moco tendido. Llora y llora y yo trato de controlar el cabreo y las ganas de imitarle.

—Mi vida, si algo no te gusta, puedes decirlo, pero con educación, como te ha enseñado mamá. Entiendo que no te gusten los guisantes, pero hay que comerlos de vez en cuando, aunque sea un poquito, porque hay que probarlos. ¿Quieres darle el teléfono a papá?

—Nooooooo... ¡Quiero a maaaammmmmiiiiiii!

Se me está partiendo el alma.

—Te prometo que ya quedan poquitos días para vernos.

—Cuaannnntoooos...

Dios, no sé como decirle que aún le queda una semana y media. Estoy tratando de pensar y de buscar la mejor forma de explicarle la situación pero, igualmente, no encuentro las palabras adecuadas. Tan sólo, pienso en lo que quiero decir al progenitor de mi niño.

Cristian, que hasta ahora se a mantenido en un segundo plano, me quita el teléfono de la mano.

— ¡Hola campeón! ¿Te acuerdas de mí? Nos conocimos el otro día en la puerta de tu casa.

—Hola...

—Hola, chaval. Mira, acabo de hablar con tu madre y me ha prometido que, en cuanto vuelvas, te llevará a comisaría para jugar con las luces del coche.

—Vaaaleee... ¿Lucharemos contra Lunática, Romeo y Ninja Nocturno?

Cristian me mira, sin entender que se le pasa por la cabecita de Álex, así que le echo un cable y susurro que son los malvados de la serie "PJ Masks".

— ¡Claro que sí! Les daremos una patada en... —Le miro con desaprobación y recula en la frase. —Les diremos que somos súper héroes y que dejen de hacer... Lo que se supone que hacen... —Me río. Este chico cada vez me sorprende más. Ha conseguido calmar a Álex y ni siquiera le ha costado esfuerzo. —¿Quieres hablar con mamá?

—Sí.

—Muy bien, chico. ¡Hasta la vista!

Me pasa el teléfono y le sonrió como una idiota. Le doy las gracias y vuelvo a hablar con mi pequeñito.

— ¡¡Mami!! ¿A que no adivinas?

—No... ¿El qué?

—Cristian, me va a llevar a luchar contra los malos.

No me gusta que juegue a esas cosas, pero no es el momento ni el lugar adecuados para decirle algo al respecto.

—Eso es estupendo, cielo. Mándame un beso fuerte y dile a papá que quiero hablar con él.

—Muaaaaaaa.

Si yo estoy cabreada, Pablo, está a punto de explotar.

— ¿Por qué tiene que hablar ese con mi hijo?

—Pablo, por favor. Tranquilízate que estas sacando las cosas de lugar.

— ¿Me vas a decir tú que está bien lo que haces?

—Pero... Vamos a ver si te entra en ese melón. Mi vida es mía. Tu vida, es tuya. Pues no rebases esa línea.

—Tu vida sera tuya, cuando no influya en la vida de Álex.

— ¿Cómo tienes la caradura de decirme esto, cuando eres tú quien va a casarse? Mira. Yo, en mi intimidad hago lo que me sale del higo. Mi hijo, jamás me ha visto con alguien. No soy idiota, a pesar de lo que puedas pensar, y mantengo mi vida privada lejos de él. ¿Puedes decir tú lo mismo? No, ¿verdad? ¡Pues ea!

Más que colgar, estampo el móvil contra el suelo y me dejo llevar por las emociones que me causa cada llamada con ese impresentable.

Cristian, pasa su brazo alrededor de mi cuerpo y atrayéndome hacia él, me besa la frente y se pasa un buen rato, esperando a que me desahogue y suelte todo lo que llevo dentro... Qué no es poco...

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