Striper de barra americana y una hostia bien da'.

¡JODER! ¡JODER! ¡JODER!

¡Seré tonta! ¿Por qué siento que me falta el aire?

Todo se me junta. Álex lleva una semana con su padre y su prometida en la playa y las llamadas se me hacen poco. Mis amigas tienen su vida familiar y no puedo exigirles más de lo que hacen por mí y, ahora... ahora, Tercero A, dándose el lote con esa chica en el portal. ¡NUESTRO PORTAL!

Lo mío es de fábula.

Quiero gritar y romper algo, pero no lo hago. No. Soy una mujer adulta con una rabieta, por un chico, que está haciendo lo que le pedí. Ni más ni menos. Pasar página. "Una noche". Sólo una noche y ambos cumplimos la promesa. Aunque se haya pasado los últimos días, llamando a mi puerta. ¿Por qué no puedo sacármelo de la cabeza? ¿Por qué escuece tanto?

Si no hubiera salido a correr, no lo habría visto, pero necesitaba soltar adrenalina. Si no me hubiera acercado a él en un principio, ahora estaría viendo alguna película, sin pensar y pensar y pensar en lo que pudo ser y nunca fue.

-Pero Raquel... ¿Te estás escuchando bien? ¡Estas mal por un niño veinte años más joven!

¡Se acabó! Aquí termina la tontería que me ha dado.

Me doy varios golpes en la cabeza con la palma de la mano. ¡Seré boba!

Miro el reloj. Ya son las dos de la mañana, demasiado tarde para salir ¿o no? Necesito salir de casa, dejar de sentirme como una leona encerrada.

Me doy una ducha y me pongo el vestido que sé que vuelve loco a Cristian. No es que vaya a ligar con alguien, pero necesito sentirme bien conmigo misma y gritar a los cuatro vientos que soy una mujer adulta con autoestima.

Al final, me miro en el espejo y me lo quito. ¿A quien pretendo engañar? No estoy bien de la cabeza.

Opto por algo cómodo, y sin olvidarme de las llaves, ésta vez, salgo de casa sin rumbo fijo.

Tengo varias opciones. La primera gritar, la segunda, entrar en el primer bar que vea abierto y tomarme una cerveza.

Lo que menos quiero es volverme alcohólica y últimamente, salgo demasiado. No voy por buen camino y me importa un pimiento.

El pub está hasta los topes. Busco un lugar libre, pero es casi imposible.

Cuando logro llegar a la barra, ya he recibido diez empujones, tres aplastamientos y dos codazos.

- ¿Qué te pongo, guapa? -Miro al camarero y sé que le conozco de algo.

-Una cerveza.

- ¿Estrella Galicia, Mahou, Heineken...?

-Yo te conozco...

-Soy el hombre pulpo. Estaba en una despedida y bailé contigo. -¡Dios, no! El imbécil de la discoteca.

-Estrella.

-Yo Mario, encantado. -Me extiende la mano para saludarme, pero lo ignoro.

-Estrella Galicia.

Me siento en un taburete que acaba de quedar libre, y reviso los mensajes de WhatsApp, simplemente, por entretenerme y de paso lanzar una señal al mundo: no soy tan patética de estar sola en un bar, a las tres menos cuarto de la madrugada. Tengo amigas con quien hablar por WhatsApp.

Soy patética.

-Oye, estaba pensando...

-No me interesa, gracias. - Digo, sin levantar la vista del móvil.

-Iba a invitarte a otra ronda. Por lo de la otra noche. No suelo hacer lo que hice. Pero era bailar contigo o tener que beberme un "desatascador".

- ¿Un qué? -Acaba de acaparar toda mi atención. Guardo el teléfono y doy un trago al botellín.

-Desatascador. Le llamamos así a la mezcla de alcohol. Jugábamos a verdad o reto y elegí reto.

Sonrío, no sé exactamente porqué, pero lo hago. Yo también jugué a verdad o reto con mi vecino, aunque dudo mucho que se refiera a ese "verdad o reto" en concreto. El hombre sonriente es más raro que un perro verde y parece fácil hablar con él, al menos, debe tener mi edad y no hay nadie que pueda juzgar eso.

-Suena... ¿divertido?

-No, no lo entiendes. Verás. Cada jugador, elige una bebida. Lo que sea que elijas. Después llenas un vaso con esa mezcla explosiva y si no consigues pasar la prueba, te toca beber. Así que, gracias. Me salvaste la vida.

Pone su mano en el pecho de forma teatral y vuelvo a reir.

-De nada. Me alegra saber que he salvado la vida de alguien.

-Bueno y ¿qué te trae por mis dominios?

-¿Es tu bar?

-¡Oye, oye! ¡No hieras mis sentimientos! No es un bar, es una cantina, ¡CON BUENA GENTE! -Grita por encima de la música country y todo el mundo responde a coro ¡Síííí!, mientras levantan sus bebidas al aire.
- ¡BUENA MÚSICA! -Vuelven a gritar, con otro brindis y yo me quedo sorprendida. - ¡Y BUENA BEBIDA! ¡UNA RONDA PARA TODOS!

La gente se vuelve loca, gritan y vitorean su nombre. Parece que le conocen de toda la vida, o al menos, de hace tiempo. Sin poder evitarlo, me uno a la fiesta. Río y grito con la algarabía que se ha formado, sintiéndome parte de aquello. Marcos, brinda conmigo y luego levanta su botellín y grita con los demás.

- ¿Sabes aullar?

-¿Cómo...?

-Aullar... ¡Auuuuuu auuuu auuuuuuuuu! Como los lobos.

Este tipo es raro, el sitio éste, también es raro y... me encanta. Al menos he dejado de comerme la cabeza.

Le imito y todo el lugar aúlla al cielo, bueno... en éste caso, al techo.

- ¿Hay un cielo y una luna llena dibujada en el techo? ¿O la bebida me está afectando?

-Me gusta pintar en mis ratos libres, no sólo estoy tras la barra o siendo un pulpo. -Me guiña un ojo y levanto mi botellín de cerveza a modo de brindis.

Touché.

-Esto es un bar coyote a lo Español o ¿cómo?

-Ésta es la guarida de los lobos, preciosa.

Se aleja para atender a sus clientes, con los que ríe y habla de forma natural. Me sorprende. ¿Quién me iba a decir, que a éstas horas, iba a encontrar un lugar tan particular como éste?

¡Tengo que traer aquí a las chicas!

Me termino la cerveza y decido que ya es hora de volver a casa. Dejo un billete en la barra y espero a que deje de servir bebidas, para despedirme. Al fin y al cabo, ha conseguido que deje de darle vueltas a la cabeza.

-Invita la casa.

-No, no puedo permitirlo.

-Insisto, me salvaste la vida ¿recuerdas? De todas formas ¿Vas a irte? Aún no has visto lo mejor de éste lugar.

-Lo mejor de este antro, eres tú. -Ambos nos giramos a la procedencia de la voz. Una mujer despampanante nos observa. No sé cuanto tiempo lleva ahí, pero me mira como si fuese su enemiga número uno.

- ¡Hola preciosa! ¡Hace días que no te veo por aquí!

- ¿Me echabas de menos, cari? -Sonríe y la mujer, aletea los ojos. Creo que es momento de irme.

-Bueno, encantada de conocerte. Ya nos veremos.

-Espera. No te marches todavía. Esto te va a encantar.

-Deja de acosarla. Soy Ana. -Nos presentamos y se sienta a mi lado.- ¿Ya le has vendido tu alma al diablo?

- ¿Cómo dices? -No entiendo a que se refiere, ni porqué me mira de ese modo, ni ganas tengo de descubrirlo.

- ¡Anaaaa! Dale un respiro ¿Quieres?

- ¿No tienes clientes que atender? -Se miran y se retan. Está más que claro que, entre estos dos, hay algo, o lo hubo, pero aún sigue ahí, el sentimiento no ha desaparecido, al menos en uno de los dos. Sé cuál es esa sensación de necesitar marcar territorio a toda costa.

-Me vendría bien un poco de ayuda. ¿Sabes? -Mario, parece nervioso, lo sabe esconder, pero ha cambiado en cuanto Ana ha aparecido.

-Soy consciente que tú puedes con todo, grandullón. Deja que las chicas hablemos y pon una ronda, anda. -Después de mostrar quien manda aquí, se gira para mirarme de arriba a abajo y sonríe. -Es un bomboncito, ¡eh!

-Sea lo que sea, yo ya me iba. -No sé de qué va esto, pero yo me desentiendo. Me levanto, pero su mano me sujeta el brazo.

-Tómate una cerveza conmigo. Mario no va a hacerme caso en toda la noche, con todo el lío que tiene... y odio beber sola.

Lo pienso y mi cabeza dice no, tiene pinta de problemas y estoy demasiado cansada como para discutir por un tío al que ni conozco. Su mano sigue sujetando mi brazo y su mirada, se ablanda un poco, por lo que al final accedo a regañadientes.

-Una y me voy.

-Perfecto. -Da pequeñas palmadas alegremente y enseguida vuelve a la carga, como un perro con un hueso -¿Cómo os conocisteis?

Se coloca el pelo sobre el hombro y apoya el codo en la barra, mientras me taladra con la mirada.

-Por casualidad. Oye... No sé qué piensas, pero todo tuyo. No me interesa.

-Tranquila, hace tiempo que no estamos juntos. Sólo somos amigos y no puedo evitar preocuparme por él. Es un poco... demasiado soñador. ¿Sabes? Y llevo un rato viendo como te mira, así que he decidido acercarme para conocerte y saber que no vas a aprovecharte de él.

¿Cómo dice? ¿Quién se cree que es? y ¿qué se cree que ha visto para soltarme éste sermón?

-Mira, Ana, no sé qué habrás visto, pero estás muy equivocada. No me interesa tu amigo. Y yo ya me iba.

-Bueno, pues que te vaya bien.

-Igualmente.

¿Pero qué demonios?

Salgo de la cantina, con una sensación incómoda. Creo que jamás me había pasado algo así.

Busco las llaves de casa en el bolsillo y me encuentro con una tarjeta. ¿Pero cómo...? Leo su nombre y un número de teléfono. ¿Cómo ha acabado esto aquí? No se ha movido del interior de la barra y no nos hemos acercado...

Muero de curiosidad y tras pensarlo durante todo el trayecto de vuelta, al final, saco mi móvil para mandar un mensaje.

Yo:
Cómo lo has hecho??

La respuesta no se hace esperar.

Mario:
Magia. Por qué te has ido?

Yo:
Jajajaja Magia. Porque es mi hora. Pero parece que te he dejado en buenas manos.

Mario:
Me gustan tus manos.

¡Dios! ¿Y qué le contesto?

Decido dejarlo pasar. No estoy preparada para comenzar otro juego. Me niego a entrar en otra tontería de flirteo.

...

Hogar, dulce hogar...

Me siento rendida, cansada, abrumada, agobiada, cabreada y todos los adjetivos acabados en "ada".

Me meto en la cama, dispuesta a dormir, pero claro... mi cerebro tiene vida propia y no deja de mandarme imágenes calentorras de Tercero A.

Primero me desespero cuando recuerdo a la mujer que estaba con él en el portal, después, me caliento, imaginando que soy yo la que vuelve a disfrutar de sus "dotes" y luego, me vuelve a hervir la sangre.

¿Por qué diablos tiene que montarse el comienzo de una película pornográfica a vista de todos?

<<Anda que me importaba mucho, cuando era yo la que estaba entre sus brazos contra la pared.>>

Mario:
Estás despierta?? Espero que Ana no haya dicho algo molesto...

Yo:
No, no, tranquilo... Se ve que te aprecia y se preocupa por tí.

Mario:
Más de lo que me gustaría...

Yo:
Buenas noches!

Mario:
Buenas noches, preciosa.

Mario:
Oye... Se me ocurre... Mañana tenemos rodeo, puede que te guste.

Yo:
Rodeo?? En el bar??

Mario:
Sí, en la CANTINA. Tengo un toro mecánico.

Yo:
Puede que me lo piense...

Mario:
Te espero con ganas.

...

- ¿Dónde nos has traído? -Lourdes mira a su alrededor sorprendida por la decoración de la cantina.

-Parece un antro... ¡Me gusta! -Pam sonríe ante la peculiaridad del lugar.

-El dueño prefiere llamarlo cantina.

Ambas me miran por mi comentario. ¿Qué he dicho ahora?

- ¿Qué nos hemos perdido? -Sonrío agria. Saber como he llegado a conocer éste lugar me pellizca en corazón.

-Cuando os lo cuente... -Se cruzan de brazos y me miran. Lourdes, golpea repetidas veces, con la punta del zapato, en el suelo y yo me río.

- ¡Dios! ¿¡Quieres soltarlo de una vez!?

- ¿Veis al tiarrón de la barra? Es el jefe. Y..

- ¿Y...?

-El tipo que bailó conmigo en la discoteca. -Con el dedo, les empujo la barbilla hacia arriba. Se han quedado flipando y no es para menos.

- ¿Qué es lo que no nos estás contando?

-A ver... anoche salí a correr para despejarme un poco y cuando llegué a casa... -¡Dios! Decirlo en alto va a ser horrible... -Me encontré con tercero A...

- ¡Te puso mirando a Cuenca?

- Y a Albacete, ¡no te jode! Pues no, a mí, precisamente, no. Estaba comiéndose a una rubia en el portal.

Se quedan ojipláticas cuando lo escuchan. Y no es para menos.

- ¡¡Noooo!!

- ¿Y le dijiste algo?

- ¿Qué le iba a decir? ¡Joder! me pilló por sorpresa. Ni siquiera pude pensar con claridad y subí corriendo a casa.

- ¡Oooh, cari! Lo siento mucho. -Lourdes me abraza y Pam se une a esa muestra de amistad sincera.

- ¡Será cerdo! Podría haberse cortado un poco. ¡El yogurín nos ha salido capullo!

-El no sabía que iba a aparecer. En verdad, parecía afectado y no-somos-nada. Simplemente, no me esperaba verle con otra.

- ¡Sí! ¡Claro! Ya me conozco yo esa "afectación". -Suelta Pam, molesta, haciendo el signo de las comillas con los dedos.

-Vale... Olvidate de él. ¿Y qué pasa con el bárman?

- ¿Mario?

-Sí, Mario.

-Pues nada, no pasa nada. ¿Qué va a pasar? ¡Por Dios!

-Todavía...

-Estáis mal de la cabeza ¡eh! - ¡Qué obsesión por juntarme con alguien! ¡Por Dios!

Me acerco a la barra a pedir unas cervezas, pero Mario ha desaparecido y en su lugar está Ana. ¡Estupendo!

- ¡Bueno, bueno, bueno! ¡Qué alegría verte por aquí! Mario no está, si es a quien buscas.

-Hola, Ana, busco tres cervezas, no a Mario.

-¿Quieres una zorra?

- ¿CÓMO ME HAS LLAMADO? -Saca un botellín de cerveza de la cámara frigorífica, con una sonrisa de oreja a oreja y en la etiqueta leo la palabra "zorra". Me pongo roja como un tomate, porque sé, que aunque iba con doble intención, no puedo decirle nada.

-Pruébala. ¡Oh, discúlpame! ¿Pensaste que te estaba insultando? Es una cerveza nueva. -Me tenso. Si piensa que no veo sus segundas intenciones, lo lleva claro.

-Prefiero una normal. Gracias.

-Que pena, ésta iba a gustarte mucho. -Se gira ignorándome, y me pone tres botellines. -Oye, un consejo gratis. A Mario no le gustan las mujeres insistentes, es más... ¿Cómo decirlo? Digamos que, prefiere ser él, quien dé el primer paso.

Bueno, ya me estoy cansando.

-Por eso estoy aquí, anoche me pidió que viniera y... aquí me tiene. Gracias por tu consejo, lo tendré en cuenta.

Me giro, sabiendo que ésta ronda es mía y al mismo tiempo me regaño por entrar en su juego. A ver ¿qué necesidad tendré yo?

De todas formas, mi estado de ánimo cambia. Trato de pasar del tema, pero no lo consigo, ya que sigo notando su mirada y, al final, vamos a tener un problema. Mis amigas que son muy listas, se percatan de que algo no marcha bien y aunque trato de restarle importancia, no soy tan buena mentirosa como me gustaría en éste momento.

- ¿Qué mosca te ha picado?

- ¿A mí? Ninguna.

-Ya, claro, que nos chupamos el dedo. Tienes cara de acelga, tía. Desde que has vuelto de la barra.

- ¿No te habrá dicho nada ofensivo no?

-Espera aquí que le voy a decir cuatro cosas.

- ¡Parad, parad, parad! No me ha dicho nadie nada. Deberíamos buscar otro sitio, aquí hay demasiada gente.

Y entonces, escucho la voz de Mario, a través de un megáfono.

- ¡Bienvenidos y bienvenidas a la noche del roooodeoooo! -Todo el mundo silva y grita. -Ya sabéis. Quién más tiempo aguante sin caer, se llevará el premio gordo.

- ¿Y cuál es el premio gordo, Mario? -Pregunta otro hombre, con acento americano, que también se encuentra detrás de la barra, con otro megáfono.

Entonces Ana, interviene.

- ¿Una cita con el jefe?

- ¡Tenemos premio gordo, señores! ¡Quién más aguante en el toro, se lleva a éste idiota de regalo!

Se forma un escándalo "que pa' qué." Incluso mis amigas gritan y no sé el motivo, hasta que me giran la cara en dirección a la barra. Mario, está de pie, mientras Ana le quita la camisa y pasa la mano por su torso. A mí, se me acelera el pulso, cuando veo que tooooodas las mujeres del local, se tiran en avalancha agitando billetes que meten en la cintura de su vaquero o, directamente, se los lanzan.

- ¿Pero... ésto qué es?

- ¡Te adoro amiga! ¡Nos has traído a un bar de stripers!

-¡Pues como se enteren Manolín y Miguelón, vamos a flipar! -Grita Lourdes, para que la escuchemos.

- ¡Pues que se enteren, que yo quiero flipar esta noche! -La sonrisa de Pam, no tiene precio. - ¡Raquel, cierra la boca!

Ambas, se parten de risa a mi costa. ¿Que diablos es todo ésto?

-Déjala, que así supera al poli, con un cowboy ¡Yeeeeeeehaaaaaaa!

Ignoro a las bobitas de mis amigas, ya que el cowboy acaba de hacer contacto visual conmigo. Salta la barra y sonrisa en boca, se acerca hasta mí. Me sujeta de la cintura y me planta dos besos bien marcados en mi cara.

No debería suceder, pero si, soy carne de cañón y acabo de ponerme roja, como un tomate.

-Pues no, nada que envidiar al poli. -Lanzo una mirada asesina a Pam, que parece no tener nunca el filtro en la bocaza, mientras les presento.

-Dime que participarás en el torneo.

Mario no aparta la mirada de mi cara, cuando pregunta, no, cuando ruega que participe.

- ¿Yo? ¡Ni loca! No me subo a un bicho de esos por nada del mundo.

- ¡Venga Raquel! ¡Parece divertido! -Lourdes, que últimamente está desatada me pone morritos y la pelirroja, increpa aún más.

- ¡Y tanto! ¡Mira el premio gordo! -Levanta una ceja y hace señales exageradas en su dirección.

¡Siempre digo que voy a matarla, pero ésta vez, va en serio!

Por fin parece que a Lourdes se le enciende la bombilla en la cabeza.

- ¡Vamos a participar todas!

- ¡Eso, eso! ¡MARCHAAAAAA!

¡Ay no! ¿Cómo voy a montar en esa máquina? Todo el mundo mirando como hacemos el ridículo... ¡Ni de coña!

- ¿Cuánto hay que poner para participar? -Pregunta Pam con la mirada llena de ilusión.

-Es simbólico. Lo que queráis.

- ¿Y para llevarse el premio gordo? -Miramos a Lourdes con los ojos abiertos por su pregunta. ¡Será cabrona!

-Para eso, hay que ganar. -Su sonrisa es demasiado sexy hasta
para mí.

- ¿Y el premio de consolación? -Pregunta la otra, prendada de la belleza de éste cowboy madrileño.

-Toda la noche, bebida gratis.

- ¡Aceptamos!

Sin vergüenza alguna, ambas le meten un billete de cincuenta euros. ¡Cincuenta euros! Como lo escucháis, en la cintura del boxer. Se ríen y gritan ¡YIIIIIIIIIIIIНААААААААА!

- ¿Y tú? -Mario me lanza una mirada cargada de sensualidad. No estoy con los ánimos para esto, así que me alejo de él y cambio a mi faceta borde.

- ¿Y yo qué?

- ¿No quieres probar suerte?

-Pues mira, no, la verdad.

- ¿Tienes miedo? -¡Ufff! ¡Qué pesadito se está poniendo!

-No, pero es que, no me gustan los strepers de barra americana.

Mis amigas flipan conmigo. Me lanzan puñales con la mirada, pero las ingnoro.

- ¡Es un juego! -Vuelve a insistir.

-No me gusta el juego.

Y por si fueramos pocos... parió la abuela. Ana aparece justo al lado del cowboy, con una sonrisa ladeada.

- ¿No tienes ovarios suficientes? ¿O es qué no te apetece quedar en ridículo?

Mis amigas flipan. No entienden qué está pasando aquí, y antes de que se lié más, decido ser yo quien conteste a su idiotez suprema.

-Perdona, bonita, pero simplemente no me apetece subirme a esa cosa.

-Tampoco es que tengas alguna oportunidad. Llevo participando y ganando tres años seguidos... y siempre, siempre, me llevo el premio gordo.

Mis amigas están a punto de lanzársela encima.

Se acerca aún más a Mario, viendo el peligro que corren sus extensiones y le planta un beso en la cara, que dura lo que me parece una eternidad.

Mis amigas la fulminan con la mirada y yo... me aburro de escuchar y aguantar sus celos.

-Enhorabuena por tí y tus logros. -Digo cansada.

- ¿Lo ves Mario? Te lo dije... No vale la pena. -Le coge la mano y tira de él, aunque no se mueve y tampoco deja de mirarme. Esto se esta volviendo cada vez más tenso.

- ¿Cuánto vales? -Al principio, no entiende a qué me refiero, pero le estampo un billete en el pecho y clavo la mirada en la mujer que sonríe triunfante. Y no, no lo hago por él, sino por mí.

¿Raquel, qué coño haces? Me pregunto acojonada de miedo.

Me termino la cerveza y me acerco hasta la puñetera maquina.

- ¡Vamos Raquel, tú puedes!

- ¡Vamos chica dura!

Entre silvidos y vítores de mis amigas y algunos desconocidos, me subo al dichoso toro. Estoy cagada de miedo. Mario me ayuda a subir, aunque no se lo he pedido. Me agarro con todas mis fuerzas y todo el mundo a mi alrededor comienza la cuenta atrás.

Tres. ¡Voy a morir!

Dos. ¡Me voy a dar la leche del siglo!

Uno. ¡Hay, mamá! ¿Qué estoy haciendo y por qué?

El toro comienza a moverse, a una velocidad apta. Pero cuando más confiada estoy, se vuelve loco y se zarandea en todas direcciones, con movimientos bruscos. Estoy tumbada sobre el cuero y a punto de caer. ¿Cuánto he aguantado? Creo que ni 20 segundos.

No escucho nada más que mi respiración y mi corazón agitado. ¡Aguanta, aguanta...! pero nada. Salgo disparada contra el suelo. Caigo de boca y alguien grita <<16 segundos>>.

¡Vaya leche que me he dado!

Menos mal que el suelo es blando, pero aún así, duele. Mi ego, también.

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