Peli y palomitas.
Estoy en su casa. No me puedo creer que sea taaaan tonta como para estar en su casa.
Después de cerrarle la puerta en las narices, me doy cuenta que me estoy comportando como una cría, así que me armo de valor y decido subir para hablar con él. Cual no es mi sorpresa, que veo el ramo de rosas, tirado en el suelo. ¡Esto se nos está yendo de las manos! Necesito aclarar ciertos puntos o al final la vamos a liar muy gorda.
Decidida a explicarle que el sexo es bestial, pero que no me interesa seguir con ello y decidida a dejarle el camino libre (de forma metafórica), recibo un mensaje de Pablo.
Ex capullín:
No nos llames ésta tarde, vamos al cine. Cuando salgamos, te llamará Álex. Por cierto. La boda es en agosto. Estás invitada, por el niño. Quiere que vengas.
Quiero gritarle a la cara ¡HIJO DE PUTA! Pero es que... Dioooooos me dan ganas de matarlo. No encuentro las palabras que describan lo que siento ahora mismo, simplemente estoy cegada.
Cojo todo lo que está en el suelo y subo corriendo las escaleras. Sin pensarlo llamo a su puerta y olvidando el cabreo monumental que tengo hacia mi vecino, pienso en que un revolcón me sacará el mal trago que acabo de pasar.
Cuando me abre, siento mi coraza caer. Solo quiero llorar y llorar. Esto es demasiado, así que dejo que me abrace y aunque quiero salir de su agarre, al final me doy por vencida.
Me ofrezco a ayudarle en la cocina, en son de paz y tras dejar claro que no voy a sucumbir a sus encantos de yogurín maduro, nos sentamos a comer la "deliziosa" pizza.
Me caliento recordando sus palabras en italiano y haciendo de tripas corazón, me mantengo alejada de él y su cuerpo.
— ¿Te apetece ir al cine?
Le miro sorprendida. ¿Los dos juntos? Quizá sea mejor que estar aquí, en este espacio reducido y condensado de atracción sexual.
— ¿Qué te apetece ver? —Me mira sopesando la situación.
— ¿Terror?
Pues allá que vamos. Yo, subida a horcajadas en su moto, pegada a su cuerpo, volando entre el trafico, mientras él, disfruta acelerando y desacelerando a su antojo.
Nos comemos con la mirada. Lo nuestro es muy fuerte y no creo que mis defensas resistan por mucho más tiempo. Me da la mano, que acepto sin pensarlo y sin prestar atención a la película que elegimos, nos colocamos en la cola de las palomitas.
—Antes de nada, quiero explicarte que no hay nada entre ella y yo. Es una amiga. Tenía un discurso preparado, pero...
—Te he dicho que no me des explicaciones. No quiero saber nada de tu vida privada. Y ya te he pedido perdón por entrometerme dónde no me llaman.
—Es curioso...
— ¿El qué?
—Tú no quieres saber nada de mi vida, aunque no tengo nada que esconder y no me importa ser sincero, pero yo, estoy deseando conocerlo todo de la tuya. Vamos, es nuestro turno.
Me planta un ligero beso en la cabeza y tira de mí hasta el mostrador. Se coloca tras de mí y abrazándome con esos brazos llenos de tatuajes, me pregunta al oído, y bajo la mirada sorprendida, de la chica que nos atiende al vernos, qué quiero.
Podría decir que quiero salir de aquí, o que me suelte, que todos nos miran un poco flipando, pero no digo nada. También quiero preguntar a esos fisgones, si nunca han visto a un chico con pintas de tipo duro ser amoroso con su madre. Pero tampoco hago comentario.
Por fin, consigo respirar con la intimidad que nos ofrece la oscuridad de la sala de cine. Hay bastante gente, pero al menos nos encontramos en unos asientos privilegiados, alejados de las posibles miraditas. Bueno, está bien... Lo reconozco. Estoy demasiado obsesionada con éste tema, pero si supierais la pelea interna que tengo por dentro... Lo entenderíais.
Total que me encuentro en la penúltima fila del cine, a luz apagada y película rollazo, con el yogurín que me hace tilín al lado, ocupando mi reposabrazos con su brazo, por que apenas entra en el asiento estrecho y, encima, no deja de mirarme cada vez que se lleva una palomita a la boca y, para todos los colmos, creo que esa forma sugerente de comer una palomita tras otra, lo está haciendo aposta.
¡Ayudame virgencita!
Empieza por fin la película y no me puedo quitar de la cabeza su cercanía y la explicación de los mensajes. Que vale... Puede que sea una simple amiga, pero, a mí que no me venga con que no hay nada entre ellos, porque sé muy bien lo que leí.
¡Copón! Tengo que dejar de darle vueltas.
Meto la mano en el paquete de palomitas y mis dedos se encuentran con los suyos, pero enseguida me aparto y ni siquiera le miro. Lo que creí que sería una situación normal, entre dos amigos que van al cine, se está convirtiendo en un tormento.
—¿Te gusta la película?
—Sssh —Le mando callar.
—A mí me aburre. —Vuelvo a mandarle callar. — ¿Quién es ese y por qué huye de la poli?
Reconozco que la película es un tostón. Pero ¡Joder!
—Cristian, cierra el pico y mira la peli. Sé lo mismo que tú.
—Se me ocurre como darle más emoción a este pelmazo.
Enseguida me suben las pulsaciones a cien y siento mis mejillas arder.
—Cristian, la película. —Entonces me tira una palomita a la cabeza. Resoplo y le miro.
— ¿No quieres saber en lo que estoy pensando?
—No.
—Tiene que ver con...
—He dicho que no. No insistas.
Se mete otra palomita en la boca y se recoloca en el asiento.
—Vale.
Diez minutos más tarde, ya no soy capaz de seguir el hilo de la trama. Ahora quiero saber que tiene, o tenía en mente. Le miro y él también me mira.
—No me estoy enterando de nada.
Me sonríe y responde tan natural.
—El prota es un ladrón de poca monta que ha sido estafado por una organización criminal. El FBI le sigue la pista y le meten en chirona. Ahora su abogado, está explicando el motivo por el que ese robo no pudo hacerlo él sólo.
— ¿Y que ibas a decirme antes?
—Por favor, señorita Primero B, trato de ver la película. —Sonrío, porque éste chico no tiene vergüenza, así que decido tratar de ponerle interés a lo que pasa en la pantalla. —En verdad... Es una mierda muy grande. El director se explayó.
Lo dice en un susurro rozando mi oreja y erizándome la piel y en vez de separarse, me da un mordisquito, que me pone los pelos de punta. Pulsaciones: ciento veinte.
—Aquí no.
Su sonrisa llena sus ojos y sus ojos, me recorren de arriba a abajo. Alcanza mi rodilla con su mano y como si fuese la primera vez que me toca, se me dispara la tensión.
Lo que comienza siendo una caricia, se convierte en un apretón por el interior de mi muslo. Siento su fuerza y su calor. Sigue subiendo y sin dilación, separo disimuladamente las piernas, mientras me recoloco en el asiento.
Ambos parece que tenemos toda la atención en la película, pero no. La atención se encuentra más abajo, a la altura de mis muslos.
Sube la mano hasta rozar la tela del pantalón de la zona de mi sexo y aprovechando que nadie puede oírnos, suelto un suspiro.
Por el rabillo del ojo veo que me mira y sonríe, por lo que decide ir más allá y comienza a frotar su mano contra mi pubis con fuerza y ritmo, por encima de la tela del pantalón. Yo, pues ahí estoy, tratando de calmar mi respiración y el gemido que quiere salir de mi garganta.
Con disimulo, miro su entrepierna que está más que abultada y excitada. Me muerdo el labio y dejo que se escape un suspiro, al tiempo que su mano aumenta el ritmo y la intensidad.
¡Ya está! ¡Ya me he vuelto a perder! Y como dicen en mi pueblo... De perdidos, al río.
Estoy tratando de controlar los ruidos que quieren escaparse de mi garganta y a duras penas consigo controlar. ¡Solo nos faltaba que se entere toda la sala!
Cuando menos se lo espera, hago lo mismo. Alcanzo su entrepierna, pero enseguida me sujeta la mano y entrelaza sus dedos con los míos. Nos miramos y sonríe.
— ¿Nos vamos?
¡Uffff! ¡SÍ, POR DIOS!
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