No es lo que parece...

CRISTIAN

Yo:
La he cagado...

Diana:
Típico en tí.
¿Qué has hecho mal ahora?

Yo:
Seguí un consejo de alguien, que no debía...

Diana:
¿Y ese consejo es...?

Yo:
Dar celos a Primero B.

Diana:
La has cagado. ¿Entiendes que no tiene tu edad? ¿Que no es una cría?

Yo:
Una compañera me dijo que sería buena idea...

Diana:
No me digas más. ¿Has probado a dejar de ser gilipollas?

Yo:
Gracias.

Diana:
De nada.
A mi me gustan los mariachis.

Yo:
¿Qué?

Diana:
De nada, por segunda vez.

Yo:
No entiendo...
¿Qué tiene que ver que te gusten los mariachis en todo esto?

Diana:
¡Ay, Dios! ¿Hola? ¿Hay alguien en ese cabezón?

Yo:
Muy graciosa.

Diana:
Que la sorprendas.

Yo:
¿Con unos mariachis? ¿En serio?

Diana:
Los mariachis son lo de menos. Se supone que eres tú el imbécil enamorado... Haz alguna locura. Rollo película. IMAGINACIÓN. Úsala.

Yo:
¿Y dónde consigo yo unos mariachis?

Diana:
¿Te has enterado de algo? No tiene que ser eso. Simplemente, sorprendela.

Yo:
Podría funcionar... Gracias.

Diana:
¿Has pensado ya en mi oferta?

Yo:
¿Tu oferta?

Diana:
Te pedí ayuda... ¿Recuerdas?

Yo:
Se me ha ocurrido... Podría presentarte a alguien... Una cita a ciegas, ya sabes...

Diana:
¿Y que resulte ser un gilipollas? No, gracias.

Yo:
¿Y por qué accediste a conocerme?

Diana:
¿Yo? Se supone que iba a acompañar a mi amiga y ahí estabas tú. No te hagas ilusiones.

Yo:
Ok. Descartamos cita.

Diana:
Sí, mejor...

Yo:
Y ¿has probado a hablar con tu ex y su hermana? No sé... Creo que es lo más lógico.

Diana:
No quieren ni verme. Además, solo quiero olvidarme de ellos. Lo hice mal, lo sé, pero ya no puedo hacer nada por cambiar la situación.

Yo:
Podrías conocer a alguien, sal, diviértete. No sé...

Diana:
¿Crees que me apetece salir, tontear con algún idiota borracho, conocerle y acostarme con él, para olvidar que no volveré a tener lo que tuve?

Yo:
Y ¿qué hubiera cambiado conmigo?

Diana:
Eres cómodo. Conectamos... Tienes tendencia a cagarla y hay confianza. No eres ni un amigo cercano, ni un completo desconocido.

Yo:
¿Gracias?

Diana:
No se merecen.

Siento presión por la insistencia de Diana. Sé que yo no soy la solución y que en otras circunstancias no me habría importado seguirla el juego, pero no. No necesito más líos en este momento.

Respiro hondo esperando que su idea funcione. A situaciones desesperadas, medidas desesperadas y en éste caso lo es. Busco en internet "sorpresas para tu pareja" y no sé qué es peor, si la idea de <<mensajito de amor dentro de un globo>> o << diez cosas que me encantan de tí>>. Al final busco <<Mariachis a domicilio>> y tras pensar que soy gilipollas al escuchar el primer tono de llamada, decido que es algo que no se va a esperar.

Quedo con ellos a las siete, les doy la dirección, su nombre y elijo una selección de canciones que desconozco. Ahora sólo me queda esperar.

Soy imbécil.

Respondo a la llamada de Leticia, una compañera del trabajo con la que me llevo bastante bien.

—¿Qué pasa Leti? Pensé que vendrías al partido al menos como espectadora.

—Hola Cris. —Es la única que no me llama por el estúpido apodo de dieciséis, con el que algún gracioso me ha bautizado. Ella es la única que no se cree ese rumor.

— ¿Qué pasa?

—Me sabe fatal pedírtelo, pero... ¿Tendrías algún problema en dejar que me quede en tu casa unos días?

—¿Ha pasado algo?

—Viky, otra vez. Ya estoy harta; ésta vez se acabó. Necesito irme de aquí.

—No hay problema. Mi casa es tu casa.

— ¿De verdad no es molestia?

—Ninguna molestia.

—Gracias. Eres un buen amigo. Por cierto ¿Quién jugó en mi lugar? Dime por favor que no habéis ganado.

—Tu equipo ha mordido el polvo. Me debes la cena que nos apostamos.

—No es justo, yo no estaba allí. ¿Quién fue la paquete a quien metísteis los goles? Con lo malos que sois, ¡por Dios!

—Mi vecina. —Puedo imaginar su cara de desconcierto.

—Necesito que me lo cuentes todo.

—Esta noche, cenando. Ahora estoy a punto de hacer una puta locura.

                               ***

Pues aquí estoy, enfrente de su puerta, sin saber que hacer. Los mariachis siguen tocando bajo su ventana y ni siquiera sé si está en casa. Llamo al timbre esperando tener suerte. Lo mío es cagarla de todas las formas posibles, así que me sorprendo cuando me abre su amiga y no ella.

— ¡Raqueeel! Tienes visiiiiitaaaaaa... —Dice divertida. Cuando la veo girarse, su cara es un poema.

— ¿Estás loco?

—Bueno, yo mejor me marcho.

Pamela, creo que ese era el nombre de la pelirroja, se ríe y sé que está deseando quedarse a ver que pasa. La verdad es que no me importa. Sólo tengo ojos para Raquel.

— ¡No! Quien se marcha es él. —Me señala y frunce el ceño. Está muy enfadada y tiene motivos, así que obviando que me va a dar, seguramente, una hostia, me acerco.— ¿Qué te crees que estás haciendo?

—Acercarme con cuidado, por lo que puedas hacerme.

—Puedo darte una leche.

—Puedo esquivarla.

—Puedo llamar a la policía.

— ¿Y cuál sería el motivo?

—Que un loco está en mi casa. ¿Te parece poco?

Pam nos observa como si de un partido de ping-pong se tratase y su carcajada, nos hace girarnos en su dirección.

—Un loco que te ha traído Mariachis a la ventana.

—Podrías ayudarme un poco... —Le digo divertido.

—Eso hago. A ver... Raquel, ¿no te das cuenta que éste chaval está tratando de ganarse tu perdón a toda costa? Hija, que míralo. Mira que pedazo maromo.

— ¿De qué lado estás? Eres una traidora. —Primero B se cruza de brazos y la mira exasperada. Me encanta cuando tiene esa cara. Aguanto la risa, mientras los Mariachis siguen tocando para la mujer que me tiene atontado.

—Traidora no, bonita. Mira que si hablamos de traiciones, tú te llevas el premio gordo. Sino, no le habrías dicho nada a Miguelón. —La pelirroja se gira hacia mí, me sujeta del brazo y tira de él hacia abajo. —Y tú. No puedes presentarte aquí sin un plan. Hinca rodilla que te voy a enseñar lo que tienes que hacer la próxima vez.

Hago lo que me pide, pensando que ésta mujer está como una cabra, pero la curiosidad me mata, así que hago lo que me pide.

—¿Y ahora qué? —Pregunto divertido por la situación y los resoplidos de Primero B. Me sujeta la mano y se queda frente a mí.

—La miras a los ojos y con toda la sinceridad del mundo le dices: Raquel, eres la única mujer que me vuelve loco, te necesito en mi vida...

— ¡Esto es el colmo! ¡Estáis muy mal de la cabeza! ¡Los dos!

Lo cierto es que sí, un poco locos estamos, pero no puedo evitarlo tratándose de ella.

—Raquel, por favor, estoy aprendiendo. Continúa, Pamela. —Respondo a modo reproche, para luego poner toda mi atención en su amiga y su escena de teatro improvisado.

—Pues eso; eres la mujer de mi vida, soy un idiota por todas las meteduras de pata pasadas, presentes y futuras, pero quiero quitarte la ropa y follarte hasta que...

Pamela se calla y se pone colorada.
Cuando escucho aquella voz, me pongo de pié como si tuviera un resorte.

— ¿Qué cojones está pasando aquí? ¿Esto es lo que tenías que decirme?

Miguel, se planta ante mí de dos zancadas y yo levanto las manos en son de paz.

—Tío, en serio, esto no es lo que parece.

— ¿Y entonces qué es? Porque mi mujer acaba de pedirte follar mientras híncas rodilla.

—Te juro que puedo explicarlo...

Las chicas comienzan a reírse de forma escandalosa, miro a Miguel con la cara roja y explota en otra sonora carcajada.

— ¡Joder, tronco! ¡Tenías que haberte visto la cara que se te ha quedado! Venga tío, era una broma.

Por fin consigo respirar. Menudo cabrón está hecho y ellas... Ellas no se quedan atrás.

Miguel me da un par de palmadas en la espalda. Luego, se acerca a Pamela y abrazándola, la besa con ternura.

— ¿Qué pasa? Me has asustado y he salido echando hostias del trabajo.

—Siéntate primero.

Miro la escena con curiosidad, cuando Raquel, pone su mano sobre mi brazo y tira de mí.

—Vamos. Aquí sobramos.

— ¿Qué pasa?

—Que necesitan intimidad.

Salgo con ella, sintiendo ese contacto de su mano sobre mi piel y juro, que me estremezco. Su cercanía hace estragos en mi cuerpo y mente.

Por fin a solas, la miro y ella me mira a mí.

— ¿Amigos?

Extiendo la mano en su dirección y se queda unos segundos sopesándolo, hasta que al fin reacciona. Aprieta mi mano y dibuja una medio sonrisa, que me hace desearla aún más.

—Amigos.

Acorralo su cuerpo con el mío y la pared, tratando de concentrarme en mantener la mente despejada, pero su olor... ¡Joder! Me está volviendo loco.

—Sí... Amigos...

—Cristian...

La puerta se abre justo en el momento que va a decir algo y los gritos de Miguel, nos hacen volver a la realidad.

— ¡Voy a ser padre! ¡Voy a tener un hijo! ¡¿Lo escucháis?! ¡Voy a ser padre!

Entramos en casa y Pamela está volando por los aires, entre los brazos Miguel, mientras los dos gritan de alegría y, tras las felicitaciones, decidimos salir a cenar para celebrarlo.

Mando un mensaje a Leti para que pase a por las llaves de casa y se instale, mientras me doy una ducha, ansioso por pasar un rato más con Raquel.

Raquel... No sé muy bien como voy a aguantar comportándome como un simple amigo, pero si quiero hacer las cosas bien, no me importa esperar lo que haga falta.

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