Cena con espectáculo

Hemos quedado a las nueve y media en el portal. He quedado con Tercero A y vamos como amigos. ¡Joder! ¡Qué idiota soy! Cuando me ha arrinconado contra la pared del portal, ¡DIOOOOOOS! Estaba taquicárdica perdida.

Y los mariachis... Joder... Creo que nadie se había tomado tantos esfuerzos en mí, como lo ha hecho él. Pero ¡joder! No puedo obviar la diferencia de edad ni aunque lo intente. ¿Qué voy a decirle a mi hijo? ¿Qué he adoptado a un amiguito para jugar? ¡Esto es una mierda!

¡Que no! Que estoy tomando la decisión correcta. Se acabaron las tonterías. Lo que tengo que hacer es seguir así, manteniendo las distancias, que ya se cansará de buscarme.

Entonces me doy cuenta... Él se cansará, pero ¿Y yo?
Cierro el grifo de la ducha y salgo del baño enrollada en la toalla. Me miro al espejo y busco en mi cara las puñeteras arrugas que sé que no van a tardar en salir.

—¿Por qué no puedo tener quince años menos? ¿Por qué tiene que ser mi vecino? ¡Copón, Raquel! Que débil eres cuando piensas en Tercero.

Me unto en crema hidratante, por que soy de piel seca, sin poder evitar mirarme en el espejo. Observo las tetas, que ¡Se me están cayendo! ¿¡CÓMO!? ¡Pero si no tengo tantas! Levanto los brazos y se colocan en su sitio, pero cuando los bajo... ¡Qué bien! Vuelven a caerse. Además, las noto separadas una de la otra, más de lo normal. Las junto con las manos y las levanto.

—¿Podríais quedaros ahí?

Y en cuanto las suelto, caen y se vuelven a separar. ¡Pues mira, oye! ¡Qué ilusión! Debería hacer más ejercicio... Pero ¡Qué vaga soy para eso! Total, ya no tengo veinte años... Que estén donde las dé la real gana.

Miro mi tripa y más de lo mismo, recuerdo que antes era plana. Pablo me decía que tenía cuerpo de adolescente cañón y desde que fui madre... Pues eso. Mi hijo me ha hecho mujer, porque estas curvas, son nuevas. Prometo al espejo salir más a menudo a correr y comer menos grasas y carbohidratos.

Ha llegado el turno del culo... En fin... Nadie es perfecto. Y no, no pienso decir nada de él, pero le tengo que parece una broma de mal gusto. No puedo evitar hacer lo mismo que con las tetas, lo agarro y lo levanto y al soltar, cae. La fuerza de la gravedad se podría ir un poco a pastar niebla, la verdad.

Cuando escucho el timbre de casa me quedo blanca ¿Pero, qué hora es? Me envuelvo en la toalla y voy a ver quién es. Tercero A, aparece en mi campo de visión. Pelo engominado hacia atrás, recién afeitado, camisa negra de manga corta que se ciñe a sus músculos como un pecado, vaqueros negros...¡Ufff, mamá! ¿Estoy segura que voy a poder mantener mi promesa?

Abro la puerta, sin pensar que estoy en pelotas, cubierta sólo por la toalla y que acabo de descubrir que mi cuerpo ha subido de nivel, como un Pokémon y no para mejor.

-Hola...

-Dame quince minutos.

Me mira de arriba a abajo y se muerde el labio. ¿Hace más calor? Creo que sí.

-Te doy lo que quieras.

Me río y salgo corriendo, porque no es plan que me vea de esta guisa. Y que conste que he sido fuerte y no he dejado caer la toalla con un <<¡Ups! Se calló, hazme lo que quieras, maromo.>>

Soy tonta... Tontísima y en vez de ponerme algo cómodo, opto por un vestido blanco, ibicenco y con escote en pico y unas sandalias atadas al tobillo. Dejo el pelo suelto y no me entretengo demasiado en maquillarme.

Me detengo unos segundos a mirarle, bueno... A darle un buen repaso, ahora que está atento en hacer zaping en la tele. ¡Le queda tan bien mi sofá...! Ains...

-Estoy lista.

Me mira, le miro y sigo mirándole, pensando que no soy tan fuerte para mantener las manos alejadas de él, así que, resignándome, me acerco a la puerta para salir a cenar con mis amigos y el protagonista de mis sueños más tórridos.

El camino al restaurante se hace raro. Decidimos dar un paseo y lo que en un principio me parece un "dejá bu", esta vez, el silencio se hace tenso. No trata de tocarme. No me busca como solía hacer. Es un niño bueno que va a mantenerse en la friendzone, aunque muero por tener cualquier tipo de contacto con él, o simplemente, ya se ha cansado de hacer el tonto y realmente sólo le interesa tener una amistad.

Le miro y me pego mentalmente.

-Te sale humo de la cabeza. ¿En qué piensas?

-En nada. ¿Qué tal el trabajo?

-Bien, como siempre. Creo que puedes hacerlo mejor.

-¿Qué?

-Piensas en nosotros. Yo también lo hago y no es malo.

Pienso en si quiero saber lo que piensa. ¡Me muero por saber que hay en esa cabeza suya!

-¿A, sí? Sorpréndeme. ¿Qué piensas?

-En que te has puesto ese vestido para provocarme y lo estas consiguiendo y que si no te respetase, te llevaría a ese hotel o a ese callejón y te arrancaría la ropa.

Me acabo de quedar con la boca abierta, mientras doy saltos mentales, de alegría. ¡Soy tonta, tonta, tonta!

-Continúa.

Me sonríe descarado y se muerde el labio.

-¿Te gustaría saber lo que te haría?

Joder, Raquel, respira.

Se para frente a mí y el corazón se salta un latido en mi pecho. Está cerca, demasiado cerca, como para tener la seguridad necesaria, para controlarme y más, después de lo que acaba de decirme. Es increíble mi fuerza de voluntad en este momento. Estoy a punto de hiperventilar y a mi mente viene la noche en la que jugamos y sus palabras. <<Yo nunca me he excitado sin necesidad de que me toquen...>> ¡Copón! Estoy ardiendo por dentro.

Siento su aliento enredarse con el mío. Me tiemblan hasta las pestañas y ansiosa por sentir su roce que nunca llega, me desespero.

-Estás muy guapa esta noche, Raquel.

Sonríe y se aleja, dejándome con cara de boba. ¡Si es que es lo que soy! Más cabreada que una mona por ese juego que acaba de hacer.

Como si no me afectase en absoluto, respiro y continúo andando sin decir palabra. ¿Desde cuándo me he vuelto una amargada? Yo antes molaba. Vale... Necesito centrarme. No pasa nada. Es un vecino. Sólo eso. Dibujo una sonrisa en mi cara, le miro y le animo a acelerar el paso. Cuanto antes lleguemos, mejor.

***

Cristian se ha pasado un rato desde que llegamos, pendiente del móvil. Como no soy una cotilla, le ignoro y me uno a la conversación de mis amigos.

-Perdonad. ¿Os importaría cambiarnos de mesa? Vamos a ser uno más si no os molesta.

Le miramos y mi estómago se revuelve. Miedo me da.

-Claro, sin problema.

Pam me mira y abre los ojos, sé lo que me trata de preguntar. Niego con la cabeza y nos cambiamos de mesa a una más grande.

-Lo siento. Una amiga ha tenido un problema y va a quedarse en mi casa. Espero que no os importe que cene con nosotros.

Se me abre la boca, creo que estoy tocando la mesa con la barbilla. Pam, abre los ojos y creo que se le van a salir de las cuencas. Me dan ganas de mandarle a freír espárragos. Ahora lo entiendo todo.

Unos minutos más tarde, que se me hacen interminables, una chica aparece con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Hola a todos! Perdonad por el retraso. ¿Llego a tiempo? Me muero de hambre. ¡Uy! Perdón. Soy Leti.

Nos presentamos en un ambiente que se corta con un cuchillo. Leti reparte besos y contra todo pronóstico, no besa a Cristian en la boca, aunque se miran con complicidad y yo quiero desaparecer.

-Si me disculpáis...

Me dirijo al cuarto de baño, con el estómago revuelto y ganas de matarlo. ¿De qué va este niñato? Pues a mí ni me afecta. Que haga lo que le salga de los huevos.

¡Maldito idiota, chulo!

Pam aparece tras de mí, supongo que al ver que no salgo, y es que... No tengo los ovarios suficientes para enfrentarme a la situación.

-Tía, ¿estás bien?

-¡Perfecta!

-¿Qué acaba de pasar?

-Pues está claro. Cristian tiene una cita.

-¿Después de lo que ha hecho esta tarde? No me lo puedo creer.

-Pues ahí tienes la evidencia. A ver, que lo entiendo. Tiene dieciocho años, está buenorro y en su derecho de hacer lo que le salga de las narices.

-¿Pero delante tuya? Ha venido contigo. A una cena. ¿Qué piensa?

Pues si te digo que hace un rato me decía que quería arrancarme la ropa en un callejón... ¡Será cabrón! Éste no se aburre.

-¿Por qué te crees que le llaman cuarenta y tres?

Pam abre la boca.

-¿En serio?

-Sus compañeros le llaman así por las tías con las que ha estado.

-Pero...

-En seis meses. Creo que yo también formo parte de ese ranking. Soy imbécil.

-No. El IMBÉCIL es él. Voy a mandarles a tomar por culo. ¡Ahora mismo!

-Pam, no. Somos amigos. Yo me lo he buscado, le dije que no quería nada con él. Es un capullo por lo que acaba de hacer, pero no puedo reprocharle nada.

-¡Y una mierda, Raquel! Te ha traído Mariachis. ¡Mariachis!

Pongo los ojos en blanco. ¿Cómo le explico que es un niño y esa era su forma de disculparse por lo de esta mañana? Algo exagerado, lo sé, pero supongo que él es así.

-Bueno, como si me trae a la gallina Caponata. Vamos a salir ahí y a actuar normales. Es tu celebración por el embarazo.

-No prometo nada.

-Pues calma esas hormonas.

Según me acerco a la mesa, apoyada por mi amiga, no puedo dejar de observar a la chica. Es joven, tiene el culo y las tetas en su sitio y todos le ríen alguna gracia. Esto es como una pesadilla. Si me quedo es por Pam. Se merece tener una celebración tranquila. Lástima que Lourdes no pueda estar aquí.

Nos sentamos y trato de ignorar a la parejita. Me niego a fastidiarme.
Pero mi buena suerte no dura mucho ya que Leti, trata de hablar conmigo. Parece tan simpática que es imposible estar enfadada, además ella no ha hecho nada malo.

-¿Tú eres la famosa Raquel?

-No sé si soy famosa o no... Pero sí...

-Créeme que lo eres.

Miro a Cristian sin comprender porqué le habla de mí a su rollete de ésta noche. Me regala una sonrisa preciosa y me derrito, aunque siga enfadada con él.

-Entonces eres la que ha hecho perder a mi equipo esta mañana.

-Ni siquiera sé jugar. La idea fue de él.

-Lo entiendo, cuando se le mete algo entre ceja y ceja llega a ser... Intenso.

Me revuelvo en la silla por el significado de sus palabras. No puedo evitar imaginar a que se refiere con la palabra "intenso".

-Bueno, por fin te pongo cara.

-Es que yo nunca he oído hablar de tí.

Rabio. Juro que rabio. Tengo un incendio en mi interior.
Leti pone una mano en su pecho, da un manotazo en el brazo a Cristian y frunce el ceño.

-¿Será verdad que no le has hablado de mí? ¿Cómo has podido?

Cristian está relajado. Es para matarle. Me consumo y bebo de mi copa.

-No había mucho que contar.

-Cris, cielo, voy a quedarme unos días en tu casa y tienes a la pobre imaginando mil maneras de asesinarme. Este chico es idiota, no se lo tengas en cuenta.

Dice al final mirándome divertida.

Por fin, Cristian, decide lanzar luz a esta situación.

-Leti es mi compañera. Acaba de dejarlo con su chica y ha decidido ocupar mi casa.

Creo que acabo de atragantarme. ¿Ha dicho que es solo una amiga? ¿Por qué me ha hecho pensar otra cosa?

-Perdona. Estaba disfrutando viendo como querías asesinarme.

-Eres un infantil y un idiota.

Me pongo de pié y salgo del restaurante con un cabreo monumental. ¿Qué se ha creído este niñato?

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