Cagada monumental o, la ley de Murphy.

CRISTIAN

Llevo dos semanas tratando de hablar con Primero B, pero no hay manera. Sé que la mayoría de las veces está en casa y no quiere abrir la puerta. A veces, sé que mira a través de la mirilla y se queda ahí, hasta que me marcho.

También he probado a tener un "encuentro casual". A fin de cuentas, somos vecinos, no es raro cruzarse en el rellano, pero cada vez, me ha saludado amablemente y ha puesto la excusa de tener prisa. ¡Sin apenas mirarme a la cara!

En verdad no sé porqué insisto. Quiero decir, me dejó claro que pasaríamos una noche y así fue.

Una noche que me sabe a poco y que no dejo de rememorar en mi cabeza.

- ¿Qué pasa tío?

-Nada.

-Joder, últimamente tenerte de compañero es como patrullar solo. Me gusta el silencio, pero lo tuyo comienza a ser incómodo.

- ¿Te incomodo Carlitos?

Le hago una caricia en la nuca. No estoy de humor, pero fastidiarlo, me parece una idea cojonuda.

Se aparta bruscamente, resoplando y apartándose bruscamente de mi alcance.

- ¡No me toques los cojones!

-Me apetece salir esta noche, cuando acabemos el turno. ¿Te apuntas?

-He quedado con Marta, puedo avisar que se traiga una amiga. -Sonríe y levanta las cejas.

-Yo pensaba algo más tranquilo.

-No me jodas, que sigues pensando en tu vecina. ¿No te mandó a la mierda? -No contesto. Me pongo nervioso cuando pienso en ella y más, cuando sé que me ignora sin darme la oportunidad de hablar. -Me tomaré el silencio, como afirmativo. De todas formas, era mucha mujer para tí.

- ¿Qué quieres decir?

Le miro y aprieto los puños. Si va a saltar con la diferencia de edad, vamos a tener un problema.

-Joder, las mujeres son complicadas, las divorciadas, juegan en otra liga.

- ¿Y qué?

- ¿Cómo que "y qué"? Es una ecuación simple. Una divorciada, ya sabe lo que es estar casada con, seguramente, un patán. ¿Crees qué va a querer atarse a otro? No, ahora toca disfrutar. Hoy con uno... mañana con otro... Mi hermana, se volvió adicta a las citas express.

- ¿Y nadie te ha dicho que eres un machista de tres pares de pelotas?

- ¿Machista yo?

-Tu teoría no se sostiene por ningún medio y, tus consejos, son bastante rancios, la verdad.

-Tú verás. Yo sólo digo, que pases página, ella ya lo ha hecho.

-Eso ya lo veremos.

En mi mente comienza a tomar forma un plan. Puede que no sea muy ortodoxo, y que cualquier idea, sacada de Carlos, es una mala idea, pero si no quiere escucharme por las buenas, tendrá que ser por las malas.

-Me apetece conocer a la amiga de Marta.

-Bien, colega, ese es el carácter.

...

Me preparo para salir con Carlos y mi cita a ciegas. No es que me entusiasme la idea, pero en algo tiene razón. Primero B es mucha mujer para mí.

¡No! Es perfecta para mí. Pero aún no lo sabe.

Amalia insinuó que mi fijación por una mujer mucho mayor que yo, suele deberse a algún problema con mi madre. No tengo ningún interés en buscar una sustituta a mi madre, simplemente, tiene algo que me vuelve loco y, no, no tiene que ver con ningún trauma infantil.

Hay una parte del plan que no he pensado y es... ¿Cómo narices voy a darle celos si ni siquiera me habla? ¿Llamo a su puerta y le presento a mi cita de esta noche? Joder! ¡Seré IMBÉCIL!

Pues aquí estoy, tomándome una cerveza en plena discoteca junto a Carlos, mientras esperamos a las chicas que llegan una hora tarde. Me río.

- ¿Estás seguro que no te han dado plantón? Seguro que se ha arrepentido.

-Pues no. ¡Ahí las tienes! -Las dos chicas se acercan con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Son esas dos?

Carlos sonríe, coge su cubata y se acerca para presentarnos.

Le planta un beso, de tornillo, a la morena, haciéndome saber que ésta noche, no va a tener tiempo para mí.

-Y ella es...

-Diana, encantada.

Me da dos besos que duran más de lo políticamente correcto y cuando se separa, sonríe.

-Me han dicho que te llaman dieciséis, veremos si al final de la noche te cambio el apodo a diecisiete. -Guiña un ojo y pasa su mano por mi
brazo. -Un Martini.

- ¿Cómo...?

-Qué beberé un Martini.

Estoy algo descompuesto. Me esperaba a la típica amiga de "premio de consolación", pero Diana es... Un volcán. Voy a por las bebidas de todos y me pido algo más fuerte. Voy a necesitarlo.

La noche va pasando entre risas, conversaciones intrascendentes y toqueteos por aquí y por allá.

- ¿Bailas?

-No, gracias.

- ¡Venga ya! ¡No seas soso!

-No me gusta bailar.

-Tú no tendrás que hacer nada. -Sonríe, se lame los labios y pegándose a mi cuerpo, comienza a mover las caderas al ritmo de la música. -¿Lo ves? Sólo tienes que tocarme, que yo hago el resto.

Va a por todas y lo está consiguiendo. ¡Joder! ¿A quien no le amarga un dulce?

Hago lo que me dice. Pongo una mano en su cadera y con la otra sujeto la copa de Jack Daniels.

Le atraigo hacia mí sin poder evitar pensar en Primero A. Doy otro trago e intercepto su mirada con la mía.

-Haces que parezca fácil.

-Es fácil.

Le doy la razón. Con ella parece sencillo. No le avergüenza que la vean conmigo y parece querer lo mismo que yo. Sexo. Sus motivos, los desconozco, los míos son claros. Sacarme de la cabeza a mi vecina.

Carlos hace horas que ha desaparecido, justo antes de decirme <<te dejo en buenas manos, cabroncete>>. Así que es el momento de la verdad. Tengo dos opciones. Una, despedirme de la rubia, ir a casa, darme una ducha fría y arrastrarme a la cama sintiéndome gilipollas por desear a una mujer imposible y cabezota, o invitar a Diana a otra copa y llevarla a un lugar más tranquilo, para que me quite las penas.

Opto por lo segundo. Se acerca a mi oído con una sonrisa traviesa en los labios.

-Oye, se me ocurre... ¿Vamos a tu casa? -Se me ha adelantado. Pasamos de la bebida y salimos del ruido, al silencio de la calle. -Mira, voy a ser sincera, no busco nada serio. En verdad, no me va atarme a nada ni nadie. Un rollo de una noche y si nos gustamos, no me importa repetir. ¿Te parece bien? Es que estoy harta de que los tíos se pongan en plan pesado, con mensajitos y dramas.

La miro de arriba a abajo. Me gusta ésta chica, al menos su forma de pensar.

-Estoy de acuerdo. Tú me utilizas para el sexo у уо para quitarme de la cabeza a mi vecina. Ganamos todos.

-Ummm ¿Tu vecina? Cuenta, cuenta...

-Bueno... es una historia larga...

-Y tenemos tiempo. Además, me ponen cachonda las historias de sexo y desamor. Ya sabes, por eso del regocijo que da saber que los demás también sufren y que el mundo es una mierda para todos.

Me guiña un ojo y subimos a un taxi. Por un segundo, creo que va a llorar, al menos sus ojos están casi acuosos, pero no.

- ¿Estás bien?

-Estupenda. ¿Y esa historia que ibas a contarme?

-Follamos y decidió que se terminó.

-Joder... detalles. Porque me parece que follar no es la palabra que ibas a utilizar.

Se sienta a horcajadas en mis piernas. El taxista, nos mira a través del espejo retrovisor, pero no dice nada, aunque no parece estar emocionado por lo que está sucediendo en la parte trasera de su vehículo.

-Para ella, digamos que fue solo sexo. Al menos es lo que me ha demostrado.

- ¿Qué te hacía para ponerte cachondo? ¿Quizá esto? -Muerde y lame el lóbulo de mi oreja, mientras mete su mano por debajo de mi camiseta para acariciarme. - ¿O quizás esto?

Sonríe caliente y me lame el cuello, mientras mueve sus caderas para friccionarse contra mi entrepierna. Le agarro del culo y aprieto su cuerpo contra el mío, mientras un jadeo sale de su garganta directo a mi oído.

-Joder. -Jadeo excitado, a punto de reventar los pantalones.

-Debe de gustarte mucho pensar en ella... Y yo me muero por follarte. Imagina que la tienes delante, que te toca y te pide más... Dame más, Cristian. -Estoy a nada de apartar a ésta tía enferma, pero por como me mira, quiero dejarme llevar por su fantasía, más bien, por mi fantasía y si no me controlo, vamos a acabar haciéndolo en la parte trasera del taxi, con el conductor como testigo. -Piensa en su boca y lo que te gustaría que te hiciese con ella.

Mete la mano dentro de mi pantalón y me acaricia a través de la tela del boxer.

Respiro fuerte y cierro los ojos.

Imagino que es Raquel quien mueve sus caderas en círculos perfectos, por encima de nuestra ropa y sin aguantar mucho más, la sujeto del cuello y comienzo a moverme, siguiendo su ritmo. La beso con furia. Sé de sobra que no es ella, pero ¡Qué cojones! Estoy en un punto de no retorno.

Entre beso y beso, digo el nombre de la mujer que me ignora. Diana se separa, me mira y sonríe, para lanzarse de lleno a saquear mis labios.

Una vez que llegamos, pago al taxista que nos mira con mala leche y la meto en el portal. Este lugar me trae demasiados recuerdos. Casi todos nuestros encuentros, han tenido su comienzo entre estas paredes y ahora, es otra mujer, a la cual parece no importar que le cambie el nombre.

-¿Te importa que te cambie el nombre yo también?

Durante una milésima de segundo, veo dolor en su expresión. Niego con la cabeza y me besa, empujándome contra la puerta del ascensor.

-Samuel...

Suspira, profundizando con el beso. Resulta irónico que ambos, nos encontremos en una situación que no podemos controlar, usando la imaginación con otras personas que nos dan placer.

Puede parecer enfermizo y, lo es. Pero menos es nada y yo necesito tenerla una vez más, si no en cuerpo, al menos en mi pensamiento.

-Raquel...

- ¡JODER! -Escucho que alguien grita. Abro los ojos y la encuentro con la boca abierta y los ojos como platos. Me separo de la falsa Raquel y trato de explicarme, pero ¿qué voy a decirle? ¿Que no es lo que parece? ¡Claro que es lo que parece! ¡Me estoy enrollando con otra en nuestro portal! Si quería restregar por su cara lo que se pierde, acabo de conseguirlo.

Me duele el pecho al ver su expresión, pero fue ella quién se marchó a hurtadillas, fue ella quién no ha querido escucharme, o verme, o dejar que me explique y soy yo, el gilipollas que ha perdido cualquier oportunidad, si es que había alguna, de que vuelva a mirarme a la cara.

-Raquel...

Está preciosa con la ropa de deporte. Siempre está preciosa, se ponga lo que se ponga.

Sube corriendo las escaleras sin mirarme y cuando voy a alcanzarla, una mano me detiene.

-Creo que no es buena idea.

-Suéltame. Tengo que hablar con ella.

- ¿Y qué vas a decirle? ¿Qué no es lo que parece? ¿Que es mentira que me estuvieras metiendo la lengua hasta el hígado? ¡Por favor! No creo que sea tan tonta de creer cualquier excusa barata.

- ¿Qué sabrás tú?

- ¿De mujeres...? Bastante más que tú, por lo que veo. -Pone los ojos en blanco. -¡Dios! ¡Tengo un imán para los raritos! Mira. Lo primero, es pasar a la friendzone. En tu caso, claro. Porque la cara que ha puesto ha sido de película de terror. Lo tienes jodido, amigo.

-Ayúdame.

Debo estar desesperado, como para pedir ayuda a una desconocida, qué, además, estaba a punto de tirarme. Pero ha sido ver a Raquel y... todo se ha desmoronado. Todo, ha dejado de tener sentido.

- ¿Eso quiere decir que me quedo sin polvo? -Vuelve a poner los ojos en blanco, suspira y acepta. Debo dar una impresión de mierda, para que acepte. -Invitame a un café, anda... Ésta es, sin lugar a dudas, la cita más rara de mi vida.

-La mía también. Créeme, la mía también.

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