Capítulo 1

El mar lo llamaba, lo atraía como lo haría un amante anhelado. La brisa del océano le susurraba al oído y el hipnótico sonido de las olas al romperse en la orilla le hacía dormitar, allí sentado en la blanca y prístina arena.

"Legolas, Legolas" –lo llamaban.

No se movió. No podía. Estaba demasiado centrado en el juguetón reflejo del sol de la tarde sobre el agua, haciendo que el mar azul se convirtiera en un campo de zafiros brillantes. Tan bonitos, tan atrayentes, y tan decepcionantes.

Tenía la sensación de estar soñando, pero no lo estaba. Sentía la arena entre los dedos. El sol le calentaba la piel. Podía oír las alegres risas de los niños que jugaban a su alrededor. Su cuerpo seguía allí, en la maravillosa playa de Dol Amroth, el estado de la familia del Príncipe Imrahil. Y aun así, su mente estaba en otra parte, lejos en Valinor.

"¿En qué piensas, Legolas?"

El príncipe de Eryn Lasgalen se sobresaltó con la voz repentina, saliendo de su ensimismamiento. Alzó la mirada y parpadeó, aturdido, a la bella dama que lo observaba desde arriba. No se había percatado de que llevaba rato observándolo.

"¿Disculpa? ¿Qué me decías?" –preguntó Legolas, sonrojándose ligeramente.

Con un suspiro y una sacudida de su cabeza, Lady Arwen se sentó al lado del joven señor elfo.

"Parecías tan pensativo hace un momento, tan distraído... ¿En qué pensabas?" –volvió a preguntar.

"Uh... -Legolas se encogió de hombros, intentando quitarle hierro al asunto-. En nada."

"Hmm. Debe de ser un gran 'nada' por lo que me dicen las arrugas de tu frente" –lo molestó Arwen con una sonrisa mientras gentilmente le acariciaba la frente para que dejara de fruncir el ceño.

Legolas se rio y le sujetó la mano. Tras besarle el dorso, respondió:

"No necesitas preocuparte por mí, Arwen. Estoy bien."

"Vale. Si tú lo dices" –dijo finalmente la reina de Gondor mientras se apoyaba contra el costado de Legolas. Él le rodeó los hombros con un brazo y la acercó más hacia sí.

Los dos amigos de la infancia permanecieron allí sentados un rato, sin prestarles atención a los niños que jugaban en ese tramo de la playa. Varias niñas construían un castillo de arena cerca de ellos, charlando animadamente entre ellas. Mientras tanto, un grupo de niños chapoteaba en el agua, nadando y gastándose bromas.

Esto hizo que Legolas sonriera ante felices memorias de cuando él tenía esa edad, pues también solía tontear así con su hermano mayor, Keldarion. Muchas veces se habían lanzado al arroyo trasero del palacio de Mirkwood tras trepar a las ramas de los árboles en verano. Luego solían chapotear y molestarse en el agua como un par de borrachos, riéndose de ellos mismos.

Hubo una vez en la que ambos hijos de Thranduil habían sido gravemente heridos tras intentar un salto en plancha. No se habían dado cuenta de que la rama de un árbol se había roto y caído a la corriente durante la noche. Apuntando hacia arriba, sus ramas afiladas permanecían ocultas en el agua como una trampa, y el desastre ocurrió.

Legolas se había clavado una en el abdomen y Keldarion en el pulmón. Pero ninguno de ellos aprendió la lección y una semana después del incidente habían vuelto al arroyo, para exasperación de su padre.

Keldarion.

Legolas se estremeció al pensar en su hermano. Lo había perdido hacía ya casi diez años ante la llamada de Valinor. Lo había perdido cuando el príncipe mayor navegó a través del mar y nunca volvió.

"Kel..."

Arwen se volvió hacia él al escuchar su susurro. Su amigo había palidecido, con los ojos llorosos. Sujetándole la mejilla, hizo que la mirara.

"Todavía lo echas de menos."

Legolas intentó contener las lágrimas y asintió.

"Siempre."

"¿Es el mar el que te llama, o Keldarion?"

Él le sonrió con tristeza.

"Ambos."

"Oh, Legolas –suspirando, Arwen lo abrazó-. Me gustaría aliviar algo de tu dolor."

"Tu compañía es suficiente –contestó-. Tú y Estel me han apoyado mucho todos estos años. No puedo pedir más."

De repente ella sonrió, traviesa.

"Y luego está Nara."

Legolas estiró la cabeza y se echó a reír.

"Sí, está Nara, mi preciosa esposa. Valar, cómo la echo de menos."

"¡Pero si la viste hace tres días!"

"Eso ya es demasiado para mí –dijo-. Sabía que no debía dejarla en Ithilien. Le habría gustado estar aquí con nosotros."

En principio, Legolas había ido a Minas Tirith para asistir a un concilio de Aragorn pero, para su sorpresa, se encontró con que el rey de Gondor se había llevado a su familia a quedarse en Dol Amroth lo que quedaba del verano. El Príncipe Eldarion, el hijo de seis años de la pareja real, los había vuelto locos con sus incesantes deseos de ver el mar. Aragorn había dejado una nota de disculpa para su amigo, diciéndole que se reuniera con él en los dominios de Imrahil para celebrar allí el concilio.

Y ahora, ahí estaba, relajándose en la playa que estaba solo a unos cientos de yardas de la fortaleza. El concilio atrasado se había terminado hacía unas horas y en él se había hablado de todo lo que tenía que ver con la frontera de Gondor que pertenecía a Ithilien, dejando al rey complacido al comprobar que su confiable vasallo trabajaba diligentemente protegiendo al reino de los hombres de cualquier amenaza.

Cuando Legolas sugirió llevar a Eldarion a la playa tras terminar el concilio, Aragorn solo pudo sonreír de alivio.

"Vete, amigo, malcría a mi hijo. Estoy cansado de chapotear en el agua y construir castillos de arena dos días seguidos. Tengo una reputación que mantener, ya sabes."

Eldarion se había quedado encantado.

"¡Bien! ¡Oh, me alegro tanto de que estés aquí, Legolas! –había dicho Eldarion, sujetando al elfo de la mano y llevándoselo-. ¡Padre no es divertido!"

"¡Lo he oído!" –había gritado Aragorn desde el interior de la sala de reuniones.

El sonido de la risa de Arwen llamó la atención de Legolas de repente. Se giró y vio que el guapo príncipe se había caído sobre su trasero tras ser derribado por una ola. Riéndose, el niño se levantó y corrió hacia su madre, sin importarle las protestas de los otros niños.

"¡Madre!" –Eldarion se lanzó a los brazos de Arwen, con ropa empapada y todo.

"Hola, precioso –se rio la reina, besando la cabeza de su hijo-. ¿Te diviertes?"

"¡Por supuesto! –el joven príncipe miró al elfo-. ¡Vamos, Legolas! ¡Ven a nadar conmigo!"

"Ah... -Legolas se estremeció de miedo momentáneamente-. No, gracias. Paso. Tus amigos parecen muy fuertes. Me ahogarían en segundos."

Eldarion se echó a reír y saludó a los niños que seguían llamándolo desde el agua. Había niños de la gente de Dol Amroth, incluyendo los dos nietos de Imrahil. Siendo tan animado, Eldarion comenzó a llevarse bien con ellos a pesar de ser de la realeza.

"Para, madre... Ahh... ¡Ayúdame, Legolas!" –dijo en medio de la risa, retorciéndose como una anguila cuando Arwen lo sujetó y comenzó a hacerle cosquillas en la barriga sin misericordia. Legolas se limitó a reírse y a animar a Arwen.

Retorciéndose como un gato, Eldarion se las arregló para escapar y huir, sin dejar de reírse.

"¡Madre, atrápame!"

"¡Darion, no te alejes mucho!" –avisó Arwen.

Entonces se puso en pie para observar a su hijo mientras corría hasta la orilla del agua de la playa. El niño saludó en respuesta y siguió caminando por la arena húmeda, deteniéndose de vez en cuando para recoger alguna concha.

Legolas también se levantó.

"No te preocupes, Arwen. Podemos verlo desde aquí."

"Tiene la energía de diez niños –dijo con cariño, sin dejar de vigilar a su hijo-. Me recuerda mucho a ti cuando tenías esa edad."

Pero Legolas ya no estaba escuchando. Se enderezó y miró hacia el mar, arrugando el ceño.

"¿Sentiste eso?" –preguntó, despacio.

Arwen lo miró, confundida.

"¿Sentir qué? ¿A qué te refieres?"

Claro. Ahora es mortal, recordó Legolas. Era normal que Arwen no hubiera notado el leve temblor que él acababa de sentir bajo sus pies.

"¿Legolas? –Arwen le tocó el brazo-. ¿Qué ocurre?"

Él seguía mirando el agua, hipnotizado. Mientras los niños seguían chapoteando, el mar retrocedió de repente, alejándose muy deprisa.

Demasiado rápido.

Mientras miraba, un pez apareció de repente sobre la arena mojada. Tras este apareció otro, y otro. Los niños comenzaron a gritar, emocionados al ver el espectáculo, recogiendo los peces.

Pero Legolas sintió un escalofrío de miedo recorrerle la espalda. No sabía de qué se trataba, pero estaba seguro de que el extraño incidente no era nada bueno.

"¡Arwen, coge a los niños! ¡Diles que salgan del agua y corran hacia la fortaleza!" –gritó Legolas mientras corría hacia las niñas que jugaban con su castillo de arena.

"¿Q... qué? –la reina de Gondor se quedó sin palabras, sin comprender qué ocurría-. P... pero, Legolas... ¿por qué?"

"¡Solo hazlo! –Legolas tiraba de las manos de las dos niñas a pesar de sus protestas-. No tenemos mucho tiempo. Llévate a esos niños lo más lejos y rápido que puedas. ¡Corre hacia la fortaleza y no mires atrás!"

Tras alzarse la larga falda que llevaba, Arwen se acercó al agua rápidamente llamando a los niños y diciéndoles con urgencia que dejaran de jugar y se pusieran a salvo, lejos de un daño que ni siquiera sabía cuál era. Obviamente, los niños protestaron y permanecieron donde estaban.

Pero entonces Legolas lo vio, una larga línea blanca en el horizonte, dirigiéndose rápidamente hacia ellos. Ahora lo entendía todo.

"¡MUÉVANSE! –les gritó a los niños, metiéndose rápidamente en el agua para ayudar a Arwen-. ¡No es un juego! ¡He dicho que vuelvan a la fortaleza!"

Todos lo miraron, en estado de shock, pues nunca habían oído al gentil elfo alzar la voz de esa manera. Entonces, de repente, uno de los niños miró hacia atrás y abrió mucho los ojos.

"¿Qué es eso?"

Arwen jadeó y se cubrió la boca con una mano.

"Ay, Elbereth..."

"¡Corran, niños! ¡CORRAN! –gritó Legolas, cada vez más frenético-. ¡Salgan de la playa!"

Gritando de miedo, los pequeños humanos abandonaron su lugar de juego y corrieron por la arena, treparon rápidamente por la pendiente. Todos veían la enorme ola que se acercaba, y lo hacía muy deprisa.

Legolas empujaba al último niño cuando Arwen gritó de repente.

"¡Oh, no! ¡Darion!"

Legolas tiró de ella cuando intentó correr hacia su hijo.

"No, Arwen. Vuelve al pueblo."

"¡Pero no puedo dejar a Darion! Tengo que salvarlo..."

"¡No hay tiempo de discutir! –exclamó Legolas-. Yo lo traeré. Ponte a salvo y nosotros iremos detrás de ti."

"Legolas... por favor..." –Arwen ya tenía los ojos llenos de lágrimas.

"Estará a salvo, te lo prometo –aseguró Legolas-. ¡Ahora vete!"

Y Arwen por fin echó a correr, recogiéndose la falda hasta las rodillas. Legolas salió disparado en dirección contraria, viendo de reojo cómo la reina desaparecía rápidamente por la pendiente. Y entonces dejó de prestarle atención a todo, excepto a la pequeña forma del Príncipe Heredero de Gondor, que hacía rebotar varias piedras sobre el agua un poco más lejos. Corrió como nunca había hecho antes, preguntándose cómo unos pocos cientos de yardas entre ellos parecían tanta distancia.

"¡Darion! –lo llamó-. ¡Sube a la colina, deprisa!"

El muchacho se quedó inmóvil, mirando a su padrino, confundido.

"¿Qué ocurre?"

Sin ninguna explicación, Legolas sujetó al niño de la muñeca y echaron a correr por la colina de arena blanca. Sus oídos comenzaban a captar el ruido atronador de las olas que se acercaban a ellos.

"¿Qué es ese sonido? –Eldarion miró hacia atrás y palideció-. ¡Gran Señor, Legolas! Es una... una..."

"Una ola gigante, sí, lo sé."

Dándose cuenta de lo despacio que iban, Legolas cogió al niño en brazos y aceleró en dirección a un terraplén de piedra cercano. Si pudiera llevar a Eldarion hasta allí tendrían alguna posibilidad de sobrevivir. Jadeando, Legolas se forzó a mover las piernas más deprisa, intentando hacer caso omiso del ensordecedor sonido de las olas que los perseguían.

"¡Legolas, se está acercando!" –gritó Eldarion, temblando de miedo en los brazos del elfo.

Legolas aceleró aún más.

"¡Ya viene!" –gritó el niño otra vez.

Legolas se arriesgó a mirar hacia atrás y estuvo a punto de caerse. ¡Las olas estaban casi sobre ellos!

"¡Darion, pase lo que pase no te sueltes!" –se las arregló para gritar segundos antes de que la primera ola los golpeara.

Con toneladas de agua empujándolo hacia adelante, Legolas se esforzó por mantenerse en pie, con los brazos rodeando firmemente a Eldarion. Y entonces otra ola los alcanzó, con más fuerza que la primera. Legolas perdió la batalla esta vez y se le encogió el corazón, horrorizado, al darse cuenta de que estaba indefenso ante la fuerza del mar.

Con Eldarion aferrándose a él y gimiendo de terror, Legolas intentó recuperar el equilibrio, pero fue inútil. La fuerza de las olas lo empujaba y tiraba de él a la vez, haciéndole perder el balance. Cuando llegó la siguiente ola, los dos acabaron bajo el agua, atrapados entre la salvaje cascada de agua espumosa.

Sujetando al niño más fuerte, Legolas estiró una mano para sujetarse de algo, ¡cualquier cosa! Pero su mano seguía vacía y volvían a ser arrastrados por la poderosa corriente. De alguna manera se las arreglaron para volver a la superficie, tosiendo y jadeando.

Entonces Legolas se dio cuenta, frenético, de que se dirigían directamente a una fila de árboles que flanqueaban la costa. Por la velocidad a la que se movían, sabía que iban a golpear los árboles con mucha fuerza, así que se dio la vuelta hasta que protegía a Eldarion con su cuerpo y esperó por el inminente impacto.

"¡Sujétate, Darion!" –gritó, sin saber si el niño podía oírlo.

El grito de angustia de Legolas quedó ahogado por el rugido ensordecedor de las olas cuando chocaron contra los árboles. Se quedó momentáneamente aturdido, pero fue lo suficientemente rápido como para espabilarse y sujetarse de una rama. Con toda la fuerza que poseía luchó para sostenerse, aguantando contra la corriente que intentaba llevárselos.

Tras empujar a Eldarion hasta que estaba entre él y el árbol, Legolas dijo:

"Sujétate fuerte, Darion."

Tosiendo y jadeando, Eldarion asintió y sujetó una rama. Con una sola mano, Legolas se quitó la túnica y la ató alrededor del tronco y el pecho del niño. Las olas eran poderosas, pero hacía falta mucha más fuerza para arrancar el árbol centenario.

"Legolas, tengo miedo..." –susurró Eldarion, intentando contener las lágrimas.

"Shh... pronto terminará, Darion –lo calmó Legolas-. Estoy aquí. No dejaré que el mar te lleve."

Pero el mar tenía sus propios planes para el elfo. La superficie del agua se ondulaba a su alrededor y empezó a susurrarle al oído.

"Legolas, Legolas, ven con nosotros..."

Como si estuviera en trance, Legolas se puso rígido. Entonces giró el rostro lentamente hacia el mar y cerró los ojos. Con un suave gemido, dejó que el agua golpeara contra su piel empapada, vulnerable ante las olas.

"Escúchanos, Legolas, escúchanos. Abandona tus bosques y conviértete en uno con nosotros..."

Llamaban su nombre, una y otra y otra vez. Sintiendo la cabeza ligera, Legolas estaba a punto de sucumbir a la llamada. El reclamo era tan fuerte que sentía que se debilitaba, sintiendo nostalgia por la libertad y la necesidad de respirar el aire de Valinor, allá en el horizonte. El mar lo llevaría hasta allí. El mar lo llevaría con su amado hermano. El mar haría desaparecer el sufrimiento de su corazón para siempre.

Su agarre en la rama se debilitaba y comenzaba a permitir que el mar se lo llevara, poco a poco. Tenía la mano izquierda estirada hacia las olas cuando la voz de Eldarion penetró la niebla que invadía su mente.

"Legolas, ¿qué estás haciendo?"

El elfo parpadeó, volviendo a la realidad. Vio su brazo estirado, sintió las olas contra su cuerpo y se dio cuenta al instante de que había estado a punto de sacrificarse en el mar. Con un grito de alarma, retrocedió rápidamente y se sujetó del árbol.

"Legolas, ¿estás bien?" –preguntó otra vez el niño, observando al elfo con preocupación.

Desconcertado, Legolas encontró difícil ordenar sus pensamientos o emitir algún sonido. Sacudiendo la cabeza, miró a Eldarion y abrió la boca. Pero no dijo nada.

"¿Legolas? –a Eldarion le temblaban los labios por el frío y la confusión-. ¿Qué ocurre? Por favor, estás asustándome..."

Mientras las olas seguían chocando contra ellos, más débilmente, Legolas miró hacia el mar, conteniendo las lágrimas.

"Te están llamando, ¿verdad? –dijo Eldarion, sujetando a Legolas del brazo-. No los escuches. Olvida lo que dicen. Mírame, Legolas. ¡Por favor, mírame!"

Legolas lo observó, con la mirada desenfocada.

"No los escuches –repitió Eldarion, con las mejillas llenas de lágrimas-. Intentan alejarte de mí, de nosotros. Madre me contó lo que el mar te hizo una vez, así que no escuches su llamada, por favor. Te necesito, Legolas. Todos lo hacemos."

Abrumado, Legolas notó que se le formaba un nudo en la garganta. Las palabras de Eldarion le habían llegado al alma, trayéndolo de vuelta a la realidad.

Sí, el mar le había cautivado una vez. Había pasado días perdido en el vasto océano cuando los malvados shraqs lo habían secuestrado por error. Perdido y solo, tuvo que mantenerse a flote a base de su propia fuerza. Habría muerto de sed y agotamiento si el barco de Imrahil no se hubiera acercado a rescatarlo al tercer día.

Legolas respiró hondo para recomponerse, más resuelto. No se había rendido al mar entonces. Y definitivamente no lo haría ahora.

Apartando los pensamientos de Valinor de su mente, Legolas se estiró y rodeó a Eldarion con los brazos.

"Te escucho, pequeño. Te escucho."

El joven príncipe se aferró a él.

"No me dejes. Nunca me dejes."

"No lo haré –Legolas le acarició la cabeza, sintiendo cómo temblaba incontrolablemente-. No lo haré, te lo prometo."

Permanecieron así un poco más, esperando a que el nivel del agua disminuyera. Las olas tardaron un poco más en detenerse, retrocediendo lentamente. Todavía estaban sumergidos hasta la cintura, pero Legolas estaba seguro de que el peligro había pasado. Gruñendo de cansancio, desató la túnica que unía a Eldarion al árbol y lo liberó. Estaba cogiéndolo en brazos para llevarlo a tierra más alta cuando de repente sintió un dolor punzante en el costado izquierdo.

Se tambaleó abruptamente, cayendo al agua con Eldarion en brazos. Los dos tosieron al volver a la superficie.

Eldarion había escuchado la exclamación de dolor de Legolas.

"¿Estás herido, Legolas?"

El príncipe intentó sonreír.

"Sí, probablemente."

"Bueno, ¿es muy malo?"

Legolas miró hacia abajo e inspeccionó la herida. Un trozo de una rama rota estaba clavada firmemente en su costado, justo por encima del hueso de la cadera. No se había dado cuenta de cuándo había ocurrido, pero debía de haber sido cuando impactaron contra el árbol. Con una sonrisa se encogió de hombros.

"No sé si es muy grave, pero solo tenemos que esperar por la opinión de tu padre. Si empieza a gritar y hacer aspavientos sabremos que es grave."

A pesar de las lágrimas, Eldarion se echó a reír.

"A padre le encanta gritar cuando algo no le gusta."

Legolas gimió.

"Pues deberías ver a mi padre."

Riéndose, los dos se ayudaron mutuamente a ponerse en pie y retomaron el camino. Tras una rápida inspección, Legolas se sintió aliviado al ver que Eldarion estaba bien. Tenía algunos cortes aquí y allá, con un moratón en una rodilla, pero de resto estaba sano.

Sin embargo, era su herida la que se estaba convirtiendo en una seria molestia. Tras andar solo unas cuantas yardas, Legolas tuvo que detenerse y apoyarse contra una gran roca, presionando una mano contra su costado herido. Gimiendo, se deslizó por la roca y se sentó pesadamente en el agua.

Eldarion estaba frenético.

"¡Legolas! ¿Te encuentras bien?" –gritó, arrodillándose al lado del elfo miserable.

"Obviamente no –contestó Legolas con los dientes apretados y el costado ardiendo-. Dame un momento."

El chico se sentó al lado del costado sano de Legolas. Sonriendo tranquilizadoramente, el elfo rodeó los hombros del niño con un brazo y esperaron.

"¡Eldarion! ¡Legolas!"

Los príncipes alzaron las cabezas y se miraron.

"¿Ese no es...?" –comenzó Legolas, pero la voz volvió a escucharse desde detrás de la colina que tenían a sus espaldas.

"¡Eldarion! ¡Legolas! ¡RESPONDAN!"

El niño se puso en pie de un salto y escaló por el suelo embarrado.

"¡Estamos aquí! ¡Aquí abajo!" –gritó, saltando arriba y abajo y manoteando para llamar la atención.

Legolas intentó levantarse, pero debido al dolor volvió a caer sentado. Maldiciendo, aceptó la derrota y vio cómo Eldarion volvía hasta donde estaba.

"¡Padre se acerca! –exclamó, con una gran sonrisa-. Me vio y viene con sus guardias a ayudarnos."

Legolas sonrió débilmente.

"Genial –respondió secamente-. Estel viene a rescatarme. Otra vez."

Eldarion se rio y entonces Aragorn eligió ese momento para aparecer sobre la colina.

"¡Eldarion! ¡Legolas!"

El elfo puso los ojos en blanco.

"Deja de gritar, Estel. Te escuchamos la primera vez."

"¡Padre!" –Eldarion echó a correr y se lanzó a los brazos abiertos de Aragorn.

"¡Hijo! –exclamó él, abrazando al niño con fuerza y besándole la mejilla. Entonces lo revisó de arriba abajo-. ¿Estás bien? ¿Estás herido?"

"Estoy bien –dijo el niño, emocionado-. Legolas me salvó, padre. Pero está herido."

Aragorn dejó a su hijo en el suelo mientras los guardias de Dol Amroth bajaban por el terraplén. El rey se quitó la capa y la envolvió alrededor de Eldarion, ordenándoles a dos guardias que llevaran al joven príncipe al pueblo.

Eldarion abrió la boca para protestar, pero Aragorn no le dio oportunidad de hacerlo.

"Haz lo que digo, hijo. Tu madre se está muriendo de preocupación. Déjale verte para que sepa que estás sano y salvo."

El niño hizo una mueca, pero luego obedeció y dejó que uno de los guardias lo cogiera en brazos.

"Cuida de Legolas, padre. Está herido" –dijo, antes de que el guardia se lo llevara.

"Herido, ¿eh? Hmm, ¿por qué no me sorprende? –Aragorn se arrodilló al lado de su mejor amigo y lo miró de arriba abajo-. ¿Entonces tuviste una agradable zambullida?" –preguntó, bromeando.

Legolas se echó a reír, pero entonces gimió de repente.

"Ay... eso duele..." –siseó, sujetándose el costado.

Tras ordenarle al resto de los guardias que buscaran más víctimas por la costa, Aragorn se enfocó en su amigo. El hombre ayudó al elfo a ponerse en pie, ignorando la suciedad que empezaba a cubrir su rico atuendo.

"¿Arwen está a salvo?" –se las arregló para preguntar Legolas, con los dientes apretados, mientras subían por la colina, saliendo del agua.

"Sí, lo está, gracias a tu advertencia –respondió Aragorn-. Ella y los niños pudieron pasar por la puerta de la fortaleza antes de que les alcanzaran las olas. Parece que te debo la vida de mi esposa y mi hijo."

Legolas se encogió de hombros.

"Y tú me debes una camisa nueva. Usé la mía para atar a Darion a un árbol."

Aragorn sacudió la cabeza al darse cuenta de que el elfo solo llevaba sus polainas. Entonces vio el trozo de madera clavado en su costado.

"¡Valar! ¡Se ve terrible!"

"Sí. Se siente terrible también" –coincidió Legolas.

"Aquí, siéntate. Déjame echarle un vistazo primero –Aragorn hizo que su amigo se sentara en el suelo y comenzó a gruñir mientras toqueteaba la herida, haciendo que Legolas casi gritara-. Esto es malo. Muy malo –comenzó a decir-. ¡Deberías haber tenido más cuidado, elfo tonto! ¿Y qué pasaría si te hubiera golpeado en el corazón o el cuello? ¿O peor, en la ingle?"

Legolas puso los ojos en blanco y suspiró.

"¡Corta el rollo, humano! ¡Al menos todavía tengo el cerebro intacto!"

Aragorn tuvo la decencia de avergonzarse.

"Lo siento. Supongo que estoy algo nervioso. Cuando vi cómo las enormes olas seguían a mi esposa y que mi hijo no estaba cerca casi me dio un infarto. Señor, tenía tanto miedo que no podía moverme. ¡Y cuando Arwen me dijo que habías ido a salvar a Eldarion lo primero que pensé es que debías estar loco!"

Sacudiendo la cabeza, el hombre rompió la manga de su camisa y la ató alrededor de la herida de Legolas para detener la hemorragia.

"Gracias, hermano. Has sangrado por mí otra vez" –dijo Aragorn, asombrado por la valentía de su amigo.

"Estel –Legolas sujetó la mano de Aragorn con la suya, deteniendo sus movimientos-. Tú harías lo mismo por mí."

El hombre alzó la mirada y sonrió tímidamente.

"Por supuesto."

"Bien. Entonces está todo arreglado. ¡Es tu turno salvarme el trasero la próxima vez!" –anunció Legolas.

"¿De qué hablas? ¡Te estoy salvando el trasero ahora mismo!" –respondió Aragorn.

Mientras el hombre realizaba el vendaje eficientemente, Legolas le contó lo que había ocurrido después de que las olas les alcanzaran. Aragorn le dijo que desde que las olas habían retrocedido, Imrahil había organizado una misión de rescate. Los guardias salieron a la costa en busca de víctimas, con Eldarion y Legolas al inicio de su lista. Mientras Imrahil iba hacia el oeste con su compañía, Aragorn buscó en el este, el lugar en el que Arwen había visto a su hijo por última vez. Y fue una buena decisión, puesto que los encontró en esa dirección.

A Aragorn le llevó un momento darse cuenta de que Legolas ya no le escuchaba. En su lugar, su amigo miraba hacia el mar sin parpadear.

Al hombre se le heló la sangre en las venas al instante. ¡Claro! ¡El llamado del mar! ¿Cómo he podido olvidarlo?

"¿Legolas?"

Para alivio de Aragorn, el elfo se giró hacia él.

"¿Sí?"

"¿El mar está...? –Aragorn carraspeó y volvió a intentarlo-. ¿Estás...? Quiero decir... ¿te está llamando? ¿Justo ahora?"

Legolas sonrió.

"Siempre lo hace. La verdad es que intentó reclamarme hace un rato –tras girarse de nuevo hacia el mar, el elfo continuó-. Pero falló, Estel. Falló otra vez. Si no fuera por tu hijo ya yo no estaría aquí. Estaría perdido en el mar, para nunca volver. Deberías darle las gracias a Eldarion, hermano. Él es el héroe, no yo."

Tras decir eso, se produjo un largo silencio en el que ambos amigos permanecieron sentados observando el océano, calmado tras el desastre de hacía menos de una hora. Los guardias de Dol Amroth caminaban entre los desperfectos, en busca de almas desafortunadas atrapadas. Todavía no lo sabían, pero más tarde averiguaron que varios pueblos pesqueros estaban totalmente destruidos, arrastrados por la enorme ola. Muchas vidas se perdieron y muchas propiedades fueron destruidas. Fue el mayor desastre en la historia de Dol Amroth y la gente nunca volvió a mirar al mar de la misma manera.

"Vamos, Legolas –dijo Aragorn finalmente, poniéndose en pie-. Vamos a casa."

Con la ayuda de su amigo, Legolas se levantó.

"Sí. Vamos a casa."

Mientras caminaban lentamente hacia la fortaleza, el mar brillaba majestuosamente a sus espaldas, esperando pacientemente por la próxima oportunidad de desatarse.

Próximamente: 'Regreso en el Tiempo – Legolas no puede esperar para volver a casa tras una reunión en Minas Tirith. Sin embargo, a mitad de camino, una banda de merodeadores le bloquea el paso e intentan robarle.'

La próxima historia es mi favorita junto con la de 'La Novia Infame' :) No puedo esperar para ver qué opinan de ella ¡Besitos!

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