Capítulo 22|Ser un chico bueno.

—Dime algo que no sepa.

—No llevo bragas.

—Me refiero un dato sobre ti, algo que no me has contado antes, aunque esa respuesta solo me hace querer comprobarlo por mi cuenta.

Ramsés presiona los labios reprimiendo sus ganas de reír. Mi respuesta ha sido adrede al adentrarse en mi habitación con una toalla alrededor de su cintura. La vista es para embobarse a pesar de que he sido espectadora en varias ocasiones de la falta de prendas encima suyo. Hombros anchos, pectorales que parecen ser duros como roca con el talismán plasmado, sus caderas son mi parte favorita y envidiable con una uve peligrosa que se pierde bajo la tela.

En las series que he visto, las chicas babean y sueñan con tocar ese tipo de cuerpo y viceversa. Que estupidez más grande vende la televisión. Admito que he caído desde que estuvimos en el baño.

No es momento de pensar en ello ahora que hemos perdido a Vanian y a Newton. Se les debe honrar como alguna vez me enseñaron.

Pero estando cerca de los efectos de Ramsés Gallagher ocasionan que mi juicio se nuble con facilidad, mi piel sufre un hormigueo de excitación y por un instante me siento un terrano, uno de ellos.

Me limito a responder de vuelta al seguir empacando algunas prendas de ropa dentro de una mochila junto a las esferas del tiempo.

—Si te quedas en silencio atenta a las consecuencias, Galatea —volteo a verlo de mala gana al escuchar que me llame de ese modo y sonríe —. Hablo mucho.

—Si me dices no me doy cuenta —llevo una mano a la cintura mientras que con la otra sostengo una esfera color anaranjado. Pequeñas gotas se desprenden de su cabello húmedo hasta caer sobre sus hombros y recorrer sus pectorales —. Estas esferas están fuera de mi alcance, se supone que pueden alterar el tiempo, pero nunca me enseñaron de qué manera hacerlo. Son peligrosas e igual crean portales, se necesita un hechizo complejo de parte de los lideres para ejecutarlo. Si pudiera lograrlo, créeme, sería más fácil detener a la sombra y regresarlo a Egon.

El chico me acuna las mejillas y sonríe.

—Eres una hechicera que ha demostrado ser poderosa, vas a lograrlo, Gala.

—No tengo las herramientas necesarias —tuerzo los labios regresando la mirada hacia la esfera —. Si se llegara abrir un portal las probabilidades de sobrevivir serían nulas durante el viaje. Destruiré dos.

—¿Estás segura?

—En definitivo, no me importa si obtengo un castigo, es lo mejor, debí hacerlo desde el principio.

Envuelvo las esferas en una tela para meterlo. Suspiro hondo tras terminar de empacar.

—¿Te parece si dormimos juntos? De ese modo podemos sentirnos seguros —se mordisquea los labios mientras sus dedos de acero juguetean con los botones de mi pijama. Me gusta su toque.

—Antes vístete, debemos dormir no lo contrario, no ahora —alejo su mano haciendo que sus dedos fríos se cuelen entre los míos.

—Vestirse es de aburridos —libera un bostezo largo y luego continúa hablando —. Mañana nos espera un largo viaje a Nevada, no llegaremos en un día.

Bufo sin haber planteado antes ese inconveniente. Debí preguntar.

Cierro la puerta de un portazo y las luces se apagan. Mis dedos viajan hacia su cintura trayéndolo hacia a mí sintiendo su calor corporal hasta caer a la cama, ninguno de los dos habla sin perder el contacto visual, al menos lo intentamos. Trepa sobre mi regazo a la vez que sus manos vagan por mis caderas, su cara se esconde en el hueco de mi cuello sintiendo su respiración chocar contra mi piel, sus labios no tardan en hacer de las suyas trazando un camino de besos húmedos hasta mis clavículas, tiro hacia atrás la cabeza permitiéndole el paso para continuar.

Despega su boca para acercarla a mi oído y susurrar:

—Descansa, brujita.

Me rodea la cintura al tumbarse a mi lado dejando que recargue mi cabeza sobre su hombro. Miro la ventana a pesar de sentir un revoltijo en el estómago tras estremecerme ante su toque suave paseando por mis brazos con lentitud.

—Intento detenerme con todo lo que hacemos, pero de alguna manera quiero que siga sucediendo, Ramsés —declaro sin mirarlo a los ojos —. ¿Qué se supone que significa? En verdad detesto que hayas logrado hacerme bajar la guardia y el corazón se me acelera más de lo normal.

—Te gusto.

—No, no creo que sea eso.

—Tú me gustas, Gala —confiesa acompañado de una risita —. No es ningún secreto y soy demasiado evidente.

—¿Qué está sucediendo entre nosotros?

—Lo que tú quieras que suceda Gala, estaré de acuerdo. Nos hemos saltado la parte de conocerse mejor, aunque no existe un orden oficial —me acaricia la mejilla con su pulgar.

—¿Conocernos? Creí que eso ya estaba bastante claro de mi parte —frunzo el ceño sin comprender hacia donde quiere llegar —. Sabes que no pertenezco aquí, sobre Egon, la manera en cómo crecí.

—Sí, pero en lo personal, saber lo que te gusta, que te desagrada, a que aspirabas antes ¿acaso eres alérgica a algo y no lo sé? —humedezco mis labios con mi lengua.

—¿Qué hay de ti Ramsés Gallagher?

Parece emocionarle la pregunta que logra inflar su pecho y sus mejillas se sonrojan. Trago saliva cuando estoy a punto de intentar sentarme sobre él por segunda ocasión sosteniéndome de sus hombros, él no pierde oportunidad para hacer lo mismo y apoyar su espalda contra la cabecera. Las yemas de sus dedos se aferran a la carne de mi cintura. Ya su cabello tiene pocas gotas al comenzar a encargarme de secarlo con una mano sobre su cabeza.

A Ramsés se le escapa un jadeo ronco.

—Vas a volverme loco si sigues tomándome desprevenido —sonrío triunfante.

—La tortura es algo que me gusta hacer contigo.

—Me gusta ser torturado —me guiña un ojo. Nuestros pechos colisionan y siento como libera una mano para trazar con su yema la cicatriz que está en mi rostro —. Y me gusta apreciarte.

—¿Y bien? Te estoy esperando.

Se le escapa un suspiro antes de abrir la boca y empezar a contarme sobre él.

Habla sobre su familia que en su infancia todo era facilidad hasta que su padre se fue sin despedirse y su madre cambió de actitud, las discusiones comenzaron a ser frecuentes con ella y su hermana mayor, estuvo manipulando su vida hasta darse por vencido por perseguir uno de sus sueños en el modelaje, no comprendo sobre ellos, así que Ramsés me explica acerca del medio de la industria y las agencias que reclutan a las personas con un alto potencial.

—¿Por eso tienes tantas fotos pegadas en el armario? —libera otra risita dándome la razón —, vaya y pensé que era para que te recuerdes todas las mañanas lo guapo y humilde que eres.

—Gracias por admitirlo —me besa la frente al estirar el cuello —. Como te decía, las agencias no querían a semejante monumento porque iba a terminar opacando su marca, así que no tuve remedio que rendirme.

—Debiste seguir, Ramsés, no importaba las veces que las puertas fueran cerradas para ti, pudiste mudarte, ¿no lo crees?

—Lo intenté, pero como era de esperarse mi yo ingenuo siempre se dejó manipular por los lloriqueos de mi madre. La verdad es que pensaba salir del país cuando reuniera una cantidad considerable, no lo sé, quizás me hubiera gustado irme a cualquier parte de Europa.

Su mirada se pierde sobre mi hombro mientras plasma una mueca quizás recordando lo que pudo haber logrado en el pasado.

—Deberías hacerlo, claro, cuando esto acabe —encojo los hombros —. Tienes bastante potencial.

—¿A ti no te gustaría vivir como los humanos? Me refiero a estudiar, salir con amigos, rentar un apartamento y tratar de no perder la paciencia con tus jefes cuando consigas empleo.

Es una excelente pregunta. La vida aquí en la tierra es extrema y no se compara con nada de dónde vengo, aquí hay diversión, internet, miles de lugares para probar diferentes comidas, conocer personas y otros países.

Sin embargo, me limito a responder ocultando mi cara tras la cortina de cabello negro.

—Deberías intentarlo —me incita tratando de apartarme los mechones—. Podrás ser más que libre y nadie te dirá que hacer, Gala. ¿Acaso no suena genial? Solo tú escoges el rumbo que quieras elegir, tienes ventaja.

—Dudo que una hechicera deba permanecer aquí.

—Knox y otros lo han logrado.

—Porque se volvieron humanos tras renunciar a esa vida. Soy una inmortal y sería horrible ver que todos envejezcan —hago puños y me bajo de encima para tranquilizarme, pero Ramsés me lo impide trayéndome de vuelta sobre su regazo —. Me gusta lo que soy y no lo cambiaría por nada, me tomó años poder manipular, aunque sea un pequeño hechizo con el fuego sin terminar incendiando medio bosque.

—Egon ya no existe, ¿qué piensas hacer si regresas?

Niego con la cabeza.

—Aún es pronto para pensar sobre ello, pero, ¿sabes que no lo es?

—¿Qué?

—Seguir aprendiendo sobre ti.

Deslizo una mano sobre su pecho atento a sus gestos disfrutando de su piel hasta perderse más abajo. Su boca captura la mía liberando un sonido ronco desde lo más profundo de su garganta. El beso es totalmente diferente como el de la fiesta, es más necesitado y voraz. Soy un desastre en esto.

Lleva una mano tras mi nuca mientras que con la otra se queda en mi cintura tras empezar a moverse en un vaivén lento. Mis manos no se quedan quietas al explorar su espalda y cada parte de su anatomía. Cada músculo se me tensa y la piel se me eriza con rapidez. Su boca es ágil que ya le veo desabrochando cada botón del pijama con su lengua.

Tomo un puñado de sus cabellos entre mis dedos al disfrutar ese electrizante movimiento de caderas. Tiene fuerza por lo que termino cayendo en el colchón al alzarme acomodándonos en diagonal y él encima mío tomando ventaja. Nuestras respiraciones se han acelerado más de lo normal a. consecuencia de los besos.

Ramsés aleja su boca sin aviso, suelto un quejido como objeción.

—Ni se te ocurra decir algo cursi o te boto de la cama —le advierto cuando me se me ha quedado mirando con una sonrisa —. Es algo que no voy a tolerar ni en las series. No lo arruines.

—Te falta un toque de dulzura conmigo, aunque sea un cubito —dice a la vez que sus dedos trazan un camino de mi vientre hacia mis clavículas. Ese roce me roba la respiración —. Me lo merezco al ser un chico bueno. Tiene que ser justo, brujita.

Plasma un puchero y pestañea tratando de convencerme mientras va cortando la distancia.

—¿Una patada te parece?

—Auch, te pones violenta —comienzo a reírme ante su expresión. Justo ahora me siento mejor a como hace un rato atrás.

—Arruinaría mi imagen de hechicera temeraria debo conservarla, Gallagher.

—No te estoy pidiendo que cambies, Gala —me acaricia la mejilla —. Así como eres me pareces increíble.

«Lo estoy intentando».

—Agh, bien —entrecierro los ojos observándolo —. Pienso que el color de tus ojos puede ser comparados como los zafiros, unas piedras preciosas que cualquiera quisiera apreciarlos de cerca. ¿Contento?

—Buuu, debes esforzarte más —bromea.

Blanqueo los ojos con fastidio.

Tanto esfuerzo para nada.

Esta vez soy yo quien lo atrae para besarlo. Es adictivo, debí aceptar la primera vez antes de amenazarlo con darle un puñetazo. Podría seguir así de no ser que la alarma en el interior de mi cabeza se activa al escuchar un estruendo proviniendo fuera de la habitación.

Ramsés se aparta de inmediato poniéndose de pie. Nos mantenemos en silencio para identificar el ruido.

—Viene de abajo.

—Despierta a Aitan y recojan sus cosas, nos vamos.

El estruendo se hace mayor. Abandono la cama hasta llegar al armario y sujetar la sudadera para ponérmela encima. Paso la mochila entre mis hombros y salgo al pasillo dirigiéndome hacia la escalera. La puerta retumba en repetidas ocasiones, logro asomarme por la ventana y ver estacionado dos camionetas que logro reconocer.

—Mierda.

Regreso con prisa donde se encuentran los chicos pidiendo que apaguen las luces y sean silenciosos. A punto a la habitación de Aitan para escondernos. Su ventana tiene conexión con un árbol frondoso así que, si actuamos rápido, podremos dejar a los agentes atrás.

—Uh-uh, mala idea, no creo que bajar por un árbol sea lo correcto —niega el deportista aferrándose a su mochila.

—¿Tienes una idea mejor? —cuestiono y le empujo para que avance.

—Sí, las escaleras.

—Solo date prisa —comenta Ramsés con desesperación —. Estos agentes ni permiten dormir tranquilos.

—No estábamos durmiendo exactamente —lo contradigo y me escudriñe aplanando los labios. Le paso mi mochila cuando sale al balcón —. Lleva esto, aquí están las esferas, voy a distraerlos. Deben ir con Knox.

Sus cejas se fruncen con confusión.

—Vienes con nosotros.

—Sabes que discutir conmigo es inútil, los alcanzaré, lo prometo y tendremos tiempo para acabar con lo que iniciamos —susurro cerca de su oído para convencerlo.

—Esta vez no funciona —contesta sin gracia —. Los perderemos, vamos.

Cierro la ventana antes de que pueda entrar de regreso a la casa pasándole el pestillo seguido de las cortinas. Giro sobre mis talones para bajar hacia la sala en silencio y observar a través de la ventana un grupo de hombres y mujeres armados.

—¡Si en tres no han salido, derribamos la puerta! ¡Tenemos una orden de arresto!

Llevo ambas manos hacia el cristal, cierro los ojos sin antes focalizar los coches que están estacionados de manera estratégica bloqueando el paso. Escucho pasos y susurros alrededor de la casa.

—Sería muy feo que sus coches de conviertan en sandías gigantes —susurro, la imagen se transmite hasta que siento como mis dedos se tamborilean acompañado de cosquillas. Es un hechizo sencillo convertir un objeto a lo que se me venga a la cabeza. Ya había olvidado que podía hacerlo —. Estupendo.

Cuando abro los ojos la conmoción se apodera de los agentes. Aprovecho su distracción para arrebatarles las armas suspendiéndolas en el aire fuera de su alcance. Sus expresiones son dignas de una película de terror.

¡Debí usar estos hechizos antes!

Un conjuro sería peligroso, lo dejo para otra oportunidad.

Huyo lejos de la puerta al ser derribada provocando que una nube de polvo se esparza por el recibidor. Me escondo tras un sofá, no es el mejor escondite, pero ni siquiera me han pillado.

Muevo una mano para que la televisión se encienda y las luces comiencen a parpadear. Siento un pinchazo en la cabeza al controlar tantas cosas al mismo tiempo.

—Jefe, esto no se ve nada bien.

—Parece casa de brujos.

—Rhys, lleva un grupo al segundo piso, la casa no es grande, al menos debe haber un sótano. No permitiremos que esos asesinos escapen.

—Debemos darnos prisa, Aleksei. Tenemos que escoltar a...

—¡Ya lo sé maldite sea! Me lo llevan repitiendo desde ayer, sé que debemos ir con ese loco. A trabajar, muchachos.

Tengo que deslizarme a un lado al verlos avanzar hacia la cocina, trato de hacerme lo más pequeña como mi cuerpo me lo permita. Las ventanas comienzan a azotarse con violencia abriendo el paso a la brisa nocturna.

Cuento en voz bajita y en menos de un parpadeo reacciono para echar a correr hacia la puerta llamando la atención a los agentes que gritan tras mi espalda que me detenga.

«¡Cómo si fuera a suceder!».

Al querer cruzar el umbral me bloquean el paso. Empujo con fuerza al agente apartándolo del camino para saltar las escaleras.

—¡Atrápenla!

Patrullas me interceptan en la esquina frenando de golpe a lo que doy un salto para deslizarme en el capote y seguir corriendo en medio de la calle.

—¡Gala, por aquí!

Los chicos aparecen montados en un curioso transporte de dos ruedas.

—¡Les dije que se fueran!

—¡Después nos gritas, súbete!

Salto hacia una parrilla sosteniéndome de los hombros de Ramsés. El sonido de las llantas de aquellos autos viene tras nosotros activando las sirenas.

Tiene que ser una broma. Más atrás los agentes hacen un esfuerzo por alcanzarnos, pero los chicos avanzan rápido moviendo las piernas. Serpentean entre las calles hasta colarse en los pequeños terrenos sin verjas donde los autos no puedan pasar.

Mi respiración se agita ante la adrenalina, miro sobre mi hombro en caso de que alguien nos siga. Salimos hacia una avenida concurrida, el semáforo cambia de verde a rojo.

—No se detengan.

—¡El semáforo ha cambiado!

—No me interesa.

—Nos van hacer papilla —gimotea Aitan a nuestro lado.

—Confíen en mí.

Ambos se quedan en silencio. Van tomando más velocidad hasta cruzar el semáforo, antes de que podamos causar un accidente, nos elevamos por unos segundos.

—¡Esto es como E.T.!

Presiono la mandíbula con fuerza resistiendo un poco más al llegar al otro lado.

—¿Te encuentras bien?

—Lo estaré cuando los perdamos de vista —respondo.

—Dejemos las bicicletas por aquí y sigamos en el metro —propone Aitan —. Llegaremos más rápido.

Nos acomodamos de vuelta las mochilas en el callejón apartado de los comercios. Una patrulla pasa de largo por el lugar.

Ramsés es el primero en asomar la cabeza asegurándose de que esté despejado. Alza los pulgares en nuestra dirección y de inmediato abandonamos el sitio mirando hacia todas las direcciones. Una ventisca de aire se cuela entre mis piernas al llevar solo un el short de pijama y la sudadera.

Al llegar a la estación, me desplomo en el asiento del paradero en la espera del transporte. El sueño hace lo posible por invadirme, así como a los chicos.

—Lo de convertir los autos en sandía fue una tremenda idea —me felicita Aitan cayendo a mi lado.

—Fue lo primero que se me vino a la mente.

—Deberías seguir con tus hechizos a menudo son geniales —me da un par de codazos con una sonrisa plasmada en su rostro.

—Siempre y cuando no nos termines convirtiendo en sapos —bromea Ramsés apoyado en un poste.

Tal vez sea divertido intentarlo.

—¿Saben? Con todas las tragedias que nos pasan, dudo que podamos pegar el ojo durante el viaje —suspira el deportista, le miro de soslayo abrazar su mochila como si fuera almohada.

Nos toma veinte minutos llegar a la plaza desértica con los postes de luz alumbrando nuestro camino hacia la tienda de armas.

Knox nos recibe con cara de pocos amigos gruñendo cada segundo por haberle interrumpido su sueño.

—Aquí hay almohadas y mantas. El piso es cómodo, que lo disfruten —bosteza cerrando los ojos —. Salimos a las cinco. Buenas noches.

—Pido el sillón.

Aitan es rápido que se adueña del cómodo sillón enrollado con una sábana.

—Al cabo que ni quería dormir ahí —sisea Ramsés sentándose en el suelo abrazando la almohada.

Imito su acción cubriéndome con la sábana sin quitarle la vista a la mochila.

—Está asegurado.

—No lo sé —respondo —. Quizás deba quedarme despierta en caso que ellos nos encuentren.

—Seguro la sombra se las ingenió para pillarnos desprevenidos, dudo que nos haya vigilado hasta aquí —cuando lo comenta, me reincorporo para sentarme —. ¿Te parece si hago guardia? Todavía no tengo sueño.

Me sonríe.

—Apagan la luz —pide Aitan bostezando —. Y no hagan cochinadas que estoy aquí presente. Váyanse al baño.

Se me escapa una risita y niego.

—El baño suena buena idea —comenta Ramsés cerca de mi oído.

—Prefiero sobre una mesa o las escaleras —le recuerdo guiñándole un ojo.

Termino de acomodarme esperando que el sueño se adueñe de mí por completo. Ramsés juguetea con mi cabello manteniendo las piernas flexionadas.

Chasqueo para quedar en penumbras.

Solo le imploro a los dioses no tener pesadillas nuevamente. 

Hola, hechiceras/os.

¿Qué les ha parecido este capítulo?

¿Les gustaría más momento entre Gala y Ramsés?

¿Cómo nombraríamos al shipp?

Los leo. Gracias por la espera. 🥺❤


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