Capítulo 11|Antorcha humana.
Hola, brujitas (os), no olviden darle mucho amor a este capítulo. 🛐
—¿Cómo sigue todo en Chicago?, ¿ya pagaste la renta?, ¿lavaste tu ropa?, ¿nadie ha terminado tras las rejas o borracho en medio de la calle? —la llamada de Elis ha llegado como una ola, sin aviso, impactando su voz en mi oído sin tiempo de que mi cerebro reaccione para salir a la superficie e inhalar. Ella ha sido el motivo de que despierte veinte minutos antes que mi alarma —. Dime que al menos no hay cucarachas ni pulgas, conociendo el dúo de flojos que son, es probable.
Les toma unos segundos a mis circuitos analizar lo que está sucediendo.
Necesito una taza de café ahora mismo.
—Me va excelente en la escuela, gracias por preguntar. He asaltado una camioneta de Twinkies y una bruja vive con nosotros. Todo normal —contesto con mi tono de sarcasmo que detesta.
Desde que cada quién tomó el rumbo más conveniente para sus vidas, Elis ha estado tras de mí cumpliendo el deber de madre sustituta por miedo de que al final termine corrompido por Alice Gallagher y elija la villa más sencilla a mis necesidades.
Una maldición seguido de un bufido de escucha del otro lado de la línea.
Sé que está preocupada, pero puedo con el asunto familiar.
—Zopenco —escupe después de un breve silencio —. Te extraño mucho, Ramsi. Espero obtener mis vacaciones lo más pronto y poder visitarte. Aunque también siempre hay espacio para uno más en el departamento.
—Lo sé, soy inolvidable para todos —me paso una mano a la cabeza. No tengo remedio que ponerme de pie en busca de mis zapatos —. Tengo ganas de verte, lo admito, igual a mi sobrino y cuñado. Por cierto, ¿cómo están?
Al abrir la puerta de la habitación, el aroma a gofres me recibe de golpe enamorando a mis fosas nasales seguido de mi estómago que súplica por comida.
Escucho a mi hermana parlotear contándome sobre el pequeño Corey y lo feliz que se siente de ir al jardín de niños. Yo a su edad lloraba para que me sacaran de esa cárcel para pulgarcitos que se exponían los mocos en público e ingerían pegamento.
—Es impresionante que se vea feliz corriendo con sus amigos, sus trabajos de dibujo son bonitos.
—Necesito ver esas obras abstractas.
Me quedo petrificado bajo el umbral que divide la sala con la cocina. A pesar de que mi cerebro necesita su dosis de cafeína para carburar, mi sistema se dispara hacia el cielo al tener justo frente de mí a Gala intentando preparar gofres.
Hace dos días que le enseñé a cocinar varias comidas rápidas y cuando se le antoja prepara lo que sea. Me ahorro usando el gas, cuando ella sabe hacer fuego por si sola.
Pero ahora intenta maniobrar con la espátula ese pequeño y deforme gofre a punto de carbonizarse.
—Te llamo luego, Eli. Tengo que prepararme para la escuela y... devorar mi desayuno —siseo sin apartar la mirada de la hechicera dándome la espalda.
—Seguro. ¡Qué disfrutes tu desayuno! Te quiero.
—Lo haré, chao.
Termino la llamada y carraspeo la garganta en un intento de llamar su atención, como ya es costumbre, pasa de alto el hecho que despierte siempre temprano.
—Buenos días, linda.
Saludo pasando tras de ella, dejo el celular en la meseta para encargarme de la cafetera.
—Te daré un gofre carbonizado si sigues con esos ridículos sobrenombres, Gallagher
—Estás haciendo un buen trabajo dado que yo mismo puedo encargarme del desayuno todos los días y evitar incendiar la casa —al terminar la oración con cierta gracia, su semblante cambia drásticamente a una llena de pavor —. ¿He dicho algo malo?
—Los chistes sobre incendios no son de mi agrado —carraspea. Vuelve los ojos a la comida girándolo de manera exitosa con ma espátula —. ¿Me das un poco de lo que llamas café? Huele rico.
Me mantengo en silencio analizando la breve información. Gala termina con una pila de gofres en un plato, sonríe a medias sintiéndose orgullosa hasta que esa línea curva se desvanece cuando nuestras miradas se conectan nuevamente.
Es extraño no saber que hacer en estas circunstancias cuando tienes a un ser de otra dimensión con miedo a los incendios y en realidad ella controla tal elemento.
Ah... y detesta los abrazos.
Mis ojos la repasan deslizándose a su melena suelta en señal que no se pasó el peine antes de bajar a cocinar. Es un desastre andante, que atrae mi curiosidad cada día.
Sus labios rojizos están resecos y su cicatriz de pelea tiene toda mi atención.
¿Soy yo o la tensión hasta podría palparse?
Al final, salgo de mi letargo parpadeando varias veces y girando dándole la espalda para centrarme en la cafetera que se ha llenado. El aroma es exquisito y mi delirio por las mañanas.
De repente, las gavetas se abren por si solas y dos tazas del mismo tamaño levitan sobre mi cabeza lentamente hasta llegar a la barra.
—Eso me espanta —comento con sinceridad —. Todavía no me acostumbro a este cambio.
—Lo siento.
—Nah, lo digo de buena manera, no todos los días convives con una sensual hechicera que sabe estrategias de combate y hacer que las cosas floten —sirvo el líquido en las tazas y en menos de un parpadeo paladeo el sabor amargo del café.
El rostro de Gala se exprime como una naranja desconcertada. Sus orbes púrpuras se deslizan hacia una parte de mi cuerpo en específico que capto de inmediato: el talismán.
Su forma es circular con trazos dorados que simulan ramas entrelazándose en espiral dejando un espacio en medio destacando una gema incrustada en colores tornasol.
Desconozco si un tatuador pueda hacer algo así de impresionante.
—¿Quieres tocarlo?
—Sí.
—Hazlo —le sonrío con picardía —Aprovecha que ando sin camiseta, aunque si pedirías que me la retire, lo haría sin rechistar.
—Te voy a pellizcar si no te callas —me escudriña y termino alzando los brazos en son de paz.
—Permíteme ayudarte mejorando la apreciación.
Termino cargándola desde la cintura para sentarla sobre la barra al costado de la estufa, Gala no es de peso ligero y tampoco es una molestia. Se le escapa un jadeo al tomarla de sorpresa, uno demasiado provocador que trae como consecuencia un ligero choque eléctrico recorriendo mi columna vertebral.
«Imaginación no te aloques, sé decente».
«Estamos en la cocina, aquí se come, Gallagher».
«¡Lárguense pensamientos impuros que trato de ser decente!».
«Bueno, pero no te enojes».
Pego un respingo al sentir las yemas de sus dedos ásperos vagando por mi pectoral derecho. Traza la forma del talismán con lentitud que puedo percibir el calor que emanan sus venas.
El contacto es suave y analítico a través de su mirada púrpura magnetizante.
Mis manos reposan sin querer en sus muslos lleno de cicatrices. Admito lo intimidado que me hace sentir su cercanía cuando debería estar orgulloso.
—Puedo acércame un poco más.
—No te pases de listo —me da un golpe en el pecho con la palma. Suficiente para obligarme a retroceder varios pasos. Su fuerza es impresionante —. Las cosas no debieron suceder así —se pasa una mano sobre la cabellera y de un salto se baja de la barra —, era un día normal como otro, estaba entrenando hasta que el cielo se pintó en penumbras, las aves se alteraron y los árboles del prado anunciaron la presencia maligna de las sombras. No debieron darme el talismán, no estaba, no estoy lista para tal responsabilidad, t-tenía que haber ayudado a la resistencia a mantener a salvo al pueblo y llevarlos al santuario. Ese era mi deber.
Me percato que se clava las uñas con fuerza en sus antebrazos donde en pocos segundos veo una ligera línea de sangre recorrerle hasta las muñecas.
—Basta, te haces daño.
—¡Ese era mi deber! —estalla envolviendo su cuerpo con fuego púrpura, las llamas son ligeras, pero peligrosas si me acerco.
—¿Quién despertó el Goku de tu interior? —la voz de Aitan se escucha tras mi espalda, le miro sobre el hombro manteniendo su semblante fruncido —. Gala, te pido que no vayas a ejecutar un Kame hame ha en la cocina o la limpiarás.
Gala no tiene remedio que extinguir sus llamas volviendo a la normalidad, claro, esa palabra ya no debe existir en nuestro vocabulario ante los episodios extraños por la que estamos pasando.
El calor se esfuma por donde vino.
—Discúlpenme, se me escapa de las manos controlar mis emociones al estar lejos de mi hogar.
—¿Cómo no? Estás rodeada de testosterona todos los días encerrada en cuatro paredes, es común que te descontroles, sobre todo si el causante es este imbécil —me señala con la cabeza con cierta burla en su voz.
—Eso me ofende muchísimo.
—Estupendo —chasquea la lengua —. ¡Gofres, mis favoritos!
—Lo único que causo es...
—Excitación —responden los dos al unísono de manera desganada y obtengo una mirada de pocos amigos.
—Ramsés, sabemos que amas andar con pocas prendas, pero no lo hagas enfrente de nuestra inquilina —le da un sorbo al café donde se supone que una de esas tazas era para mí —. No estás en Amapolas.
—Bah, es una gloriosa vista no lo nieguen.
Ninguno responde cuando se sientan frente a la mesa para empezar a desayunar sin mí.
Cuando pruebo un sorbo de café, me siento con energías y las ganas de enfrentar al entrenador Dabroski, le demostraré que puedo dar lo mejor en la cancha. Entre poco tendremos un partido contra una universidad de Indiana, mi lugar está en tendiendo de un hilo me lo ha hecho saber desde que llegaron dos chicos más al equipo que podrían ser mis remplazos.
Una vez terminado el desayuno y darme una ducha rápida. Los tres partimos hacia la universidad, Gala se hace pasar por estudiante gracias a un contacto de Aitan, así no levanta sospechas mientras se pasea por los pasillos de la universidad, al menos no ha habido inconvenientes.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Nop.
Me deshago de mi camisa para cambiarla por el uniforme empezando con las hombreras. Los ojos de Aitan están por perfórame el cráneo al evitarlo.
—¿Qué ocurrió esta mañana?
—Comimos gofres quemados.
—Hablo de Gala —me susurra confidencial para que nadie más lo escuche. Sus orbes oscuros ni siquiera titubean y me doy cuenta que quiere hablar seriamente —. Parecía una antorcha a punto de cocinar malvaviscos. Hombre, estoy pensando que un día de estos nosotros terminaremos como cenizas si la hacemos enojar.
Blanqueo los ojos sentándome en la banca tras los casilleros. El resto del equipo camina de un lado a otro con prisa antes de que el entrenador aparezca y empiece a lanzar maldiciones.
—Extraña su casa y tiene esos episodios de desesperación. A cualquiera le pasaría.
—Sí, cualquiera que no fuera la antorcha humana —estampa su puño en mi brazo ortopédico sin fuerza —. Le presentaré a Florence como se debe, tiene ganas de conocerla.
Le miro con una advertencia ante esa idea.
—Recuerda que no podemos involucrarla. Vanian sigue reconsiderando su palabra —me pongo de pie una vez con el uniforme completo.
La conversación se queda a medias cuando el entrenador y su practicante entran con el silbato en la boca. Todos corremos en manada alcanzando los sticks y saliendo del vestidor.
El sol impacta en nuestras caras, uso el casco como protección al desplegarnos por la cancha en diferentes direcciones.
Dabroski nos pide estirar las patas antes de empezar como se debe el entrenamiento. Al alzar la mirada diviso al equipo de animadores practicando su coreografía con esos saltos mortales.
Más arriba sentada en las gradas está la hechicera usando una gorra y lentes oscuros. Alzo la mano para saludarla a la distancia y lo que recibo es un asentamiento de cabeza.
—¿Es tu novia o ligue de un día?
Pregunta uno de mis compañeros y me rio.
—No es de tu incumbencia, Morris —me centro en el chico afroamericano quién hace un baile ridículo con las cejas antes de empezar a flexionar las rodillas.
—Puf.
Me da un codazo antes de seguir con lo suyo con cierta diversión. Los minutos pasan y en el transcurso el entrenador nos explica la jugada que quiere que apliquemos ahora mismo. Hace sonar su silbato y en menos de un parpadeo me encuentro en medio ocupando mi lugar de siempre: mediocampista.
Me aferro al stick con fuerza cuando el silbato suena. Mi respiración choca contra el casco mientras mi mirada no pierde de vista el saque del grupo contrario, empiezo a moverme sintiendo los músculos de mis piernas trabajar corriendo de un lado a otro. El entrenador grita las indicaciones para todos mezclándose junto al del equipo, recibo y esquivo algunos golpes desde la espalda tratando de cubrir el camino.
El segundo saque se vuelve complicado, estiro el stick mientras grito que tengo el paso libre, mi compañero no duda en lanzarla en mi dirección. Presiono los dientes y aguanto la respiración al ver la pelota entrar en mi red, las miradas amenazantes del grupo contrario se clavan en mí. Las alarmas se encienden al igual como una palanca, no sé de dónde sacó la velocidad para escapar en la búsqueda de otro compañero, Aitan grita e impulso el stick para lanzárselo.
Entonces sucede, mi mejor amigo la recibe con una fuerza inexplicable que su espalda se va para atrás terminando en el suelo. La pelota ha atravesado su red.
El silbato suena acompañado de la llamada de atención de Dabroski.
—¡¿Qué fue eso, Gallagher?!
Alzo los hombros sin saber que responder, ni siquiera me da tiempo cuando no dudo en acercarme a Aitan aún tendido en el suelo.
—Joder, ¿estás bien, bro?
—¿Qué mierda tenían esos gofres? —murmura atónito —, porque quiero super fuerza.
—Levántate.
Le ayudo a ponerse de pie. Los murmullos llegan a mis oídos preguntándose que acaba de pasar porque su red ha sido perforada.
—Juro que no tengo idea de lo que hice —le hago saber sacándome el casco.
—Pues el entrenador te está mirando con esa cara estreñida.
Señala a mis espaldas. Ya siento el terror colándose por mi sistema nervioso.
—Gallagher.
—Entrenador —siseo dándome media vuelta para encararlo —. ¿Para qué soy bueno?
—Quiero verte en la defensa, cambia con Ramírez —sus orbes verdes me analizan a tal modo que pienso que está leyendo mis pensamientos —. Necesito ver de nuevo ese pase, modera la fuerza. Lo estás haciendo bien.
Quiero pegar de saltos por tal noticia. Es probable que siga con los Ravens.
En cada saque de mi parte vuelve a suceder lo mismo al igual que mis tacleadas. Sin querer mis compañeros salen volando hasta aterrizar varios pies.
Antes de poder lanzar la pelota a la portería, siento de nuevo esa punzada en la cabeza hasta recorrerme un choque eléctrico, los oídos me zumban y la vista se me nubla.
Todo pasa en cuestión de segundos como si fuera cámara lenta. Noto una mancha difusa frente a mí seguido del impacto de un estruendoso rayo a mi costado provocando que mi cuerpo salga disparado y lo que viene después es oscuridad mezclado de gritos.
—No te duermas, no te duermas —me piden sintiendo como tiran por debajo de mis brazos —. Ramsés, habla.
—Gala, me duele —jadeo sin recuperar la visión.
—Lo sé, yo también lo sentí.
—Está aquí.
—Sí.
Hora de correr en círculos.
¿Qué creen que haya sucedido? Leo sus teorías.
Estoy super feliz poder traerles cada día un nuevo capítulo y sé que las que leen el último libro de la trilogía por amor al arte están esperando nueva actualización desde hace un mes. Perdón. 😅😅
Muchas gracias por sus comentarios, votar y sobre todo compartir la historia para que más personitas conozcan a estos chicos. 😪
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