Capítulo 1|Conociendo a Gala.

1|Conociendo a Gala. 


Hay un cadáver ensangrentado dentro de las duchas de los vestidores.

«Cálmate, Ramsés, no entres en pánico».

Lo hice hace unos segundos atrás cuando entré. Pegué el grito del siglo que por un momento creí que los espejos se iban a romper en pedazos como lo haría un cantante de ópera. Sujeto con fuerza contra mi pecho el stick a modo de defensa en caso de que sea una trampa y tenga que luchar contra mi vida.

Soy muy guapo para morir.

El corazón me late con desenfreno a la vez que sudo como mandril no solo a consecuencia del arduo partido sino de los nervios que me envuelven. Trato de estabilizar mi respiración en cada paso tembloroso que doy hacia aquel cuerpo en posición fetal.

A estas alturas siento que me he cagado en los pantalones y con lo que me encanta llevar la ropa a lavar, no creo que la lavadora quite la mancha con facilidad.

Las luces de las lámparas comienzan a titilar. Comienzo a sentir el aire pesado al detenerme frente aquella persona que resulta ser una chica, mis cejas se disparan hacia arriba ante la impresión, cómo demonios llegó ella aquí?

—No quiero ir a la cárcel —me digo.

Sus mechones empapados de esa viscosidad carmesí están pegados en su rostro. Me percato que no está muerta sino inconsciente, las manos comienzan a temblarme al inclinarme. Debería salir corriendo en busca de ayuda, de la policía quizás, pero me harían tantas preguntas que no me siento preparado para un interrogatorio.

Trago saliva al acuclillarme.

Esto no puede estar pasándome. ¿Cuál fue el mal que hice en esta vida aparte de ser atractivo? Bueno, no me quejo.

—Gallagher, ¿estás aquí?

Un chillido se queda atorado en mi garganta. Me pongo de pie de un salto corriendo hacia la puerta antes de que pueda ser abierta por completa. Mi compañero, Keven se sobresalta ante mi acción reteniéndole el paso regalándole una sonrisa.

Frunce el ceño con confusión, da un paso hacia atrás.

—¡Eh, Kev!, ¿qué se te ofrece, viejo?

—Dabroski te llama, está emputado por no encontrarte con el resto en la cancha, el juego comienza en diez minutos y los Cardinals han llegado.

—Joder, ¡perdón! Es que a último minuto me vino un dolor horrible en las tripas por comer un burrito de frijoles en Taco Bell antes de venir —muevo mi otra mano frente a mi nariz —. Justo ahora estoy echándole aromatizante al baño, porque ugh, tremenda bomba que se encontrarían en el váter.

Suelto una risa para intentar convencerlo.

Las facciones de Keven se contraen lleno de asco ante mis palabras. Lanza una maldición retrocediendo.

—Que puto asco, Gallagher. Encargarte de esa porquería y ve de inmediato —frunce la nariz me inspecciona de arriba abajo —. Necesitamos de tu brazo de la suerte. Los Ravens tienen que ganar.

Como no. Si solo para eso me invitaron al equipo de Lacrosse.

Asiento con la cabeza en afirmación. Cierro la puerta pasándole el seguro, doy media vuelta apoyando mi espalda contra la madera liberando un suspiro del casi susto.

Clavo la mirada en mi brazo izquierdo es nada más que pura prótesis con la mejor tecnología según me comunicó el médico. Presiono los párpados con fuerza haciendo un lado los malos recuerdos que me hacen sentir un sabor amargo en la boca. Despego la espalda para regresar a las duchas, solo que hay un ligero problemita.

La chica ya no está, solo un charco de sangre.

Siento que pierdo el aire de mis pulmones cuando las luces parpadean con rapidez. ¡Jesucristo!

—¿Quién eres y que quieres? —una voz femenina se escucha por toda la habitación.

Giro mirando en todas las direcciones en su búsqueda.

—La pregunta ofende —suelto como si nada —. No tengo idea de quién seas tú, pero solo quiero decir que no me mates, por favor. Nada más quiero ayudar.

—¿En dónde estoy?

De nuevo el susurro se cuela como eco sin que las luces vuelvan a la normalidad.

Trago en seco. Sin duda hoy no es un buen día para morir. ¿Qué le diré a mi perro Newton cuando no llegue a casa? ¿Y a Aitan?

—Uh, uh, ¿en los vestidores de chicos?

—¡Se más específico! —gruñe y una de las bombillas estalla haciéndose añicos lejos de donde estoy.

—¡Tú se más específica, carajos!

De repente, mis pies abandonan el piso.

«¡Estoy flotando como Peter Pan, ayuda!».

—¡No quiero morir! No me mates, haré lo que me pidaaaas, solo quería ayudar, lo juro por la garrita, no me mates, por favor.

Caigo en seco contra los azulejos de más duchas, el agua diluida con la sangre se impregna en mi uniforme de Lacrosse. Un quejido se me escapa de los labios ante el impacto.

—Él está aquí, no quiero que me encuentre —el susurro se escucha más cerca.

—¿Quién? Ah carajos, soy hombre muerto.

Trato de ponerme de pie apoyando una mano en el suelo. Al alzar la mirada, la veo, veo a la chica tratando de caminar con la ropa hecha un desastre y partes de su cuerpo lastimadas. ¿Quién le hizo daño?

—Demonios, estás... estás sangrando bastante —alzo ambas manos sobre mi pecho como escudo —. Déjame ayudarte.

—No.

Solloza abrazando lo que parece un morral contra su pecho. Su rostro está sucio por lo que noto una línea que va de su frente hasta su mejilla izquierda en una gran cortada.

—Debes ser atendida rápidamente, te estás desangrando y puedes caer de nuevo inconsciente o... eso creo, no soy experto, pero lo vi en una serie de médicos en HBO, ¿de acuerdo?

La chica desvía la mirada hacia el techo quedándose paralizada, lleva un dedo hacia sus labios pidiendo silencio. Sin embargo, lo único que logro escuchar es la música de la banda y el público siendo escandaloso en las tribunas en la espera del juego de esta noche.

Cardinals contra Ravens, una vez más.

El equipo contrario debe estar demasiado calmado que nosotros. El juego anterior nos ganaron ocho a cero, no fue bonito ver ese número decorando nuestro marcador. Menos al entrenador Dabroski soltando palabrotas en polaco. Tuve una llamada de atención como el resto, sinceramente no tenía tantas ganas de jugar.

—Me estás asustando —le apunto con el stick plasmando una mueca —. No creo en nada paranormal, pero justo ahora estoy dudando en lo que hiciste hace un momento. Cuando llegue a mi casa, si es que llego, tendré que leerme un cuento para olvidar este susto.

—Hablas demasiado.

Entorno los ojos.

—Ya. ¿Es en serio? Debes darme justo ahora una explicación.

Planto la espalda levantando la cabeza con autoridad manteniendo una expresión seria.

«Eso es Gallagher, muestra quien manda».

Se abraza a si misma sorbiendo la nariz retrocediendo. Doy un par de pasos manteniendo una distancia prudente.

—Si estás escapando de alguien, no diré nada, solo permíteme ayudarte.

—Ya es tarde, está aquí, vino conmigo —observa el techo como si estuviera vigilando que nada lo traspase.

—Tiene que ser una puta broma.

—Debo salir de aquí.

Camina hacia la puerta, niego varias veces cruzándome en su camino. La verdad podría permitir que se vaya y que otro le brindara ayuda, no obstante, una vocecita dentro de mi cabeza me dice que le ayude. Es eso o sufro de alguna enfermedad mental que no sabía que tengo.

—Muévete o te hago cenizas.

Gruñe.

—Uh-uh —extiendo ambos brazos —. Te expondrás a lo que sea que te hizo daño.

Abro los ojos más de lo normal cuando los de ella comienzan a destellar en color púrpura como dos esferas.

Grito nuevamente del susto.

—¡No eres humana!

—Muévete.

—No.

Ya comienzo a temblar como gelatina ante la estupidez de alguien que está por hacerme daño y es así como Ramsés Gallagher muere por voluntad propia en los vestidores de la Universidad de Chicago. Su imprudencia y encanto no sirven para nada.

Su mano se enrosca en mi cuello ejerciendo presión, por inercia intento liberarme, pero ella me supera en fuerza. Comienzo a entrar en pánico.

—N-No me hagas daño. Juro que te dejaré ir y no diré nada —hablar se me dificulta ante la falta de oxígeno que voy perdiendo.

La vista comienza hacerse borrosa.

Dos estruendosos golpes se escuchan a mis espaldas.

—¡Ramsés sal de una vez! El partido ya comenzó y te necesitan.

La chica me suelta de inmediato. Llevo una mano al cuello que me arde por la presión.

—No puedo chicos, me siento bastante mal, me iré a casa.

—¡¿Qué?! ¡No puedes hacernos es...!

—¡Te dije muchaaas veces que no comas ese burrito! —interviene Aitan —. ¡Tampoco te tomaste la puta pastilla, cabrón! Ahora, aprieta tus nalgas y sal de una vez. Al entrenador le vale un bledo si te haces en medio partido. Cuando lleguemos a casa te daré solo lechuga para comer, hermano.

Justo ahora podría estallar entre risas ante las estupideces de mi mejor amigo.

Intercambio una mirada dubitativa con aquella chica de procedencia desconocida. Hace un gesto con la mano como un chasquido y todo se vuelve oscuro en la habitación a tal punto que el ruido desaparece.

—¿Qué hiciste?

—Velo por tu cuenta, hora de irnos.

Abro la puerta asomando la cabeza, mis amigos han quedado congelados. Mierda.

—Espera, ¿cómo que irnos? No, no, elijo vivir.

La chica hace caso omiso, me da un empujón soltando un jadeo del dolor, esquiva al par de chicos que han quedado como estatuas. Me estampo una mano sobre la frente, corro es busca de mi mochila con la chaqueta para alcanzarla en medio del pasillo.

—¿Quién eres? —exijo saber.

La veo coger de un pie dejando atrás un camino de sangre.

Intento tomarla de la cintura, se pone a la defensiva poniendo una mano sobre mi pecho, antes de que pueda hacer algo más, se contorsiona del dolor, por poco cae de rodillas de no ser que la tomo en brazos. Cojo mi chamarra cubriendo su cuerpo en sangre seca y tierra. Pesa, aunque no es impedimento para cargarla hasta salir del edificio hacia el estacionamiento.

—No permitas que me encuentre —susurra en un hilo de voz.

—Oye, no cierres los ojos. Todo va estar bien...

—Gala, me llamo Gala.

Presiono la mandíbula. No es de peso ligero a pesar de ser delgada. Ante la cercanía diviso un poco sus facciones femeninas. El labio lo tiene partido a la mitad tirando a un color violáceo como sus pómulos, es evidente el rasguño enorme que sobresalta, la sangre se ha secado, sus pestañas largas están cubiertas por lodo, trato de no apretarla contra mi cuerpo al ver otra herida grande en su hombro.

Todo a mi alrededor se ha detenido. El miedo persiste en todo mi cuerpo.

Creo que esta vez sí me cagué y feo.

—Te diría un placer conocerte, Gala, pero estuviste a punto de matarme.

Se me escapa una risa para disipar la tensión. Llego a la camioneta donde la bajo por unos segundos intentando abrir la puerta.

—Date prisa o él vendrá.

—¿Quién es él? No me dejes con el chisme a medias, ¿es el que te hizo daño? Porque puedo levantar una denuncia anónima enviando pruebas y la policía se hará cargo, prometo que se pudrirá tras las rejas.

Se desliza sobre el asiento cubriéndose el cuerpo con la chamarra.

—Tu gente no podrá con él.

—Esto es confuso.

Me cubro con ambas manos al rostro asimilando en lo que me he metido. Es demasiado para digerir, ya me hubiera dado un infarto. Sin embargo, aquí estoy arriesgándome el trasero ante una desconocida sobrenatural que hace cosas raras con las manos y, por si fuera poco, ¡estuvo a punto de matarme!

—¿Entonces?, ¿Te llevo al hospital?, ¿Una estación de autobuses?

Gala no responde a mis preguntas, apoya su cabeza en el vidrio cerrando los ojos.

—Oye, los que congelaste, ¿se quedarán así para siempre? Porque tremenda sorpresa se llevará la comunidad escolar mañana y el noticiero se volverá loco.

El mutismo ya reina dentro del coche.

Suspiro hondo. Tomo la última alternativa.

Manejar hacia mi casa. Una idea estúpida, pero no hay marcha atrás cuando me incorporo sobre la avenida vigilando a la chica que se ha quedado dormida o eso es lo que creo.

Cojo mi celular que está entre mis pertenencias dentro de la mochila deportiva. Estoy aterrado.

Y marco al primer contacto que me aparece en las llamadas recientes.

Espero que Vanian Nakamura me ayude a salir de esta.

—¿Diga?

—¡Eh, hermano! Espero no haberte interrumpido, verás... tengo un ligero problemilla y necesito tu ayuda como el médico que eres.

—Por favor dime que no usaste tu prótesis como bate de beisbol.

Plasmo una mueca de desagrado. Como siempre burlándose.

—Jamás he hecho eso, aunque ahora que lo dices, suena buena idea.

—Ramsés, ¿para qué me interrumpes un sábado por la noche?

Miro de soslayo a la chica dormida para regresar la mirada hacia la carretera atestada de autos y la vista maravillosa de los edificios.

—De acuerdo, esto sonará loco, pero una amiga necesita de tu ayuda, está grave y no quiere ir al hospital, creo que necesita puntos, la atacaron —susurro a lo lejos —, eso quiero creer, no se ve nada bien, Vanian, no puedo decir mucho, solo ve a mi casa.

—¿En qué te has metido? Llévala al hospital.

—No, no puedo —me relamo los labios con nerviosismo —. Hombre, no debería estar haciendo esto, lo he visto en las películas, se supone que debo quedarme callado y hacerlo por mi cuenta, pero es de vida o muerte para ella, ¿ya? No insistas, solo ve a mi casa y te pagaré lo que sea. Llego en media hora.

Ni siquiera le doy tiempo para llevarme la contraria. Cuelgo la llamada devolviendo el celular en la mochila.

—He llamado un amigo, no te preocupes, es de fiar y te ayudará con las heridas.

—Sanarán solas.

—No te creo. Ya que al fin hablas, ¿de dónde eres?, ¿por qué te han hecho daño?

—No puedo hablar sobre eso, es parte de mi código, solo llévame lejos y me largaré, mañana será como un día más, no te preocupes por los paralizados, en poco volverán como si nada y no recordarán que les pasó.

—¿Vas a matarme después? Digo, para tener tiempo de escribir una nota más una frase que iría en mi lapida, necesito estar preparado.

La miro rápidamente, Gala tuerce la boca, quizás se pregunta que el loco dentro del coche soy yo.

—Ah, por cierto, me llamo Ramsés.

—No morirás, Ramsés, al menos no hoy.

Gruño.

—Gracias, ya con eso me siento tranquilo.

Piso el acelerador ya adentrándome a las calles más concurridas de la ciudad de Chicago.

—Hay muchas carretas con luces, ¿dónde estoy?

—Chicago, Illinois. Y esas carretas son coches, autos, automóviles, como sea que les llamen los demás. ¿Y tú?

—No puedo decirte.

—¿Qué llevas en el morral?

Señalo con una mano en su dirección.

—Cosas importantes para mí que no te incuben.

—Okey, esta claro que vas a matarme.

—No voy a matarte.

—Eso diría alguien que quiere hacerlo.

—Hablas mucho.

Sonrío en mis adentros. Ya estoy empezando a irritarla, normalmente eso no sucede con las chicas, ellas me piden que les hable de lo que sea y fingen prestar atención.

—Es mi atractivo, nena. Has caído en manos de Ramsés, un gracias estaría estupendo por ayudarte de quién sea que esté tras de ti, ¿vale? Jamás en mi vida me había encontrado a alguien que haga esas cosas con las manos, ¿eres bruja?

—No.

—¿Una superheroína que se escapó del área 51 o alguna instalación del gobierno? Porque es más creíble, el gobierno estadounidense guarda muchos secretos que los fanáticos buscan desvelar.

Estampo mi mano contra el volante.

—Si es así, de seguro las fuerzas especiales estarán tras de nosotros, mierda.

—No, no sé de que.. ay —se queja cubriéndose —. Escucha, Ramsés, entre menos sepas, mejor, te pondrás en peligro si tu curiosidad crece y créeme un humano imprudente buscará fácilmente su muerte. Duele, mierda, duele.

—Espera, no te muevas, tus heridas son grandes. La sangre se ha secado, pero puedes infectarlas. Ya falta poco para llegar a mi casa y recibirás ayuda, nena.

—No me llames, nena si quieres seguir con lengua.

Oh- oh, ¿por qué carajos la subí al coche para ayudarla? 







¡Bienvenidos a este intento de historia de fantasía/paranormal/ comedia romántica. Ash,ni yo sé que género es. 😅

Una disculpa que es mi tercer intento con esta historia, pero, la tercera es la vencida, ¿verdad? Espero que no regrese a borrador o me iré a llorar.

¿Qué tal con este capítulo? Si hay preguntas o dudas sean libres de hacerlo aquí.

Gracias por el apoyo y espero que les guste tanto como a mí en escribirla una vez más. 🖤


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