Capítulo 9: La cueva

El chisporroteo de las llamas consumiendo la leña era lo único que se escuchaba en aquella profunda cueva. Minato separó un segundo sus labios antes de que Madara volviera a unirlos a los suyos con impaciencia. Para Madara, la posibilidad de enamorarse en una competición como aquella era muy remota, más aún cuando había perdido a su hermano unos días antes de todo aquello.

Minato Namikaze parecía un chico solitario y perdido, un chico al que le perseguía la mala suerte. Si hubiera nacido en el clan Uchiha habría tenido un gran futuro por delante, pero tuvo la mala suerte de nacer en el clan Namikaze, un clan casi extinto, un clan que haría lo que fuera por renacer, incluso vender a su mejor ninja al mejor postor con tal de conseguir alianzas. Ese chico estaba perdido. Si salía vivo de allí, perdería su libertad y se casaría con Kushina Uzumaki.

Aquel pensamiento hizo que la sangre de Madara hirviera en cólera. Ese chico dulce y apasionado iba a ser de una mujer, iban a recluirle en un clan y seguramente... la mitad de los ninjas del clan Uzumaki lo forzarían a estar en sus camas. No soportaba esa idea.

Sacando una fuerza de voluntad que Madara creía no tener en aquel momento, consiguió colocar sus manos en la cintura del joven alejándole un segundo de él. Minato supo que algo ocurría, algo estaba molestando a ese orgulloso Uchiha y seguramente habría sido su comportamiento. Con una triste y dolida mirada, Minato se alejó levemente de él dándole un poco de espacio, agachando la mirada hacia el suelo.

- Lo siento, no quería incomodarte – aclaró Minato, pero Madara se dio cuenta de que estaba malinterpretando la situación.

- No te disculpes, no te estoy rechazando – le dijo Madara consiguiendo que Minato alzase una vez más la mirada hacia él con un extraño brillo de sorpresa en sus ojos – es sólo... que quiero que estés seguro de esto. Yo... no quiero ser como los demás, Minato. Jamás te pediré sólo sexo, ni serás un trozo de carne en mi cama al que sólo utilice para disfrutar un rato, no quiero eso de ti. Sé que para todos eres como un trofeo, todos quieren llevarte a la cama y yo no quiero que seas sólo eso.

- No lo entiendo – dijo Minato extrañado – yo no puedo ser nada más que esto para ti. No se permite el matrimonio entre hombres y lo sabes, tampoco me creo que te hayas enamorado de mí, no en tan poco tiempo.

- Quiero que estés seguro de lo que estás haciendo, eso es todo – le aclaró Madara – me halaga que me hayas elegido pero necesito saber que esto es lo que quieres y que no te estás dejando influenciar por la idea de que vas a perder tu libertad o que puedes morir aquí.

- Es la primera vez que puedo elegir – dijo Minato con una sonrisa – y he elegido estar contigo.

- Podría ser un problema para ti. Si el clan Uzumaki se entera de esto... de que has dejado de ser virgen antes de casarte...

- No se enterarán – aclaró Minato – Kushina es una mujer, no puede entrar en mí y el resto de los Uzumaki... - calló un segundo antes de asimilar lo que ocurriría realmente en ese clan – bueno, ya sabes – sonrió con tristeza – Kushina no vendrá a vivir a mi clan y sólo me casan con ella porque los Namikaze necesitan un heredero fuerte, creen que juntando la sangre Namikaze con los Uzumaki conseguirán una estirpe más fuerte... pero yo tendré que vivir en ese clan y no creo que el resto de ninjas me dejen tranquilo.

- Descubrirán que no eres virgen.

- Pero no podrán decirlo – comentó Minato con seguridad – porque si dicen que me han violado, se las verán con el líder de los Uzumaki. Kushina es su hija, haría que corrieran sus cabezas, así que no se arriesgarían, no dirán nada.

- No te cases con ella – le dijo Madara agarrando la nuca del joven para mirarle atentamente – ya sabes lo que te harán los otros ninjas del clan, no puedes ir a ese clan.

- No tengo más remedio – aclaró derramando una lágrima que Madara trató de limpiar con rapidez con el pulgar de su dedo – por favor... esto es lo único que estoy eligiendo en mi planificada vida. Todos deciden por mí lo que tengo que hacer... déjame por una vez decidir algo. Sólo... una noche contigo. No quiero tener mi primera vez con un ninja Uzumaki forzándome.

Por primera vez, Madara entendió las palabras que su padre siempre decía cuando entrenaba con ellos. Ese mundo no estaba diseñado para los débiles y pese a que Minato no lo era, su clan no podía decir lo mismo. Le enfadaba la situación, no podía disimularlo, no quería que ese chico pagase las consecuencias de las malas decisiones de todo un clan o de la debilidad de ellos, pero no podía hacer nada por él excepto tratar de mitigar un poco su dolor.

Impaciente y movido por el rencor que sentía en aquel momento el moreno, movió su mano hasta la nuca de Minato empujándole hacia él para devorar sus labios con mayor pasión que la de antes. Sabía que aquello era lo único que podía hacer por él en ese momento. Minato se dejó llevar por el ritmo de aquel lujurioso beso que le hizo gemir un par de veces. Los Uchiha siempre eran fogosos por naturaleza o a él le parecían de esa manera.

Minato volvió a sentarse encima de las piernas cruzadas de Madara buscando de nuevo el calor de su cuerpo. Por primera vez, se sentía libre, era la primera vez que decidía hacer algo por propia voluntad sin que nadie tratase de manipular su vida o sus ideas.

Las impacientes manos de Madara volvieron a la cintura de Minato recorriendo su torso, levantando la camiseta a medida que avanzaba por la espalda hacia la nuca. Madara suspiró al sentir bajo sus manos la blanquecina y fina piel de aquel chico. Se notaba que apenas había salido de su poblado, no tenía muchas heridas de haber peleado en competiciones ni haber tenido problemas con otros ninjas, pero sí se notaba en su abdominal el ejercicio al que había sido sometido.

Minato levantó los brazos permitiéndole a Madara quitarle la chaqueta. Aquellos oscuros ojos se fijaron en los múltiples moratones que ese chico tenía por su cuerpo, pero no dijo nada, seguramente habrían sido causa de las últimas batallas que había tenido o de los intentos frustrados del resto de ninjas cuando trataban de tenerle a la fuerza. Al menos era un chico que sabía defenderse, aunque era demasiado joven para estar en esa competición.

Los largos y finos dedos de Minato consiguieron cerrarse pese al dolor y acariciar aquel oscuro y suave cabello que tenía el Uchiha. Al sentir aquel leve gemido del rubio al mover sus manos heridas, Madara las tomó con cuidado entre las suyas apartándolas de su cabello para llevarlas frente a su rostro y depositar unos suaves besos en ellas, besos que sonrojaron a Minato al instante.

- ¿Qué...? – susurró tratando de entender el motivo por el que hacía algo como aquello.

- No las fuerces, Minato – sonrió Madara – déjalas descansar.

- Pero...

- No hace falta que me acaricies, tranquilo. Tus manos están demasiado heridas.

- Puedo hacerlo.

- Sé que puedes, pero no quiero que las fuerces. La competición apenas ha empezado y las vas a necesitar. Déjame a mí hoy, ¿vale?

- Vale – acabó resignándose Minato.

Colocando las manos en la espalda del rubio nuevamente, Madara empezó a recostarlo suavemente sobre la manta de su caballo que había dejado a modo de cama evitando la posible humedad del suelo. Estaban tan cerca de la hoguera, que cuando Madara terminó de deshacerse de su camiseta Ninja, al volver hacia Minato, sólo pudo quedarse absorto en ese brillo que gracias al fuego, iluminaba por completo los ojos de Minato. Se dio cuenta en ese preciso instante, de lo atrayentes que podían ser los de su clan. Sus labios volvieron a unirse, esta vez provocada la acción por Minato, que se había incorporado levemente pasando sus brazos por el cuello del moreno para llegar hasta él y saborear su boca.

Sus lenguas se unieron en el más hermoso y juguetón de los bailes, disfrutando el uno del otro, cerrando sus ojos y dejándose llevar mientras escuchaban el tenue ruido de la leña consumiéndose ante el fuego. La cintura de Madara se deslizaba con dulzura sobre la entrepierna de Minato llenando el ambiente de unos suspiros incontrolados, de jadeos que no podían acallarse debidos al creciente placer que ambos empezaban a sentir entre aquellas caricias.

No tardó mucho tiempo Madara en empezar a deshacerse del molesto pantalón de Minato. Una gran parte de él estaba inundado por el deseo de tener a ese chico, pero otra parte se sentía culpable por estar allí... teniendo sexo con un participante cuando debería estar buscando al asesino de su hermano. Todo era extraño, pero no podía evitar pensar que Minato se estaba convirtiendo en una gran debilidad para él, una debilidad que un Uchiha no podía permitirse y, aun así, no podía ni quería apartar esa debilidad de él. No podía alejarse de ese chico.

Con calma, introdujo sus dedos en la boca de Minato indicándole con una suave voz que los lamiera, porque a partir de ahí, dejaría de ser virgen pese a que nadie se enteraría de aquello. Minato lamió aquellos dedos con algo de miedo y duda en sus ojos, Madara podía ver aquello sin necesidad de su sharingan, todo el cuerpo del rubio temblaba ante la idea del dolor, ante la incertidumbre de entregarse a prácticamente un desconocido, el único que hasta la fecha le había tratado bien en aquella sangrienta competición.

- No te va a doler, te lo prometo – le dijo Madara.

- No puedes prometerme eso, sé que duele.

- Utilizaré el sharingan para crearte una ilusión más placentera, quitaré el dolor para ti.

- No es necesario. Necesitarás tu habilidad durante la competición, no es conveniente que la fuerces.

- No la forzaré, pero no dejaré que sientas dolor – le susurró al oído mientras activaba el sharingan para crear una ilusión que eliminase el dolor que pudiera sentir.

Era cierto que el dolor no lo sintió aunque sí sentía la presión del miembro de Madara entrando en él. Minato sabía que seguramente cuando la ilusión cesase volvería a sentir algo de dolor, pero por ahora, estaba bien y se lo agradecía al Uchiha. Los dos se besaron mientras el moreno continuaba su intromisión, moviéndose en aquella estrecha cavidad y empezando a gemir. Aquello significó mucho para Minato, no todos podían decir que habían conseguido hacer disfrutar a un Uchiha y seguramente él tampoco podría decirlo nunca, pero al menos... lo sabía.

Minato sintió cómo las manos de Madara se agarraban con mayor fuerza a su cintura moviéndole más violentamente, con más rapidez. Los dos jadearon, pero Minato tuvo que agarrarse con fuerza a los brazos que Madara tenía puestos a cada lado del rostro del rubio al sentir aquella oleada de placer. Todos sus músculos se tensaban, dolían pero no como algo malo, dolían por la tensión del inmenso placer.

- No te contengas – le dijo Madara con su respiración entrecortada.

- Pero... tú...

- No te preocupes por mí, vamos... déjate ir.

Madara sintió una a vez más cómo las heridas y vendadas manos de Minato se agarraban con fuerza a sus brazos mientras jadeaba casi sin control, mientras todo su cuerpo convulsionaba hasta que su miembro empezó a eyacular relajando de golpe todos los músculos del cuerpo de Minato. Madara sonrió triunfante, pero no se detuvo, él continuó para tratar de llegar a su placer, algo que tampoco tardaría por la estrechez de aquel chico.

Observó el rostro sudoroso de Minato tratando de recomponer su respiración mientras Madara seguía moviéndose en su interior. Toda la musculatura de Minato se había relajado y sabía que debía darse prisa antes de que esa estrechez que sentía, también terminase por relajarse. Aceleró el movimiento y jadeó regalándole sus mejores gritos de placer y sus convulsiones a ese chiquillo rubio del que lentamente se estaba enamorando. Al acabar, ni siquiera quiso salir de él, se dejó caer sobre el pecho de Minato y esperó allí tumbado entrelazando sus dedos con los del rubio.

- Lo siento – escuchó que decía Minato – me he ido demasiado pronto y te he obligado a acelerar.

- No pasa nada – sonrió Madara – estoy contento de que haya sido así. Te he visto disfrutar y eso vale mucho para mí. Era tu primera vez, es algo normal irse tan pronto. No lo tengas en cuenta. La próxima vez aguantarás más, ya lo verás.

- Aun así... lo siento.

- Minato – alzó Madara su rostro para mirarle – gracias – susurró cerca de él apoyando su frente contra la del rubio pese a que veía la incertidumbre en los ojos de Minato, él ni siquiera sabía por qué le agradecía – gracias por dejarme ser el primero, gracias por elegirme a mí.

- Yo... - susurró Minato algo sonrojado pero entonces... algo extraño pasó, una lágrima resbaló por la mejilla de Minato, una lágrima que a Madara le pareció demasiado dolorosa y no entendía el motivo – lo siento – dijo al final empezando a llorar de verdad – lo siento mucho – sollozó sin que Madara entendiera nada, pero aun así, salió de un Minato que quería levantarse y buscar su ropa para tapar su desnudez como si hubiera cometido el peor de los crímenes.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top