Capítulo 7: Hiro Uzumaki
Un viento gélido sopló meciendo los mechones delanteros que caían a cada lado del rostro de Minato. Aquel cabello dorado captó la atención de Hiro Uzumaki. Aún no podía creer que su hermana pequeña se hubiera salido con la suya y hubiera conseguido convencer a ambos clanes para que ese chico la tomase en matrimonio. Cualquier ninja habría pagado por tener a algún rubito del clan Namikaze en su cama, pero jamás habría esperado casarse con ellos, eran una deshonra que sólo servían para mantener la cama de los mejores ninjas caliente, o así pensaba Hiro. Ni siquiera le importaba que se casase con su hermana mientras pudiera decirle a todo el mundo que se había acostado con un Namikaze y había satisfecho su morbo personal. Sería la envidia de todos.
Minato, al ver la sonrisa lujuriosa de Hiro Uzumaki, movió su congelada mano hacia la bolsa de los kunais de su pierna derecha, mentalizándose y aguantando el dolor de tener que abrir y cerrar aquellos dedos que tanto frío habían pasado esa noche. No se sentía bien, sus manos no respondían correctamente por el frío que sufrían y, seguramente, todo su cuerpo entraría tarde o temprano en hipotermia. Aquel viento gélido que soplaba no le ayudaba y por las nubes que se avecinaban, pronto nevaría.
Con un gran sufrimiento, cerró los dedos en torno a la empuñadura del kunai y esperó, observando con calma los ojos de aquel chico de cabello rojizo que en breve atacaría. Esperaba algún sello y él debería responder igual, pero no sabía hasta qué punto sus dedos responderían para formar los sellos que necesitaría.
- Podemos hacer esto por las buenas, Minato – sonrió Hiro – sólo tienes que dejarte llevar, disfrutarás conmigo.
- Nunca será por las buenas – le aclaró Minato.
- Mírate bien, chico... tus manos están congeladas, apenas puedes moverlas. Suelta ese kunai antes de que te hagas daño.
Contestarle habría sido una pérdida de tiempo. Minato simplemente agarró con algo más de fuerza el kunai y esperó pacientemente. Ahora no estaba allí Madara para ayudarle pero aun así, estaba harto de que le tratasen como alguien débil, que le subestimasen. Él era el genio de los Namikaze y podía ser que su clan fuera considerado débil, pero él se encargaría de demostrarles lo contrario. El clan Namikaze resurgiría de sus cenizas, porque no estaba dispuesto a dejarse ultrajar por nadie.
Al instante, los ojos de Minato detectaron los primeros movimientos bruscos de las manos de Hiro, estaba creando sus primeros sellos. Viendo los elementos, Minato lanzó el filo clavándolo frente a él en el suelo y empezando a formar con dificultad pero con toda la rapidez que pudo sacar sus primeros sellos. Los Uzumaki eran expertos en técnicas de sellado, pero él no se quedaba atrás.
La técnica de parálisis de Hiro ya iba a hacer efecto bajo los pies de Minato, cuando éste desapareció en una nube de polvo dejando tras de sí un tronco con el que había realizado el reemplazo. Hiro sonrió al sentir el chakra de Minato marchándose de allí, pero no le sería tan fácil. Le siguió hacia el bosque y prácticamente le tenía a vista cuando quiso realizar su siguiente sello.
- No vas a huir, Minato – sonrió Hiro, pero cuando el sello ya estaba formado y la habilidad a punto de salir, un kunai viajó en dirección a Hiro. Se dio cuenta entonces de que había caído completamente en la trampa de Minato, no estaba huyendo, estaba buscando el momento para atacar.
Minato se trasportó hasta su kunai cogiéndolo con la mano izquierda mientras en la derecha activaba el Rasengan. Hiro nunca había visto nada parecido a aquella habilidad, pero sabía que nunca podía esperar algo predecible de él. El mismo Jiraiya Namikaze, maestro de Minato ya había corrido la voz de que ese chico sería el que resurgiría al clan, un auténtico genio que inventaba sus propias técnicas.
El rasengan impactó de lleno empotrando con rudeza a Hiro en el suelo. Ni siquiera viendo a ese ninja en el suelo, Minato bajaba la guardia. Observó el sello que le había puesto en la espalda y tomó distancia una vez más tratando de mover sus doloridas manos. Al ver que Hiro no se movía, volvió atrás dispuesto a coger su caballo y marcharse de allí, pero cuando lo estaba haciendo, una mano cogió la suya apoyándola contra una de las paredes de las ruinas. Quiso moverse cuando tan sólo un grito de dolor salió de su boca al sentir aquel kunai clavarse en su mano.
Miró su mano. Hiro había clavado también la suya sobre la de Minato y un chorro de sangre caía de ambas resbalando por la pared.
- Ahora ya no podrás escapar. No me hagas clavarte la otra también – sonrió Hiro mientras empezaba a bajar la mano por su pecho – me has pillado por sorpresa con ese ataque. Eres un chico interesante, Minato, pero demasiado joven todavía.
- No deberías poder moverte – aclaró Minato mordiéndose el labio – el rasengan es un ataque de alta potencia, deberías estar en el suelo durante unas horas si es que no te mata.
- Quizá para cualquier otro ninja, pero te olvidas que soy un Uzumaki – sonrió mordiéndose su mano libre y dejando ver a Minato cómo absorbía parte de su chakra para recuperarse – tenemos mayor resistencia que otros ninjas.
- Se me olvidaba eso – dijo tratando de moverse sin mucho éxito – la próxima vez no fallaré.
- No habrá próxima vez para ti, Minato. Reconozco que eres bueno, pero nunca has estado en una competición como esta y aún eres demasiado joven.
- Deja de infravalorarme – le gritó Minato enfadado – odio que me tratéis como un trofeo al que podéis llevaros a la cama.
- Eso es lo que eres, pequeño – susurró mordiendo el lóbulo de la oreja de Minato, pero éste trató de apartarse – eso es, saca tu carácter, me gustan los chicos con carácter, son más divertidos de doblegar – sonrió aún más Hiro.
- Vete al infierno – le aclaró haciendo un par de sellos con la mano que no estaba clavada a la pared.
Hiro suponía que sus manos no deberían poder moverse, ni siquiera la mano izquierda la había utilizado para hacer sellos. Había dado por supuesto que la derecha era la única menos congelada para hacerlos, pero se equivocaba. Se dio cuenta de que aquello no era un sello normal, estaba invocando algo. Se apresuró a coger su mano antes de que Minato la llevase a su boca para conseguir la sangre que necesitaba para la invocación, pero tan distraído estaba en evitar que lo hiciera, que no se dio cuenta de la coz que le llegó del lateral.
Su mano se rasgó con el kunai por la fuerza que aquel caballo había puesto en el golpe, derribándolo y empujándolo contra una de las paredes del fondo. Nunca habría esperado que el caballo también fuera a atacarle, sólo estaba centrado en Minato y en sus estrategias. No podía subestimarle, era un chico listo.
Con mucho esfuerzo y sufrimiento, Minato cogió la empuñadura de aquel kunai y lo sacó para liberar su mano. Con el mismo kunai enemigo, cortó la cuerda a su lado activando las trampas que aquella noche había colocado mientras se agarraba con dificultad a la crin de su caballo para poder montar. "Yokaze" no se hizo esperar, salió al galope al sentir que Minato estaba encima y no se detuvo. Al poco rato, Minato ya ni siquiera estaba agarrado al caballo. Tan sólo su cuerpo inconsciente permanecía encima con la rienda atada a su muñeca, era lo único que le permitía seguir encima sin caerse.
Media mañana mantuvo el caballo el galope buscando alejarse del lugar de la batalla, buscando un lugar seguro donde detenerse, pero aquello parecía imposible cuando observó a varios ninjas montados a caballo salir de entre los árboles tratando de alcanzarle. Aceleró el paso pese al dolor y a que las fuerzas se le escapaban por momentos. Igual de terco que su dueño, no pensaba detenerse allí para que les dieran caza, sólo estaban aprovechando el momento porque Minato estaba inconsciente.
El resoplido era lo único que se escuchaba, el esfuerzo del caballo por mantener la velocidad pese a que empezaban a alcanzarle sus perseguidores. A punto estaban de ponerse a su lado, cuando un par de shurikens atravesaron a los dos ninjas lanzándolos al suelo, dejando que los caballos continuasen su carrera solos mientras el tercer ninja, al ver la escena, desistía de la persecución.
Frente a él, un ninja de orgulloso porte apareció con las riendas de un caballo negro agarradas en su mano. Ni siquiera pensaba detenerse pero el ninja corrió en su dirección poniéndose en medio, obligándole a parar y apoyarse en las dos patas de atrás para evitar pisarle. Desbocarse fue una mala idea. El cuerpo de Minato empezó a caer hacia atrás pero, por suerte, Madara se dio cuenta y lo cogió antes de que cayese.
- Ey, tranquilo, ya está – intentó acariciar el músculo de la parte superior de la pata del animal para calmarle – ya lo tengo.
Por un instante, miró a aquel animal que respiraba con dificultad y movía la cabeza de forma violenta. Su estómago estaba empapado en sudor dándole a entender todo el tiempo que llevaba corriendo sin descanso, de sus fosas nasales empezaba a salir algo de sangre por el esfuerzo y parecía que en cualquier momento fuera a derrumbarse.
- Descansa, chico, está a salvo – le aclaró – él está a salvo. Has hecho un buen trabajo, me ocuparé yo a partir de ahora. Estáis a salvo conmigo.
Las patas del animal flaquearon entre tanto temblor y, finalmente, cayó al suelo tumbándose mientras trataba de reponer su respiración. Con uno ya en el suelo, Madara abrió la chaqueta gris de Minato tratando de encontrar su pulso en el cuello. Estaba débil y su cuerpo demasiado frío y rígido, estaba entrando en hipotermia y sus manos no estaban para nada mucho mejor.
- Joder – se quejó Madara levantándose y desabrochando la cinta de la silla de montar de su caballo.
Dejó caer la silla al suelo y le quitó la manta de abajo. Desabrochó su chaqueta negra y se la colocó por encima a Minato antes de arroparle también con la manta de su caballo y frotar sus manos por el cuerpo del rubio tratando de que entrase en calor. Con la boca, mordió la punta del guante de cuero negro que llevaba y tiró de él para quitárselos y poder ponérselos a Minato en aquellas destrozadas y sangrantes manos.
***
Minato abrió los ojos con suma lentitud. Sentía un extraño calor. No podía reconocer nada de aquel lugar pero cuando trató de moverse para mirarlo más detenidamente, se encontró con toda aquella ropa encima de él. Esa manta no era suya y la chaqueta negra que tenía encima de la suya todavía menos.
- Por fin despiertas – escuchó una profunda voz a su lado.
- ¿Madara? – preguntó extrañado.
- Me tenías preocupado.
- ¿Cuánto rato llevo inconsciente? – preguntó preocupado.
- Desde esta mañana y ya ha caído la noche. Te ha faltado poco para no contarlo. ¿Cómo se te ocurre pasar la noche a la intemperie? En esta zona, las temperaturas caen demasiado por la noche, es una locura, podías haber muerto de hipotermia.
- ¿Yokaze? – preguntó todavía más preocupado.
- Está durmiendo. Déjale descansar. Cuando lo encontré estaba reventado de tanto correr, le he puesto unas hierbas curativas, debería estar bien para mañana. Tienes suerte de que te haya traído hacia mí.
- Espera... ¿Hacia ti? ¿Ha corrido en dirección contraria?
- Quizá pensó que detrás habría menos ninjas que delante. Habéis tenido suerte que aún estuviera por detrás y de que os encontrase. ¿Qué ha ocurrido?
- El Uzumaki nos atacó un poco más adelante – susurró pero entonces se dio cuenta del fuego que estaba encendido en mitad de la estancia – tienes que apagar eso, podrían descubrirnos – dijo alterado.
- No nos van a descubrir. Cálmate. Puedo controlar el elemento tierra, estamos en una cueva y he cerrado la entrada. Nadie está viendo el fuego. Ahora descansa y ten cuidado donde apoyas las manos, no me atrevo ni a preguntarte cómo te has hecho esas heridas.
- Me clavó un kunai para inmovilizarme – dijo Minato quitándose el guante de Madara y mirando cómo ya el moreno se la había vendado - ¿Por qué...? – empezó a decir algo cabizbajo frente a un Madara extrañado - ¿Por qué me estás ayudando?
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