Capítulo 6: Separarse
Las hábiles manos de Madara rodeaban con calma la de Minato, llevando consigo el trozo negro de tela que había cortado de la manga de su chaqueta. Un leve quejido de Minato llegó hasta sus oídos, pero no paró de vendarle aquella herida que pronto dejaría de sangrar. Cuanto más tiempo pasaba con ese rubio, más se daba cuenta Madara de que estaba bajando la guardia, era un enemigo, estaban compitiendo y, sin embargo, no podía dejar de ayudarle sin entender el motivo.
Al levantar la vista hacia ese rostro de mirada y rasgos inocentes, se dio cuenta. Le atraía. Los Namikaze tenían algo que conseguía atraer al resto de ninjas pero él no pensaba rebajarse como los demás, él no caería tan bajo como para amenazarle o intentar tomarle por la fuerza, ese chico sólo necesitaba un poco de paciencia y ternura en su vida, algo casi imposible de encontrar en este cruel mundo de luchas y asesinatos Ninja.
Por un instante, sus miradas se cruzaron deteniendo el tiempo a su alrededor. La brisa seguía corriendo, moviendo las débiles ramas de las copas de los árboles, dejando caer las verdes hojas sobre ellos, pero no les importaba, ni siquiera se percataban de ello. El uno se había perdido en los ojos del otro, un azul profundo ahogándose en aquella oscuridad tan característica de los Uchiha, hasta que Minato sintió el rubor llegar a sus mejillas y rompió aquel tenso ambiente que ambos habían dejado que apareciera.
- Yo... tenemos que movernos – dijo Minato levantándose pero resbalando con una de las piedras mojadas del río, siendo cogido por Madara para evitar que cayera al agua.
- Ten cuidado, estas piedras resbalan mucho.
- Lo siento. Soy un poco torpe – sonrió Minato.
Aquello no pasó desapercibido para el Uchiha. Había visto la velocidad de Minato de primera mano. Había visto su bondad cuando detuvo aquel ataque, su agradecimiento por haber sido salvado en el inicio de la carrera, él no era torpe, estaba nervioso y se había puesto nervioso con aquella profunda mirada que habían compartido.
Madara apoyó la bota en una de las piedras para salir del riachuelo cuando sintió algo... su compañero se había quedado inmóvil y entonces, se dio cuenta de que la brisa había dejado de soplar, los árboles ya no se movían y el canto de los pájaros había desaparecido. La noche estaba cayendo y la visibilidad se reducía. Sintió la mano de Minato en su pecho golpeándole con fuerza hacia atrás tirándole al río mientras él se alejaba en el otro sentido y un kunai con una tarjeta explosiva cruzaba entre el hueco que Minato había dejado entre ambos, clavándose contra un tronco de atrás y explotando al instante.
- Minato – gritó Madara al darse cuenta de que la explosión debía haberle alcanzado a él.
Sentado en el riachuelo, Madara trató de ponerse en pie pese a sentirse empapado y dolerle el pecho donde Minato le había golpeado. Un gesto de dolor se colocó en su rostro, seguramente porque Minato había utilizado chakra en su palma para impulsarle algo más lejos de aquella explosión.
- Joder – se quejó y casi se maldijo por haber bajado la guardia en aquel momento. Estar pendiente de Minato le estaba costando caro. Era la segunda vez que ese chiquillo se daba cuenta del peligro antes que él y le protegía – Sharingan – susurró activando la habilidad innata de su clan.
Podía ver el chakra de Minato justo en mitad del fuego, lo más probable es que estuviera rodeado al haberse lanzado en la dirección contraria. Parecía estar buscando algo, seguramente sus armas, pero no las encontraría, Madara ya las había visto en el suelo frente a él. Se le habían caído cuando le empujó con aquella brusquedad.
Madara realizó un par de sellos con sus manos y levantó parte de la tierra cercana a él para lanzarla contra el fuego, apagando parte de él para que Minato pudiera salir en su dirección. Ni siquiera tuvo que decírselo cuando le vio caminar hacia él, tosiendo por el humo que había aspirado.
- Te tengo – le dijo Madara agarrándole antes de que cayese al suelo.
- Lo siento.
- Ve a por tu caballo y lárgate de aquí – le avisó Madara.
- Pero... ¿Y tú?
- Te alcanzaré cuando me ocupe de él.
- Puedo ayudarte.
- No, no estás en condiciones y sólo me distraes. Vamos, márchate.
Minato cerró los ojos con fuerza mordiéndose el labio hasta hacerlo sangrar. Odiaba esos momentos, odiaba que los Uchiha siempre le dijeran que se fuera y que ellos se ocuparían. Primero Izuna y ahora su hermano. ¿Por qué siempre le echaban de la batalla? No entendía por qué les resultaba un incordio a todos. Había entrenado como el que más pero nadie le quería cerca cuando él sólo quería ayudar.
- ¿A qué esperas? Que te marches – gritó cabreado Madara sacando su katana y desviando con ella los cuatro kunais enemigos que venían hacia ellos. Se agachó un segundo cogiendo los kunais Namikaze del suelo y se los lanzó a Minato – Lárgate.
Minato se levantó del suelo y corrió hacia su caballo montando de un salto. Le indicó con las riendas que diera la vuelta y empezara a correr. "Yokaze" no se hizo de rogar, en cuanto sintió la leve patada de Minato, salió al galope en dirección opuesta a la batalla pese a tener muy presente que su dueño estaba derramando una vez más las lágrimas de la amargura. Era la segunda vez que veía aquello.
No pudo evitar abrir los ojos cuando una fina rama golpeó contra su mejilla creando un superficial corte. Minato tocó con el dorso de su mano la mejilla observando cómo se quedaba algo de sangre entre su piel y la venda improvisada que Madara le había puesto. Apenas se diferenciaba el color de la sangre en aquella tela negra de su mano pero él observaba la tela dándose cuenta de que estaba dejando atrás a una persona importante para él, al que le había ayudado, pero no podía volver, no quería ser un obstáculo para el Uchiha.
Siguió cabalgando hacia delante convenciéndose a sí mismo de no mirar atrás. La noche caía cada vez con mayor rapidez hasta que finalmente, al escuchar los resoplidos cansados de su caballo, le mandó detenerse, dándose cuenta de lo profundo que había entrado en el bosque.
Durante unos segundos, Minato observó aquella oscuridad, la vegetación que le rodeaba y trató de calmarse para pensar en algo. Por la noche, muchos ninja aprovecharían para cazarse los unos a los otros. Debía esconderse y dejar que esa sangrienta noche pasase. Bajó del caballo y cogiendo las riendas, caminó de la forma más silenciosa que pudo teniendo en cuenta que llevaba un caballo tras sus pasos.
Cruzó parte del bosque y, tras caminar más de veinte minutos, llegó hasta lo que parecían unas ruinas de un antiguo templo. Chasqueó los labios en señal de disgusto notando el frío apoderarse de sus huesos. No podía encender fuego en estas condiciones, con la oscuridad que había, el fuego llamaría la atención de todos los cazadores de la zona y las ruinas tampoco eran un lugar seguro.
Aquel sitio era el único capaz de proteger del viento y que al menos, pese a sus ruinas, tendría un lugar a cubierto, sin embargo... por eso mismo lo convertía en un lugar vulnerable. El resto de ninjas sabrían que querrían refugiarse allí. Sería el primer lugar en el que mirarían. Trató de pensar por un segundo qué habría hecho Izuna o el mismo Madara. La respuesta era clara... una trampa.
- Quédate aquí – le señaló al caballo con una sonrisa mientras él se adentraba despacio en la descubierta llanura para ir hasta las ruinas del templo.
Tragó hondo cuando se estaba aproximando. Mentiría en aquel momento si dijera que no tenía miedo, estaba asustado pero no tenía más remedio que ir. Si conseguía poner las trampas en aquel lugar, era posible que aún pudiera sobrevivir de alguna forma en caso de que le emboscasen.
Por suerte para él, no parecía haber nadie. O no habían llegado o los competidores más adelantados habían decidido seguir adelante sin detenerse en pararles los pies a los ninjas que iban más rezagados.
Aquella noche, mientras Minato preparaba las trampas, no dejaba de pensar en Madara. Sentía frío y muchas veces tuvo que tirar su cálido aliento sobre sus congeladas manos para poder atar los nudos de las cuerdas. Todo el cuerpo le dolía, pero las manos ya apenas tenían sensibilidad. El frío lo estaba destrozando y la culpa por haber dejado al Uchiha atrás completamente solo tampoco le dejaría pegar ojo.
- Maldición – se quejó Minato cuando la cuerda resbaló de sus débiles y congelados dedos soltando el tronco que estaba subiendo para la trampa. Al mirarse la mano, observó cómo volvía a sangrarle la herida que horas antes, Madara le había curado.
Miró hacia el otro lado de la explanada. Su caballo seguía allí oculto entre la vegetación pero su pelaje dorado era plenamente visible. Suspiró una vez más y terminó de colocar la trampa antes de ir a recoger a su caballo. Ambos estuvieron toda la noche resguardados tras los endebles muros de aquellas ruinas, tapados con la manta de debajo de la silla de montar. Al ver a su caballo cerrar los ojos, sonrió.
Aún recordaba el día en que consiguió aquel caballo. Había llegado un cargamento de caballos al puerto. Venían en barco desde tierras lejanas para ser vendidos, pero ese en concreto, con apenas un año de edad cuando lo vio por primera vez, era terco y allí nadie lo quería por su raro color. Prácticamente estaba sentenciado a convertirse en simple carne en alguna carnicería del pueblo. Ni siquiera sabía cómo consiguió convencer a su padre para que se lo comprase, porque ellos apenas tenían dinero. Quizá fue suerte de que ese caballo no fuera especial para nadie y les rebajasen el precio con tal de llevárselo. Desde aquel día, habían sido inseparables.
- Aquel día sopló un gran viento por la noche – susurró Minato tocando la crin de su caballo – tú siempre serás "mi viento de la noche", el que me mantiene alerta, al que jamás le falla la intuición.
Acariciándole y entrando en calor gracias a estar apoyado en "Yokaze", Minato consiguió dormir durante un par de horas antes de que amaneciera. Cuando los primeros rayos de sol llegaron hasta su rostro, se negó a abrir los ojos. Necesitaba descansar, estaba agotado y sin embargo, al sentir cómo "Yokaze" se movía abruptamente, abrió los ojos sin pensarlo dos veces. Aquellas orejas tiesas de su caballo sólo podía indicar una cosa, había escuchado algo o a alguien. Él tenía un mayor instinto para esos sonidos.
Su mano se movió por instinto a la bolsa de los kunais que llevaba a la espalda atada en el pantalón y lanzó uno con rapidez hacia su derecha, escuchando cómo se clavaba contra el muro de piedra del fondo. Su caballo seguía tenso, tanto, que hasta se había puesto en pie, por lo que él le imitó pese a las pocas fuerzas que tenía en aquel momento.
Observó todo a su alrededor hasta que escuchó el silbido de algo cruzando el aire. Con el extremo de la empuñadura de su kunai, cogió el que venía hacia él, metiendo la punta del que le habían lanzado en la abertura circular del extremo del suyo. Una vez detenido prácticamente a escasos metros de su rostros, tomó el kunai que le habían lanzado dándose cuenta de que era el suyo. Miró a la pared donde lo había clavado con anterioridad para descubrir que, ciertamente, su kunai ya no estaba allí.
- Eres rápido descubriendo la presencia enemiga – confirmó el Uzumaki saliendo de su escondite – mira que has sido lento para alejarte del Uchiha. Bueno... por lo menos ya lo has hecho.
- Era una emboscada para alejarnos – comentó Minato.
- No exactamente. Vi a un estúpido ninja seguiros. Tan sólo tuve que esperar el momento oportuno a que Madara quisiera estar solo para el combate y entonces, dejé a ese ninja con Madara y te seguí. A estas alturas debe estar muerto – sonrió el Uzumaki – hay que ser idiota para meterse con un Uchiha tan a la ligera. Joder, Minato... creí que nunca te separarías de él y no podríamos disfrutar nosotros dos a solas – sonrió con lujuria.
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