Capítulo 2: Un auténtico líder
Todos los clanes esperaban pacientemente el momento a que la familia Senju saliera. Las miradas furtivas viajaban de unos a otros. Para Madara, aquel era un precioso tiempo en el que podía investigar a sus rivales, a todos los contrincantes y al resto de clanes para encontrar al asesino de su hermano, sin embargo, sus ojos viajaron una vez más desde los Hatake hasta los Namikaze al otro lado de la gran plaza. Era un grupo demasiado reducido.
- Han venido pocos Namikaze – comentó Madara.
- No están en su mejor momento como clan, ya lo sabes.
- Eso es como decirme que apenas quedan Namikaze.
Tajima movió la cabeza dándole la razón pero indicándole que mantuviera el silencio. No era nada conveniente ganarse más enemigos, ni siquiera aunque fuera del clan más débil de los allí presentes.
- No me preocupan, sólo habrán venido por el puesto político. No entrarán en la competición. ¿De quién sospechas?
- Los Hatake – dijo Madara – son los más cercanos al río, los Namikaze nunca van por allí, demasiado lejos de sus dominios, no se atreverían a cruzarse con algún Ninja, ya de por sí son muy pocos. Izuna susurró algo antes de morir y le he estado dando vueltas toda la noche.
- Podría ser cualquiera. Los Uzumaki viven al norte del río – dijo señalando hacia los pelirrojos detrás de ellos – y los Hyuuga al sur.
- Podría ser cualquiera – aclaró Madara – pero investigaré a todos.
Tajima iba a hablar nuevamente cuando se escucharon las grandes puertas del palacio abrirse. En la cima de las escaleras, los guardias reales salieron dejando ver a Butsuma Senju junto a sus dos hijos, Hashirama y Tobirama Senju. Todos los Ninja les miraron al instante pero Butsuma levantó las manos e indicó a los participantes que subieran para hablar con él más de cerca.
Tajima miró a su hijo indicándole que era la hora y abandonaron la protección de todos sus hombres para empezar la caminata ambos solos hacia las escaleras. El resto de líderes les indicaron a sus participantes que les siguieran y todos empezaron a subir. Madara se quedó extrañado al ver que el líder Namikaze le pedía al chico más joven de los allí presentes que le acompañase.
- Competidores, dad un paso adelante – dijo Butsuma.
Tajima miró una vez más a su hijo primogénito, pero Madara, con plena confianza, sacó la Katana del cinto y la lanzó clavándola contra el suelo dando por entendido su participación. El Hyuuga fue el primero en seguir al Uchiha, sacando un kunai y lanzándolo junto a la Katana de Madara dando su participación también. Todos fueron clavando sus armas uno a uno hasta llegar a los Namikaze al otro extremo de la línea.
- Los Namikaze – susurró Butsuma – venís por el puesto en el consejo ¿No es así?
Todos los demás se giraron hacia los dos Namikaze con una sonrisa incrédula. Butsuma simplemente les observaba con cautela sin saber muy bien qué respuesta darles.
- No veo conveniente que los Namikaze estén en el consejo – se atrevió a comentar el líder de los Hyuga detrás de su candidato, el hijo de su mejor consejero, el mejor Ninja que tenía en aquel momento disponible – Los Namikaze no son buenos en batalla ¿Cómo podrían dirigir los ejércitos en caso de guerra? Nadie se fiaría de ellos.
Madara miró instintivamente hacia el chico joven de los Namikaze. Estaba serio y miraba con cierta timidez a todos los presentes, pero no parecía en absoluto nada del líder, seguramente no pertenecía a la familia principal, sería el hijo de algún comerciante, algún consejero o algo así.
- Si tan importante es demostrar que alguien sabe utilizar un kunai, entonces no hay más remedio – escucharon por primera vez al chico joven. Sacó el Kunai de tres puntas de la espalda y lo lanzó clavándolo junto al resto de las armas – Minato Namikaze, me presento a la competición.
- ¿Estáis bromeando? – preguntó Madara con una sonrisa irónica – vamos chico, quita ese kunai de ahí, esto no es para ti.
- No voy a retirarme. Todos aquí nos subestiman y estamos cansado. Si tengo que demostraros nuestro valor participando en esto para que veáis que a veces la inteligencia es mejor que la fuerza, entonces... lo haré. Nos veremos en el recinto de competición.
- Retira el kunai ahora que puedes – sonrió el Hyuga.
- Los kunai no se retiran – dijo Butsuma – todos los participantes son aceptados. Si el Namikaze quiere competir, competirá. Podéis retiraros y descansar. Mañana empezará la competición. Suerte a todos.
Madara miró una última vez hacia los dos Namikaze. El líder parecía nervioso pero Minato estaba serio a su espalda. Tan sólo tenía dieciocho años, demasiado joven para participar en ese torneo a vida o muerte. Observó a todos marcharse y aprovechó que su padre también bajaba las escaleras para acercarse a Minato.
- ¿Por qué no has elegido un representante de otro clan? Alguno podría haberte ayudado. Quizá un trato con los Uzumaki. Ellos habrían competido por vosotros – le susurró Madara al chico.
- Nadie morirá en mis batallas – dijo Minato – es un asunto de los Namikaze y nosotros nos ocuparemos de él. Ésta es mi batalla.
Minato continuó caminando tras el líder de su clan. Madara sonrió levemente, no podía creerse que ese chiquillo tuviera un par bajo los pantalones como para hacer algo así. No se esperaba nada parecido y menos... de un clan débil que ya no podía ofrecer nada excepto su cerebro.
- Los tiene bien puestos – hizo un amago de sonrisa Tajima, aunque no le salió muy bien debido al dolor que aún sentía por la pérdida de su hijo.
- Sí, eso parece. ¿Te preocupa ese chico?
- Me recuerda un poco a Izuna. Un chico joven, con aspiraciones, con una gran vida por delante y podría morir mañana mismo en una competición sólo por la reputación de su clan, por salvarlo de la desesperación de estar decayendo. Es tan joven... no deberían los chicos como él estar involucrados en estas cosas – susurró Tajima consiguiendo que Madara mirase una vez más a Minato, dándose cuenta que su padre tenía razón. Sólo era un chiquillo y seguramente... moriría en esa competición.
- Mierda – dijo Madara y es que ahora que su padre le había hablado de sus pensamientos, él veía a Izuna en ese chico. Aun así, no quería involucrarse en nada, él había decidido entrar a la competición y él tendría que intentar salir, vivo o muerto.
Al terminar de bajar las escaleras, todos los participantes se despidieron de los líderes y de sus clanes. Ellos ya se marchaban a su nuevo puesto. A partir de esa noche, la competición empezaba. Madara observó mientras cogía sus armas del caballo a un Minato al que un hombre igual de rubio que él le abrazaba, seguramente su padre. Lloraba y acariciaba las mejillas de un sonriente Minato que trataba de aparentar una fortaleza... que Madara suponía era todo fachada. Nadie apostaría por un Namikaze, seguramente hasta pensaban que sería el primero en morir, ni siquiera sus padres estaban convencidos que pudiera ganar o al menos... salir vivo. Debía ser duro iniciar algo sabiendo que ya nadie confía en tus posibilidades.
Todos los clanes se marcharon dejando a sus guerreros en la plaza. Minato caminó hacia su caballo, un extraño palomino poco visto por aquellas tierras. Madara tras observar un segundo cómo Minato subía a su caballo, montó en su azabache y se puso en marcha. Aún les quedaban tres días de camino a caballo hasta la ciudad donde iniciaría la prueba. Desde la ciudad, deberían volver andando a la ciudad imperial, enfrentándose unos a otros, el primero en llegar ganaría el derecho a trabajar para el señor feudal.
Ningún Ninja se detuvo hasta el anochecer, fue entonces, cuando finalmente desmontaron dispuestos a descansar de su duro día. Minato bajó del caballo y cogiendo las riendas, lo condujo hacia el abrevadero que les habrían preparado para darle de beber. Aquel instante, fue aprovechado por Madara para llevar también a su caballo y colocarse junto a ese rubio que según su propia opinión, estaba cometiendo el mayor error de su vida al participar en aquello.
Minato observó a Madara acercarse para dar de beber a su caballo, pero mantuvo el silencio pese a que sus ojos se desviaban una y otra vez hacia el arrogante moreno que a veces, también le observaba sin pronunciar palabra.
- No tenías que haberte presentado – dijo Madara.
- Tenía que hacerlo. Esta es nuestra única oportunidad de salir del pozo en el que ha caído el clan. Nos aniquilan sin más, nos creen débiles e innecesarios, no suponemos un problema para nadie. Nuestra era se acaba, ahora todo parece indicar que el resto de clanes nos superaran, sobretodo el vuestro. Sois guerreros por naturaleza, no podemos competir contra vuestras habilidades únicas y especiales, los Namikaze no tenemos nada así.
- Sois inteligentes y rápidos.
- No lo suficiente para combatir contra el Byakugan o contra el Sharingan. Todos sabemos que moriré en esta batalla – sonrió con cierta tristeza. Madara quiso decir algo, pero Minato continuó cortando las palabras del moreno - Por cierto... lamento lo del chico de vuestro clan. Los rumores llegaron hasta el puerto.
- Era mi hermano – dijo Madara – y no descansaré hasta encontrar a su asesino. De eso puedes estar seguro – añadió cogiendo de nuevo las riendas del caballo y marchándose de allí.
- ¿Minato? – escucharon ambos chicos la suave voz de una chica.
Madara se extrañó al escuchar aquella voz suave y dulce pero más se extrañó al ver el sonrojo en las mejillas de la joven pelirroja que le hablaba. Una chica un par de años mayor que Minato del clan Uzumaki. No cabía duda que pertenecía a ese extraño clan al ver su cabello.
- ¿Kushina? – preguntó extrañado Minato - ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Para Madara no le quedó duda alguna de que esos dos se conocían. Ni siquiera podía imaginar cómo ni el motivo pero allí estaban los dos.
- ¿No me digas que estás participando? – preguntó preocupado Minato.
- No, es mi hermano el que participa – dijo la chica con una leve sonrisa – pero he querido acompañaros hasta la ciudad donde iniciará la prueba. Tanto por animar a mi hermano como por ti.
El rostro del moreno era de total sorpresa, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo allí, pero al ver a Minato tensarse, se dio cuenta que algo no terminaba de ir bien en todo aquello. Iba a marcharse cuando la joven cayó en él y se acercó haciendo una ligera reverencia en forma de saludo.
- Kushina Uzumaki – comentó la chica elevando el rostro y sonriendo – soy la prometida de Minato Namikaze.
Aquellas palabras sorprendieron a Madara. Ni siquiera esperaba que el clan Uzumaki hubiera dispuesto un matrimonio con el clan Namikaze para sacarle de sus apuros tanto económicos como de honor. Ningún clan habría propuesto un matrimonio con los Namikaze y era muy extraño.
- No tenía noticias sobre eso – dijo Madara mirando a un Minato que extrañamente, su mirada reflejaba tristeza. Seguramente era un matrimonio concertado – y mi más sentido pésame. No esperaba que Minato participase en esta cacería si estaba comprometido.
- Nos ha pillado un poco por sorpresa a todos – dijo Kushina – pero estoy convencida que saldrá sano y salvo de aquí. Estamos deseando casarnos ¿No es así? – insistió la chica que se agarraba a su brazo.
- Claro – dijo Minato forzando una sonrisa – Kushina... deberías ir a buscar a tu hermano, seguro que estará preocupado por ti.
- Iré ahora mismo. Un placer conocer a un Uchiha. Que tengas suerte en la cacería.
Kushina se marchó y Minato le dio la espalda al moreno recuperando las riendas de su caballo para sacarle la cabeza del abrevadero y llevárselo hacia la tienda que le habían asignado. Aún debía montarla.
- ¿Así que te casas? – preguntó Madara – no sabía que los Uzumaki estaban dispuestos a acogeros como clan. ¿Matrimonio concertado?
- Haz el favor de no meterte en mis asuntos – dijo Minato sin más – Tendré que casarme si consigo salir vivo de aquí. Haga lo que haga da igual, mi vida ya está decidida. Suerte en la cacería – le dijo Minato con su duro semblante marchándose junto a su caballo hacia la zona asignada para él.
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