Capítulo 15: Un encuentro desafortunado

La tensión se hizo presente en el ambiente. Todos los caballos resoplaban mientras sus jinetes se observaban unos a otros expectantes por la salida. En tan sólo dos segundos, los ojos de los competidores observaron con atención las manos del ninja que llevaba las banderas de salida. Minato no fue una excepción. Al ver a Madara posar sus ojos sobre la bandera, él también lo imitó, sabiendo que esta vez... no podría depender de él. Eran rivales, competidores y éste era el último tramo a recorrer. Ya no había alianzas, ni amigos, tampoco amores que valieran la pena, tan sólo un objetivo... ganar a como diera lugar.

La bandera bajó con fuerza. El relincho de los caballos se escuchó atronador justo antes de que todos empezasen a moverse y, por primera vez en aquella carrera, Minato consiguió salir junto al resto de competidores.

Ningún ninja estaba dispuesto a dejarse vencer, así tuvieran que hacer cualquier cosa para conseguirlo. Minato, sabiendo aquello, prestó atención a cada uno de los movimientos de sus rivales, intentando evitar cruzar sus ojos con Madara. Sabía de sobra que mirarle a él, sólo sería una distracción más.

Desde una de las filas de atrás, el ruido de unas estrellas Ninja se hizo presente. Minato, al escucharlas, miró hacia atrás observando cómo cruzaban entre varios competidores y se dirigían hacia él que estaba casi en cabeza del pelotón. Con aquello en su campo de visión, sacó uno de sus kunais y lo lanzó hacia delante, pasando delante del líder de carrera.

Madara estaba acelerando su caballo para llegar hasta Minato en un intento desesperado por apartarle de la trayectoria de aquellas armas arrojadizas, sin embargo, antes de que él pudiera llegar, Minato había simplemente... desaparecido. Todos se quedaron absortos ante aquello viendo cómo las estrellas se clavaban en el suelo tras perder impulso. Tan sólo un rayo amarillento apareció justo frente a ellos, colocándose el primero en la carrera.

Madara sonrió con cierta ironía. Había visto a ese chico utilizar sus kunais, utilizar esa gran velocidad que caracterizaba a los Namikaze, pero no esperaba que se llevase al caballo con él en su siguiente salto al kunai. Ese chico aprendía a un ritmo frenético y no tenía miedo de equivocarse. Lo intentaba una y otra vez, inventaba sus propias técnicas y seguía adelante. Era un chico extraño, pero inteligente y atrayente. Por primera vez, empezó a pensar que ese chico realmente no necesitaba tanta protección como creía en un principio.

- Aceleremos, Yoarashi, o ese chico nos dejará atrás enseguida – sonrió Madara dando una leve patada a su caballo para que acelerase el ritmo.

Pese al intento de Madara por alcanzar a ese chico, todo fue inútil. Su caballo era rápido y cuando parecía que podía alcanzarle, su kunai surcaba nuevamente el cielo impulsándole y sacándole varios metros delante de él. Viendo que sería imposible alcanzarle hasta que la carrera volviera a tranquilizarse, Madara dejó que tomase cierta distancia. Sería más fácil alcanzarle cuando bajase la guardia y se relajase.

Tras varios minutos de intensa carrera, todo pareció relajarse pese a que Madara no tenía ni idea de dónde podría estar Minato. Tenía la corazonada que no andaría lejos, no podía haber recorrido gran distancia y menos tras el cansancio que provocaba las salidas a los caballos. Estaría descansando en algún punto.

La mañana fue muy tranquila. Madara caminaba con cautela por aquel denso y siniestro bosque. Podía parecer un día normal en aquel lugar, pero para Madara, todo era un indicio de que algo iba mal. Ni los pájaros cantaban esa tarde, las nubes oscurecían el día y una brisa helada corría bajando desde las heladas montañas. Si el tiempo seguía cambiando así, debería detenerse a resguardarse, aunque eso significase perder más tiempo.

Por el mapa que había estudiado días antes de la competición, sabía que había un pequeño templo no muy lejos de allí, seguramente podría resguardarse y esperar a que las nubes pasaran de largo con la fría lluvia que traerían, seguramente... hasta podría nevar por el frío viento proveniente de las montañas.

"Yoarashi" golpeó con su morro el brazo de Madara indicándole su preocupación por aquellas nubes. El tiempo cambiaba muy rápido, demasiado. En un intento por calmar a su caballo, Madara deslizó su mano por el morro del animal acariciándole con suavidad.

- Ya lo sé, Yoarashi. Será mejor resguardarnos. El templo no está lejos de aquí.

Madara tomó las riendas y empezó a caminar tirando del bocado de su caballo, indicándole hacia donde irían. Apenas veinte minutos de camino, el templo apareció frente a ellos. No estaba en perfectas condiciones... de hecho parecía medio abandonado, sin embargo, les serviría para resguardarse de aquella tormenta que se aproximaba.

Por primera vez en bastante tiempo, Madara dejó atrás la seguridad del bosque para adentrarse en la llanura. Caminando con lentitud hacia el templo. Su paso se detuvo en seco cuando una estrella Ninja se clavó en el suelo y por poco la pisa con el pie. Por suerte para él, sus ojos eran siempre más rápidos que los de cualquier ninja y eso hizo que pudiera evitar pisar aquella arma. Al levantar la vista, observó con detenimiento a Hiashi Hyuuga frente a él.

- Menuda bienvenida – dejó escapar Madara.

- No esperaba encontrarte solo.

- Vamos... no me mientas – sonrió Madara – tus ojos son mejores que los míos en cuanto a visión. Has podido verme desde kilómetros de distancia y sabías que estaba solo. Minato debe andar en la línea delantera.

- No está lejos – sonrió Hiashi – aunque preferiría hacer el menor ruido posible y esperar a que se aleje de nosotros. No es conveniente tener a los demonios cerca.

- No es un demonio. Es un buen chico, algo perdido pero un buen chico al fin y al cabo.

- Tú no has visto entonces lo mismo que yo – dijo Hiashi – sigues igual de ciego que el primer día. Ese chico no es de fiar.

- Ese chico no es lo que estás pensando.

- No pienso nada... simplemente he visto lo que oculta y no es bueno. Si sigues a su lado, os veréis ambos inmersos en acontecimientos fuera de vuestro alcance. Hazme caso y aléjate de él. Pon la mayor distancia posible. Jamás podrás estar con él, sólo os vais a hacer daño el uno al otro.

- ¿Cómo sé que no lo dices para quedarte tú con él? Muchos antes han intentado llevárselo a la cama.

- Porque no soy tan estúpido como para jugarme la vida por un chiquillo. Créeme cuando te digo que el demonio está tras él. No permitirá que nadie se acerque a ese chico y acabarás muy mal si sigues a su lado.

- No pienso renunciar a él tan fácilmente. Seguramente pronto estará aquí.

- No pienso permitir que él aparezca.

- ¿Habláis de mí? – preguntó absorto Minato.

Hiashi se quedó mudo de la impresión. Era cierto que había estado tan sumamente concentrado en Madara y en su conversación, que había perdido de vista al Namikaze y con lo rápido que era, no se sorprendía que hubiera llegado hasta allí en un segundo.

- ¿Qué está ocurriendo? – preguntó Minato sorprendido tocándose casi involuntariamente detrás de la oreja como si supiera que hablaban de ese sello.

- Creí que ya estarías lejos de aquí. La meta no debe estar muy lejos – dijo Madara sin mirarle.

- Con la tormenta que se avecina dudo que incluso con mi velocidad pueda llegar hasta allí. Además... me habéis hecho utilizar muchas veces mi teleportación, estoy exhausto y necesitaba descansar – explicó Minato desde encima de su caballo.

- No pienso compartir el templo con ese Namikaze – dijo Hiashi, pero al ver que Minato tiraba su mano hacia atrás en busca de un kunai, pareció anticiparse – tampoco quiero pelear contigo – le aclaró sorprendiendo a Minato.

- ¿Por qué no? ¿No se supone que es una competición?

- No voy a luchar contigo, ni a acercarme a ti de ninguna clase posible, porque todo el que está a tu lado o se enfrenta a ti, acaba muerto. Aún valoro mi vida lo suficiente como para saber que no es conveniente meterse con un demonio.

Minato pareció reflexionar sobre aquello sin dejar ni por un segundo de tocar la parte trasera de su oreja. Entendía las palabras de Hiashi y se fiaba de aquellos portentosos ojos que tenía. Había visto algo en él, algo que los demás no veían. Ahora más que nunca, pensaba que él era el culpable de aquellos asesinatos, que era ese demonio interno lo que estaba causando todos aquellos problemas.

- ¿Minato? – preguntó Madara algo preocupado por la reacción del menor.

- Yo... creo que tiene razón. Es mejor que me marche – dijo al final.

- ¿Estás mal de la cabeza? No puedes irte, pronto tendremos la tormenta encima, debes resguardarte.

- Encontraré otro sitio.

- No vas a moverte de aquí – le amenazó Madara acercándose hasta él con furia en sus ojos mientras le cogía por el cuello de la chaqueta. Pese a que su brazo se alzó para pegarle, no pudo hacerlo al ver sus ojos.

- Hazlo – dijo Minato – vamos... sabes tan bien como yo que sólo soy un monstruo, un demonio. Hazlo de una vez. Acaba conmigo.

Hiashi abrió los ojos preso de la expectación. No esperaba que Minato aceptase aquello, ni que prácticamente le rogase que le matase, tampoco esperaba ver a Madara tan inmerso en sus sentimientos como para tratar de salvar a ese chico a como diera lugar, así tuviera que darle un par de puñetazos para que espabilase.

- No voy a matarte, idiota – le dijo Madara.

- Deberías. Ya hablamos de esto una vez. Vamos... mátame. Si soy un peligro para todos, es mejor así. Tampoco pierdo nada.

- Estamos hablando de tu vida.

- Una vida que no controlo – gritó Minato sorprendiendo a Madara – voy a casarme con alguien a quien no amo, mi clan me controla y tengo a un maldito demonio, ¿qué narices esperas para acabar conmigo? No necesito ni quiero esta vida.

Madara entendió una simple cosa al escuchar aquello... ese chico no había entrado en la competición por su clan, había entrado voluntariamente intentando buscar una buena muerte, intentando huir de su funesto destino, tratando de conseguir la ansiada libertad aunque eso fuera su muerte. Por fin veía lo hundido que estaba, tanto... como para querer escapar de la forma más fácil posible.

Un trueno surcó el cielo rompiendo aquel tenso momento. El silencio reinaba cuando la lluvia empezó a caer empapando a los tres que allí se encontraban, mezclando las gotas con las lágrimas que resbalaban por fin de los ojos de Minato.

- Hazlo – le susurró una vez más – puede que fuera yo quien matase a tu hermano, puede que haya sido yo quien haya matado a todos ellos.

- No hay pruebas de ello – aclaró finalmente Madara tras haber apretado aún más su mano al escuchar cómo hacía referencia a su hermano – si fueras inocente y te matase, no me lo perdonaría.

- No lo soy – dijo Minato.

- No lo haré hasta que se demuestre lo contrario.

- Dejadlo ya – escucharon la voz de Hiashi – Deberíais entrar y resguardaros de la lluvia. No es conveniente que os pongáis enfermos a estas alturas de la competición.

- Pero... - intentó hablar Minato.

- Por esta vez podré compartir techo contigo. No soy inhumano. Resguárdate... pero márchate fuera de mi presencia en cuanto el tiempo haya mejorado. No quiero tenerte cerca mucho tiempo.

Madara soltó la camiseta de Minato con cierta fuerza, empujándole hacia las escaleras del templo donde estaba Hiashi. Minato le observó unos segundos intentando recuperar el equilibrio por el empujón, pero tras mirar los serios ojos del moreno, caminó hacia el templo agachando la mirada. Una vez estuvo dentro y Madara cogió a los caballos resguardándolos de la lluvia en el porche, pasó al lado de un serio Hiashi.

- ¿Por qué has cambiado de opinión respecto a él? – susurró Madara con una atemorizante mirada, pensando que algo tramaba aquel hombre.

- Porque aunque el demonio le persiga... creo que sigue siendo un chiquillo inocente. No todo el mundo está dispuesto a dar su vida por salvar a los demás y ese chico... estaba dispuesto a dejar que le matases si con ello te llevabas al demonio. Dormiré con un ojo abierto de todas formas. Que me fíe de ese chico no quiere decir que me fíe del demonio – aseguró Hiashi sorprendiendo a un Madara que por fin veía que Hiashi no era tan malo como pensaba en un principio.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top