Capítulo 03
El sonido de sus tacones le decía a todos en la oficina que la jefa había llegado, no era necesario levantar la vista para reconocerla, el olor a rosa turla inundaba el lugar, y el ambiente se tornaba tenso. Este día parecía feliz, el color de sus labios los tiñó de un rojo profundo que combinaba perfectamente con sus zapatillas, la camisa blanca tenía dos botones desabrochados permitiendo ver sus bellos atributos, dándole ese aire altivo que reflejaba en su carácter.
Karina, una joven pasante, se coloca detrás de ella para recitarle las citas del día así como mostrarle los artículos principales preparados para el día de mañana. Ella los revisa sin mirarle la cara a la muchacha, desinteresada por cada encabezado que lee.
—Están bien. Es una pérdida de tiempo, pero es necesario.
Le regresa los papeles sin darle explicaciones de su comentario. El jefe de redacción es quien se encarga de escoger los temas que irán en el periódico, pero de vez en cuando le gusta supervisar su trabajo e involucrarse con cada detalle, odia no ser la número uno y cuando la oportunidad se presenta se exige ser competitiva.
—Señora, los nuevos prospectos de editores están esperando para las entrevistas.
—¿Cuántos pasaron el primer filtro?
—Diez.
La chica le entrega las carpetas con sus curriculums. Hay tres puestos vacantes, y los aspirantes tienen la experiencia suficiente para estar dentro de su negocio, y ellos están dispuestos a laborar arduamente para permanecer en The Global Tribune. Ayla, la directora y dueña, detiene las hojas ante la fotografía de un aspirante. Se recarga sobre su asiento para leer detenidamente cada palabra, lo reconoce y sonríe.
—¿Quién hará las entrevistas?
—Hector, Alejandro y Marina. Solo están esperando sus observaciones. Señora.
Ayla la mira. Reconoce el tono de su labial, rosa pálido. Su maquillaje le reseca la piel provocando que pequeñas imperfecciones resalten, además de ser un tono más claro que su color de piel. Su mirada dura lo suficiente para hacer sentir incómoda a Karina.
— Eres muy bonita —le dice en tono suave, la chica abre los ojos de par en par sin saber cómo tomar el comentario—. ¿Puedo hacerte una observación?
Karina asiente con la cabeza. Ayla saca de su bolsa de mano su neceser.
—Tenemos el mismo tono de piel, me preguntaba si alguna vez has considerado probar otro tipo de maquillaje. A veces, ciertos tonos pueden resaltar mejor tu belleza natural. Prueba el mío, si te gusta, puedes quedártelo.
Karina sonrió. No podía creer lo que estaba pasando. Era relativamente nueva y su trato con la jefa era solo por teléfono, verla en persona solo había pasado en tres ocasiones.
—Gracias —dijo después de recibir el regalo.
—Informales a nuestros colaboradores que él —señaló el currículum de la persona en quien se detuvo—, está contratado. A los demás ellos pueden elegirlo. Quédate en las entrevistas, solo aprende.
La chica asintió con la cabeza, se giró sobre sus pies abrazando las carpetas y su preciado obsequio. Antes de cerrar la puerta de la oficina de Ayla le dijo:
—¿Estás segura de querer darmelo? El maquillaje es íntimo para cada mujer.
—Será nuestro secreto.
La puerta se cerró y Karina recorrió el pasillo hasta su lugar de trabajo, tenía mucha curiosidad por saber qué artículos contenía una bolsa de maquillaje de una mujer como Ayla, es realmente bonita y altiva, pero también estaba consciente de las entrevistas, así que se dirigió al piso 17 para dar la información a sus compañeros de trabajo, quienes degustaban una taza de café para compensar la espera.
—¿Alguna noticia? —preguntó Marina ansiosa por empezar las entrevistas.
—Solo hay dos cupos para seleccionar. La jefa quiere a Thaddeus dentro del equipo de trabajo.
Alejandro fue el primero en apresurarse a ver la carpeta del susodicho. Leyó su expediente y lo único sobresaliente fue la iniciativa de crear una editorial independiente.
—Me encabrona que se cree un chingo. No es una competencia legal, de haber sabido que se podía por palanca, también traigo a mi recomendado.
Héctor tomó la carpeta y juzgó la fotografía.
—De seguro su nuevo novio. Tiene la misma edad, quizá alguna conquista.
Marina mantenía una sonrisa en su rostro, sin que alguno pudiera descifrar si se trataba de alegría o solo para ocultar algún sentimiento despectivo. Miró a Karina buscando ayuda, pero la chica no se atrevió a emitir su opinión y se preguntó si ella se había ganado su lugar como pasante o cabía la posibilidad de que también fuera por favoritismo por tener a un familiar dentro del periódico.
—¡Vamos a empezar! Hay diez almas afuera y solo dos puestos. Qué trabajo. —Marina cortó el rollo de ambos hombres.
Los cuatro integrantes de The Global Tribune se sentaron para comenzar con el trabajo de seleccionar a los nuevos empleados, y pese a ya tener seleccionado a uno, le hicieron la entrevista. Las preguntas que se le realizaron fueron de orden más personal, como si estaba casado, sí conocía a alguien dentro de la empresa, cuáles eran sus intenciones y aspiraciones con The Global Tribune. El joven se sintió incómodo con tantas preguntas, pero las contesto con mayor honestidad.
Teddy, como sus amigos le decían, pasaba por una depresión situacional al haber fracasado como empresario. Hacía cinco años decidió emprender una pequeña editorial en compañía de sus tres amigos inseparables, funcionaron bien un año con los ahorros que tenía, pero lo poco que ingresaba se le iba en gastos hormiga y la falta de enfoque por parte de sus compañeros los llevó a pedir préstamos, la presión y el estrés acumulado obligó a sus aliados a retirarse, intentó formar de nuevo un equipo de trabajo, pero le faltaba visión y estrategias de marketing, las pocas obras que llegaron a publicar no tuvieron el impacto esperado, finalmente, después de cinco años de lucha se dio por vencido.
Fue Timoteo, amigo de la infancia, quien le avisó del anuncio en el periódico sobre la vacante en The Global Tribune y a pesar de las nulas expectativas que tenía, se postuló. Al término de la entrevista salió del enorme edificio ya con una respuesta sobre el trabajo. Los colocaron a los diez aspirantes y uno por uno fueron recibiendo el resultado, a él se lo dijeron al final: fuiste aceptado.
No lo podía creer, estuvo esperando más de tres horas después de la hora en que lo citaron, pasó en menos de 15 minutos a diferencia de los demás quienes estuvieron una hora en la entrevista y resultó seleccionado. Miró sus zapatos desgastados con impotencia por no poder comprar unos nuevos, el traje sastre prestado por Rodri que fue del funeral de su abuela el mes pasado, sintió su estómago vacío por ahorrar los últimos pesos para pagar el autobús para llegar al lugar de trabajo de su amiga a recogerla y rogando que ella le preste para volver a casa. Debería estar feliz porque ahora tendrá un salario, sin embargo, por alguna extraña razón se sentía triste.
Su celular vibró al recibir los mensajes del grupo de amigos que compartían un chat. Abrió la conversación y a pesar de su estado emocional, leerlos le sacó una sonrisa, no se permite contarles sobre su depresión.
Ginna: 🌟 ¡Chicos, chicos! ¿Están en sus cinco sentidos? ¿Listos para el fin de semana? 🎉
Timoteo: ¡Hola! 🤩 Yo estoy en modo fiesta, ya tengo lista la playlist. ¿Y ustedes?
Rodri: Yo solo estoy esperando la respuesta de Tedy. 😏 ¡Este trabajo es tuyo, hermano!
Lau: Sí, Tedy, ¡cuéntanos! ¿Te dieron el trabajo o seguimos en modo "estoy buscando empleo"? 😂
Tedy: ¡Hola, hola! 😄 Bueno, en realidad... dramática pausa...
Ginna: ¡NO ME HAGAS SUFRIR! 😱
Timoteo: ¡Sí! Cuéntanos ya, Tedy. ¿Vas a ser un hombre de traje o seguimos con el look "pijamas todo el día"? 👔😂
Tedy: 😂 ¡me dieron el trabajo! Pero solo si prometen no hacerme cargar café todos los días.
Rodri: ¿Qué? ¡Eso es un requisito! 😂 Pero no te preocupes, yo seré tu asistente personal de café. ☕️
Lau: ¡Felicidades, Tedy! 🎉🎊 Ahora necesitamos una fiesta para celebrarlo. ¿Cuándo y dónde? ¡Dinos!
Ginna: Sí, ¿qué tal si hacemos una en mi casa? ¡Puedo hacer pizza! 🍕✨
Timoteo: ¡Y yo llevo las bebidas! 🥤 ¡Esto se va a poner bueno!
Tedy: ¡Trato hecho! ¡Gracias, chicos! Me siento como un CEO... aunque todavía no me he comprado el traje. 😂
Rodri: ¡Espera! ¡Primero el café y luego el traje! 😂
Ginna: ¡Así se habla! ¡Nos vemos el sábado en mi casa, futuro CEO! 💼✨
Lau: ¡Prometo no terminar hasta atrás! 🎉
Timoteo: Cállate, tú no tomas. Pero si lo haces, yo te cuido. 🎈
Ginna: ¡Perro! Su cuidadora soy yo.
Teddy despegó los ojos del celular al escuchar una voz que tenía metido en el inconsciente. Para él, aquello era inconfundible. Giró por todos lados para identificar de dónde provenía, fue un momento en donde imaginó los labios de la mujer moviéndose, pintados del labial rojo que tanto le gustaba.
—Te veo el fin de semana, entonces. Te estoy extrañando.
Esa sonrisa desapareció en el breve momento en que la identificó. Era ella. Parecía que los años no pasaron, mantenía su jovial hermosura, esas caderas que lo enloquecieron en su juventud. Su cabello largo mantenía su color castaño natural, entonces se sintió peor.
La siguió con la mirada hasta que entró en el restaurante, aquel que se necesita una reservación para poder comer ahí.
Thaddeus se acercó lentamente hasta quedar frente al restaurante. El cristal reflejaba su respiración agitada mientras buscaba, incrédulo, aquello que no quería aceptar. Sus ojos escaneaban las mesas y a las personas, pero no la veía. ¿Había sido solo una alucinación? El nudo en su estómago apretaba mientras se levantaba de puntillas, desesperado por ver más allá, por atravesar aquel vidrio que parecía volverse una barrera insalvable. Entonces, en un destello, sus miradas se cruzaron. Su corazón se detuvo. El tiempo se congeló en ese instante. Thaddeus no podía distinguir si aquello era real o una fantasía retorcida por su mente. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, como si estuvieran a punto de estallar. Retrocedió un paso, el miedo apoderándose de él. Ayla, con una calma perturbadora, levantó la mano y lo saludó.
—¿Viste un fantasma? —preguntó la mujer sonriendo.
Él se irguió intentando recuperar algo de su cordura. Esa belleza lo mataba. No veía solo a la mujer bien vestida, de tacones altos, maquillaje perfecto y peinado elegante, Thaddeus miraba su historia. El rostro lloroso y los ojos inundados de desesperación ya no existían, la imagen de la última vez que vio Ayla se esfumó y renació en una mujer con la misma vibra a la que conoció por primera vez.
—No... bueno, es posible.
Vio el gafete que cuelga en el cuello del hombre con el logotipo del periódico.
—Me encantaría quedarme a platicar, pero tengo una reunión importante. Bienvenido al equipo de trabajo, nos estaremos viendo en la oficina.
A continuación ella levantó su credencial que ya tenía en la mano con la intención de presentarse frente a su cita. Lo miró un momento más esperando a que él se despidiera con la luz del jovén al que le destrozó su buen corazón cuando apenas tenían 20 años. Nada pasó, él no se movió ni emitió más palabras. Ella se dio la vuelta sin mirar más atrás, como lo hacía siempre.
Teddy sintió una vorágine de emociones en su interior que lo obligaron a moverse de lugar. Preguntándose por qué ella sabía que trabajaría en el periódico, si su gafete era de visitante. Caminó un rato sin rumbo reviviendo en su mente lo que le había sucedido, teniendo conversaciones consigo mismo en donde le contestaba otra cosa o se despedía de ella con entusiasmo, ocultando ese sentimiento de vergüenza que le produjo verla. Hubiera preferido que jamás se volvieran a encontrar, pero el destino es caprichoso y se la ponía en frente de una manera tan mezquina, ella convertida en alguien exitosa y él en el precipicio de su vida.
Miró al cielo y respiró hondo, necesitaba un reinicio.
Cuando se sintió en sus cabales se dirigió a Galerías del Sol, aunque parecía que era el barrendero del estacionamiento, no le importó, igual solo llegaría hasta la parada de autobús para acompañar a Laura a su casa.
Hacía tiempo que conocía a Laurita, como le gustaba llamarla, no recuerda exactamente cuándo, pero sí el hecho de que tiene un optimismo increíble, además Ginna le escribió pidiéndole que le sacara toda la sopa sobre su nuevo galán, así que ocupaba una charla con ella.
Al bajar del autobús, el sol agonizaba en el horizonte, derramando sus últimos destellos naranjas sobre el mundo, como un adiós que sabía que nunca sería correspondido. El aire cálido del atardecer lo envolvía con una suavidad engañosa, mientras la imponente estructura de la plaza donde trabajaba su amiga se erguía frente a él, iluminada desde sus cimientos hasta el cielo, como un monumento a la vanidad humana. Galerías del Sol brillaba con una arrogancia que invitaba a todos, pero solo unos pocos podían permitirse el lujo de ser parte de su mundo. Los demás, como él, solo podían admirarla desde afuera, con la ilusión de pertenecer a algo inalcanzable.
Teddy sentía una mezcla de desprecio y frustración. Esa idea, esa absurda pretensión de que cualquiera podía pisar sus suelos lujosos y disfrutar de sus exposiciones o eventos benéficos, lo repelía. Pero la verdad era cruel: si querías comprar algo allí, tenías que pertenecer a una élite que no era la suya. Él lo sabía. Su negocio había sido un fracaso, un recordatorio constante de que su lugar en ese mundo no era más que una sombra. Y ahora, resignado, aprendía a doblegarse ante el reloj, acostumbrándose a la humillación de trabajar bajo un horario, como si aceptar ese destino fuera su única opción.
Laura miró a su amigo a la distancia, absorto en sus pensamientos, hablando consigo mismo, como solía hacerlo. Le gustaba sorprenderlo, así que cuando estuvo cerca de él susurró:
—¿Sabías que los pingüinos pueden volar si creen lo suficiente? Puede ser que nosotros también.
Teddy la miró y sonrió.
—Si, lo creo. Solo es cuestión de dejar de pensar como los demás.
En seguida le dio un cálido abrazo, rodeo su cuerpo con sus manos sintiendo a su amiga tan pequeña a pesar de que ella pensara todo lo contrario.
—No me avisaste que venías —le respondió safandose de sus brazos.
—¿Ahora debo avisar? —La miró achicando los ojos—, ¿hay algún nuevo novio del que deba cuidarme?
—Ya veo a qué vienes —Laura se cruzó de brazos y le lanzó una mirada aterradora.
—No me puedes culpar, es el chisme del momento, en especial porque no nos has contado nada sobre ese nuevo amigo.
La chica sonríe de oreja a oreja, está segura de que Ernesto es real, que ese sentimiento que los une es genuino.
—Él es el amor de mi vida.
Esas palabras le recuerdan a Thaddeus su primer amor.
—¿Y él siente lo mismo por ti?
Laura sabe que su amigo tiene una capacidad especial para entender cualquier situación. Siempre le ofrece palabras sabias, pero con una delicadeza que nunca la hace sentir juzgada, algo que a veces no ocurre con Ginna. Con él puede ser completamente honesta, sin necesidad de adornar los detalles o disfrazar sus emociones. Le habla con una sonrisa en los labios, compartiéndole lo emocionada que está por haber conocido a Ernesto, un hombre elegante y empático. Le confieza que siente por él una atracción tan profunda, tan apasionada, que, aunque suene exagerado, haría cualquier cosa por él. Pero lo dice con un brillo en los ojos, más como una exageración amorosa que una promesa oscura, dejando que la dulzura de ese sentimiento lo envuelva todo.
—Entonces ¿te acostaste con un desconocido, que, como una rata escurridiza, se fue de tu departamento y en tu segunda cita se va sin el menor asomo de cordialidad por llevarte por lo menos a la parada del autobús? Tal como yo lo veo, él es un estafador. Quieres que te eche porras o te diga algo para que te alejes de ahí.
Teddy le puso la mano en el hombro esperando a que aquellas palabras la hicieran reaccionar, que para amar no basta solo el sentimiento, ella puede tener toda la intención de dar su vida por ese desconocido, pero si él no lo quería sería solo energía desperdiciada. Para su amigo, amar debería de tomarse con calma, no lanzarse al precipicio tal como Laura pretendía hacerlo. Lo sabía por experiencia propia.
—Cuando me enteré de que mi mamá... —se detuvo porque odiaba decir en voz alta que murió de cáncer— estaba enferma. Me enojé con ella, le grité que yo tenía la culpa. Si yo no hubiera nacido, mi mamá sería libre de hacer con su vida lo que le diera en gana. No tendría que haber trabajado día y noche para darme de comer.
Thaddeus sabía que ese tema era delicado, porque Laura de vez en cuando lloraba pensando que fue su culpa. Se castigó un tiempo hasta que logró perdonarse, pero dejó la escuela para pagar los múltiples préstamos que tiene por los costos de hospitalización, estudios y tratamiento de su madre. Ella, ni nadie, quiere que en su vida haya tales pruebas, pero si bien es cierto que quienes logran salir de estas situaciones cambian para siempre, algo dentro muere y nace, son experiencias que generan metamorfosis en cada ser humano que las vive.
—¿Sabes lo que ella me contestó? —Teddy negó con la cabeza—. Que lo volvería a hacer. "Eres lo más hermoso que me dio la vida, también el aprendizaje más grande. Nadie dijo que crecer como persona fuera fácil, para mí, cuidarte siempre ha sido importante. Si me voy, disfruta de cada oportunidad que la vida te de, no permitas que las lecciones duras te quiten tu luz".
Thaddeus tragó saliva. Entendía lo que quería decirle, quizá él no lo haría, no arriesgaría más por alguien que no conoce.
—Es posible que Ernesto y yo no estemos destinados a un final feliz, pero también es posible que sí. En los libros, antes de que los protagonistas terminen juntos, pasan por un montón de pruebas. No sería una buena novela si todo fuera color de rosa. Entonces, si después de todo, él no es para mi, lo habré disfrutado; lo prometo.
—¿Y soy yo el que vino a aconsejarte? Eres madura para tu edad.
—No siempre soy valiente, lo sabes. Pero... no sé cómo explicarlo, siento que lo conozco de toda la vida; una conexión indescifrable.
—Solo cuídate. Aquí estaré para sostenerte y recordarte que el amor no te obliga a dejar de ser quien eres, por favor.
Ella suspiró hondo. Amaba sentirse protegida por sus amigos.
—¿Vamos por unas burger? Le llevamos una a Ginna, que se muere por saber todo. No he tenido oportunidad de contarle con lujo de detalle porque no estuvo en la tienda, salió por el tema de una novia.
Laura se colgó de su brazo y caminaron en dirección a la casa de su amiga.
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