El ritual
Salí al balcón de mi habitación, buscando algo de paz en la quietud de la noche. El aire fresco me acarició la piel mientras levantaba la vista hacia la luna, que brillaba solitaria en el cielo oscuro. Su luz plateada bañaba todo a mi alrededor con un resplandor suave, pero en mi interior, sentía cómo el miedo se apoderaba de mí.
Sabía que en cuanto cerrara los ojos, el sueño volvería a atraparme, y con él, la respuesta a la pregunta que tanto me aterra descubrir. Me quedé allí, inmóvil, aferrándome a esos últimos momentos de vigilia, temerosa de que, al dormir, ya no pudiera escapar de lo que estaba por venir.
Aquella noche no pude dormir y al día siguiente, con las primeras luces del alba fui a la biblioteca de nuestra casa en busca de alguna respuesta. Sobre una estanteria y lleno de polvo encontré un viejo libro, mientras lo revisaba en busca de respuestas, encontré un párrafo que hablaba sobre la comunicación a través del sueño.
Me sorprendió descubrir que algunas culturas y tradiciones creían que los sueños podían ser una vía para la comunicación, no solo con el propio subconsciente, sino también con otros seres. El texto explicaba que, en diversas tradiciones, los sueños se consideran un puente entre el mundo tangible y el espiritual, y que algunas personas sabían utilizar esta conexión para transmitir mensajes, resolver conflictos o recibir guía.
No sabía si el hombre en mis sueños era bueno o malo, pero algo en él me aterraba profundamente. Hablaba de la oscuridad como si fuera una fuerza positiva, una fuente de poder y sabiduría que debía ser abrazada, no temida. Esta visión de la oscuridad contradecía todo lo que había aprendido y creído, y su perspectiva me inquietaba más de lo que quería admitir. El hecho de que promoviera algo tan antitético a mis creencias me llenaba de pánico, así que decidí llevar a cabo el ritual en secreto. No podía permitir que nadie supiera de mis sueños y de la creciente influencia que parecían tener sobre mí. Guardar el ritual para mí sola era la única manera de protegerme y mantener mi tranquilidad, mientras trataba de desentrañar el enigma que se escondía en la oscuridad de mis noches.
El ritual fue mucho más agotador de lo que imaginé. Bajo la lluvia torrencial que me golpeaba como agujas de hielo, sentí cómo mis fuerzas se desvanecían poco a poco.
El cielo gris parecía aplastarme, y cada gota que caía sobre mí arrastraba un poco más de mi energía. El viento rugía a mi alrededor, levantando cortinas de agua que me envolvían, y las palabras del ritual, antiguas y poderosas, salían de mis labios cada vez con menos fuerza. Mi cuerpo temblaba incontrolablemente, apenas capaz de sostenerse. La tierra bajo mis pies se volvía barro, y cada paso se volvía una lucha contra la gravedad y el cansancio abrumador que amenazaba con derribarme.
Sabía que debía terminarlo, que no podía detenerme, pero mis fuerzas me abandonaban rápidamente. Finalmente, con el último vestigio de energía, pronuncié las palabras finales del ritual. En ese instante, una ola de debilidad me envolvió, y todo se volvió borroso. Mis piernas cedieron, y me desplomé en el suelo, sintiendo la fría lluvia empapándome mientras mi consciencia se desvanecía. Fue entonces cuando el último sueño comenzó.
Me encontré de nuevo en el castillo, rodeada por sus imponentes muros de piedra y el eco de mis propios pasos resonando en los pasillos. Cada rincón, cada sombra, todo era tan vívido como siempre. Sabía que estaba soñando, pero todo se sentía tan real. Avancé por los pasillos hasta llegar a la gran sala, donde él me esperaba, envuelto en penumbras, sus ojos brillando con esa intensidad que me paralizaba.
El nombre se formó en mi mente, con una claridad que me aterraba. Intenté resistir, pero era inútil; estaba demasiado débil. Finalmente, en un susurro que resonó en la inmensidad de la sala, pronuncié: "
—Saelith.
En cuanto lo pronuncié, escuché la risa de Saelith, una risa que resonaba con una felicidad siniestra. Su sonido era frío y triunfante, y en ese instante, sentí un arrepentimiento profundo por haber dicho su nombre.
Mi corazón se hundió al darme cuenta de que había desatado algo que no podía controlar, y un miedo paralizante se apoderó de mí, como si el precio de mi curiosidad fuera demasiado alto para pagar.
En ese mismo instante, el castillo, las sombras, todo comenzó a desvanecerse. Sentí cómo la realidad se deslizaba bajo mis pies, y desperté de golpe, con el corazón latiendo con fuerza y el cuerpo empapado.
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