Capítulo 9.
Claudia pasó todo el tiempo con los otros cuatro chicos. Ya habían dejado de nadar, se ducharon y cambiaron, y ahora se encontraban charlando de manera amigable.
—Creo que pronto va a ser hora de cenar —dijo Adrián.
—¿Pues qué hora son?
—Son las siete y media —respondió León.
—Se supone que debemos estar en la cama a las nueve, o nueve y media, ¿no?
—Ajá —respondió Carlos—. ¿Quieren que les cuente un chiste?
—Bueno —dijeron los demás.
—¡Noticia de último minuto! Bomba cae en cementerio, felizmente ningún herido, todos muertos.
Todos se quedaron callados.
—Chistes-bobos —dijo Oscar, y los otros tres comenzaron a reír, ¡incluso Claudia!
—Ay, ya se me está acabando el buen material —dijo Carlos haciendo un puchero —. Mis buenos chistes ya están usados...
—Pobre, pobre Carlos —dijo Adrián con tono animado.
Claudia en ese momento vio que Belinda y Rocío le hacían señas.
—Espérenme, chicos, ahora vuelvo. —Se levantó y se alejó de ellos para ir con sus amigas.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos, León habló.
—Claudia me gusta un montón.
—A mí también —dijo Adrián.
—Bueno, la mayoría del tiempo es media especial, pero a mí siempre me ha gustado... físicamente —agregó Oscar.
—Joder, creo que a mí igual me ha empezado a gustar —aceptó Carlos.
Luego los cuatro chicos se voltearon a ver con los ojos entrecerrados.
—¡Mierda! —Exclamó León—. ¿Y ahora qué?
—Pues qué de qué —dijo Oscar.
—Yo creo que lo mejor será que ella decida quién le gusta... Si es que le gusta alguno de nosotros —caviló Adrián en voz alta—. Y los demás no tenemos por qué enojarnos.
—No —dijo Carlos—. Lo mejor es que ninguno intente nada con ella, solo hay que tenerla de amiga y ya.
—Creo que chistes-bobos tiene razón —concordó Oscar—. Además es muy orgullosa, no creo que quiera salir con ninguno de nosotros.
León se quedó callado, él no quería decir nada pero se dio cuenta que Claudia lo buscaba más y, si había alguno que tuviera una oportunidad, era él y no sus amigos.
—¿Tú qué opinas, León?
—Emm, yo... Sí, pienso lo mismo —mintió.
—Vale, entonces que sea una promesa, ¿va? —Dijo Adrián y sus tres amigos estuvieron de acuerdo.
***
Como a las nueve con veinte minutos, Karina fue a su habitación porque estaba muy agotada. Viviana le insistió que conversara con Dante durante el pequeño tiempo que había entre la cena y la hora de dormir, pero no se atrevió a hacerlo.
«Viviana me estuvo insistiendo, pero él siempre es tan distante... Puede que sea malo que yo sea tan penosa, pero no puedo evitarlo» pensó. Como Claudia era la que tenía la llave, Karina tocó la puerta. «Ojalá ya esté allí». La pelirroja le abrió la puerta.
—Oh, eres tú, pasa —le dijo.
—Gracias.
Karina pasó, se duchó con rapidez y se puso su pijama.
—¿Te has divertido hoy? —Preguntó.
—Sí —respondió Claudia—, ¿y tú?
—También —dijo mientras se recostaba en su cama—. ¿Ya tienes sueño?
—No mucho, ¿y tú?
—Sí, un poco. —Recostó la cabeza en la almohada—. Sabes, Claudia, no he hablado mucho contigo pero siempre he tenido la impresión de que eres una buena persona.
—¿Ah, sí? —Dijo la chica un poco sorprendida—. Gracias, igual yo pienso que eres muy linda y buena onda.
—Gracias —bostezó.
—De nada... ¿Sabes? Siempre he pensado que eres una buena amiga, ojalá un día lleguemos a serlo.
—Estaría genial... He visto que te has empezado a llevar mucho con León y sus amigos, eso es genial, son buenos chicos... Bueno, casi todos.
—Lo sé, Oscar suele ser más molesto que un grano en el trasero, ¿no crees?
Karina comenzó a reír.
—A veces sí... Me chocaba cuando se burlaba de mí por la notita.
—Oh, cierto, esa polémica notita —recordó—. Bueno, yo creo que exageraron mucho, ¿qué tiene de raro que a una chica le guste un chico? Para mí nada.
—Ojalá todos pensaran como tú —volvió a bostezar.
—Sí... ¿Y qué se siente?
—¿Qué? — Karina alzó una ceja.
—¿Amar a alguien con tanto fervor?
—Bueno, es... No sé cómo explicarlo, pero es un sentimiento tan bonito y doloroso...
—¿Doloroso?
—Sí, más cuando sabes que era persona no es para ti...
—¿Y tú cómo sabes que él no es para ti? — Preguntó Claudia mientras peinaba sus rizos.
—No lo sé realmente, pero...
—No te desanimes tan pronto, ¿va? —La interrumpió, dándole ánimos—. Y aun cuando Dante no fuera para ti, no es el último chico en el mundo, ¿o sí?
—No... Pero yo lo amaré a él por siempre.
Claudia rio.
—Yo creo que por siempre es demasiado tiempo...
—Tal vez.
Hubo un pequeño momento de silencio.
—Yo dije que nunca me enamoraría, aunque creo que eso es absurdo, todos tienen que enamorarse aunque sea una vez en su vida, solo espero que cuando me pase no me pegue tan fuerte, ni que me haga a hacer ridiculeces, ni mucho menos que me haga sufrir —aceptó Claudia.
Como vio que Karina no respondió nada, la volteó a ver y se dio cuenta de que se quedó profundamente dormida, incluso tenía la boca abierta. Claudia rio un poco.
—Ay, Karina —susurró—. No sé qué decirte, lo único que puedo desear por ti es que ya no sufras por amor.
***
León se encontraba desanimado por la conversación que tuvo con sus amigos. A los cuatro les gustaba Claudia, pero sabía que con los demás no era nada serio. A Oscar según le atraía pero era un majadero con ella, Adrián siempre había sido muy enamoradizo, y estaba seguro que Carlos solo sentía atracción por ella porque era la única chica que le dirigió la palabra varios días seguidos y que además lo escuchó tener una conversación normal y no solo sus bromitas y chistes, ¡pero a él le gustaba en serio! «No es justo» pensó. «Voy a tener que renunciar a conquistarla solo por ellos». Frunció el entrecejo.
Se dirigió a su cuarto con la esperanza de que Kevin ya estuviera ahí, no porque le agradara verlo, sino porque el chico insistió en tener la llave. Tocó la puerta con fuerza y nadie le abrió. «Maldición, todavía no llega». Se sentó, recargando su espalda contra la puerta, durante unos minutos.
Kevin llegó de repente y lo vio.
—Kevin...
—León... Quítate de ahí para que pueda abrir —le ordenó.
Kevin abrió y los dos entraron sin decirse nada. León se dirigió a sus cosas y sacó su pijama. Si hubiera estado con otro chico, se hubiera cambiado ahí mismo, pero como su compañero era Kevin, tomó su ropa y se encerró en el baño para cambiarse. Cuando salió, el otro chico ya tenía sus cosas arregladas para meterse a bañar.
León se recostó en su cama y prendió la televisión mientras Kevin se duchaba. El deportista ya estaba a punto de quedarse dormido cuando oyó el ruido de la secadora de cabello.
«Es más ruidoso y tardado que mi hermana» pensó molesto.
Como se le fue el sueño, decidió poner el canal donde pasaban partidos de fútbol y dejó el control remoto en la mesa. Justo cuando el partido estaba en su mejor momento, Kevin salió del baño, tomó el control y le cambió de canal, poniendo una telenovela.
León pensó en reclamarle, alegando que él encendió la televisión primero, pero no tenía ganas de discutir. Quiso dormirse, pero Kevin le subió todo el volumen al aparato y el ruido no lo dejaba.
«Esta va a ser una noche muy, muy larga» pensó León con pesar.
***
Camila se encontraba acostada, peinando su corto cabello, cuando de repente tocaron la puerta.
—Oh, no, de seguro es Yolanda —murmuró con miedo mientras se dirigía a la entrada del cuarto. «Recuerda: el valiente dura hasta que el cobarde quiere, el valiente dura hasta que el cobarde quiere, el valiente dura...». Abrió la puerta y sus pensamientos quedaron en blanco por el miedo.
—Camila —sonrió—. Emm... ¿Me das permiso? —Preguntó cuando vio que su compañera se quedó inmovilizada.
—S-sí. —Se hizo a un lado y le dio chanche de pasar.
Yolanda se puso su pijama y miró las cosas de su compañera.
—¿Puedo ver tu cepillo? —Preguntó a Camila.
Camila le extendió el cepillo con las manos temblorosas y Yolanda lo tomó.
—¡Está genial! —Exclamó—. ¿Dónde lo compraste?
—No lo sé, mi madre me lo compró...
—Oh, ya... Toma. —Se lo extendió.
—Ajá.
Hubo un pequeño momento de silencio.
—¿Y qué tal te la has pasado?
—Bi-bien, ¿y tú?
—Bien —respondió.
Camila se sorprendió, ¿por qué Yolanda estaba siendo amable de repente? ¿Acaso era bipolar o qué?
—Sabes, de seguro te estés preguntando por qué de repente te estoy hablando con amabilidad —Yolanda adivinó sus pensamientos—. Solo quiero que sepas que nunca fue mi intención hacerte sentir mal, pero es que Sasha y Miriam, en especial Miriam es muy... No sé, pero nunca me ha gustado intimidar a la gente...
Camila la miró fijamente con los ojos muy abiertos.
—Debes pensar que soy una cobarde, ¿no? Haciendo cosas de las que no me siento orgullosa solo para agradarles a esas dos... Es muy extraño, lo sé, pero... Quiero compensarlo, ¿vale? La próxima vez trataré de convencer a Miriam para que ya no se meta contigo, haré mi mayor esfuerzo, ¡lo prometo!
—Gra-gracias —respondió Camila finalmente con profunda sinceridad, y Yolanda se conmovió.
«Bueno, parece que en verdad ella no es tan mala... Esta noche será mejor de lo que pensé» caviló la pequeña chica.
***
Miriam estaba pintándose las uñas de las manos cuando vio a Sasha de reojo y notó su pijama: un camisón corto, blanco y escotado, y unas pantuflas de conejito. Si hubiera sido otra la chica que llevara ese ridículo calzado se habría burlado, pero con su amiga solo rodó los ojos.
Sasha, por su parte, también observó a su amiga. La chica, que tenía puesto un short y una blusa de tirantes, se veía muy bien. Sasha no negaba que su amiga era atractiva, incluso en una pijamada que tuvieron, a la que Yolanda no pudo ir, las chicas intercambiaron algunos besos —desde piquitos hasta de lengua— solo por curiosidad, pero no lo volvieron a hacer porque Miriam no se sintió muy cómoda con eso.
—¿Ya te vas a dormir? —Preguntó Miriam cuando terminó de pintar sus uñas.
—No tengo sueño, ¿y tú?
—Creo que ya. —Comenzó a mover sus manos para que sus uñas se secaran más rápido.
—Oh...
Miriam se recostó cuando sus uñas se secaron por completo y pronto se quedó dormida. Sasha hizo el intento de dormirse, pero no pudo. Miró el reloj digital y vio que marcaban las diez en punto. Se levantó sin hacer ruido, agarró las llaves del cuarto y salió por allí a pasear un poco. Caminó por todos los cuartos con paso ligero; de pronto decidió ir a un balconcito que estaba al final de las habitaciones. Abrió la puerta corrediza de cristal, salió y se sorprendió de ver allí a Dante, que miraba la luna con fijeza. Caminó hacia él y se colocó a su lado.
—Es una noche muy hermosa, ¿no crees?
—Sí —respondió el chico volteándola a ver—. ¿Qué haces aquí?
— No puedo dormir, ¿y tú?
— Yo no me duermo temprano, así que decidí echarle un vistazo a la luna... ¿Cómo está tu tobillo? —Preguntó luego de unos segundos.
—Bien, gracias.
Dante bajó la mirada hacia sus pies y vio las pantuflas de conejito; luego alzó la mirada hacia su rostro y vio que ella lo miraba atenta, con sus bellos ojos color avellana. Se veía hermosa a la luz de la luna, con su camisón blanco y sus negros cabellos cayendo como cascada; parecía un ángel. De pronto y sin saber por qué, su mirada se enfocó en sus bonitos y rosados labios entreabiertos; Sasha se dio cuenta de esto y se los relamió de manera sensual. Dante apartó con rapidez su vista de la chica y volvió a mirar a la luna.
—Dante, mírame —habló ella y él la volteó a ver de nuevo.
Sasha colocó sus dedos índice y medio en los labios del chico y los acarició, y el chico pudo sentir algo parecido a una corriente eléctrica recorriendo su espalda.
—¿Qué es lo que quieres conmigo? —Preguntó finalmente.
Sasha se paró de puntitas y acercó su rostro al de él, hasta que sus narices chocaron. Luego inclinó su cabeza para besarlo, pero no lo hizo, dejó sus labios a escasos centímetros de los de él. Dante se quedó inmóvil, sin saber qué decir o qué hacer. En seguida se dirigió hasta su oreja y posó sus labios en ella; posteriormente la comenzó a mordisquear.
—¡Sasha, ¿qué...?! —Exclamó; el pobre chico comenzó a sentirse mareado.
—Shhh —lo calló mientras ponía su dedo índice en sus labios—. Me gustas, Dante... Y mucho —le susurró con tono seductor. Se alejó un poco y vio su expresión desconcertada. Sonrió mentalmente y se acercó para besarlo bien, pero la voz del profesor Humberto la detuvo.
—¿Quién anda allí? —Oyeron su voz fuerte.
Para la suerte de ambos chicos, Sasha ya se había alejado por completo de Dante cuando Humberto los encontró.
—¿Otra vez ustedes dos? ¿Qué hacen aquí? Deberían estar durmiendo... ¿Se quedaron de ver aquí? —Preguntó enojado.
—No, yo... Solo vine porque no podía dormir, y él estaba aquí. —Sasha señaló a Dante mientras le sonreía.
Humberto frunció el entrecejo pero luego su mirada se posó en las piernas de su estudiante. Ambos chicos parecieron darse cuenta pero fue Dante el que se sintió incómodo con eso.
—Como sea —dijo sin dejar de ver los muslos de la chica. Luego alzó la mirada—. No tienen por qué estar aquí, he sido muy accesible con ustedes pero se están pasando...
Dante ya no quería estar allí, quería irse, pero no le pareció muy apropiado dejar a su compañera sola con ese hombre. Sasha, que ya se había entretenido lo suficiente, también quiso regresar, pero se imaginó que si dejaba a Dante solo con Humberto, el profesor podría amenazar al chico para que no se acercara a ella, y no quería que nadie arruinara sus planes. En cambio, Humberto no dejaría solos a dos adolescentes que, según él, tenían las hormonas alborotadas, ni mucho menos iba a dejar a Sasha, que traía un camisón muy revelador, sola con un compañero.
—¿Qué esperan? Váyanse a su cuarto, ¡ahora!
Ambos comenzaron a caminar con rapidez hacia sus respectivas habitaciones. Sasha entró sin hacer ruido a la suya y se recargó en la puerta con satisfacción. «Oh, mi querido Dante» pensó, «ya casi te tengo...». Se mordió el labio inferior y cerró sus ojos mientras recordaba el rostro del chico y soltaba un suspiro.
Hola de nuevo:)
Las cosas se van complicando para Dante, ¿no creen?
Para conocernos mejor les hago una pregunta, ¿de qué país me leen?
Espero que les esté gustando la historia:) Vamos conociendo mejor a los personajes, se vienen muchas cositas para ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top