Capítulo 8.


Miriam decidió dar un paseo en el bosque y convenció a sus amigas de acompañarla, diciéndoles que ella ya lo conocía porque en la primaria fue muchas veces con sus compañeritos.

—Aquí no hay nada interesante que ver, solo plantas —dijo Sasha con tono lleno de aburrimiento.

—Nos hubiéramos quedado descansando en el hotel —se quejó Yolanda.

—Ay, dejen de ser tan princesas —Miriam masculló con fastidio.

Sasha rodó los ojos.

—Como sea —agregó Miriam—. Si quieren mejor regresamos a aterrorizar a las niñas que molestaban a Yolanda en la primaria, ¿no te parece? —Se dirigió a la chica de rostro redondo.

Yolanda no le respondió nada.

—¿Cuáles son, Yolanda? —Sasha alzó la ceja—. Yo solo identifico a Belinda, y eso porque es amiga de Claudia... Igual no me cae bien, es muy... No sé, no me agrada, no sé cómo puede ser amiga de Claudia.

—Belinda es punto y aparte, esa tipa no importa, pero las que molestaban a Yolanda son dos feas.

—¿Cuáles? Hay muchas feas en ese salón... Bueno, en el nuestro también, empezando por Karina...

—Sí, esa está toda fea y alelada, pero no importa, las que yo te digo están más feas, ¿verdad, Yolanda?

—Sí —mostró una sonrisa forzada.

—Ay, pues no sé —dijo Sasha finalmente—, ni me importa...

La hermosa chica comenzó a caminar más, dejando a sus amigas atrás. Entonces Miriam tuvo una idea.

—Ey —le susurró a Yolanda—, dejémosla, vente, vámonos.

—Pero eso no estaría bien, que tal si se pierde —murmuró con preocupación—. ¿Y si le pasa algo?

—No le va a pasar nada, vente. —Se dio la media vuelta y comenzó a caminar hacia el otro lado.

Yolanda la fue siguiendo, tratando de convencerla de que no debían dejar allí sola a Sasha, pero cuando se dio cuenta, ya la habían perdido.

—¡Oh, no puede ser! —Exclamó Yolanda preocupada.

—Va a encontrar la salida, solo caminamos en línea recta así que tendría que ser una verdadera imbécil si se llega a perder —dijo confiada—. Vámonos, y ya si de plano vemos que no vuelve pues ya regresamos a buscarla.

—Está bien —dijo Yolanda no muy convencida.

Mientras tanto, Sasha se encontraba pensando los peores insultos para esas dos que se atrevieron a dejarla sola. La chica caminó un poco más y cuando se dio cuenta de que no se escuchaba ningún otro ruido más que el de sus pasos, volteó hacia atrás y vio que no había nadie.

«Malditas zorras estúpidas» pensó Sasha apretando los puños. Sacó su celular para tratar de marcarles, pero allí no había señal. Luego pensó que tal vez se encontraban por allí haciendo alguna estupidez.

—¡Hola! ¡Miriam, Yolanda, ¿están por allí?! ¡¿O realmente se atrevieron a dejarme aquí sola?! —Gritó—. ¡Ah, maldita sea...! ¡Hola! ¡¿Hay alguien por aquí?!

En ese momento escuchó un ruido por la maleza. «Puede que sean esas imbéciles, pero puede que no...» pensó. Sin pensarlo dos veces la chica tomó una navaja que había metido en el pequeño bolso que llevaba colgado; metió el arma blanca como una precaución, pensando que no sabía qué o a quién podría llegar a encontrarse. Alguien salió a través de los arbustos y la maleza y Sasha alzó la mano con la navaja, en posición de ataque.

—¡Ey, espera! —Exclamó la persona, y Sasha se dio cuenta de que era nada más y nada menos que Dante—. ¿Qué haces aquí? ¿Y qué haces con eso? —Señaló el arma. El chico, que siempre parecía indiferente y reservado, se veía muy sorprendido en ese momento.

—Yo, emm, bueno... —Bajó el arma con rapidez y la guardó—. Lo siento, solo estoy perdida y asustada... ¿Y además qué es lo que tú haces aquí...?

—Estaba leyendo tranquilamente pero de pronto escuché tus gritos, así que vine a ver qué estaba pasando —explicó él, retomando su calma habitual.

—Y te agradezco eso, en serio.

—¿Y por qué te adentraste al bosque, si no lo conoces?

—Yo venía con mis amigas, pero me abandonaron aquí. —Frunció el entrecejo.

—Oh... Bueno, si quieres te puedo sacar del bosque.

La chica asintió con la cabeza.

—¿El hotel queda muy lejos de aquí? Ya me están empezando a doler mis pies.

Dante automáticamente volteó a ver los pies de Sasha y vio que traía tacones. «¿A qué clase de persona se le ocurre traer tacones a un lugar como este?»; pensó en decirle eso, pero mejor decidió quedarse callado.

—No está muy lejos, pero tampoco muy cerca —aceptó—. Ven, vamos.

Ambos chicos comenzaron a caminar en silencio. «Esta es tu oportunidad perfecta para hablar con él y tratar de seducirlo, ¡di algo!» pensó Sasha para sí misma. Lo volteó a ver discretamente y pudo observar su hermoso rostro bien definido.

—Ah, qué cansancio —exclamó ella poniéndose una mano en la mejilla—. Además hace mucho calor... Por lo menos el sol se ha metido —sonrió, ya que por donde estaban pasando no había tantos árboles que los cubrieran, pero en ese momento el gran astro comenzó a salir—. ¡No puede ser!

Dante se detuvo, guardó el librito que llevaba en la mano en su bolsillo, y se quitó la camisa blanca de manga larga que traía; Sasha se le quedó viendo con cara de: «¿qué pasa contigo?». Cuando el chico se quedó desnudo del torso para arriba, ella sintió algo muy similar a la lascivia. «¿Qué pretende lograr con esto?» pensó sin dejarlo de ver. Dante se acercó a ella y le extendió la camisa.

—Toma —le dijo. Ella lo miró sin entender—. Sé que a ti te hace daño el sol, y con lo que traes puesto de seguro te quemarás muy feo, así que cúbrete con mi camisa.

Era cierto, la chica solo traía puesto una blusa ombliguera y escotada, y no se puso bloqueador más que en la cara, así que el sol podía llegar a requemar su bonita piel de porcelana.

—Gracias —dijo mientras se colocaba la camisa del chico. Cuando la tuvo puesta pudo aspirar el olor varonil de su perfume. «Huele tan bien... ¿Pero qué estoy pensando? Contrólate, Sasha» pensó.

Siguieron caminando otro rato en silencio.

—Dante...

—¿Sí?

—Mmm... Nada —respondió finalmente. «No puede ser, Sasha, es tu oportunidad perfecta para tratar de ligar con él y no se te puede ocurrir ningún tema de conversación, ¡qué estúpida!» pensó molesta consigo misma. En ese momento sus pensamientos se interrumpieron porque se torció el tobillo, y hubiera azotado contra el suelo de no ser porque se agarró de un árbol—. ¡Ay! —Exclamó.

—¿Qué te pasó?

—Se me torció el tobillo —dijo, irguiéndose por completo. Luego intentó caminar pero cojeó en el intento—. Tal vez solo deba descansar un poco...

—No podemos esperar mucho, se está haciendo tarde y va a oscurecer muy pronto —dijo él.

—Pero... Bueno, intentaré caminar rápido.

—No podrás, te tardarás mucho.

—¿Entonces? —Se mordió el labio inferior con ligera preocupación.

Dante se acercó a ella y la cargó como a una princesa.

—Así estará mejor —susurró el chico.

Este hecho agarró por sorpresa a Sasha, pero pronto se encontró muy cómoda con eso. Se recargó en sus hombros anchos y le rodeó el cuello con sus brazos. «¡Es tan guapo y enigmático!» pensó sin dejar de verlo. «Oh, en verdad luce tan apuesto y elegante, estoy empezando a comprender a Karina... ¿Eh? ¡No, no, no! Se supone que él es el que debe estar a mis pies, ¡no yo a los pies de él!» pensó un poco disgustada, pero esa molestia fue bajando conforme seguía observando al hermoso joven que la cargaba como si fuera su novia.

Dante también estaba algo confundido, era la primera vez que tenía un verdadero contacto con una chica, y además una tan bonita. El chico pudo sentir el aliento de Sasha contra su piel, y esto le provocó turbarse aún más, pero por alguna extraña razón no se sentía mal, sino todo lo contrario.

—¿Falta mucho para llegar? —Preguntó ella después de un rato. En el fondo quería que todavía faltara bastante para seguir más tiempo en los brazos de ese chico.

—No —respondió él—. Ya casi llegamos.

—Uh.

Sasha recostó su cabeza en el hombro de Dante y sus largos cabellos le hicieron cosquillas al chico. Como ya se estaba aburriendo, la niña decidió jugar un poco.

—Dante —ronroneó.

—Mande.

La chica le dedicó una mirada seductora y le pasó su dedo índice por el cuello; Dante se tensó un poco pero no le dijo nada, solo volteó hacia otro lado. Él no era ciego, se había dado cuenta que de un tiempo para acá ella estaba tratando de llamar su atención, pero lo que no sabía era el porqué, ¿le comenzó a gustar a la chica? ¿O quizás era solo un capricho? Estaba cavilando todo esto cuando se dio cuenta de que salieron del bosque. El profesor Humberto, que andaba cerca de ahí, se acercó a ellos.

—¿Dónde andaban? Les dije que tenían que estar aquí antes de las cinco y media, y ya son las cinco cuarenta y cinco... ¿Y qué estaban haciendo ustedes dos solos en el bosque? —Su tono sonaba más como el de un novio celoso que como un profesor preocupado—. ¿Y por qué estás sin camisa? —Alzó una ceja.

—Yo fui a leer al bosque, pero de repente escuché sus gritos.

—Fui al bosque con mis amigas —intervino ella—, pero me abandonaron allí, y él me encontró.

Humberto los miró con desconfianza, pero Sasha le puso una carita inocente, y no tuvo más remedio que creerle. Tenía que aceptar que si hubiera sido otra chica, le habría puesto una regañiza, pero no se sentía capaz de reprender a su querida Sasha.

—¿Y qué haces sin camisa? —Le volvió a preguntar al chico.

—Me la quité para dársela a Sasha porque a ella le hace daño el sol.

—Umm, sí...

En ese momento Dante bajó a la chica.

—¿Cómo está tu tobillo?

—¿Te lastimaste el tobillo? —Se entrometió el profesor—. ¿Cómo estás?

—Sí, pero fue muy leve el daño, ya estoy mejor —comenzó a mover el pie en círculos mientras le dedicaba una encantadora sonrisa al maestro de deportes—. Oh, cierto —se quitó la camisa del chico—. Toma —se la extendió—. ¡Muchas gracias!

—De nada. —Se puso la camisa.

—Uh, bueno, todos están por ahí vagando, vayan con sus compañeros —les ordenó—. Pero tienen prohibido ir al bosque hasta mañana en la mañana, ¡y con todos!

Ambos asintieron y fueron hacia el hotel para encontrarse con sus amigos. Humberto los volvió a mirar con desconfianza. «¿Habrá algo entre esos dos...? No... ¿o sí...? Igual hacen bonita pareja».


***


Dante se dirigió al hotel y comenzó a buscar a sus amigos con la mirada. Cuando finalmente los localizó, se dirigió a ellos.

—¡Dante, ahí estás! —Exclamó Kevin con una pose dramática—. ¡¿Dónde te habías metido?! —Lo regañó como una madre a su pequeño hijo—. ¡Estaba tan preocupado!

—Estoy bien, Kevin —dijo con tono calmado.

—¿Pero dónde andabas? El profesor Humberto vino y nos preguntó por ti y no supimos qué contestarle...

—Es cierto, te estaba buscando a ti... Y a Sasha —comentó Lucas.

—Estamos bien, ya vimos al profesor Humberto.

—¿Vimos? ¿Estabas con Sasha, pillín? —Ulises alzó una ceja.

—Sí —respondió Dante y Kevin puso una cara como si hubiera visto un demonio.

—¿Y qué estaban haciendo los dos solos en el bosque? —Lucas sonrió divertido.

—Nada, yo solo la encontré. Estaba perdida.

—Oh, claro —dijo el rubio con sarcasmo, pero Dante no le prestó mucha atención.

—¿Y ustedes qué hicieron?

—Oh, no, no nos cambies el tema —intervino Kevin—. ¿Qué estabas haciendo con esa zorra?

—Ya te dije que nada —respondió con naturalidad.

—Okey, te creo, ¿pero por qué ella estaba en el bosque? ¿Te fue siguiendo?

—Ella dijo que sus amigas la abandonaron allí...

—No le creo nada —Kevin se cruzó de brazos.

—Kevin está celoso —se burló Ulises, y Lucas comenzó a reír, pero los otros dos chicos los ignoraron por completo.

—Como sea... ¿Y qué hicieron? —Preguntó Dante de nuevo, para cambiar de tema.


***


Yolanda ya se estaba preocupando más, no se sentía a gusto de haber abandonado a su amiga en el bosque.

—Miriam, se está tardando mucho, hay que ir a buscarla...

—Espérate, Yolanda —dijo la otra chica con rudeza.

Las dos entraron al hotel y vieron a lo lejos a Sasha, que se encontraba bebiendo un jugo de manzana con tranquilidad.

—¡Sasha! —Gritó Yolanda y corrió hacia ella. Miriam la siguió, caminando despacio—. ¡Estás bien! ¡Estaba tan preocupada! —La abrazó, pero la hermosa chica se hizo a un lado.

—Ustedes me abandonaron allí, perras. —Dejó el cartoncito de jugo en una mesa.

Yolanda, que estaba cabizbaja, le iba a decir algo, pero Miriam se adelantó.

—No te abandonamos, te dijimos que íbamos a regresar, pero al parecer no nos oíste y te fuiste hacia el otro lado.

—Oh, claro —dijo sarcástica—, y no tuvieron la suficiente decencia como para gritarme más fuerte, o ir a buscarme...

—Ay, ya —Miriam le dijo hastiada—. Al menos no fuiste lo suficientemente imbécil como para perderte, encontraste la salida, ¿no? Por eso estás aquí.

Sasha la fulminó con la mirada. En ese pequeño tiempo que estuvieron conversando se dio cuenta de que la idea de abandonarla fue de Miriam y que Yolanda no tenía nada que ver, o al menos parecía arrepentida de corazón.

—Lo que sea —respondió finalmente. De no haber sido porque se encontró con Dante, les hubiera dicho hasta de lo que se iban a morir, pero al parecer con su pequeña bromita la ayudaron, sin darse cuenta, a acercarse más a su objetivo.

En ese momento entraron del otro lado las chicas que molestaban a Yolanda cuando eran niñas. Miriam las vio y sonrió.

—Chicas, creo que es hora de divertirnos un poco, ¿no creen?

Las otras dos voltearon hacia donde apuntaban los ojos de Miriam.

—¿Quiénes son? —Preguntó Sasha.

—Mis antiguas acosadoras —murmuró Yolanda.

Sasha sonrió perezosamente.

—No es mi estilo meterme con los demás, pero este es un caso especial, ¿no, Yolanda? —Dijo mientras examinaba sus largas y firmes uñas.

—Sí —respondió su amiga. Sabía que metiéndose con sus anteriores acosadoras no iba a lograr nada, pero no quería quedar como una cobarde o débil enfrente de las otras dos chicas.

—Pero hay que dejar que Yolanda las intimide más —Miriam le dijo a Sasha—. Ya sabes, como una venganza.

Las tres chicas se acercaron a las otras dos y las acorralaron contra una pared. No había nadie en la recepción en ese momento, y los profesores quién sabía dónde estaban.

—¿Qué pasa? —Preguntó una de las chicas con miedo. Su nombre era Martina y era una chica ligeramente alta y de cara alargada.

—Oh, nada —rio Miriam, bloqueándoles el paso con su brazo derecho. Sasha hizo lo mismo con su brazo izquierdo.

—¿Qué es lo que quieren? —Dijo la otra chica. Era bajita, rellena y se llamaba Fernanda.

—No mucho, Yolanda solo quiere arreglar cuentas con ustedes —volvió a decir la chica de piel apiñonada.

Martina y Fernanda se vieron entre ellas con preocupación. Tratar de salir por donde Miriam les bloqueaba el paso era imposible. Sasha era delgadita y, al contrario de Miriam, no era alta, a ella hubiera sido fácil empujarla, pero su mirada era lo que paralizaba a las chicas de miedo.

Yolanda se encontraba enfrente de las dos muchachas y sabía que sus amigas esperaban a que las aterrorizara, pero, al contrario de ellas, no sabía cómo jugar con la psicología de las personas.

—Con que ahora sí están muy calmaditas, ¿no? Pero cuando me molestaban de niña... —mencionó finalmente para tratar de asustarlas y se sorprendió cuando vio que dio resultado.

—¿Sigues con eso, Yolanda? Solo éramos niñas, no sabíamos que en verdad te hacíamos daño —dijo Fernanda, tratando de convencerla de su pasada inocencia.

Estaba funcionando con Yolanda, solo quería dejarlas en paz e irse a disfrutar por allí, pero Sasha comenzó a carcajearse con su inconfundible risita burlona.

—Ay, ajá —siguió riendo—. ¿Nos creen muy estúpidas para creernos eso?

—¡Es verdad! —Exclamó Martina—. Además ustedes están en contra de que le hayamos hecho bullying, pero es exactamente lo que hacen en este momento... ¡Y siempre!

Yolanda miró hacia abajo, ¡era verdad! No solo con ellas, sino con otras chicas, incluyendo a la pobre Camila. Volteó a ver a sus amigas con la esperanza de que hubieran desistido de su idea, pero se dio cuenta de que eso no era posible. «Ay... Ojalá Miriam y Sasha se cansen pronto de esto y quieran ir a hacer otra cosa» pensó, sintiéndose bastante culpable.


***


Camila se encontraba aterrada, llegó a pensar en un momento que tal vez no era tan malo compartir una habitación con Yolanda, pero entró a la recepción del hotel con sigilo y vio que las tres chicas malas estaban atemorizando a otras dos pobres compañeras. Salió con el mismo silencio y corrió hacia donde se encontraba la alberca. «No puede ser, no puede ser» pensó. «Esas chicas son terribles, ¡y voy a tener que compartir habitación con una de ellas...! Es mi fin» sus pensamientos fueron interrumpidos porque chocó con alguien.

—Lo siento. —Se disculpó y vio que la persona con la que chocó era Rafael. No le caía mal, pero siempre pensó en que era un chico presumido.

—¡¿Camila?! —Exclamó con su distintivo tono petulante—. ¿Estás bien? — Preguntó.

—No... —respondió luego de pensarlo un rato—. No estoy bien.

—¿Por? —Alzó una ceja.

—Tengo que compartir mi habitación con Yolanda, eso no está nada bien.

—Uh, cierto, esa chica y sus amigas son... No sé qué son, pero no son nada bueno —sonrió un poco.

—Tengo miedo de que me hagan algo mientras esté dormida...

—Oh, sí... Pienso que deberías defenderte...

—¿Ah, sí? ¿Y cómo?

—Pues no sé, contéstales cuando te digan algo ofensivo...

—Pero me da mucho miedo —aceptó la chica.

—Me imagino que sí, pero acuérdate del dicho "el valiente dura hasta que el cobarde quiere..."

—Mmm... Creo que tienes razón —sonrió un poco. Camila no tenía una buena impresión de Rafael, pero resultó que era un chico amable, ¡con razón Marcos se llevaba muy bien con él!—. Emm, tengo que ir a buscar a mis amigas.

—Oh, sí, ve, no te detengo...

—Vale, luego nos vemos.

—Sí.

«El valiente dura hasta que el cobarde quiere» pensó la chica luego de alejarse un poco de Rafael. «Creo que tiene razón, ¡debo grabarme ese dicho!».



Hola:) Les traigo nuevo capítulo, espero que les guste.

Hasta acá va el asunto tranquilo, pero todavía falta más por ver.

¿Tienen algún personaje favorito? ¿Alguna pareja favorita?

Nos vemos pronto:)

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