Capítulo 5.


Después de que el profesor de matemáticas, Orión, hubo humillado a Karina y de que esta última hubiera salido corriendo hacia el baño, la pobre chica se encerró en uno de los cubículos y se soltó a llorar.

—¡Karina! —Escuchó la voz de su amiga—. ¡Karina, por favor, abre la puerta!

—¡No! —Lloriqueó Karina—. ¡Soy una idiota total! ¡Jamás saldré de aquí!

—Por favor, Karina, abre.

—¡No! —Se sonó la nariz—. ¡Ha sido todo mi culpa, ahora de seguro Dante me odia por humillarlo de esa manera!

—No digas eso —Viviana se recargó en la puerta del cubículo—. Además no es tu culpa, es la del profesor Orión, siempre tan malvado... No le basta con ponernos exámenes súper difíciles, también le gusta humillar a la gente... ¡Es un verdugo de primera!

Karina se quedó lloriqueando el resto de la hora y, por más que intentó y se esforzó en eso, Viviana no pudo sacarla de allí. Como quince minutos después llegó Liliana.

—¡Sabía que estaban aquí! —Exclamó—. Karina, sal de ahí ahora mismo —le ordenó.

—¡No!

—¡Karina, sal de allí ahora mismo! —Gritó.

Unos segundos después la puerta del cubículo se abrió y Karina salió con los ojos rojos e hinchados. Las dos chicas se acercaron a abrazarla.

—Ahora ven —le dijo Liliana—, vamos a secarte esas lágrimas, ya deja de andar pensando en eso, tienes todo nuestro apoyo.

Sus dos amigas la dirigieron al lavado y comenzaron a lavarle la cara.

—Gracias, chicas, no sé qué haría sin ustedes —dijo, a punto de soltarse a llorar de nuevo.

—No, no, no, no —dijo Liliana agitando sus manos—. Ya no llores. Lo que pasó ya no importa, concéntrate en ti y en el futuro.

—Sí —asintió con la cabeza.

«¿Qué pensará Dante?» pensó en el momento en el que Viviana acomodaba su cabello. «¿Me odiará por eso?». Se mordió el labio inferior con preocupación.


***


Marcos se sentía mal por lo que pasó en clase de matemáticas. Sentía que había sido su culpa por haberle hecho escribir a Karina sus sentimientos.

«Oh, no, Orión la humilló muy feo... ¡Y todo por mi culpa!» Colocó sus manos en el rostro. «Ojalá no me odie por eso».

Luego comenzó a imaginársela y sonrió. «Ella es tan pequeña e indefensa... y que digan lo que quieran pero también es muy linda». Se imaginó su rostro cuando sonreía tímidamente. «Y su cabello... Oh, su hermoso cabello... El tonto de Oscar dice que parece sacada de una película de terror, pero la verdad es que tiene el cabello más bonito que he visto... ¡Es tan bella! Digan lo que digan, pero a mí me parece aún más guapa que Claudia o Sasha, y además más tierna» siguió imaginándosela. «Oh, y cuando sonríe... Es lo más hermoso que puede haber en este mundo».

En ese momento escuchó que el grupito de León se seguía mofando de aquella terrible situación.

«Idiotas» pensó molesto.

—Oye, Claudia —dijo Oscar con tono seductor—. ¿No te gustaría escribir tus sentimientos hacia mí en un pedazo de papel?

Claudia tomó una libreta, escribió algo rápidamente, arrancó el papel, lo dobló y se lo extendió.

Oscar lo desdobló y vio que decía:


¡¡Me caes de la madre!! .I.


El chico frunció el ceño. «Perra idiota» pensó.

—A ver —Carlos le arrebató el papelito y cuando leyó lo que decía, estalló en carcajadas.

—Dame eso —Oscar le quiso arrebatar el papel pero Carlos lo hizo bolita y se lo aventó a León.

León y Adrián desdoblaron el papel y comenzaron a mofarse de su amigo cuando vieron lo que Claudia escribió. Oscar apretó los puños con fuerza y volteó a ver feo a la pelirroja, pero ella solo le devolvió la misma expresión como si hubiera sido un espejo. Luego volteó de manera orgullosa, moviendo sus rizos en el acto, y se puso a ver la puerta, a esperar a que llegara el siguiente profesor.

Después y sin saber por qué, se acordó de la petición de su amiga Belinda. Claudia frunció el entrecejo, ya que no quería conversar con León o con ningún otro chico, pero su amiga le pidió con toda la confianza del mundo que actuara de cupido para hacer que el chico deportista se fijara en ella. En realidad no quería hacerlo, pero Belinda siempre le hizo un montón de favores y nunca se los echó en cara, además de que era muy buena amiga y muy amable con ella.

«Ay, Belinda, ¿en qué me vas a meter?» pensó con pesadez. «Pero se lo debo, así que en el receso intentaré hablar con León, me volveré su amiga poco a poco y después le presentaré a mi amiga para que se vuelvan novios, y así Belinda estará muy contenta» se decidió.


***


Antes de que llegara la profesora Clementina a dar su clase, Karina entró al salón junto con sus dos amigas. A pesar de que hicieron de todo, se podía notar en el semblante de la chica que estuvo llorando mucho. La pequeña chica pasó cabizbaja al lado de sus compañeros, sin mirar a ninguno y deseando que nadie la mirara, aunque obviamente eso fue imposible, cuando la vieron llegar, todos se quedaron callados y posaron su mirada en ella —excepto Dante—. Luego comenzaron a soltar risitas y volteaban a ver del chico hacia ella, alternamente. También comenzaron a hacer comentarios nada agradables para ninguno de los dos.

—Ya llegó nuestra queridísima Julieta —dijo Oscar burlón—. Romeo —volteó a ver a Dante—, ya llegó tu amada, ¿no vas a ir con ella?

—La nueva parejita —rio Lucía.

—¿Cómo puede creer que él se va a fijar en ella? —Dijo Miriam a Yolanda.

—¡Que ya la bese!

—Pues hacen bonita pareja...

—¡Qué vergüenza ser ella!

—Pues si una chica me quisiera de esa manera, yo sí andaría con ella.

—Aww, la típica historia de amor del Adonis con El patito feo, qué tierno...

—Dante y Karina pronto se volverán novios, lo sé...

Esos comentarios y otros más andaban en la boca de todos, cuando en ese momento llegó la profesora Clementina.

—Chicos, buenos días —entró diciendo eso, haciendo que todos se callaran—. Tomen asiento.

—Sí, profesora — respondieron algunos.

Clementina estaba a punto de dar su clase cuando notó el semblante de Karina.

—Karina, ¿estás bien? —Preguntó con ligera preocupación.

Algunos no pudieron reprimir una risita burlesca.

—La chica no está bien, está enferma de amor —susurró Carlos a León.

—¿Qué tanto cuchichea, señor Carlos? —Dijo la maestra con tono duro.

—Nada, profesorcita —contestó el chico con rapidez.

—¿Te han hecho algo tus compañeros? —Preguntó a la chica, alzando una ceja.

Ella negó con la cabeza.

—¿Segura?

—Sí. —Karina asintió despacito.

—Entiendo... Abran su libro y su libreta y continúen el ejercicio de ayer...

Al final de la clase, Clementina llamó a Karina discretamente.

—¿Sí, profesora?

—Karina, sé que no estás bien, luces muy afectada —dijo tratando de que su voz se oyera menos severa de lo normal—. ¿En serio no te hicieron nada? Puedes tener la confianza para decirme lo que sea, no voy a decir nada que no quieras, pero quiero que sepas que aquí cuentas con una confidente.

Karina le sonrió muy agradecida.

—Pasó algo, profesora, pero en realidad no es culpa de mis compañeros... Yo solo... Tengo problemas de amor —susurró bajito, mientras su rostro se ruborizaba un poco.

—¡Oh! —Exclamó la maestra—. No te preocupes por eso, todavía estás muy chica, además los chicos a tu edad no suelen ser lo que una espera —dijo, guiñándole un ojo en señal de complicidad—. Ánimo, no te inquietes... Ya me tengo que ir a dar mi próxima clase, luego hablamos.

—Adiós, profa, gracias por todo. —Su rostro se iluminó.

Clementina salió del salón con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Era muy extraño, pero la profesora solía ser como Karina cuando era una adolescente, igual de tímida y apocada, así que se sentía identificada con ella; ya en la universidad fue cuando comenzó a desenvolverse más, pero mientras una parte de su juventud la pasó siendo muy retraída. Si hubiera una alumna por la que Clementina hubiera puesto las manos al fuego, sin dudarlo iba a ser Karina, no por Liliana, ni siquiera por Camila, y en ningún momento por Sasha, no, ¡pero sí por Karina! Además de sentirse identificada por ella también podía sentir su genuinidad y honestidad. «A las buenas personas les va bien al final... Si esa chica sigue como ahora, le irá muy bien».


***


Cuando la profesora Clementina salió del salón, los malos comentarios volvieron a estar en boca de todos y para la siguiente clase Karina y Dante ya andaban más que hastiados.

En el receso, Karina fue con sus amigas al sitio habitual de siempre y comenzaron a charlar.

—¿Cómo te encuentras? —Dijo Liliana a su amiguita.

—Ya mejor, gracias.

Hubo un momento de silencio.

—¿Y qué te dijo la profa Clementina? —Preguntó Viviana, para sacar una conversación.

—Me dijo que podía contar con ella para lo que quisiera —sonrió un poco.

—Clementina es muy estricta, pero también es muy buena persona —comentó Liliana.

Las tres asintieron mientras buscaban hablar de cualquier tema que no tuviera nada que ver con Dante o la notita.


***


León charlaba animadamente con Carlos mientras se sentaban en una banca.

—¿Estudiaste para historia?

—No, ¿y tú?

—Tampoco... Creo que me voy a tener que empezar a apurar más en el siguiente bimestre —comentó Carlos.

—Siempre dices eso —León sonrió un poco.

—Sí, pero ya esta vez es en serio.

León le iba a responder que siempre decía que era serio pero se detuvo porque no daba crédito a lo que sus ojos veían: Claudia se estaba acercando a ellos con una sonrisa formada en su boca.

—Ey, chicos —los saludó, tratando de ocultar su hostilidad y su mal humor. «Se lo debo a Belinda» pensó. Luego se sentó junto a León—. ¿Qué cuentan?

Los dos chicos se voltearon a ver entre ellos con un semblante desconcertado. Claudia estaba hablándoles a ellos, ¡a ellos!

—Nada, ¿y tú? — Respondió León volteándola a ver.

—No mucho —movió sus rizos de un lado a otro—. Es una lástima lo que pasó con Karina, ¿no creen? —Dijo, para sacar una conversación.

—Ajá —respondió el chico deportista.

Carlos, que todavía no se recuperaba del shock, seguía mudo.

«¿Qué les pasa a estos idiotas? Parece que nunca han hablado con una chica, ¿no se supone que León es un mujeriego de primera...? Bueno, es que yo no soy cualquier chica» sonrió mentalmente, «además nunca me había mostrado tan amable con ellos».

En ese momento los tres vieron pasar a Kevin, junto con sus amigos, y notaron que el chico homosexual fulminó a León con la mirada. «Antes me mandaba besos y me guiñaba el ojo, pero ahora parece realmente furioso conmigo» pensó León, «al menos el pelotazo de ayer funcionó para algo bueno... Además se ve muy chistoso con ese curita en la nariz». Pasó una mano por sus cabellos cortos y parados.

—Mmmm, ¿estudiaron para historia? —Preguntó Claudia para sacar otro tema de conversación.

—No —respondieron los dos al unísono.

«Por supuesto que no, animales, ustedes nunca hacen nada de provecho... ¿Por qué Belinda se ha fijado en León en primer lugar?» caviló.

En ese momento llegaron Adrián y Oscar y se sorprendieron de ver a Claudia sentada con ellos. Si el moreno todavía se encontraba molesto con ella, no dio indicios de ello.

—¿Me puedo sentar? —Se dirigió a ella con un tono que sonaba como si hubieran sido amigos de años.

Claudia frunció el entrecejo, es decir, ella estaba casi en la esquina de la banca, y además estaba el lado de Carlos, que tenía mucha más banca para que cupieran hasta dos personas.

—¿Para qué? —Preguntó la chica, haciendo una mueca.

—Pues para descansar las nalgas, estúpida —dijo, ya con tono hostil, en lo que se sentaba al lado de ella.

Carlos, aunque intentó con todas sus fuerzas no carcajearse, no pudo con eso y se echó a reír. Claudia frunció el entrecejo con indignación. «¿Estúpida? ¡Estúpida tu madre!» pensó ofendida. «No puedo con estos imbéciles, le diré a Belinda que me perdone, pero no pienso convivir con estos neandertales». Estaba a punto de pararse e irse de allí, pero la voz de León la detuvo.

—Oscar —dijo con tono duro—, no le digas así a Claudia, eso sonó muy grosero. Y Carlos, eso no fue gracioso.

Todos voltearon a ver a León con sorpresa.

«Bueno, parece que alguien no es tan imbécil después de todo» pensó. En ese momento vio pasar a sus dos amigas y la rubia, con discreción, le enseñó el pulgar hacia arriba. Claudia le guiñó el ojo. «Belinda, al parecer León sí vale la pena... Pero solo un poco».


***


Cuando entraron del receso, Karina se dio cuenta, con cansancio, que todo el día la iban a estar molestando. Dante también estaba fastidiado, aunque seguía mostrándoles a todos su expresión indiferente.

—Romeo —Oscar volteó a verlo y posteriormente se acercó—, ¿no vas a decirle algo a tu Julieta? —Dante lo miró a los ojos pero no le respondió nada—. Oh, no me mires fijamente a mí, mejor mírala a ella.

—Ya déjalo, Oscar —se entrometió Kevin—. Eres muy molesto.

—Oye, yo no tengo la culpa de que te quieran quitar a tu hombre —dijo el chico burlesco.

—¡Qué fastidio eres! —Kevin dijo con voz llena de molestia.

—Como sea, Dante, ¿piensas acostarte con Karina para después abandonarla?

En ese momento los tres chicos escucharon la risita encantadora y burlesca de Sasha. Los tres la voltearon a ver.

—¿De qué te ríes? —Preguntó Oscar con tono descortés.

—De tu estupidez —aceptó ella con una expresión radiante. Después le dio un sorbo al jugo de manzana que todavía no se terminaba.

—Pero qué... Tú deberías callarte, zorra vulgar —dijo el chico enfurecido—. No tienes nada que reclamarme a mí, no cuando te la pasas cogiendo con los profesores para que te pasen.

Sasha no se ofendió, más bien soltó otra risita.

—Oh, ¿y con ese lenguaje te atreves a llamarme vulgar? —Dijo alzando una ceja —. ¡Ironías de la vida!

Oscar, que estaba más que harto, apretó los puños con fuerza. Quería pegarle a Kevin para desquitarse con alguien, pero si se metía con uno del grupito de Dante, se metía con todos, y por ahí escuchó que Lucas se ponía muy violento en cuestiones de peleas y golpes. «Malditas niñas» pensó mientras se iba a sentar a su banca. Sin embargo, el objeto de enojo de Kevin cambió de Oscar a Sasha. «Cierto, que esa devora-hombres quiere jugar con mi Dante» pensó medio molesto y medio preocupado.

Sasha le enseñó una sonrisa de medio lado a Dante y luego se volteó a ver la pizarra. Ella ya había decidido seducir al chico y, aunque la situación de Karina le pareció muy graciosa y le daba mucho de que burlarse, no iba a permitir que esa chiquilla arruinara sus planes. «Karina, tonta Karina» pensó la chica, «sé que lo idolatras y adoras, pero él no es para ti, tú eres demasiado aburrida, él necesita una chica linda y elocuente... También lo siento por ti, Miriam, pero pronto el chico de tus sueños estará a mis pies».


***


Miriam se puso furiosa; notó cómo su amiga defendió sutilmente a Dante. «¿Cómo se atreve?» pensó, «burlándose de Karina por su amor hacia él pero tratando de seducirlo a mis espaldas». Frunció el ceño. «¿Pero qué puedo hacer? Obviamente no me voy a agarrar a golpes con ella, y mis reclamos solo la alentaran a seguir su plan con más ganas... ¿Y si le dejo de hablar...? No, puede que Yolanda decida quedarse con ella y me termine quedando yo sola como una total perdedora sin amigos» caviló.

Miriam ya sabía que Sasha no era una amiga de verdad, y también sabía que ella misma no era una amiga de verdad, las chicas ni siquiera se tenían confianza y si Sasha le contaba con qué chicos se había acostado era porque sabía que de por sí se iba a enterar —ya que los muy indiscretos no dudaban en andar contando que tuvieron relaciones con una niña tan bonita como ella—; había ocasiones en que Miriam ni siquiera podía soportarla —como en ese momento—, pero tampoco le iba a dejar de hablar de buenas a primeras, a esas chicas las unían sus malos actos y la necesidad de no estar solas —aunque la compañía que se brindaban era solo banal—, de compartir aficiones con alguien más; Miriam sabía que ni siquiera a Yolanda le gustaba que se metiera con sus compañeras, y si esas dos le dejaban de hablar, ninguna chica, o chico, le iba a tener confianza ni le iba a dirigir la palabra.

«Es todo un lío» pensó, chasqueando la lengua. «Lo mejor será dejar que todo este capricho se le pase a Sasha, cuando se llegue a aburrir de él, en ese momento entraré yo».

Mientras tanto Oscar, por las malas, dejó de fastidiar a Dante, pero se empeñó en molestar a la pobre Karina, ¡tenía que desquitarse con alguien! La pequeña chica no soportó las burlas —que no solo eran de Oscar, sino también de otros— y se fue a su casa, pero antes le inventó al prefecto la excusa de que se sentía mal.

En el momento en que salió del salón, los compañeros comenzaron a hacer sus típicos comentarios desagradables. Dante solo suspiró y colocó sus manos en su frente. «¡Qué día» pensó molesto. «Ojalá que pase algo que haga que esto se les olvide pronto» deseó con todas sus fuerzas.



Holi, les traigo capítulo, espero que les guste:3 Recuerden que sus comentarios son bienvenidos, ¿les está gustando la historia?

Ya avanzamos un poco, así que ahora sí les pregunto, ¿hay algún personaje que les agrade?

¿Y alguno que les desagrade?

Nos vemos pronto:)

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