Capítulo 3.
¡Claudia en verdad amaba los recesos! Eran su parte favorita del día, pues podía juntarse con sus anteriores compañeras y amigas, y charlar a gusto con ellas.
—Claudia, aún te extrañamos mucho —dijo una de sus amigas llamada Rocío, que era bajita y morenita—. Regresa a nuestro salón, ahí siempre serás bienvenida.
—He intentado convencer a mi madre pero... Parece que no está dispuesta a cambiarme de nuevo, dice que ya falta poco para acabar el año.
—¡Aún falta medio año! —Exclamó Rocío—. Es mucho tiempo sin estar contigo. — Hizo una pose dramática que había aprendido en sus clases de teatro, haciendo que las demás soltaran algunas risitas.
—Lo sé, ¿pero qué puedo hacer...? —Suspiró Claudia.
—A mí se me hace que tú eres la que no te quieres cambiar porque ves todos los días durante muchas horas a los bombones de León y Dante —rio otra de sus amigas, llamada Belinda.
Claudia rodó los ojos.
—¿Miento?
—Oh, claro que no, no sabes cuánto me alegra ver a esos dos todos los días —dijo sarcástica.
—Oh, no seas así, bien que te deben de gustar... Aunque sea alguno.
—¡No!
—Entonces podrías, por favor, hablarle de mí a León, ¡por favor! —Casi le exigió Belinda mientras hacía para atrás sus cabellos rubios.
—Oh, no me hagas esto, Belinda. —Claudia rogó a su amiga—. Por favor, no, tú sabes que yo ni siquiera hablo con él, además me cae mal.
—¡Por favor!
Claudia le iba a responder que no pero en ese momento tocó el timbre, indicando la finalización del receso. Claudia maldijo por lo bajo.
—Oh, ya tengo que ir con mis estúpidos compañeros —susurró.
—Sí... —concordó Belinda—. ¿Sí vas a hablarle de mí? —Preguntó, poniendo una sonrisa enorme en su boca.
—No.
—Agh —se quejó su amiga.
En ese momento pasó junto a ellas León y les guiñó el ojo. Claudia lo fulminó con la mirada pero Rocío y Belinda se emocionaron.
—¡Él es tan guapo! —Suspiró Rocío.
—Lo sé —concordó Belinda—. Pero yo lo vi primero.
— Bueno, chicas —Claudia atrajo la atención de las dos—, luego las veo —se despidió.
—Bye, divina —dijo Belinda soplándole un beso en el aire—. Y háblale de mí, ¿eh?
Claudia sonrió. Recordó que la primera vez que conoció a Belinda le había parecido imposible, pues la chica, que era adinerada, a veces solía parecer que contaba con una actitud fresa y materialista, y esos comportamientos no le gustaban a Claudia, pero conforme la fue tratando, se dio cuenta de que la rubia en realidad era una chica muy buena, educada y amable... con quien quería; esa chica solía ser un amor con sus amigos y en general con toda la gente, pero también sabía que con las personas que no le agradaban —que eran escasas y en la escuela, hasta ese momento, no había nadie—, buscaba poner a todos en su contra, así que lo mejor era tenerla siempre por las buenas.
***
Dante y su grupito de amigos se encontraban caminando por los pasillos, dirigiéndose al salón de clases.
—Pero entonces el muy imbécil se las arregló para golpearme en el estómago... — Lucas comentaba acerca de un pleito callejero que tuvo con un chico de otra escuela—. Aun así al final yo le gané.
El único que lo escuchaba con atención era Ulises, Dante seguía con su lectura y Kevin andaba mirando el trasero de algunos chicos.
—¿Cómo? —Preguntó Ulises.
—Pues ya sabes, lo tuve que golpear varias veces en la cara —alardeó Lucas.
Cuando entraron al salón, los cuatro se fueron a sentar a sus respectivos lugares, que se encontraban hasta atrás.
—¿Qué materia toca? —Preguntó Kevin con voz aburrida.
—No sé —respondió Ulises.
—¡Qué flojera! —Exclamó unos segundos después—. Ya deberíamos irnos... Y para colmo tenemos que traer el uniforme de deportes, ¡hace tanto calor! Me dan ganas de arrancarme el pants.
—¿Por qué no traes el short? —Preguntó Ulises alzando una ceja.
—¡Ay, no! —Exclamó con fingida alarma—. ¡Qué horror! Nadie usa esa cosa.
—Sasha lo usa...
—Esa "devora-hombres" solo lo usa porque sabe que se la comen con la mirada, pero...
En ese momento Ulises y Lucas comenzaron a estallar en carcajadas.
—No seas idiota, Kevin —dijo Lucas entre risas.
—Ay, es la verdad —respondió serio—. No lo niegues... Además el short de las niñas todavía se ve mejor, es pegadito, pero el de los chicos parece un harapo todo feo.
—No, el de los hombres no puede ser pegado, Kevin —comentó Ulises—. Sería horrible para mis ojos.
Lucas volvió a reír.
—¿Tú qué opinas, Dante? —Le preguntó a su amigo.
—¿De qué?
—De que Kevin debería usar el short pero que no sea pegado.
—Está bien —respondió Dante sin apartar la mirada de su libro.
—Dante —ronroneó Kevin—, no tenía idea de que querías ver mis piernas —continuó con su tono seductor.
—No quiero —respondió el chico con rapidez, haciendo que Lucas y Ulises se volvieran a carcajear.
—Uuuy, Kevin, no, te rechazan muy feo —se burló Lucas, con lágrimas en los ojos por tanta risa.
—Quién querría ver esas piernas de popote. —Siguió Ulises.
Kevin frunció el entrecejo y se sentó, indignado, sin decirles nada. Luego se quedó mirando a la puerta para ver entrar a sus compañeros. Vio llegar a Viviana con sus dos amigas. «Oh, ellas son tan aburridas y predecibles» caviló; luego se acordó de que Lucas le dijo que por ahí se enteró de que Karina estaba enamorada de Dante. «Pobre tonta» pensó riendo en su mente, «¿cómo puede pensar que mi querido se enamoraría de una fea como ella?». Luego vio entrar a Yolanda junto con Miriam y a Sasha, que venía detrás de ellas y parecía estar sumida en sus pensamientos. «A esa otra loca también le gusta mi querido» se refirió a Miriam. «Otra ilusa, mi hermoso bebé jamás se fijaría en una perra como ella».
Luego miró a la "devora-hombres". No negaba que la chica era bonita, se parecía a las muñecas de porcelana que le gustaban en secreto cuando era niño, pero aun así su actitud no la ayudaba en nada. Cuando la conoció, hacía ya más de dos años, le agradó bastante, pero ahora simplemente no quería saber nada de ella. Siguió observándola con discreción y casi le da un infarto —figurativamente— cuando notó que la hermosa chica volteó hacia su querido y lo miró con fijeza.
«¿Qué hace esa bruja?» pensó alarmado. Vio como Sasha lanzó, a propósito, un lapicero hacia ellos. Se levantó y se dirigió hacia donde estaban, balanceando sus caderas de manera seductora y echándoles una mirada coqueta. Lucas y Ulises se dieron cuenta de que venía, así que la miraron con atención.
—Chicos —dijo con voz tranquila y dulce—, se ha caído mi lapicero, ¿no lo han visto? —Movió sus cabellos largos de un lado a otro.
—Nop —respondió Lucas.
—Emmm... —Ulises volteó a buscarlo por todas partes hasta que lo encontró debajo del asiento de Dante—. Dante —dijo, atrayendo su atención—, el lapicero de Sasha está debajo de tu silla.
—Oh. —Dante recogió el lapicero y se lo extendió a la chica.
—¡Gracias! —Exclamó sonriente. Era la primera vez que se dirigía directamente a él en el ciclo escolar. Cuando tomó el lapicero procuró hacer contacto con la mano del chico. Luego le guiñó un ojo.
—De nada —respondió viéndola directo a los ojos.
Sasha se dio la media vuelta y caminó con paso firme y coqueto hacia su asiento, mientras los tres chicos la veían con fijeza. Lucas y Ulises con cara de embobados, y Dante con una expresión extrañada.
«Oh, no puede ser» pensó Kevin, «¡esa arpía se ha fijado en mi Dante! ¿Pero por qué...? Es decir, esta mañana se veía totalmente indiferente, como siempre ha sido, y de repente quiere atraer la atención de él... ¿A qué quiere jugar...? Da igual, sea lo que esté planeando, no dejaré que se salga con la suya».
***
La última clase del miércoles era Educación Física, clase odiada por todos los alumnos excepto por León y Sasha. No es que los chicos fueran flojos, al contrario, Claudia, Viviana, Lucas, Adrián, entre otros, eran deportistas, pero es que tener esa clase a la hora donde el sol daba en todo su apogeo en una cancha no techada no era para nada agradable. A León no le importaba eso, era aguantador y amaba esa materia, así que no le encontraba ningún inconveniente practicar ni en esa hora ni en ninguna otra.
En cambio, Sasha, al principio del curso, llevó un justificante que decía que no podía hacer mucho esfuerzo físico —a pesar de que había otras niñas más débiles que ella como Karina o Camila— y que el sol era dañino para su perfecta piel de porcelana, así que mientras todos se morían de cansancio, sed y calor, ella se encontraba sentada tranquilamente debajo del gran árbol que le daba una placentera sombra. Antes de la clase compró otro jugo de manzana en la tienda y le daba pequeños sorbos de vez en cuando.
Cuando el profesor terminó de ordenarles a los otros chicos que corrieran alrededor de la cancha y que le dieran veinte vueltas completas, se acercó a ella.
—¿Estás bien? —Le preguntó.
—Sí, profesor.
Si otro hubiera sido el estudiante que le llevó ese justificante, lo habría odiado, pero por ella no podía sentir ni siquiera un disgusto.
Sasha rio en su mente, estiró las piernas y comenzó a sobárselas. «De seguro quiere que en vez de mis manos sean las suyas... ¡Ja!» pensó divertida.
—Me han dolido mucho las piernas —mintió, haciéndose la distraída.
— ¿Ah, sí?
—Sí... Después le pediré a alguien que las masajee —dijo con inocencia fingida. «Y no será usted, por más que lo desee».
—¿A quién?
—Mmm... No sé...
—¿A tu novio? —Preguntó.
—Ay, profesor —rio—. ¿Qué cosas dice...? Además no tengo novio. —Fingió un tono de voz decepcionado.
—¿Una chica como tú sin novio? No bromees.
—No bromeo.
Hubo un pequeño momento de silencio.
—Espera, tengo que chequearlos —dijo el profesor.
—Ajá —respondió distraídamente.
—¡Vamos, chicos, no sean flojos! ¡Corran! —Exigió mientras se acercaba a ellos.
—¡Ya me cansé! —Se quejó Camila, exhausta.
—Toma un pequeño descanso, pero después corre más.
—Profesor —dijo León de repente—, ¿después de correr podemos jugar básquetbol?
—¡Me parece una idea genial! — Exclamó.
León se puso feliz, pero todos los demás pusieron cara de sufrimiento. Oscar se acercó a él y le dio un fuerte codazo.
—Ey, ¿cuál es tu problema? Hace rato dijiste que te daba igual jugar básquetbol.
—Pero no con este sol, hombre, ¿nos quieres deshidratar?
—Exagerado, no está tan fuerte.
—Nooo —respondió Oscar con sarcasmo.
El profesor armó varios equipos mixtos de cinco jugadores y los puso a jugar. El equipo de León constaba en Adrián, Camila, Rafael Fernández —un chico adinerado y un poco petulante— y Kevin. ¡Pero qué clase de destino cruel lo puso en un equipo de básquetbol con Kevin! Camila, por su parte, estaba aliviada de estar en un equipo de puros chicos, ya que si cometía alguna falla, ellos no serían tan duros con ella. Ese equipo iba contra el equipo de Oscar, que consistía en Claudia, Liliana, Carlos y Dante.
El juego comenzó bien, el equipo de León iba ganando —gracias a él, aunque la diferencia era mínima— pero en un momento la silueta de Claudia lo llegó a distraer en el momento en que iba a encestar, así que falló el tiro y la pelota rebotó en el aro. Volteó a ver a sus compañeros de equipo y a cada uno le vio diferente reacción: Rafael lo fulminó con la mirada, Adrián frunció el entrecejo, Camila lo vio con pena y Kevin se encontraba lanzándole besos y guiñándole el ojo... Esto último le provocó escalofríos.
—León —reclamó Adrián, acercándose a él—, ya lo tenías.
—Ya en la próxima lo meto, en serio —aseguró.
—Lo que pasa es que tú estás jugando solo. —Se metió Rafael en la conversación. —Esto es un juego en equipo, no individual, deberías pasarle a alguien el balón.
—A mí, a mí pásame el balón —dijo Kevin—. ¡Yo también juego!
—Pero...
—Si no le pasas el balón a alguien más le diré al profesor Humberto —amenazó Rafael.
León rodó los ojos.
—Está bien, ya se lo pasaré a alguien.
—A mí no —dijo Camila con voz bajita.
Luego volvieron a jugar. León estaba a punto de encestar para ya ganar el juego pero de repente se acordó de la amenaza de Rafael. Volteó y vio que Kevin le estaba haciendo señas.
—¡Estoy libre! ¡Pásamelo, pásame el balón! —Exclamó.
León, casi en un impulso, le aventó la pelota pero, para mala suerte del chico, no lo atrapó con las manos, sino que fue directo hacia su nariz.
—¡Auch! —Exclamó, casi gritando, cuando el balón le rebotó en la cara. De inmediato se llevó las manos a la nariz—. ¡Mi nariz!
Oscar, que no le importó ese hecho, tomó el balón y encestó en su canasta, llevándose la victoria en el acto. León se enfureció y comenzó a reclamarle al pobre chico.
—¿Estás bien? —Dijo Camila, preocupada, acercándose a Kevin. Sus tres amigos también se acercaron.
—No, creo que mi nariz está sangrando. —Alejó sus manos de la cara y vio que, efectivamente, estaban llenas de sangre. Podía sentir el líquido caliente pasando por su nariz, boca y barbilla.
Camila, al ver esto, comenzó a gritar histérica, ya que le tenía miedo a la sangre. Luego fue corriendo hacia el otro lado de la cancha.
—Gracias por tu ayuda —comentó Kevin con sarcasmo.
El profesor Humberto, que conversaba con Sasha, no dio cuenta del pelotazo, pero luego escuchó el grito de Camila y dirigió su atención hacia los chicos de la cancha.
—Ahora qué hicieron estos estúpidos —susurró muy bajito; aun así Sasha pudo oírlo—. Permíteme tantito —se dirigió a la chica. Ella asintió con la cabeza.
Mientras el profesor se alejaba, ella pensó: «pues sí, son estúpidos».
—Kevin, por tu culpa hemos perdido. —Volvió a reclamar León con enojo.
Kevin frunció el entrecejo.
—Todavía de que me pegas, me reclamas —escupió—. No eres para nada amable.
—No voy a ser amable con alguien que pone la cara en vez de las manos —dijo como si hubiera sido algo obvio.
—Ah, pero no hubiera sido Claudia porque ahí sí te le hincas y le pides disculpas —dijo indignado.
Claudia lo volteó a ver feo, con cara de "oye, a mí no me metas".
—En primera, Claudia no es del equipo y, en segunda, ella sí hubiera atrapado el balón, no que tú...
—¿Qué está pasando? —Dijo Humberto acercándose—. ¿Qué te pasó? —Dijo cuando vio el estado de Kevin.
—León me dio un pelotazo. —Lo señaló con el dedo índice.
—Fue un accidente —se justificó el chico.
—Bueno, ve a la enfermería rápido, no te quedes ahí —ordenó a Kevin.
—Está bien... pero que me acompañe Dante —dijo, tomando a su amigo del brazo.
—No, qué Dante ni qué nada, ve tú solo, ¿o qué? ¿No eres lo bastante hombrecito como para cuidarte tú solo?
—No —respondió Kevin enojado, con su mano izquierda en su nariz, dándose la media vuelta y jalando a su amigo hacia la enfermería.
Los otros equipos tenían la esperanza de que el profesor suspendiera el juego por el accidente, pensaban que algo bueno tenía que ocurrir de eso, pero quedaron muy decepcionados cuando Humberto puso a jugar a los equipos restantes.
***
Mientras Kevin y Dante iban caminando hacia la enfermería, el primero se dirigió a su amigo.
—Gracias por acompañarme, Dante.
—No hay de qué...
—Cuando me dejes en la enfermería puedes regresar a la clase.
—No pienso regresar a esa clase —dijo—. Es horrible estar ahí en el sol.
—Cierto. Nos ayudamos mutuamente, ¿ves? Tú me acompañas a la enfermería y yo te saco de esa clase infernal.
—Ajá... Hay que apresurarnos, estás sangrando mucho.
—Sí.
Cuando llegaron, la enfermera le puso un algodón en la nariz al chico y dijo que la apretara hasta que la hemorragia se detuviera. También le dio muchos pañuelos para que limpiara la sangre. Dante también tomó algunos, pues su amigo lo manchó sin querer.
Después de que paró la hemorragia nasal, Kevin decidió indagar en los pensamientos de Dante.
—Oye, y... ¿Te gusta alguien? —Preguntó, tratando de parecer un poco indiferente.
—No —respondió Dante luego de pensarlo unos segundos.
Kevin decidió preguntarle acerca de las niñas que querían con él.
—Y... ¿Qué piensas acerca de Karina?
—¿Karina? —Preguntó extrañado—. Es muy retraída.
—¿Nada más?
—Pues sí, no tengo mucho que opinar de ella.
—Oh... ¿Y Miriam? ¿Qué piensas de ella?
—Miriam... Tampoco sé mucho de ella, solo he visto que le gusta meterse con los demás.
Kevin decidió preguntarle lo que más quería pero que no se atrevía.
—¿Y de Sasha? ¿Qué opinas de ella?
Dante se quedó pensativo. «¿Por qué se ha quedado pensando? Con las otras respondió rápido, pero con ella...» pensó Kevin alarmado.
—¿Qué piensas? —Insistió.
—En que no tengo idea de por qué me estás haciendo preguntas acerca de niñas con las que no convivo, realmente no conozco bien a ninguna, pero respondiendo a tu pregunta, lo único que puedo decir es que Sasha es manipuladora; se nota que disfruta jugar con las personas.
—Lo hace —concordó—. Y... ¿De casualidad no piensas que es bonita o así?
Dante se encogió de hombros.
—¿Qué significó eso?
—No la he tratado.
—No necesitas tratarla para pensar que es bonita —dijo con obviedad.
—Físicamente es agraciada, pero su personalidad... Bueno, como ya te he dicho, jamás he tenido ni una conversación con ella, a lo mucho solo hemos intercambiado una que otra palabra, pero no tengo la impresión de que sea muy agradable que digamos.
—Oh... Es bueno saberlo —susurró.
—Ahora yo tengo una pregunta para ti —le dijo Dante—. ¿Por qué me has preguntado todo eso?
—Emm... Bueno, yo... —dijo nervioso—. Quería saber.
Dante lo miró con fijeza.
—No soy tonto, Kevin, sé que le gusto a Karina y a Miriam, ¿pero qué hay con Sasha?
El chico maldijo por lo bajo. «¿Ahora qué le digo?».
—¿Eh? —Kevin hizo cara de que no sabía nada—. No sé de qué estás hablando.
Dante lo siguió mirando y Kevin tuvo que bajar la cabeza para no verlo a los ojos, aunque aún podía sentir su mirada penetrante.
«Esto confirma mis sospechas, le gusto a Kevin, por eso quiere averiguar qué pienso de las niñas a las que les gusto... Pero entonces, ¿le gusto a Sasha...? No, eso es imposible». De repente y sin saber por qué se acordó de la frase Nada es imposible, así que sacudió su cabeza para sacarse esa idea.
—Olvídalo, Kevin —dijo a su amigo cuando notó que su incomodidad crecía cada vez más—. ¿Ya te encuentras mejor? —Preguntó, cambiando de tema.
—Ya —respondió Kevin sonriendo un poco.
«Creo que esto se me salió un poco de las manos» pensó en seguida.
¿Y bien? ¿Qué les pareció el capítulo?
Espero que les haya gustado.
El profesor de EF me da mucha grima, no me gustan las historias donde romantizan relaciones con maestros y chicas muy jóvenes, espero que se note la idea porque no se busca normalizar esos comportamientos, sino todo lo contrario.
¡Nos vemos el siguiente capítulo! No se olviden de votar y comentar:)
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