Capítulo 21.
Sasha y Dante se dirigían a la casa de él para estudiar matemáticas. El chico se ofreció a cargar la mochila de su novia, y ella no puso ninguna objeción.
—Gracias por ayudarme. —Sasha tomó la mano de Dante y entrelazaron sus dedos.
—No hay problema.
La madre de Dante, llamada Elisa, ya se encontraba en casa, ya que solo daba clases en las mañanas. Se encontraba haciendo la comida, preparando un guiso especial porque su hijo iba a llevar a la casa a su primera novia.
Cuando Dante le contó, la noche anterior, que consiguió una enamorada, le pareció muy precipitado, el chico ni siquiera le comentó nada acerca de una chica especial, ni le había dicho que le gustaba nadie, es más, cuando ella le preguntaba si había una niña que le atrajera, él negaba con la cabeza. Incluso la señora había pensado en que tal vez su hijo era homosexual, ya que siempre lo veía hablando, chateando, o saliendo con Kevin o los otros dos chicos, y jamás le vio contacto con una chica; nunca le mencionó nada, y pensaba apoyar a su hijo en todas sus decisiones, pero el saber que tenía una novia, la ponía muy feliz.
Siguió cocinando, y cuando terminó, fue a la sala a acomodar los cojines de los sillones. Estaba en eso cuando escuchó que se abría la puerta. Volteó con rapidez y vio a Dante de la mano con su novia. Elisa les sonrió con calidez mientras observaba a la chica con detenimiento. Su hijo le comentó que Sasha era muy guapa, pero creyó que estaba exagerando por su enamoramiento. «No exageró, la chica es sin duda muy hermosa» pensó.
Cuando Dante le dijo que tenía novia muy linda, en realidad se imaginó a una chica común y corriente, no fea pero tampoco tan guapa, sin mucha gracia o belleza, pero enfrente tenía a una hermosa chica con rostro angelical, con un oscuro cabello largo atado en una trenza, y un cuerpo esbelto y bien proporcionado. Además de esto, al ver la dulce expresión de Sasha, se imaginó que era una niña que nunca cometía nada malo.
—Hola, mamá.
—Buenas tardes, señora —Sasha le extendió la mano y la señora la saludó cariñosamente.
—Buenas tardes... Tú eres Sasha, ¿cierto?
—Sí. —Le sonrió.
—No se queden allí, pasen —les dijo—. Pásale, bonita —insistió—, ésta es tu casa.
—Muchas gracias —rio con suavidad.
—¿Ya tienen hambre o todavía no? — Les preguntó.
Dante negó con la cabeza en el momento en que ella asintió. Luego se voltearon a ver al mismo tiempo.
—Entonces te voy a servir, linda —vio a Sasha—, y luego te sirvo a ti, Dante — volteó a ver a su hijo.
—Mejor como de una vez —dijo él.
—No tienes por qué hacerlo —Sasha negó con la cabeza.
—Está bien. —Se encogió de hombros.
—¿Entonces sí o no, Dante? —Preguntó su mamá.
—Sí —respondió.
—Bueno, entonces váyanse a lavar las manos y siéntense en el comedor.
Los chicos la obedecieron. Se sentaron los tres a comer, y Sasha y la señora Herrera comenzaron a charlar animadamente. Dante se limitaba a escucharlas y dar su opinión cuando era necesario.
—¿Y cómo vas en la escuela, querida? —Preguntó en un momento, haciendo que Sasha se sintiera un poco incómoda, aunque trató de no demostrarlo.
—Pues... Ahí voy... No tan bien pero... no tal mal.
Elisa sonrió.
—No te preocupes, linda. —Notó su incomodidad—. Cuando yo iba en la secundaria tampoco me iba excelente en la escuela, solo en matemáticas pero en las demás no.
—¿Ah, sí? ¡Qué envidia! A mí me gustaría ser buena en matemáticas.
—Has de ser buena en otras cosas.
—Emm... sí, eso creo —le mostró un gesto sonriente a Elisa.
—No seas modesta, de seguro has de ser buena en muchas cosas.
Sasha se quedó pensativa. «Seduciendo hombres, manipulando, consiguiendo lo que quiero a costa de los demás... Tiene razón, soy buena en muchas cosas».
—A lo mejor.
—Y además eres tan amable y agraciada — la aduló.
—Gracias— sonrió aún más, agradeciéndole de corazón el halago, ya que, fuera de su familia, nadie la lisonjeaba con sinceridad.
Cuando terminaron de comer, Elisa les ofreció de postre un flan que ella misma cocinó. Dante solo tomó una pequeña porción, ya que, como le mencionó a Sasha, no era muy aficionado al dulce.
—¿No quieres más, linda?
—No, gracias, señora.
—¿Segura? Sabes que aquí estás en confianza.
—Sí, segura.
Elisa comenzó a recoger los platos. Sasha y Dante la ayudaron, y luego regresaron al comedor para estudiar.
—Perdón porque sea en el comedor, pero no creo que mi mamá esté de acuerdo en que estemos los dos solos en mi cuarto —le susurró.
—No hay problema, Dante, yo entiendo.
—Bueno, chicos, voy a estar en mi habitación por si me necesitan, los dejo solos.
—Sí, gracias. —Sasha le respondió mientras su hijo asentía con la cabeza.
—Y no hagan nada malo.
—No, señora. —La chica rio.
Dante le comenzó a enseñar matemáticas a Sasha, y ella más o menos entendía.
—¿De dónde salió ese número? ¿Y esa equis? —Señaló el cuaderno.
—Ese número salió de dividir seis entre dos y multiplicarlo por siete, y la equis salió de restar siete equis menos seis equis.
—Oh, cierto.
—Ahora haz tú un ejercicio.
—No.
—Haz uno, si no practicas se te va a olvidar el procedimiento.
—Está bien... ¿Y qué me gano si lo hago bien? —Lo volteó a ver a los ojos. Su novio no le respondió nada—. ¿Me darás un beso? —Preguntó, haciendo que él sonriera levemente.
—No tienes que hacer bien los ejercicios de matemáticas para eso. —Tomó su rostro con sus dos manos y le dio un pequeño beso—. Pero sí para pasar la materia.
—Tienes razón. —Ella lo volvió a besar. Cuando se alejó de él, comenzó a hacer el ejercicio y no le salió bien el resultado.
—No está correcto —dijo Dante, verificando su respuesta con la del libro que le había prestado su madre.
—Ay, no —suspiró—. Soy una idiota.
—Claro que no, Sasha, vuelve a intentarlo.
La chica estuvo practicando más y más ejercicios, y cuando no le entendía a algo o se trababa, Dante le explicaba con detenimiento. Así estuvieron, hasta que Elisa bajó al comedor y les ofreció un refrigerio o algo para comer.
—No, gracias —le dijo Dante.
—No, señora, muchas gracias.
—¿Seguros?
—Sí —respondieron ambos.
—Está bien, chicos, entonces sigan estudiando.
Dante siguió enseñándole matemáticas hasta aproximadamente las ocho de la noche. Elisa volvió a bajar y les preguntó si querían cenar. Sasha vio la hora en ese momento.
—¡Oh, qué tarde es! —Exclamó—. Debo irme, tengo que comprar la comida de Fresita.
—Te acompaño a tu casa.
—No, Dante, ya es tarde, mejor quédate en tu casa.
—Te acompaño —insistió.
Dante le ayudó a recoger sus cosas.
—¿No quieres que te lleve a tu casa, querida? —Preguntó Elisa, tomando las llaves del auto.
—No, no, no quiero ser molestia.
—Claro que no es molestia, linda.
—Pero es que tengo que pasar a comprar la comida de mi gato.
—Te llevamos, en serio, no dejaré que te vayas tú sola, ya está oscuro.
—Pero... Me da pena —comentó, un poco extrañada. En general cuando las personas trataban de hacer algo bueno por ella, no se oponía, al contrario, las alentaba, pero con la mamá de su novio sintió vergüenza, no quería que pensara que era una aprovechada.
—¡Qué pena ni que nada! —Exclamó Elisa—. Te llevaremos a la tienda y de ahí a tu casa, así que ambos suban al auto.
—Pero, señora, si no mejor espero a que mi mamá salga del trabajo para que pase por mí...
—Sube al auto. —Casi ordenó—. Y no me digas señora, dime Elisa... O suegra —bromeó, haciendo que ambos chicos se ruborizaran. «Son tan adorables» pensó.
—Está bien, seño... suegra — murmuró apenada. Elisa sonrió.
Ambos chicos subieron en los asientos de atrás del auto. «Aww, qué linda chica se consiguió mi hijo» pensó Elisa, contenta. «Se ve una chica muy sensata y simpática, sin duda Sasha es la chica ideal para mi Dante» caviló.
***
El siguiente día, Ulises se encontraba desesperado, repasando los apuntes de matemáticas, cuando vio a su mejor amigo llegar todo magullado, con banditas en las heridas más visibles. Los otros alumnos también lo vieron con extrañeza.
—¡¿Qué te pasó?! —Exclamó.
Kevin y Dante, que ya habían llegado, se acercaron a ellos.
—Bueno, es que... Me asaltaron —mencionó la excusa que les inventó a sus padres el día anterior.
—¿Eh? —Dijo Kevin.
—Sí, me asaltaron. Iba caminando por el callejón que siempre tomo para llegar a mi casa, y unos delincuentes me asaltaron, pero como no tenía dinero porque ya se lo había dado todo aquí a mis ojos... —Volteó a ver a Liliana y la chica, que lo estaba viendo y oyendo, se molestó.
—¡¿Qué dijiste?! —Reclamó la castaña.
—Nada, mi amor — dijo Lucas con rapidez, haciendo que Liliana frunciera el entrecejo—. ¿En qué estaba? Ah, sí, no tenía dinero, y por eso me golpearon —mintió.
—Ten más cuidado —murmuró Dante, luciendo indiferente, y sin decir más se volvió a sentar en su banca.
—Ay, sí, ya no pases por ahí —le dijo Kevin, pero Lucas notó que no le dio mucha importancia a la situación.
—No sé por qué, pero no te creo —le comentó Ulises.
Lucas frunció en entrecejo. «Los mocosos tienen razón, son un inútil, un sinvergüenza y una piedra indiferente». Segundos después Camila se acercó a él.
—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Estoy bien, Camila, gracias.
—Ah... Qué bien... Bueno, ya me voy. —Se dio la media vuelta y se alejó.
«Wow, qué considerada eres, Camila» pensó con sarcasmo. En ese momento llegó Sasha; dejó sus cosas en su banca y comenzó a caminar hacia Dante. Su mirada se enfocó en Lucas durante unos segundos; al principio se sorprendió un poco de verlo todo golpeado, pero luego le sonrió con descaro, como diciéndole: «de seguro eso te pasó porque te lo buscaste». Dejó de mirarlo, tomó el rostro de su novio y se inclinó para besarlo. Lucas rodó los ojos.
—En serio, Lucas, siento que estás mintiendo —Ulises le volvió a decir.
— ¿Por qué?
—Bueno, es que siempre pasas por ahí y nunca te habían asaltado, además tú me decías que era muy seguro por allí.
—Siempre hay una primera vez para todo. —Lucas se alzó de hombros.
En ese momento llegó el profesor Orión con una sonrisa en su rostro. «Hoy por fin me los ajusticio». Les echó a todos una mirada rápida; Liliana tenía una expresión altanera, Carlos, Karina y algunos otros parecían estar sufriendo con su llegada, Dante y Sasha se encontraban besándose como si no hubiera un mañana, Lucas estaba todo golpeado, León y Claudia parecían muy tranquilos, Miriam ni siquiera le prestó atención, estaba viendo su celular. «Pero qué pinches chamacos, no los ves como en uno o dos días y ya luego te salen con sus rarezas y estupideces» pensó.
—Sasha, Dante, esto es un salón de clases, no un motel, así que sepárense ya —les ordenó. Ambos dejaron de besarse y lo miraron.
—Lo siento, profesor —Sasha le dijo con tono amable.
—Ajá... Ahora todos acomódense en sus bancas para hacer el examen de una vez, porque cuando acabe la hora voy a recoger sin esperar a nadie —les advirtió.
Todos se sentaron con rapidez y Orión les dio los exámenes. Esta vez no les fue tan mal, al menos sabían cómo se hacía el procedimiento. Cuando acabó la hora, Orión recogió los exámenes y se fue, no sin antes desear que a Liliana le fuera mal, aunque en el fondo sabía que era casi imposible.
***
En la segunda hora, antes de que llegara el profesor, Valentín fue con los chicos y revisó que todos llevaran al bebé huevo. Se juntaron en parejas y mostraron el huevito mientras Valentín ponía palomitas en su lista.
—Por cierto, para la siguiente semana voy a querer un avance de su ensayo, recuerden que es para dentro de dos semanas —les dijo.
Lucas y Liliana se encontraban uno al lado de otro; la castaña tenía a Newton en la mano.
—Lucas...
—No te preocupes, Liliana, yo te voy a conseguir el dinero para el lunes, no sé cómo pero lo voy a hacer —le dijo.
Liliana sonrió un poco.
—Ah, está bien... Pero no te iba a decir eso.
—¿No?
—No, solo quería decirte que...
—¿Qué?
—Que tengas más cuidado —aceptó—. Estuvo muy feo lo que te hicieron, ya no pases solo por allá.
—Ah... Gracias, Liliana —le sonrió. «Bueno, parece que al menos alguien sí se preocupa por mí» pensó Lucas, contento.
—De nada.
—Y... ¿Cómo te fue en el examen? Supongo que bien.
—Sí —respondió Liliana—. ¿Y a ti?
—Pues... —Se colocó una mano en la nuca— ya sabes, como siempre.
—Estudia más. —Le aconsejó.
—Sí, lo voy a hacer.
Valentín pasó junto a ellos y les puso una palomita en su lista.
—Espero que estén adelantando su trabajo.
—Sí, lo estamos haciendo —Liliana le dijo.
—Me parece muy bien.
Después de que Valentín salió del salón, ambos chicos se voltearon a ver.
—¿Quieres quedarte a Newton? —La castaña le preguntó.
—Sí, dámelo. —Extendió la mano.
—Está bien. —Se lo dio.
Se miraron sin decir nada, hasta que Lucas le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. «Al parecer Liliana no es tan mala después de todo» pensó el rubio sin dejar de sonreír.
Aww, en este capítulo nos toca ver un lado más amable de Sasha y de Liliana.
Creo que esta es la primera historia donde me comentan muchas veces que la protagonista no se merece al chico, y yo lo entiendo, pero cuando la critican siempre mencionan que es altanera, que anduvo con muchos chicos y no es tan amable, pero si hacemos memoria, muchas de esas actitudes las tienen los badboys.
Es decir, muchas veces si vemos un badboy que utiliza sus encantos para que la chica se fije en él y no en otro chico más "normal", nos encanta, pero si una badgirl lo hace la tachan de lo peor.
Solo quería mencionarlo porque me hacía mucho ruido, aunque insisto, es comprensible y no me molestan esos comentarios, me gusta leer todos. Aún así en este capítulo nos tocó ver una Sasha siendo más cortés y comprensiva.
El siguiente capítulo me encanta, es de mis favoritos, así que los espero la siguiente semana:)
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