C42
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Allí estaba, con sus ojos esmeralda clavados en ella, examinandola. Cerró la puerta y observó la habitación, como buscando algo, mientras se acercaba lentamente a la cama hasta quedar a un lado.
- Hola... ¿Estás bien? - Volvió a mirarla.
- Hola. Sí, eso creo. Solo un poco aturdida, supongo.
- Cuando entré, parecías asustada... ¿Qué ha pasado?
- No ha pasado nad---
- Mei, por favor...No me mientas, cuéntamelo, confía en mí. - Pidió con ojos suplicantes. Pasaron unos momentos de silencio, en los que la morena se debatía.
- Está bien. - Dijo finalmente tras suspirar. - Llevo unos días viendo a ratos una extraña sombra en los reflejos. Siempre desaparecía en cuanto me giraba al verla. Pero... Hoy la miré directamente y no se desvaneció. Ha estado horas ahí quieta. - Señalando con la cabeza el lugar. - Justo antes de que entraras comenzó a venir hacia mi, pero de repente se disipó.
- ¿Por qué no lo dijiste antes? - Preguntó preocupada.
- Yo... - Agachó la cabeza. - Temí que al decirlo no me dejarais salir.
- Mei, no entraste aquí por demencia y no tienes ascendentes con enfermedades mentales. Lo más probable es que sean secundarios de la medicación. No deberías haberlo ocultado.
- La doctora Whekric dijo que me cambiaría la medicación.
- ¿Hablaste con la doctora?
- Sí, estuvo aquí hace unas horas.
- Mmmm, bien, pero si te sientes mal o tienes algún problema, no dudes en decirlo. - Le agarró la mano.
- ... - La miró a los ojos un poco extrañada. Después de unos momentos apretó la mano que la rubia le había dado. - Yuko, lo siento. No sé qué me pasó. Si te hice daño, perdóname, por favor. - Dijo con un poco de esfuerzo y desviando la mirada.
- No hay problema. - Sonrió. - Sé que tu intención no era herirme. Nunca podría enfadarme contigo.
- Eres demasiado amable. - Mirando hacia sus manos.
- No es nada, jeje. - Rió rascándose la nuca.
- ¿Solíamos darnos la mano?
- ¿Eh?
- Cuando eramos amigas.
- Más o menos. Se podría decir que era algo común en el pasado, sí.
- Mmm ya veo. - Acaricio un poco la mano de la otra chica haciendo que esta la soltara rápidamente, dejando a la morena un poco desconcertada.
- Bueno, veo que estás mejor, así que si no necesitas nada más, me iré. - Se giró y empezó a caminar en dirección a la puerta.
- Oye, Yuko... ¿No podrías quedarte un rato más conmigo?
- ¿Qué?¿Por qué? - Se volvió, sorprendida por aquella petición.
- Siendo honesta, como me pediste, me das tranquilidad. Supongo que eres una buena psicóloga.
- Mei... - La miró dudando. - Está bien. - Cogió la silla y se sentó a su lado.
- Gracias.
Al principio estuvieron calladas intentando evitar el contacto visual directo, pero poco a poco empezaron a hablar. Primero de cosas típicas como el tiempo, alguna noticia famosa, para pasar a hablar de los compañeros y como le había ido la vida estos años a la rubia. Estuvieron horas hablando. Aunque algunas cosas, como la compañera de piso de Yuko, la molestaran. Se sintió bien por aquella conversación a pesar de estar atada a una cama psiquiátrica. Posiblemente mejor que en muchos años. La chica con ojos verdes calló mientras miraba fijamente a la paciente. Tras unos minutos de silencio extraños, volvió a hablar con un toque de melancolía y duda en su voz.
- Mei... si supieras todo lo que te he echado de menos. Todas las veces que deseé volver a verte. Todas las veces que recé para que estuvieras de vuelta. - Se levantó y abrazó sollozando a la joven Aihara. Sintió su calor invadiéndola. Olió su fragancia. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su hombro.
- Yuko... tú... - Intentó decir con voz calmada. Algunas imágenes llegaron a su cabeza. Si eran recuerdos verdaderos, ella no había tenido tan solo una relación de amistad con la chica que la abrazaba. - ¿Tú y yo éramos pareja? - Al escuchar eso la psicóloga se tensó y se separó.
- Lo siento, no debería haber hecho nada de esto. - Camino hacia la puerta de nuevo.
- No, no te vayas, no tienes la culpa de nada, por favor.- Revolviendose un poco.
- Lamento lo sucedido. No volverá a ocurrir.
- Yuko... - Viendo que se le agotaba el tiempo y que la otra chica estaba a punto de abrir la puerta, dijo desesperada. - Te quiero. Sé que ya no sirve de nada, pero te quiero, nunca deje de hacerlo.
- Mei, no sé que crees haber recordado, pero no hagas esto más difícil por favor. - Murmuró agarrando el pomo y apoyando la cabeza en la puerta.
- Lo siento. Nunca quise que sucedieran así las cosas.
- Adiós, Mei. - Se despidió intentando mantener la compostura y salió de allí.
Algunas lágrimas se derramaron por las mejillas de la morena. Se quedó allí, sola con sus nuevos recuerdos, sin poder hacer nada. No solo porque estuviera atada. Aun estando libre no podría cambiar el pasado. No había manera de que la perdonara lo que hizo.
Al cabo de un tiempo, volvió a aparecer aquella sombra. Esta vez con una forma completamente definida. - Así que... eras tú, o mejor dicho... Eres yo.
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Han pasado 84 años, pero aquí estamos.
¡Feliz Navidad!
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