C 8


Aquella noche, notó que su hermana estaba más inquieta de lo habitual. Tal vez había algo que no la dejaba dormir. Sintió como se levantaba de la cama y se sentaba en el suelo a su lado para mirar por el balcón la oscuridad del cielo nocturno. Por un instante, tan solo por un instante pensó en preguntarla, pero recordó que ella no quería tener una relación cercana con la rubia y ya se habían acercado demasiado. Simplemente, se durmió.

Esa mañana se levantó más temprano de lo habitual. Quería evitar todo lo posible a Yuzu y Himeko. Así, pues, partió rápido hacia la escuela, olvidando el almuerzo. Allí, en el descanso, las dos chicas fueron a la sala del consejo estudiantil.

- ¡...te quieta! ¡Mei!

- ...

- ¡Mei! Esta mañana olvidaste tu almuerzo en casa.

- Presidenta tenemos que hablar del evento deportivo del mes que viene..

- ¡Vamos a comer juntas!

- ¡Mientra podríamos ir comiendo!

- ¡Pero dale un descanso durante la comida!

- ¡Se llama eficiencia! A diferencia de ti, ella puede hacer varias cosas a la vez.

- ¿Qué has dicho?

- ... ¡CALLAOS! - Dijo enfadada. - ¿Por qué no vais vosotras dos a comer juntas? Aún tengo trabajo que hacer.

Las dos chicas ruidosas se fueron sin rechistar. Algo que agradeció. Últimamente se sentía muy cansada y no quería tener que lidiar con aquellas dos. Siguió con el trabajo. Tenía que tener todo preparado para la reunión. Terminó la jornada y se fue a casa, su hermana no estaba, no sabía por qué pero ya no era algo que la sorprendiese. Saludo a su madre y fue a darse un baño para relajarse. Pasado un rato escuchó a su hermana llegar.

- Mei... Ha llegado una carta de tu padre. ¿Desde dónde la habrá enviado? ¿Puedo abrirla? - Eso la enfureció, ella jamás abrió ninguna de las cartas de su padre, y esta chica sin que nadie la diera vela en ese entierro quería abrir una de esas cartas. Realmente la enfadó que se tomara tanta confianza. Salió corriendo de la bañera, abrió de golpe la puerta.

- ¡No!

- ¡Perdón! - La rubia la miró atónita y luego giró la mirada a un lado. - Jamás se me ocurriría abrir una carta ajena! ¡La dejaré en tu escritorio! - Y salió corriendo hacia la habitación.

- ... - Suspiró y volvió al baño. Puede que se hubiera pasado un poco, pero no quería leer las cartas de su padre, ni que nadie se entrometiera.

En la noche, tumbadas ya en la cama y con Mei más calmada, Yuzu volvió a la carga.

- Oye, Mei...

- ¿Qué?

- ¿No vas a leer la carta?

- ... No.

- ...

- No es asunto tuyo. Deja de meterte en todo.

- ... ¡Oye! ¿saldrías un rato conmigo mañana? He pensado que podrías ir a mi antigua ciudad y así conoces a mi padre.

- ¿Por qué yo?

- Lo ha dicho mamá para que pasemos... más tiempo juntas...

- Vale. Aunque no sé por qué tengo que conocer a tu padre. Pero si lo ha dicho... mamá... - Y se quedó dormida.

Ya era sábado por la mañana y las dos hermanastras se habían preparado para ir a visitar al padre de la mayor. Caminando hacia la estación de trenes, la rubia de repente se estremeció parando.

- ¿Qué pasa?

- Nada, me han dado escalofríos. - Mientras miraba de un lado a otro con cara de preocupación. A la menor le pareció extraño, pero lo pasó por alto, pues su hermana solía hacer cosas de ese tipo.

Una vez en el tren, en una de las paradas entró una avalancha de gente. Llevándose por delante a Mei, la cual al ser una chica de alta clase no estaba acostumbrada a algo así y no sabía que hacer.

- ¡Mei! ¿Estas bien?

- ...

- ¡Mei, ven aquí! - La agarró de un brazo y tiró hacia ella. Cuando estuvieron una en frente de la otra la abrazó para no perderla.

- De-deja de respirar...

- ¿Eeeh?¡Si no respiro, me muero!

- ¡Mmmm!...Ag. - La agarró por los hombros intentando separarla un poco.

- Mei... ¿Te encuentras bien?

- ... Sí. - Girando hacia el lado contrario la cara. Pero Yuzu la atrajo más hacia ella y empezó a lamerle la oreja. - ¡Mmmhh! - La morena intentaba evadirla. Al final sacó fuerzas y la echó hacia atrás empujando de los hombros. - ¡Es-estate quieta! ¿Por qué estás haciendo esto? ¡Deja de jugar conmigo!

- ¡No estoy jugando! - Volviendo a acercarse a ella, poniéndose cara a cara.

-¿Eh?

- Voy muy en serio contigo, Mei.

- Pero ¿de qué estás hablando?

- Es que Momokino-san dijo que ella y tú... - La menor de las hermanas frunció el ceño - Bueno, eso, ya sabes... Así que... - Se hizo el silencio.

¿Podría ser que Himeko y Yuzu estuvieran haciendo una especie de competición a ver cual de las dos llegaba más lejos con ella? Eso explicaría el comportamiento extraño que tenían últimamente aquellas dos. Llegaron a la estación de destino y bajaron del tren.

-¡Lo siento Mei! - Mei siguió andando sin decir nada. - Oh venga, ¡De verdad que lo siento! ¡ Te compraré un crep para que me perdones!

- En realidad no estoy enfadada. Pero esperaba que mostraras un poco más de sentido común. - Mientras seguía andando. - Y... no sé qué te estabas imaginando, pero... no hay nada entre Himeko y yo.

- ¿Eeeh? Pero ella dijo que fuisteis un paso más allá.

- Simplemente se puso a hacer cosas extrañas. - Paró y se giró hacia Yuzu al darse cuenta de que ella no sabía a dónde iban. - Y le eché la bronca. Probablemente lo adornaría para su propio beneficio. Me sorprende que te lo tragaras.

- ¡Entonces sin problema! - Corrió hacia ella y la abrazó.

- Compórtate, anda. - Mientras la empujaba.

Fueron a una cafetería y se sentaron en la terraza a comer el crep.

- ¿En serio podemos permitirnos perder el tiempo con esto? ¿No nos estará esperando tu padre?

- No pasa nada. Papá siempre está fuera del trabajo o más bien está en casa todo el día.

- Bueno... Mientras seáis felices así... Apuesto a que cuando le conozca, sabré a quién te pareces.

- Jaja, de hecho sí, me parezco a él.

- Me alegra verte contenta.

- Tu también estás contenta, ¿no? Tu padre siempre te manda cartas aun cuando está tan ocupado, es un detalle por su parte.

- ...

- Él debe de quererte mucho ¿no?

- ...

- ... Bueno, no te preocupes por eso. - Le dio un par de palmadas en el hombro. - Vamos, come algo dulce. - La morena comió mientras se tocaba el hombro que su hermana momentos antes aporreó. - Ey, Mei... tu crep también tiene muy buena pinta, déjame probar.

-¿Eh? - Ya se lo había terminado.

- Bueno, entonces puedes darle un mordisco al mío. - Su acompañante tan solo se levantó acercándose a ella y con un dedo cogió una pizca que tenía pegada en la mejilla.

- Me vale con esto. Lo siento. Tal vez la próxima vez. Voy a lavarme las manos. - Una vez en el aseo se lavó las manos, se mojó la nuca y suspiró. Sabía que le gustaba a su hermana. Sabía que decirla que entre ella y Himeko no había nada y hacer cosas como la que acababa de hacer posiblemente la estaban dando esperanzas. Esperanzas que ella posiblemente no podría corresponder y aun así... No lo pienses, solo evítalo se dijo a si misma y salió de allí. - Venga, vamos.

Siguieron su camino en silencio durante un rato.

- Mei... ¿Puedo... puedo cogerte la mano?

- ¡Deteneos ahí mismo! - Escucharon una voz tras ellas.

- ¡¿Mo-Momokino-san?!

- ¡Por fin te encuentro! - Salió de un coche corriendo hacia Yuzu, y un perrillo la siguió.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

- Cuánto tiempo sin verte, Pucchi. - La más pequeña de las hermanas se puso a jugar con el perro.

- Le pregunté a tu madre. Estabas tramando todo esto a mi espalda, ¿eh? ¡Aunque intentes tomarme la delantera, no lo permitiré! Seguro que la obligaste a salir con..

- Himeko. - Mientras cogia al perrito en brazos y se le daba a su dueña. - No me estorbes. Ni le des ideas raras a Yuzu.

- ... Mei-mei.

- Vamonos, Yuzu.

- ¿Eh? Ah, sí.

Y se fueron andando, dejando allí plantada a Momokino. Por fin llegaron al destino. Aquello era... ¿un cementerio?

- ¡Ya hemos llegado, Mei!

- ¿Tu padre falleció?

- ¿Eh? Sí, cuando tenía tres años. Pero no es algo que me afecte tanto. Puedo venir a verlo cuando quiera. - Pararon frente a una lápida en la que estaba escrito el apellido de la familia, Okogi. - Papá, os presentaré. Esta es mi hermana menor, Mei. - La morena se quedó mirándola con algo de asombro - Es más alta e inteligente que yo, pero algo torpe, rara, borde y solitaria. Así que ahora tengo algo que proteger. Quería que lo supieras.

- ...

- ¡Listo!¡Hemos cumplido la misión de hoy! ¡Buff, tengo un montón de hambre! Podríamos parar en algún restaurante de camino a casa, ¿Te apetece? - Mei se giró hacia la tumba, arrodillándose para mostrar sus respetos y rezar. - ¿Mei..? - Cuando se levantó, la rubia la agarró de los hombros y se acercó a ella. - Mei... Ya sabes... ¡Yo...!

- Las cartas de mi padre...

-¿Eh?

- Nunca las he abierto. Me aterra averiguar lo que pueda pensar de mí. Oye, Yuzu. ¿Crees que mi padre y yo volveremos a ser como antes?

- ¡No te preocupes! ¡Ayudaré en lo que pueda para que volváis a llevaros bien!

- ... - Suspiró y sonrió. La rubia la soltó.

- ¿Nos vamos?... Déjame devolver esto. Tú esperame aquí, Mei.

Esperando en la puerta, empezó a sentir que la cabeza le daba vueltas. Llevándose una mano a la cabeza se tambaleó y tuvo que sentarse para no caer. Afortunadamente para ella, su hermana tardó un rato en volver, por lo que la dió tiempo a recuperarse y actuar como si nada hubiera pasado. No quería que nadie se preocupara por ella, pues no la dejarían en paz.

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