C 30
Pasaron un par de días desde aquella llamada de su abuelo. En este tiempo, volvió a intentar decírselo a la rubia una vez más, pero al ver la sonriente cara de la rubia, su fuerza flaqueó y tan solo pudo decirle que intentara hacer los deberes de verano para que no se le acumularan todos al final. Algo a lo que la gyaru no hizo caso ninguno. Y al final se le acumuló un montón de trabajo.
La presidenta del consejo por su parte, había acabado de repasar y hacer todas las tareas. Iba de vez en cuando a la academia para preparar las cosas para la vuelta de las vacaciones. Y en su casa leía y repasaba de nuevo, o eso intentaba, porque muchas veces se encontraba a sí misma mirando a la nada, pensando de nuevo en qué debería hacer. Una de esas veces, frustrada, cogió su taza de té, salió de la habitación, y fue al comedor. Allí estaba Yuzu haciendo los deberes o tal vez sería mejor decir refunfuñando sobre ellos.
- Después de finalizar las clases de refuerzo me confié y me pasé los días divirtiéndome y jugando... ahora estoy en un lío. ¿De verdad soy capaz de acabar todo esto?
- Uhm... - Se quedó observándola un rato con cara preocupada.
- ¡Ah! - Escribiendo como loca. - Estoy haciendo los deberes. ¡Los estoy haciendo, lo juro!
- ... - Sin decir nada se sentó en el sofá. Mirando la mesita vacía, en estos días poco a poco empezó a ser casi la misma de antes.
- ¡Ah! ¡Oye, Mei! - Se apoyó sobre el sofá, a un lado de su hermanastra. - Cuando acabe los deberes. ¿Qué te parece si tenemos una cita? Te prometo que los dejaré listos antes de que se acaben las vacaciones de verano. ¡Por favor!
- ... - "Tal vez no debería haber salido de la habitación" pensó. Y aunque no la apetecía demasiado hacerlo, la incesante mirada de cachorrillo de su hermana la ganó. - De acuerdo, pero no será hasta que no acabes.
- ¡¡¡¡Sí!!!! - Gritó alegremente levantando los brazos. - Ahora tengo una motivación para seguir haciendo los deberes. - Se sentó para volver a trabajar en ello de nuevo.
- Haa... - Suspiró más fuerte de lo que quería.
Al día siguiente, se sentó a leer en la mesa del salón, junto a Kumagoro, en la esquina diagonalmente opuesta en la que Yuzu estaba haciendo los deberes. De vez en cuando esta la preguntaba alguna duda. Bastantes menos de las que esperaba, sin duda se estaba esforzando y eso la hacía sentir orgullosa. En ocasiones la miraba de reojo para comprobar si iba bien o necesitaba ayuda. En una de esas ocasiones notó una punzada. - ... - Suspiró. Aunque había avanzado bastante en lo que a volver a ser estoica frente a Yuzu se refería. Esporádicamente sentía debilidad. El teléfono sonó, sobresaltando a la morena.
- ¿Están llamando...? - Quitándose los cascos.
- Yo lo cojo. - Dejó el libro sobre la mesa y fue hacia el teléfono.
- Gracias, Mei.
- ¿Dígame? - Contestó al aparato.
- ¿Mei?
- Abuelo...
- ¿Tienes la tarde libre?
- Sí.
- Vamos a celebrar una reunión con la familia de tu prometido. ¿Puedes venir? Así podéis ir conociéndoos.
- Sí... entiendo.
- Ve a mi casa, yo llegaré en breve y te informaré sobre todo lo relacionado con él. Hasta luego.
- Hasta luego.
Miró a la rubia, que seguía concentrada en sus tareas, se dirigió a la puerta. Antes de salir del salón se quedó parada en el umbral. Tras unos segundos meditando, prefirió no decir nada y fue a la habitación a cambiarse de ropa. Mientras se cambiaba, miró el anillo en su mano. Hacía apenas unos pocos meses que lo tenía y ya era como una parte de ella. Decidió que siempre lo llevaría con ella, aunque no pudiera estar con Yuzu, ese anillo mantendría su vínculo y le daría fuerzas en los malos momentos, como hizo quien se lo regaló. Buscó la cadena, con ella se lo colgó en el cuello y por unos momentos lo agarró firmemente. Después se vistió con el uniforme. Volvió al salón para despedirse de su hermanastra.
- ¿Nh? Eh... ¿Vas a salir, Mei?
- Sí. Hoy volveré tarde. Dile a mamá que no hace falta que me prepare cena.
- De acuerdo.
- Me voy. - Dió media vuelta y se dirigió al genkan para ponerse los zapatos.
- ¡Ah! ¡Oye, Mei! ¡Espera! - Apareciendo de golpe.
- ¿Qué? - Girando para mirarla.
- Bueno... la cuota de hoy... - Juntó las manos y puso ojos suplicantes. - lo del beso diario ¿recuerdas...?
- ... - La miró con desgana, no tenía voluntad de hacer aquello justo antes de ir a conocer a su próxima pareja. Pero antes de que pudiera responder la gyaru se abalanzó sobre ella, empujándola contra la puerta de la entrada y besándola.
Caminaba por la calle. Estaba oscuro y no había nadie. Suspiró mientras se tocaba los labios. Esto estaba mal, muy mal. Estaba engañando a Yuzu al ir a ver a su prometido. Era una traidora. Hiciera lo que hiciera lo sería para alguien. Se paró y agarró con fuerza el anillo a través de la camisa cerrando los ojos. Con la esperanza de que el dolor se pasara rápidamente. Entonces un coche frenó a su lado. Abrió los ojos y miró hacia el automóvil, era de color negro y le resultó bastante familiar. La ventanilla se bajó unos centímetros y un hombre al otro lado habló.
- Mei. Qué oportuno. Justo estaba volviendo a casa. Sube, te llevo.
- ... - Rodeó el coche y se montó en él, al lado de su abuelo.
- El hombre que vamos a ver es el segundo hijo de la familia Udagawa. Es un joven que tiene un expediente académico impecable y tiene un poco de experiencia dirigiendo empresas. Dicen que es un buen hombre y no es una persona codiciosa. Esta vez sólo lo veremos para conocerlo, pero pensando en la carga que implica para ti, creo que un hombre de estas características es la mejor opción que tenemos.
- Muchas gracias - decía mientras apretaba su maletín. - por tu consideración.
- ¡Coff!¡Ughh! - Tosió fuerte, alarmando a su nieta.
- ¡Abuelo!
- Estoy bien, no te preocupes. Aunque no puedo evitar sentirme cada vez más viejo.
- ...
- El instituto Aihara que fundó mi abuelo ha crecido enormemente desde su inauguración. Ha llegado a un nivel que ya no depende sólo de la familia Aihara. Me gustaría hacerme cargo mínimamente de las personas que comparten el mismo ideal, pero no se puede engañar a la edad. Mei... siento tener que imponerte esta carga siendo tan joven.
- No... está bien.
- Ojalá hubiera podido criar mejor a Shou. - Esas palabras sorprendieron a la chica de cabello oscuro.
- Mi padre... se sigue dedicando a la educación. - Miró a través de la ventana, hacia el cielo, en el cual vió un avión. - Aunque es diferente al estilo de los Aihara, él tiene sus propios ideales y lucha por ellos. Y eso me hace pensar que después de todo pertenece a los Aihara.
- ...
- Yo... os admiro mucho a los dos. Estoy orgullosa de ser hija de los Aihara.
- Me alegro mucho de tenerte conmigo, Mei.
Llegaron a la casa del abuelo, allí una de las doncellas la guió a una habitación y la dió un vestido para que llevara a la reunión de esa noche. Se dió cuenta que con aquella indumentaria no podía llevar el colgante con el anillo, así que tuvo que buscar otro lugar donde esconderlo. Tras prepararse fueron a un lujoso yate, en el puerto. Después de salir del coche, siguió a su abuelo, aferrándose a su bolso de mano. Pasaron un control de seguridad y posteriormente un señor salió a saludarlos.
- Buenas noches, señor Aihara. Soy Udagawa. Muchas gracias por haber venido a pesar del poco tiempo del que dispone.
- Por favor, el placer es mío. Mucho gusto.
- Por aquí, por favor. Estos son sus asientos.
Cuando entró en la habitación y vio a la persona que los estaba esperando, se sorprendió. Era el mismo chico que les había invitado hace poco a pasar el fin de semana en una pensión. Realmente el mundo es un pañuelo. Se sentaron en sus respectivos asientos y el barco zarpó. Cenaron mientras los mayores de cada familia discutían de sus asuntos. Los dos prometidos tan solo se miraron de reojo de vez en cuando.
Más tarde, cuando acabaron la cena, los dos jóvenes salieron a cubierta, acercándose a una de las barandillas para contemplar el mar y cielo nocturnos.
- Menuda sorpresa, no me esperaba que fueras hija de la familia Aihara. Jamás me lo hubiera imaginado, porque de tu hermana no percibí tal aura.
- Es que Yuzu es mi hermanastra. - Dijo, mientras intentaba llevarse un mechón de pelo tras la oreja.
- Oh, entiendo. - Ambos se giraron para quedar enfrente uno del otro.
- Muchas gracias por todo. - Inclinándose. - Ha sido un día maravilloso. Gracias por su cálida hospitalidad. Además, - Llevándose la mano izquierda al pecho. - quisiera agradecerte también haber aceptado este compromiso.
- Oye, no seas tan formal, me pones aún más nervioso. Cuando estemos a solas puedes comportarte de forma natural, sé tú misma.
- ¿? - Lo miró inquisitivamente arqueando una ceja.
- Mi padre ya lo ha mencionado durante la cena, - Rotó y se apoyó en la barandilla, la morena lo imitó. - pero la verdad es que no me gusta mucho el ambiente de las familias de la alta sociedad y las empresas. Hasta ahora he estado viviendo como quería, porque mi hermano va a ser el sucesor de la familia. Pero en un entorno como el nuestro, no podemos estar así para siempre.
- ...- La joven Aihara dejó de mirarle, para observar las oscuras aguas.
- Y después de ver como una chica tan joven como tú, es consciente de su postura y actúa de manera tan correcta. Ha hecho que me replantee la situación y deje de huir de una maldita vez.
- ... - Apretó con fuerza la barandilla. - Me gustaría pedirte algo.
- Sí, dime...
- No le cuentes nada de lo nuestro a Yuzu, por el momento.
- ¿Por algún motivo en particular?
- ... - La morena fue incapaz de pronunciar ninguna palabra, dejando confuso al chico.
- Lo siento, no es cosa mía. Entiendo, haré lo que me pediste. Lo prometo.
Un incomodo silencio se creó. El joven Udagawa miró de reojo a Mei, la cual no dejó de mirar al océano con expresión triste. Por fin volvieron al puerto y acabó la reunión.
El patriarca Aihara, retornando a su casa junto a su nieta, parecía contento de com había ido la velada. Una vez en la residencia del abuelo, la morena volvió a colgarse el anillo al cuello y ponerse el uniforme. Después se dirigió al salón, en el que estaba el dueño de la casa, sorprendiendolo.
- Hoy ya es tarde. Quédate en casa.
- Muchas gracias por su hospitalidad. Pero no quiero que mi familia se preocupe.
Con esto salió para volver a su casa. Cuando llegó, estaban todas las luces apagadas. Esperó unos segundos para que la vista se acostumbrara y recorrió la casa a oscuras. Suspiró al ver a Yuzu sentada en el suelo, apoyada en su lateral de la cama cabeceando. Cerró la puerta despacio, intentando no hacer ruido se acercó. Vió que antes de quedarse dormida estaba haciendo deberes en la mesita portatil. Apartó la mesa, se quitó la corbata y cogió una manta, con la que arropó a la rubia. Luego se sentó a su lado, apoyándose con ella. - Estoy en casa. - Susurró.
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