C 28
Cuando la oleada de sentimientos pasó, y se tranquilizó un poco, decidió intentar despejar la mente preparando las cosas para el baño. Alcanzó su bolsa, y lo primero que sacó fueron los dos ositos de peluche. Mirándolos fijamente apretó la mandíbula tratando de serenarse. Al darse cuenta de que los estaba apretando demasiado, los sentó encima de la mesita y se disculpó con ellos. Después de organizar las cosas, cogió el bolso y se dirigió a la puerta. Antes de que pudiera agarrar el pomo, la puerta se abrió de golpe.
- Mei, el baño ya está libre. Podéis ir a baña-- - La morena chocó contra ella, haciendo que se le cayera la toalla. - ¡ros!
- ... - Se agarró a los hombros de la rubia para no perder el equilibrio. Al enderezarse se quedó mirando a los ojos a la otra chica, hasta que reaccionó y se alejó. - Llama a la puerta al menos.
- L--lo siento. - Recogiendo la toalla. Al percatarse de que la presidenta se alejaba la llamó. - ¡Ah! Un segundo, Mei. - La más joven paró y se giró para mirarla. - Mientras me bañaba con Harumin y las demás, me han preguntado si no tenemos problema en que esta noche nos reunamos todas en nuestra habitación. ¿Puede ser?
- ... - Giró sobre sus talones y se alejó. - Como quieras.
Una vez en los baños, junto con Shiraho, la mayor de las Taniguchi, Maruta y Momokino. Entró en último lugar a las aguas termales. A pesar de llevar coleta, le quedaron algunos pelos sueltos, un mechón de estos los llevó tras la oreja y después dió un largo suspiro.
- ¿Qué pasa, MeiMei?
- ¿?
- ¿Por qué suspiras así?
- ...
- Déjala suspirar tranquila, Momokino. Aihara está en una posición en la que tiene que cargar con muchas más cosas que un estudiante normal.
- Es verdad, pero...
- ...
- ¿Qué tal Aihara? ¿Cómo van los cambios en las reglas que hiciste en las elecciones?
- No hay mucho que decir por el momento.
- Ya veo.
- Jujujuju
- ¿Qué pasa, Maruta?
- Lo que pasa es que a Micchan le gusta Yuzu... y está preocupada por si se ha conseguido adaptar al instituto.
- ¿Uh?
- También dijiste que gracias a Yuzu hemos podido venir a un viaje con Harumi. Yo también estoy muy contenta.
- Hey, Maruta, deja de irte de la lengua. - Comentó molesta.
- Al principio estaba realmente preocupada de qué podría pasar, pero gracias a la decisión de la presidenta, a Yuzu le está yendo la mar de bien en el instituto. Me alegro mucho, de verdad. Desde que llegó el ambiente de la academia es más agradable. Y además la presidenta, se ha vuelto mucho más adorable.
- ¿? - Inclinó un poco la cabeza hacia un lado.
- Lo siento Aihara, a veces Maruta dice cosas un poco raras y difíciles de entender.
- ¿Eh? Lo he dicho muy clarito.
Tras el baño fue a la habitación, que estaba vacía. Algo que en cierto modo agradeció. Una vez colocó las cosas en su sitio, bajó al comedor. Allí estaban algunas preparando las mesas para cenar. Ni Himeko ni Suzuran estuvieron para cenar era algo extraño, pero a nadie le preocupó demasiado. Cuando acabaron de cenar y lavar, Udawaga, Kayo y Mitsuko se fueron a sus respectivas habitaciones a dormir. Mientras las demás fueron al cuarto de Yuzu y Mei a jugar. La menor de las Aihara, sabiendo que con el escándalo que harían las otras chicas no dormiría, cogió el libro que había llevado por si acaso, titulado "El gato que llegó tarde a la reunión". No sin antes meter en su camita a los ositos de peluche.
Un par de horas más tarde, todas las chicas se habían dormido. Todas excepto dos. Una aun estaba leyendo y la otra veía la televisión.
- ¿Ngh?¿Eh..? Todas se han quedado dormidas.
- Sí. Al fin hay silencio.
- Será porque hoy hemos salido muy temprano... - Apagando el televisor y mirando fijamente a su hermanastra. - N--no hay sitio para dormir aquí. ¿Qué te parece si vamos a otra habitación libre...?
- ... - No respondió. Tan solo cerró el libro y se puso en pie. Salieron las dos en busca de otro cuarto.
- Oye, Mei. ¿No me dirás que te has quedado leyendo un libro, aguantando el sueño?
- ... ¿Cómo querías que durmiera con tanto ruido?
- Es verdad. - Llegaron a una habitación vacía. La rubia fue la primera en entrar, pero no encendió la luz. - Mei, ¿puedo dejar la luz de la habitación apagada?
- ¿Por qué? - Cerrando la puerta tras ella.
- Porque no quiero que veas lo nerviosa que estoy. - Girando hacia ella con los brazos abiertos.
- ... - Suspiró y se acercó a ella, poniendo las manos sobre los hombros de la otra chica. La gyaru, posó una mano sobre la mejilla, colocando el pulgar sobre la barbilla, haciéndola abrir la boca mientras lentamente acercaban sus rostros. Se besaron con pasión hasta que la morena se alejó jadeando. La mayor la agarró por los hombros mientras tenía la cabeza baja. - ... Mañana también nos tenemos que levantar temprano. - Zafandose de la otra chica. - Nosotras también deberíamos irnos a dormir. - Cuando pasaba por el costado de Yuzu, dirigiéndose a la cama, esta la sujetó del brazo y tiró de ella para acorralarla contra la puerta, acercándose y volviendo a besarla. - Yu--
- Mei... - Puso su pierna derecha entre las piernas de la otra chica, deslizó las manos hasta el borde de la blusa de la morena y las fue subiendo poco a poco por los lados, sorprendiendo a la otra chica, mientras hacía un camino de besos y pequeños mordiscos por la mandíbula, cuello y la clavícula.
- Yu--Yuzu... para... - Empujandola de los hombros.
- ¡No pienso parar! - La presidenta al ver que empujar no servía de nada, y notando que las manos se acercaban a una zona "peligrosa" la agarró de las manos. - Hasta que sepa lo que piensas, no pararé. Porque tú, Mei, hasta ahora nunca me has dicho que me quieres. Ni una sola vez.
Estas palabras dejaron tan atónita como atemorizada a la más joven. Finalmente la mayor la soltó y se separó un poco. Mei se dejó caer, sentándose en el suelo con las piernas dobladas hacia los lados. Yuzu la "siguió" sentándose a lo seiza, quedando un poco más alta. Ambas aún resoplando se miraban mutuamente intentando ver en la oscuridad las expresiones de la otra. Tras un rato, cuando sus respiraciones se normalizaron, la rubia volvió a hablar.
- No sabes lo feliz que me hizo que me vinieras a buscar durante el festival. Mei, Yo te quiero. - Instantáneamente la morena agachó la cabeza para mirar al suelo. - Te quiero con toda mi alma. ¿Y tú, Mei? - Preguntó ansiosa, haciendo que la otra chica levantara la cabeza para observarla con algo de miedo.
- Yo... - Bajó una vez más la cabeza.
- ¿Sí...? - Se acercó un poco más a ella.
- Yo... - Alzo la mirada con los ojos llorosos, - también - elevó los brazos para aferrarse con toda su fuerza a la ropa de la otra chica. Te... - Inclinó hacia abajo la cabeza, cerrando los ojos con fuerza intentando negarse a decir la siguiente palabra. - qu--
- ¡¡Qué estupidez!! - Un grito retumbó por todos sitios, sobresaltandolas. Las dos se precipitaron a salir para ver qué pasaba. La rubia corrió más rápido.
- ¡¿Hay algún problema, Harumin?!
- Ah, Yuzuchi. Yo tampoco estoy muy al tanto, pero parece que la cosa se ha calmado, no te preocupes.
- Vamos. - Llevandose a la pelirrosa.
Cuando la morena llegó, tratando de subirse el cuello de la blusa todo lo posible para ocultar las marcas que la acababan de hacer. Vió a Himeko y Suzuran evitando mirarla con cara de preocupación. Matsuri, mientras se la llevaban, la lanzó una mirada de odio que la congeló la sangre. Mizusawa desde que se conocieron, incluso cuando eran enemigas abiertamente, jamás la había mirado así. De hecho después de aquel altercado en Navidad era amable con ella, todo lo amable que podía ser aquella chica. El repentino cambio seguramente tenía que ver con las otras dos chicas que miraban al suelo. Probablemente las escuchó hablar de los prometidos y se enteró de que deparaba el destino a Yuzu. Se quedó ahí, pensando en todo aquello, viendo como se alejaba junto a Taniguchi.
Finalmente cada una fue a su cuarto y durmió en su cama.
Estaba en un lugar desierto, algo extraño, no había nada, salvo un templo. Yuzu estaba varios metros delante de ella mirando hacia arriba, hacia la tierra, que no parecía estar en su mejor momento. Ambas chicas llevaban ropa ceremonial, la rubia con detalles rojos y la morena con detalles violetas. Mei tenía en la mano izquierda una máscara roja, en la derecha una katana y colgada del cinturón una espada pequeña. La rubia giró la cabeza hacía atrás para mirarla.
- Mei deberías hacerlo rápido.
- No puedo hacerlo.
- Tienes que hacerlo, mi sangre ya ha iniciado el ritual - Se gira y aparta la mano para mostrar un corte en el abdomen. - y hasta que la sangre no deje de fluir no parara.
- No... - Apretó la mandíbula viendo la herida, seguramente hecha por alguno de los esbirros de Silvana para llevar a cabo el rito.
- ¡Hay que detenerlo! ¡Mira lo que está sucediendo! - Señalando al planeta, que poco a poco tornaba en un color oscuro. - ¡Tú sabes que tienes que matarme! Se necesita mi sangre. - Empezó a llorar.
La mente de la morena viajó a través de los recuerdos sobre el ritual. "Porque siempre tiene que ser sangre." "La sangre de la sacerdotisa lo iniciará y solo el sacrificio lo detendrá." Miró los objetos que llevaba en las manos.
- ¿Mei...? - Cuando esta le devolvió la mirada se asustó. - No... ¡No!
- Tengo que cumplir mi misión. - Poniéndose la máscara.
- ¡No! - Corriendo hacia ella.
- Dile a papá y mamá que no se preocupen, que estaré bien. - Tiró la katana a un lado, sacó la espada que llevaba en el cinturón, cogiéndola con ambas manos con la hoja mirando hacia ella, calculando cuál sería la mejor trayectoria y se la clavó antes de que la otra chica llegará a alcanzarla.
- ¿Por qué lo has hecho? - Abrazando a la chica desplomada en el suelo.
- Prefiero ser yo quien se quede aquí.
- ¿Por qué?
- Yo... te he fallado... - Perdió la poca fuerza que la quedaba, notó como todo se iba nublando, como su corazón se iba apagando. Lo último que pudo reconocer fue un grito desesperado.
-¡¡Mei!!
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