C 10


¿La había rechazado? Estaba segura de que eso era lo que ella quería, ¿Por qué la rechazó? ¿Se equivocó? Aun aturdida vió salir a su hermana de la habitación. Las dos personas más importantes para ella la habían rechazado ese día. ¿Yuzu era una persona importante para ella? No... definitivamente no, el asunto de su padre la confundió y por eso no pensaba con claridad. Recogió el osito del suelo, se metió en la cama y durmió. No tenía ganas de cenar y menos estar con aquellas dos personas.

Se despertó y lo primero que vió fue a su hermana durmiendo junto a ella. Miró el reloj para comprobar la hora. Aun era temprano. Volvió la vista a su hermana. Seguía sintiendo el dolor en la mejilla. El despertador de la rubia sonó y Mei cerró los ojos haciéndose la dormida. Tras un rato la morena se levantó e hizo su habitual rutina. Aprovecho que todos estaban desayunando para escabullirse e irse sola al instituto. Antes de cerrar la puerta escuchó a su hermana - ¿Mei? ¿Y el desayuno? - Pero simplemente la ignoró.

Esa mañana estaba lloviendo, parecía como si el clima acompañara sus sentimientos. Ese día Himeko no estaba esperándola, cosa que agradeció, no le apetecía estar con nadie. Una vez en el instituto, ignoró a todas. Simplemente fue a su clase y se sentó en su sitio. Escuchó murmullos de sus compañeras, pero como con todo ese día, los ignoró. Las clases transcurrieron con la normalidad de siempre, aunque notó que la observaban. En el descanso estuvo trabajando en la sala del consejo, queriendo mantenerse ocupada para no pensar, al volver vio que Yuzu la había dejado el almuerzo en el escritorio, lo guardó para comer luego. Cuando finalizaron las clases, dijo a Himeko que no se encontraba bien y que se iba a casa. Y era todo verdad, excepto que iba a casa, no quería ir allí y encontrarse con su padre. Subió a la azotea a tomar el aire y comer, vio que ya había dejado de llover. Estuvo allí un rato mirando las instalaciones de aquella academia por la que había hecho tanto.

El cielo empezó a oscurecerse y empezó a hacer frío, entró de nuevo al edificio y fue al despacho del director. Era el único sitio donde pensó que podía estar tranquila. Allí cogió un portaretratos en el que había una foto de su padre, su abuelo y ella. Tiempos donde era feliz. - Papá.. - se acurrucó en la silla y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras cerraba los ojos fuerte.

Despertó por los rayos de sol que transpasaban por la persiana. Se había quedado dormida allí y ahora le dolía todo el cuerpo. Tendría que buscar otro sitio donde pasar la noche. Aquel día siguieron los rumores sobre su aspecto y humor. Eso la daba igual, lo que la empezó a molestar fue la insistente mirada de su hermana. Sabía que en cuanto pudiera la asaltaría, por lo que tenía que ser rápida. En el almuerzo se fue rápido a la sala del consejo, todo el rato mirando por el rabillo del ojo a la rubia, y se sorprendió de que no saliera tras ella ni la dijera nada, simplemente la siguió pensativa con la mirada. Se sintió estúpida por haber pensado que haría algo, la había rechazado, era obvio que la daba igual. Al volver, también hoy tenía su almuerzo allí. Ese día volvió a comer en la azotea y después fue a hacer tareas del consejo estudiantil para intentar mantener ocupada la mente.

Tras acabar decidió volver a su antigua casa, en la que vivió antes de mudarse con su madrastra. Era la mejor opción, no estaría ni su padre, ni su molesta hermana, ni su abuelo. Y tal vez podría acabar lo que aquel día empezó. Después de andar un par de manzanas se detuvo. Su hermana la estaba siguiendo de nuevo. ¿Y ahora qué? pensó. Echar a correr seria inútil pues la rubia era más rápida. Suspiró y giró hacia la otra chica frunciendo el ceño. A lo que respondio acercandose a ella riendo nerviosamente.

- Mei, ¡Qué casualidad!

- ¿Qué casualidad que me sigas de nuevo? - Volviendo a reanudar la marcha.

- Solo andaba por aquí.

- Tu casa está en dirección opuesta.

- Nuestra.

- ¿Qué?

- Nuestra casa, Mei.

- ... - Se sintió confusa con ese comentario.

- Papá y mamá están preocupados.

- ... - La ignoró y siguió su camino.

- ¿Dónde vamos? ¿No deberíamos ir a casa directamente? ¿La presidenta está rompiendo las normas? - Preguntó tras un largo silencio.

- Voy a casa.

- ¿Eeeeh?

- Esta es mi casa. - Parando delante de la entrada. - Así que ya puedes irte. - Entró en la casa.

- Te haré algo de cenar. - Entrando detrás.

- No te das por vencida ¿eh?.

- Te prometí que te ayudaría con tu padre ¿no? - Sonriendo mientras hacía el símbolo de la victoria cerca de la cara.

- ... - Realmente había olvidado que la pidió ayuda.

- Oye Mei, aquí no hay nada de comer.

- Hace meses que nadie vive aquí.

- Pues vayamos a comprar, tú eliges qué quieres cenar.

- Esta bien.

Compraron y cenaron sin decirse nada más. Mei fregó los platos y finalmente dio las gracias a Yuzu por la cena.

- No tienes porque darlas, soy tu hermana mayor al fin y al cabo.

- ... Igualmente, gracias.

- No fue nada. Oye Mei... ¿Qué harás?

- Pensaba irme a dormir.

- Sabes a qué me refiero.

- ... - No quería pensar en ello.

- En algún momento deberás afrontarlo.

- ... - Miró hacia otro lado, evadiendo el tema nuevamente.

- Dormiré contigo.

- ¿Qué?

- Ya le mandé un mensaje a mamá y está de acuerdo.

- ... - Suspiró con resignación.

Yuzu se quedó en el salón mientras la morena se bañaba. Esta cogió ropa para ella y para la hermana, no sabía si le vendria bien por la diferencia de altura pero daba igual. Mientras se bañaba se preguntó cómo llegó a esa situación. Desde que conoció a su hermana todo había sido muy raro. Al salir le dijo que había dejado algo de ropa en el baño para ella. La rubia se baño y puso aquella ropa, le venía un poco grande pero no demasiado. Salió de nuevo al salón.

- Ya estoy.

- Esta bien, te llevaré a la habitación de invitados.

- ¿Eeeeehhh?

- ¿Qué?

- ¿No dormiremos juntas?

- ¿Por qué íbamos a dormir juntas?

- Porque... esta casa es demasiado grande, ¿y si me pierdo?

- ... ¿En serio?

- Sí... - La miró con cara de perrillo abandonado.

- Está bien... - Se encaminaron a la habitación de Mei, mientras esta se preguntaba por que estaba accediendo a todo lo que la pedía la rubia. Entraron.

- Vaya, esta tal como la recuerdo.

- ¿Como? ¿Has estado aquí? - Mirándola extrañada.

- ... No.

- ... ¿entonces?

- Un déjà vu supongo. - Dijo mientras se rascaba la nuca. Aquello no convenció a la morena, pero no había manera de que ella hubiera estado allí antes... ¿o sí?

Se tumbaron en la cama. A pesar de llevar meses viviendo y durmiendo con ella, se hacía rara su presencia en aquella casa. Como fuera, allí estaba entrometiendose, como siempre. De alguna manera había conseguido que se sintiera tranquila por primera vez desde que volvió su padre. Tal vez si que seria capaz de hacer que volvieran a entenderse.

El día siguiente, en la escuela tras las clases, recibió una llamada. Su padre iba esa misma tarde. Cuando pensaba que podían volver a hablar, él se iba. Se escondió a llorar de nuevo en el despacho del director. De repente escuchó la voz de su hermanastra por el altavoz de la escuela.

- ¡Mei! ¡Escúchame!- Se sorprendió. - ¡He visto lo mucho que has luchado por tu padre y la academia! ¡Lo hiciste genial, Mei! ¡Así que deja de culparte! ¡Mei...! ¿Podríamos ir ahora a despedirnos de papá? ¡Te estaré esperando! - Hacer eso... realmente su hermana era idiota... pero se alegraba de ello.

Con una nueva determinación, bajó corriendo al recibidor.

- Yuzu...

- ¡Presidenta!

La mayor simplemente sonrió y agarró a Mei del brazo para salir corriendo.

- ¡Venga Mei!¡Vamos!

- ¡Usa esto, Yuzu-chi! - Dijo Harumin mostrándole la bicicleta.

- ¡Gracias, Harumin!

Cogieron la bici. La rubia conducía y la morena iba detrás abrazada a ella.

- Yuzu, ¿Por qué siempre actúas sin pensar?

- ¡Sí que pienso! Pienso mucho en ti, Mei. Es por eso que soy capaz de hacer estas cosas.

- Eso no responde a mi pregunta.

- No hay solo un buen camino en la vida. ¡Lo hice porque quería hacerlo!

- ... - Ahí fue cuando se dio cuenta.

- ¡Ya estamos aquí! Tendría que haberle pedido a mamá su número de teléfono. No tenemos dinero para entrar al aeropuerto. - Corrían por la terminal buscando al padre. - ¡Mei es tu padre! ¡Aún está aquí!- Yendo lo más cerca que podían de donde estaba sin traspasar el control de seguridad. - ¡Papá..!

- Yuzu-chan

- ¡Venga, Mei!

- Profe... - No sabía que decir. Cerró los ojos y los puños fuerte intentando sacar valor. Notó que la agarraban la mano y los abrió con sorpresa. Yuzu estaba ahí apoyandola y eso la alivió. - Cuídate...y adiós. ¡Papá!

Shou sonrió perplejo. Estaba feliz de que su hija por fin pareciera aceptarlo y le dirigiera unas palabras.

- Adioos - Mientras se alejaba.

- Vuelve pronto, ¡¿Me oyes?! ¡Mei te echará de menos!

El hombre desapareció entre la multitud. Las hermanastras se quedaron a solas. En la cabeza de la menor surgió una idea.

- Yuzu. Voy a ser yo quien se encargue del instituto. Y esta vez es por decisión propia.

- Sí... así está bien. - Sonrió.

Salieron del aeropuerto. Recogieron la bicicleta y volvieron andando juntas a casa.

- Mañana tendremos que devolverle la bici a Harumin.

- La escuela no permite ir en bici.

- ¿...Eeeh?

- Está en las normas.

- Pe-pero...

- Está bien... - Suspiró.

Cuando llegaron a casa, dejaron la bici en el recibidor. - Ya estamos aquí. - La casa estaba vacía, su madre estaba en el trabajo. Pasaron al salón y Mei se quedó quieta mirando al nuevo inquilino. Yuzu lo notó.

- Aaah, no os conocéis ¿Verdad?

- No...

- Debe ser porque alguien se dedicó a evitarnos... Bien, os presentaré - se puso a medio camino entre el peluche y su hermana - Kumagoro, esta es Mei. Mei, este es kumagoro. Lo trajo tu padre y bueno... el nombre se le puse yo, podemos cambiarlo si quieres.

- No así está bien.

- Oye Mei, ya que hiciste las paces con tu padre. ¿Por qué no leemos las cartas?

- ... - Dudó, pero al fin y al cabo, tenía a Yuzu con ella y su padre no parecía odiarla, así que no tenía por qué temer. - Esta bien.

Tras cenar sacó todas las cartas que guardadas. Yuzu estaba sentada encima de la cama y Mei en el suelo apoyando la espalda contra el lateral de la cama. Una por una estuvieron leyendo aquellas cartas. Todo ese miedo que tenía se desvaneció y ahora tras leerlas le parecía ridículo. Temía que su padre la odiara o despreciara y era todo lo contrario. Se sintió en calma y pudo perdonarle y perdonarse.

- ¡Jajaja!¡Qué foto! ¡ Todos salen ridículos! ... ¿Está con un panda? ... Ya están todas, entonces. Es alucinante la cantidad de países que ha visitado papá.

- Lo he estado rechazando todo este tiempo. Y ahora después de leer esto. Siento que necesito más de él.

- ... Uhgdsjfl...

- ¿Por qué estás llorando?

- No lo sé. Creo que es de alivio. Por fin has leído las cartas de papá. Y ahora me siento más tranquila. Lo siento. Estoy llorando cuando sé que debes ser tú la que quiera llorar.

- ... - Se levantó del suelo y se sentó al lado de la rubia para limpiarla las lágrimas. Entonces esta última giró la cara y se quedaron frente a frente mirándose separadas por escasos centímetros. Poco a poco se acercaron la una a la otra, finalmente sus labios se tocaron y se besaron. Ese beso era diferente a todos los demás, no era para dominar, ni para callar, ni para saldar cuentas... Era cálido, tierno. Cuando se separaron para recuperar el aliento, volvieron a la realidad. Se sintieron confusas. - ¿?

- Mei... - Pegó un brinco y se metió corriendo entre las sábanas dando la espalda a la morena.

- ... - Cayó al otro lado de la cama. Mirando hacia el balcón sin comprender que acababa de ocurrir.

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