Una vida cada vez más entrelazada con otra


Evan

—¿Quieres una taza de café antes de irte, cariño? —le pregunta mi madre, como si fuera muy normal ofrecer café casi a las once de la noche, pero Ángel no lo toma a mal y asiente totalmente.

No me sorprende.

Mis padres están encantados con él, tanto que ahora parece que quieren secuestrarlo y no dejarlo salir jamás de casa, después de las presentaciones y la cena yo prácticamente me estoy quedado dormido sobre la mesa, pero eso no parece importarle ni a mi madre, hasta Ángel parece más ido en escuchar a mi padre hablando sobre su tonto auto que ni siquiera me mira a mí, creo que me malacostumbró, cuando nos vemos él siempre está allí y ahora parece que mis padres lo quieren solo para ellos y se supone que es mi amigo, no el suyo.

—¿Siempre vamos a ir a la plaza? —pregunto, los tres finalmente se recuerdan de mi presencia.

—¿Cómo vas a hacer a Ángel caminar hasta allí con este frío? Mejor quédense aquí, además ya casi está el café. —dice mi madre y yo bufo levemente, mi padre me observa unos segundos y luego vuelve a mirar a Ángel.

—Cariño, acompáñame a la habitación un momento, que no encuentro mis pastillas. —dice mi padre, ella extrañamente le hace caso y al fin después de horas Ángel y yo volvemos a estar solos.

—Creo que mejor dejamos lo de la plaza para después, no quiero rechazar el café de tu madre. —dice, yo asiento mientras apoyo los codos sobre la mesa y mi rostro sobre las palmas de mis manos. —Debería irme pronto, estás cansado.

—Tengo sueño, no creí que la cena con mis padres se iba a alargar tanto. —respondo, Ángel asiente. —¿La estás pasando bien?

—Sí, tu familia es muy bella. —dice enseguida y yo vuelvo a asentir, Ángel me acaricia el cabello y yo cierro mis ojos al sentir el tacto. —Gracias por invitarme.

—De nada, igual parece que ya te adoran más que a mí. —respondo, Ángel deja de acariciar mi cabello, yo dejo de apoyar mi rostro sobre mis manos y esta vez recuesto mi cabeza sobre la mesa, justo al lado de Ángel. —Sigue tocando mi cabello, es tu castigo por hacerme desvelar, mañana tengo que ir a la universidad.

—Eres un mandón cuando tienes sueño. —murmura, pero me hace caso y su mano vuelve a mi cabello.

—Evan, me vas a babear la mesa. —dice mi madre regresando a la cocina junto a mi padre, Ángel se ríe mientras sigue pasando su mano por mi cabello. —¿Tienes sueño?

—Sí.

—Pues tenemos visitas, no te vayas a dormir. —me recuerda mi padre y yo bostezo. —¿Y cuándo se estrena la obra?

—Oh, aún falta bastante, pero ahora que sé que a los dos les gusta el teatro, les enviaré entradas para la primera función con Evan, si gustan.

—Nos encantaría. —responden los dos al mismo tiempo y yo suelo una leve risa.

—Que linda carrera escogiste, la actuación es muy emocionante, ¿Es cierto eso de que pueden llorar o parecer destrozados sin estar tristes? —preguntó mi madre curiosa.

—Yo en lo personal cuando tengo que hacer escenas así lo pienso, pienso en algo muy triste que me ha pasado, algo que retengo, lo libero en esa escena como si fuera del personaje y no mío, igual con el amor, el desamor o el odio. —dice, sus palabras me llegan muy en el fondo, mi madre a veces pregunta cosas que tienen respuestas muy intensas.

—¿No son muy jóvenes para ya sentir el desamor o el odio? —preguntó mi padre, yo lo miré y él me ignoró. —¿Te has enamorado?

—No lo sé, quizás hace varios años. —respondió y aunque la curiosidad no es muy buena, casi quise pedirle que me contara a mi toda la historia. —Igual también a veces es muy simple, solo te metes tanto en el personaje, que dejas de ser tú mismo.

No sonaba nada simple, era maravilloso e impactante.

Después de largos minutos mi madre sirvió el café, Ángel y ella compartieron miradas cómplices cuando se sirvieron azúcar y yo sonreía, porque esa manía siempre me recordaba a ellos, aunque rogaba para que las salud de esos dos fuera estable y duraran muchos años más, negué el café, pero me mantuve despierto hasta que finalmente dejaron que Ángel pudiera marcharse, lo acompañé hasta su auto y solo entre a casa cuando estuve seguro que ya no lo veía a los lejos en la carretera, luego entré, apenas me quité los zapatos y me tiré en la cama, había sido un día agotador, pero me sentí en paz, porque ya no me sentía estresado por la universidad, Ángel tenía razón, ir a misa me había ayudado, pero que él fuera parte de mi vida también tenía que ver, después de todo ahora hasta estaba bien con mi familia.

🌈

Luisa mantiene a Gian sobre sus piernas, mi pequeño amigo parece que quiere robarle todas las papas fritas a su madre, pero esta se niega a perder ni una sola, así que yo le acerco mi plato a Gian, donde tengo más papas que Luisa, este se emociona y Luisa me mira mal, pero sé que realmente no le molesta, miro la pantalla de mi celular, mi correo ha sido enviado, por lo que ahora ya no tengo que preocuparme por un trabajo más pendiente, bebo un sorbo de mi batido de frutas.

—¿Te ha dicho algo Ángel? —pregunta.

—¿De qué? —pregunto extrañado.

—Sobre Bruno. —Incluso cuando dice su nombre sus mejillas se tornan rojizas y yo sonrío. —Evan, no me mires así.

—Es que lo último que me dijiste fue que estaban "chateando" y que se te hacía buen amigo, ahora parece algo más. —respondo, ella mira a su hijo y luego suelta un suspiro. —Ángel no me ha dicho nada y lo vi ayer, así que no creo que te tenga noticias.

—¿Ayer? Ayer yo vi a Bruno. —me dice, yo asiento, ella se echa un puñado de papas a la boca.

—Lo sé, me dejaste plantado en el receso que tenemos igual. —Ella balbucea algo inentendible. —No me estoy quejando, me parece bien que convivas con otras personas, recuerda que no estaré una larga temporada cuando...

—No hablemos de eso, no ahora. —Me dijo mientras me miraba y miraba a su hijo, lo entendí. —Pero si, nos vimos ayer, comimos un helado mientras lo acompañaba para que viera lo de los cursos.

—¿Y escogió alguno?

—No, me dijo que quería tener información de todos y luego escoger el mismo de Ángel. —respondió, asentí. —¿No se te hace raro?

—¿Qué cosa?

—Que ninguno de los dos tenga novia. —me dice, yo frunzo el ceño, no estoy entendiendo. —Los dos son muy atractivos, definitivamente parecen de esos actores que van a triunfar y te tengo un dato curioso.

—No sé por qué lo dices así, si igual me vas a contar. —digo, ella ríe.

—Le pregunté a Bruno si ha habido alguna mujer en la vida de Ángel y él dijo que ninguna, ni una sola chica, ni siquiera cuando eran adolescentes. —contestó, me encogí de hombros, no sé qué esperaba Luisa que dijera, en mi vida tampoco había habido ninguna mujer y eso no significaba nada extraño.

—Supongo que no ha llegado la persona indicada.

—¿Ni siquiera para un amorío? ¿Una aventura? Está extraño.

—No es extraño, solo tú piensas esas cosas. —respondí.

Quizás Ángel no le contaba todo a Bruno, después de todo ayer había dicho que estuvo enamorado, pero no era algo que le fuera a decir a Luisa, era privado.

—Ahora tú también las estás pensando.

—Claro que no. —dije, ella pasó una mano por el cabello de Gian, peinándolo hacía atrás. —Por cierto, este jueves en la tarde iré a cenar a su casa, te invitó a ti también.

—¿Irá Bruno? —preguntó.

—Seguro sí. —Ella sacó su celular y se metió en la aplicación de su agenda, la observo un rato e hizo una mueca. —¿Qué pasó?

—No puedo, no tengo quien me cuide a Gian y salgo de clase a las... Oh. —Ella me miró dudosa. —Tengo clase hasta las seis y mi madre tiene una cita médica a las tres, creo que tendré que faltar.

—No te preocupes, yo puedo cuidarlo, Luisa. —dije de inmediato.

—No, tranquilo. Le pediré a una compañera que me pase los apuntes, tú tienes que ver a Ángel, ya quedaron. —respondió, yo saqué mi celular, ella abrió mucho sus ojos. —Ni se te ocurra.

—Vamos Luisa tú también quieres ir, son buenas personas, lo cuidaremos bien. —Me metí en el chat que tenía con Ángel. —Pero si no quieres que tu hijo los conozca lo comprendo, pero entonces me quedaré a cuidarlo en mi casa, Ángel lo entenderá.

—No es eso, si incluso Bruno me ha dicho que quiere conocerlo. Es solo que son muchas molestias, haces demasiado por mí. —Ella pareció casi afligida, tomé una de sus manos entre las mías y la apreté levemente.

—No son molestias, lo adoro y podría cuidarlo todas las veces que sean posibles. —le dije, ella asintió. —¿Le digo a Ángel? Luego a las cinco podríamos ir a buscarte y ya luego cenar.

—Está bien.

Ángel

—¡Bruno, bájame! Maldito seas. —me quejé, esté siguió dándome uno de sus tontos abrazos de oso que hacían que mis pies quedaran en el aire.

—Le diré a Evan que me andas maldiciendo. —dijo, finalmente me soltó, yo acomodé mi camiseta negra y me alejé unos pocos pasos. —¿Qué hacías aquí afuera?

—Pensando, mi padre me envío un mensaje. —dije, Bruno se sorprendió. —Lo sé, fue muy extraño, creí que ya ni tenía mi número.

—¿Qué dijo?

—Me pregunto si ya había tirado a Lexa a la calle, que regresaba pronto y no quería verla aquí. —murmuré, Bruno hizo una mueca. —Muy cariñoso todo, con un emoticón de exasperado, se lleva el premio al mejor padre del año.

—Desgraciado. —dijo mi mejor amigo, asentí. —Cuando venga si quieres solo vienes y me dejas a Lexa en casa.

—Es que no quiero andar a mi gata de un lado a otro, solo porque a él le molesta. —me quejé, pasé una mano por mi cabello. —Creo que debería irme.

—¿Irte a vivir solo? —preguntó, asentí. —Ana y Francesca se quedarán muy solas.

—Lo sé, pero no sé qué más hacer.

—Bueno, supongo que es normal. Igual ambos ya nos hemos tardado mucho, ¿no crees? Independizarse, eso es lo que hacen los adultos. —responde, Bruno se sienta sobre el césped del jardín y yo lo imito sentándome a su lado. —A riesgo de parecer una garrapata, ¿Podría irme contigo?

—¿Vivir juntos? —Bruno hizo un sonido de afirmación con su boca. —No es un mal plan, un piso de solteros.

—Lo dirás por ti. —dijo rápidamente, reí. —Deberíamos hacerlo, buscar un lugar, creo que es hora de que yo también ponga distancia y busque mejorar.

Finalmente, mi mejor amigo lo estaba admitiendo y ya había pasado rato de esa noche, pero sabía que aún estaba muy triste, yo no entendía lo que era perder a alguien tan importante, pero es que incluso no solo era eso, pero al menos llevaba rato sin salir de fiesta y eso me alegraba, me alegra mucho.

—Sí, además de que Lexa me hará abuelo pronto y yo no podría con todo eso solo en un piso de soltero. —mencioné, Bruno me dio un golpe leve en el hombro con su puño y se lo devolví.

—¿Crees que realmente existe el cielo?

—No lo sé, pero si es así, te aseguro que tu madre está allí. —respondí, Bruno suspiró. —Seguro ve nuestras funciones y dice: Ese chico Ángel, actúa mejor que mi hijo.

—Te odio.

—Vamos a almorzar, me muero de hambre. —dije, me levanté del césped de un saltó y le di mi mano a Bruno para que se levantara, ambos caminamos hacía la entrada que daba a la cocina.

Mi celular sonó y lo miré.

Evan: Luisa tiene clase hasta las cinco el jueves, yo cuidaré a Gian durante la tarde. ¿Hay algún problema si lo llevo a tu casa?

Ángel: Ninguno y luego podríamos ir a buscar a Luisa y cenar aquí.

Evan: Eso mismo pensé. Luisa quiere que esté Bruno, ¿él irá?

Ángel: Si mi casa parece que ya es de él, no se ha ido desde que lo pasé a buscar ayer, disqué solo se iba a quedar a dormir.

Evan: Genial, entonces nos vemos el jueves.

Dejo de mirar mi celular, Bruno le da un beso sonoroso a Francesca cuando la encuentra en la cocina y yo la abrazo apoyando mi cabeza sobre su hombro, ella sonríe mientras sigue picando tomate en la tabla de picar sobre la encimera de la cocina.

—El jueves vendrá Evan y Gian, el hijo de Luisa. ¿Te acuerdas que te hablé de ellos? —pregunté, ella asintió. —Ya más tarde vendrá Luisa.

—¡Y yo! —exclamó Bruno.

—¿Las vas a ir a buscar tú? —pregunto.

—Sí. —dice dudoso, ni sabe de lo que estoy hablando probablemente. —Espera, conoceré a Gian. ¡Conoceré al niño!

—¿Y a ti quién te invitó? —Lo molesto, finalmente suelto a Francesca y reviso las ollas, el almuerzo ya está listo. —Evan vendrá con Gian más temprano y como Luisa tiene clases, la veremos hasta las cinco.

—Entonces yo la iré a buscar y ustedes se quedan aquí. —dice sin ni siquiera preguntar, me encojo de hombros. —¿Y después de cenar?

—¿Qué?

—¿Qué haremos? —preguntó, como si su pregunta fuera obvia.

—Oh, no sé. ¿Hablar?

Empiezo a servirme comida a Bruno y a mí en dos platos, este me ignora mientras revisa su celular, probablemente escribiéndole a Luisa, apenas tuve los platos listos Francesca se acercó y les colocó ensalada, le di su plato a Bruno junto con jugo de manzana y ambos nos quedamos allí comiendo y hablando con Francesca.

Casi cuando el atardecer se perdía y la noche se mostraba Bruno se fue de casa, yo volví a mi habitación junto a Lexa, esta última estaba demasiado vaga y lo que más hacía era dormir, pero bueno, la entendía, seres estaban creciendo dentro, seguro era agotador, agradecí ser hombre, los dos nos recostamos en la cama y yo esperé recibir el mensaje de Bruno donde me dijera que ya había llegado para tomar una siesta. 

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