Un chocolate para la suerte
Ángel.
Eran las siete y treinta cuando desperté, mi cama estaba hecha un desastre ya que no era la persona más cómoda para dormir, Lexa mi gata era testigo de ello, me levante de la cama, busqué las primeras tenis deportivas en mi closet, lavé mis dientes, cargué a una Lexa adormilada en mis brazos apenas la vi y salí de la habitación, acaricie la cabeza de mi gata enternecido, era el ser más tierno que había visto en mi vida, baje las escaleras hasta la primera planta y troté un poco hasta la cocina donde como siempre Francesca me esperaba con mi desayuno ya hecho, bajé a Lexa de mis brazos y la coloqué en el suelo con cuidado.
—Buenos días, bella. —saludé.
Francesca colombo llevaba trabajando para mi familia desde que tengo memoria, era una mujer de apenas cincuenta años, bajita y extremadamente cariñosa, en mi opinión ella era como parte de la familia, el único problema era que era un poco olvidadiza y tenía la maña de hacer enfurecer a mamá cada día, como que se tenían una rivalidad entre ambas desde hace mucho, pero nunca llegaban a más que un par de gritos, la quería, era como tener una segunda mamá, además prefería mil veces la comida de Francesca que la de su propia madre, era pésima en la cocina.
—¿Nervioso por hoy? —preguntó ella, negué con mi cabeza y ella sonrío. —Ten, cómelo todo que te quiero sano y fuerte.
Ella colocó la bandeja con mi desayuno en mis manos, le agradecí, camine hasta el comedor, coloque todo sobre la mesa y luego me senté a disgustarlo, las audiciones eran a las diez de la mañana así que no tenía mucha prisa, podía salir a correr, alistarme y luego hacer el viaje hasta el teatro, llegaría puntual como siempre, apenas termine mi desayuno regresé la bandeja a la cocina, subí las escaleras hasta la segunda planta y sin tocar entre a la habitación de la bella durmiente, como que ya se le había hecho costumbre que yo la despertara, definitivamente eso de que te pareces a tus padres no era cierto.
Anna Windsor era una mujer de altura promedio, rubia de ojos color miel, bastante delgada, poco atlética, podía dormir hasta doce horas seguidas, poco interesada en la moda siempre utilizando vestidos floreados y pantalones de mezclilla, poco sociable y amante de las matemáticas, definitivamente no había heredado nada de ella, todo lo contrario incluso, apenas entré a la habitación prendí la luz ya que la habitación parecía una cueva, me acerqué a su cama, la llamé hasta que sus ojos se abrieron y me observó.
—Oh, Ángel. ¿Qué hora es? —murmuró, me alejé un poco para que tuviera espacio para levantarse.
—Casi las nueve. —mentí, ella se levantó de un salto de la cama casi cayéndose. —Mamma deja de usarme de despertador.
—Eres el mejor. —Ella colocó sus manos sobre mis mejillas, me regaló una sonrisa y luego salió corriendo hacía el baño de su habitación.
—¡Son las 8 y veinte! —exclamé saliendo de la habitación antes de que me tirara un zapato en la cabeza.
Camine los pocos pasos hasta mi habitación, como cada mañana verifiqué que Lexa tuviera suficiente comida y agua en sus tazas, desconecté mi celular del cargador que estaba en mi mesita de noche, volví a lavar mis dientes, acomodé mi cama y luego salí a hacer mi recorrido por el vecindario, correr definitivamente era mi ejercicio favorito, sentir el viento chocar contra mi cara, la adrenalina, la música a todo volumen, por unos minutos es como si nada importara y todo lo tuviera bajo control.
🌈
Bruno: Ya estoy en el teatro, ¿ya vienes?
Bruno: Sergio me preguntó por ti, te salvas que primero adicionan los personajes secundarios.
Culpaba a mi madre por esto, cuando había regresado de correr ella le había pedido que la fuera a dejar en la tienda ya que su chofer estaba enfermo y no le quedó más remedio que hacerle el favor, así que ahora estaba tratando de alistarse en tiempo récord, la camiseta negra de botones por poco pierde un botón de lo apurado que estaba mientras se la ponía, apenas y se pudo echar un poco de perfume sobre su cuello, así que ahora estaba rogando porque no hubiera trafico para llegar a tiempo a Piazza Giuseppe Verdi de lo contrario le iba a dar una crisis de pánico a medio camino, agarré las llaves del auto y las metí en el bolsillo de su pantalón blanco, me detuve un momento al notar el chocolate sobre el mueble, eso no estaba ahí cuando salió, vio la nota sobre el envoltorio y una pequeña sonrisa se le escapó.
"Un chocolate para la suerte, serás un buen Lisandro."
Milagrosamente la suerte estuvo de su lado durante el camino ya que las calles de Palermo estaban bastante despejadas, sin contar el hecho de que casi atropella a una anciana todo estaba yendo muy bien, el problema sucedió cuando el lugar donde siempre se estacionaba estaba ocupado por alguien más, así que tuvo que estacionar en otro lugar menos decente, apenas me bajé solté una maldición al ver mis zapatos ensuciándose con una superficie mohosa, pero el problema no acabo ahí porque cuando di un paso hacía el frente resbalé, como el tonto que era intenté agarrarme del aire y caí de bruces contra el suelo, podía sentir su brazo húmedo y incluso parte de su mejilla.
Maldije.
No una vez, varias veces.
Me intenté poner de pie antes de seguir ensuciándome más, pero claro mis zapatos no ayudaban mucho ya que resbalaba cada más cuando lo intentaba, siendo sincera tenía ganas de llorar, me había puesto mi camisa favorita para la audición. ¡Y su pantalón era blanco! Me quedé quieto unos segundos tratando de procesar lo que acaba de pasar y buscando una solución en mi mente y entonces lo noté, alguien caminando por la acera, unas botas marrones que se fueron acercando hasta estar junto frente a su cabeza.
—¿Te caíste?
—No, me encanta tocar las aceras llenas de bacterias con mi rostro.—respondí totalmente indignado, era obvio que se había caído, nadie se tiraba a media acera a ensuciarse.
—Te ayudo, dame tu mano. —dijo, alcé mi mirada y entonces lo noté.
Estiré mi mano y tomé la suya, pronto estuve de pie a su lado, mire mi aspecto y bufé, mi pantalón estaba arruinado, mi camisa igual y tenía un raspón en su codo izquierdo lleno de suciedad, al menos su reloj seguía funcionando, ya eran las diez y poco más, no podía regresar a casa a cambiarse, le tomaría demasiado tiempo, me limpié la palma de mis manos sobre el pantalón exasperado.
—¿Necesitas algo más? —dijo el tipo que lo había ayudado.
Creía que ya se había ido ya, pero no era así, una pequeña sonrisa se poso en mis labios, su cabello castaño lleno de gel no le daba una muy buena imagen, a decir verdad, pero era atractivo, la tez de su piel era clara así que probablemente casi no salía de su casa, pero aún así tenía un buen cuerpo, seguro utilizaban una talla parecida, aunque el blanco no era su color favorito para camisetas, pero podía funcionar por esta vez, el pantalón caqui no estaba tan mal, pero definitivamente los zapatos no, esas botas marrones eran las más horribles que había visto en su vida.
—Podría funcionar.—susurré.
—¿Qué cosa?
—Quítate la ropa.—respondí simplemente, los ojos del chico se agradaron y me miro totalmente sorprendido.—Para eso no, aunque si quieres, tengo libre después de la audición.
—¿Ah? ¿Qué?—apenas murmuró, reí al notar el nerviosismo, empecé a desabrochar los botones de mi camisa.
—Que necesito tu ropa, para mi audición, la mía se estropeó.—dije, señale su camisa, seguí quitándome la mía hasta que no quedo ni un botón sin desabrochar.
—¡Espera! ¡No!—gritó, él dio algunos pasos hacia atrás y yo fruncí el ceño.—Estás en plena vía pública. ¿Qué te sucede?
—Ni que nunca hubieran visto el cuerpo humano.—Me encogí de hombros, ya me había desvestido en lugares peores y con muchas personas observando.—Escucha no tengo mucho tiempo, necesito que al menos me prestes tu camisa y pantalón, solo serán unos minutos y te la regreso.
—Pero, yo...—lo interrumpí.
—Si te incomoda que te vean entonces vamos al teatro. ¡Por favor! Mi vida depende de esa audición.—dije, para ponerle más presión junté mis manos en forma plegaria.
Era un buen actor la verdad, se me hacía fácil poner cara de afligido y deprimido fácilmente, de todos modos, si estaba preocupado, seguro dentro de poco ya tenía que audicionar y yo seguía aquí en media acera rogándole a un desconocido para que me prestara su ropa.
Él me observo por un largo rato hasta que finalmente suspiró y asintió, era suficiente afirmación para mí, tomé su mano entre la mía y jalé de ella para que corriera junto a mí antes de que se arrepintiera, él pareció impactado al notar hacía donde lo llevaba, pero vamos alguna vez tuve que venir aquí, todos alguna vez habíamos entrado al Teatro Massimo a ver alguna obra o simplemente a curiosear, cuando llegamos a la entrada no deje ni al encargado hablar y seguí corriendo con el desconocido hacía los baños para todo público.
Apenas entramos cerré la puerta detrás de mí, el chico colocó sus manos sobre sus rodillas tratando de recuperar el aire, pobre, después de esto definitivamente debía ofrecerle una disculpa e invitarlo a un café por lo menos, me acerqué a los lavatorios, abrí el grifo y me dediqué a lavarme la suciedad de mis brazos.
—Te puedes desvestir en uno de los cubículos, cuando estés listo solo pásamelos por la parte de arriba de la puerta. —dije, él apenas asintió y se encerró en uno.
El golpe en mi codo no era tan grave, aunque si sangraba un poco, me quité la camisa de los hombros y la coloque en una parte de los lavatorios donde no se mojara más, coloque un poco de servilletas sobre la herida haciendo presión para que dejara de sangrar y espere que el terminara de desvestirse.
—¡Ángel! ¿Estás ahí?—preguntó Bruno mientras tocaba la puerta, exclamé un "sí" y la puerta se abrió.—¡Cielos! ¿Qué haces así? Ya Carlo audicionó, sigues tú.
—¿También audicionó para Lisandro? —pregunté extrañado, él había dicho que audicionaría Demetrio. —Tuve un pequeño accidente, pero ya está solucionado.
—Igual no te preocupes, Sergio no se veía muy complacido. —contestó, asentí. —Pero si no te apuras Sergio se enojará y ya sabes como es.
—Lo sé. —Caminé hasta la puerta del cubículo donde estaba el chico y toqué varias veces. —¿Cómo era que te llamabas?
—No lo preguntaste. Soy Evan.—respondió desde el otro lado, él me pasó su pantalón y camisa por la parte de arriba de la puerta como le había dicho que lo hiciera.
Rápidamente me quité mis zapatos y pantalón y empecé a vestirme con su ropa.
—¿Y Evan es?—preguntó en susurro Bruno mientras me ayudaba a ponerme la camisa.
—Lo encontré afuera, ya sabes medidas desesperadas. —respondí.
—Disculpa ¿Y mientras que me pondré yo?—murmuró Evan, Bruno se rio.
—Pues mi ropa obviamente.—contesté.
Bruno agarró mi pantalón blanco haciendo una mueca de asqueado y se la pasó a Evan, yo terminé de ponerme mis zapatos y fui por la camisa que había puesto en los lavatorios, también se la pasé, medio me acomodé el cabello frente al espejo y suspiré, igual la ropa de Evan no se me veía tan mal.
—Bueno Evan, esto es lo que haremos, Bruno te acompañará mientras yo hago mi audición, luego te devolveré tu ropa y listo. ¡Luego nos vemos!
No esperé su respuesta y salí corriendo de allí hacía el escenario rogando para que el director no me odiara por tardar tanto, después de todo siempre había sido el más puntual de todos y era la primera vez que me pasaba.
EVAN
Nunca había visto un teatro por dentro y ahora hasta se había cambiado de ropa en el baño de uno y es que ni siquiera era un teatro cualquiera, era uno de los más populares en Italia, se habían presentado artistas increíbles en ese escenario, habían salido del baño porque Bruno, el amigo del tipo que le pidió ayuda quería ver la audición, así que no le quedo más remedio que salir con esa ropa sucia para complacerlo, eso sí, se habían sentado varias filas atrás para que el director no lo viera en esas fachas, ya que se suponía nadie debía entrar a un teatro así de mal vestido, la ropa sucia no era tanto una molestia como el perfume que seguía impregnado en ella, era un olor bastante molesto para su nariz sensible, ya había olvidado cuantas veces había estornudado desde que se había vestido, iba a tener una alergia terrible.
Pero estaba ayudando al prójimo y eso era lo importante.
—Parece que llegamos a tiempo. —murmuró Bruno totalmente concentrado mirando al frente.
Hice lo mismo, justo en el escenario se encontraba Ángel junto a una chica, había un hombre con algunas canas frente a ellos, tenía una libreta en su mano y parecía darles instrucciones de lo que tenían que hacer, apenas ambos asintieron él se sentó y no pasaron muchos segundos para que Ángel empezara a hablar, ignoró por completo su libreto.
—¡Oh! Comprended, vida mía, el sentido inocente de mis palabras. En los coloquios de amor, el amor percibe el intento. Quiero decir que mi corazón está ligado al vuestro de modo que ambos sólo pueden ser uno: dos pechos unidos por un mismo juramento no son sino dos pechos y una sola fe. No me niegues pues, un lecho a tu lado, porque descansando junto a ti no sueño en traiciones. —dijo Ángel, su voz siendo un poco más grave y lenta.
¿Cómo pudo recordar todo eso sin tener necesidad de leerlo? Quizás no entendí mucho de audiciones, pero era impactante el cambio de expresión, la forma en la que hablaba, ya no parecía la persona que había conocido, era otro, era ese personaje, realmente lo hacía bien, no había dejado de observar a la chica a su lado en ningún momento, como si estuviera embelesado por ella.
Siendo sincero no puse mucha atención a lo que respondió la chica, pero se notaba que también era buena en lo que hacía, definitivamente esta no era una obra cualquiera porque el director solo murmuró que pasaran a otra escena así que así lo hicieron, en un momento le pidió a la chica repetir lo que había dicho como por tercera vez y eso puso de los nervios a Bruno que se agarro del respaldar de el asiento del frente, yo seguí observando bastante entretenido, si esto solo era una audición seguro el acto como tal era una maravilla de ver, era una lastima que no podría presenciarlo.
—Si Alessia sigue así es probable que hagan más audiciones para Hermia. —murmuró Bruno, su rostro mostraba preocupación.
—¿Y eso es malo? —pregunté con curiosidad.
—Ya ambos han actuado juntos siendo pareja, es menos complicado hacerlo con alguien que ya conoces, ya sabes se tiene que ver la conexión, el deseo y el amor, aunque solo sea actuado. —contestó.
En realidad yo no sabía para nada, le iba a decir que era mi primera vez estando en un teatro, pero me callé al notar como Ángel se bajaba del escenario y camina hacía nosotros, parecía alegre, como si todo el estrés de minutos atrás hubieran desaparecido.
—¿Qué tal? —preguntó apenas estuvo a pocos pasos, Bruno se levantó así que hice lo mismo.
—¡Opino que seremos el mejor Puck y Lisandro de la historia! —exclamó, ambos se dieron una especie de abrazo extraño. —¿Ya sabes a que hora dan los resultados? Sergio no quiso decirme.
—Alessia me dijo que a las dos Sergio envía los resultados. —contestó.
Finalmente, Ángel se recordó de mi existencia y posó su mirada sobre mí después soltar a Bruno, yo rasqué mi cuello incomodo al sentir la mirada de ambos sobre mí, le sonreí, no sabía si tenía que felicitarlo por lo que había hecho, pero preferí no hacer nada para no quedar como un estúpido.
—Oh Evan, vamos a los baños para poder regresarte tu ropa. —dijo, yo asentí, los tres empezamos a caminar.
—Si quieres vamos a comprarte algo de ropa para que no salgas así. —le dijo Bruno señalando lo que yo tenía puesto.
—Oh, sería buena idea. —contestó, entonces posó su mirada en mí y luego en Bruno. —Pero ve tú solo, te espero en el baño, tengo que regresarle la ropa a Evan.
—Oh, cierto. —Bruno sacó su celular del bolsillo de su pantalón y se lo colocó en su oreja. —Regreso pronto. —nos dijo caminando hacía la salida.
—Y bien, ¿Qué te pareció mi audición? —dijo Ángel, parecía interesado en mi opinión realmente, ambos entramos a los baños y el cerró la puerta detrás de mí.
—Creo que lo hiciste bien, seguro te dan el papel. —contesté.
—En serio me salvaste, muchas gracias por ayudarme, ¿Puedo compasarlo de alguna manera? —preguntó, Ángel apoyó su espalda contra una de las paredes blancas, me observó.
—Con el gracias es suficiente. —Sonreí.
—Oh vamos, algo debes de querer, Ev. —dijo, negué con mi cabeza. —¿Un café? ¿Dinero? Oh, ya sé. ¡Helado! A todos les gusta el helado.
Era la primera vez que alguien lo llamaba Ev.
Y también era la primera vez que cruzaba palabra con alguien como Ángel, después de todo era ese tipo de persona que parecía importante, a pesar de que su ropa estaba sucia, parecía que eran de una buena marca, era alto, su cabello oscuro parecía suave y a pesar de ser un poco más largo de lo normal se le veía bien, pero lo que más se notaban era sus ojos, eran de un color verdoso que nunca había visto antes y por lo poco que habían interactuado parecía una buena persona, estaba seguro de que si Luisa lo hubiera visto diría que era un hombre muy atractivo, definitivamente estaba destinado a ser actor.
—Un café estaría bien. —respondí, Ángel parecía ser ese tipo de personas que no se daban por vencidos hasta que le dieran un si por respuesta.
Tapé mi nariz justo a tiempo, eso de estornudar a cada rato no era algo muy genial.
—Perfecto, apenas regrese Bruno vamos por él. ¿Si tienes tiempo o ...?—lo interrumpí.
—Es mi día libre.
—¿Trabajas? —Frunció el ceño.
—No, estudio teología. —respondí, Ángel frunció aún más el ceño y supuse que no sabía que significada. —Es como la disciplina que estudia la naturaleza de Dios y sus atributos, el conocimiento que tiene el ser humano sobre la divinidad y así.
—Ah, ¿quieres ser profesor de religión o algo así? —preguntó, negué con mi cabeza. —¿Entonces?
—Quiero ser sacerdote. —contesté.
La mayoría de veces cuando lo decía las personas reaccionan con risas, expresiones de impacto o me decían que era una tontería, pero Ángel solo se quedo en silencio por un largo rato, solo observándome, no sé por qué sentí un cosquilleo en la punta de mis dedos, pero la forma en la que Ángel me miraba no era normal, era como si intentara ver más de mí, su celular sonó, pero lo ignoró por completo.
—Que interesante, es la primera vez que alguien me dice que quiere ser sacerdote. —contestó, yo asentí, él dejó de mirarme y bajó su mirada a sus zapatos. —¿Mi ropa te da alergia o eres alérgico al polvo?
—Tu perfume. —dije sin ni siquiera pensarlo, Ángel posó una de sus manos sobre su pecho fingiendo dolor.
—Eso dolió, es mi favorito. —respondió, luego se encogió de hombros y empezó a desabotonarse mi camisa blanca. —Te regresaré tu ropa, no quiero que mueras de alergia por mi culpa.
—Oh no, yo puedo esperar a...—me interrumpió.
—De eso nada, igual seguro Bruno no tarda en llegar. —dijo, una vez más volví a estornudar y el me dio esa mirada de "Ves, tengo razón" así que me quede en silencio esperando a que me devolviera mi ropa.
Parece que a Ángel le daba igual desvestirse enfrente de mí o quizás con cualquier persona, después de todo estuvo apunto de desvestirse en plena vía publica, pose mi mirada sobre mis botas hasta que él se posó frente a mi con mi ropa en sus manos, su mano fría hizo contacto con la mía cuando colocó mi pantalón y camisa sobre mis brazos, le sonreí y camine hasta el cubículo donde anteriormente había estado.
Traté de durar más tiempo de lo normal cambiándome de ropa para hacer tiempo y que ya Bruno estuviera cuando saliera, pero no funcionó porque cuando salí Ángel seguía solo, sentado sobre los lavatorios en solo ropa interior, había doblado su pantalón y camisa y él lo notó, se la regresé y luego me alejé unos cuantos pasos.
—Yo estudié actuación cuatro años en los Ángeles, me fue bastante bien. —dijo de repente.
—¿Y es lo que siempre quisiste? —pregunté lo obvio.
—Sí, actuar es lo mejor que me pudo pasar en la vida. —contestó, su celular volvió a sonar, pero lo ignoró. —Es como mi lugar seguro, se que siempre me sentiré bien allí.
—Entiendo esa sensación. — Ángel me sonrió, finalmente agarró su celular, pero en vez de contestar lo apagó.
—Bruno dijo que...—Mi celular sonando lo detuvo, yo lo saqué del bolsillo de mi pantalón.
—Es solo un mensaje, dame un momento. —dije, él asintió, yo saqué mi celular y lo leí.
Luisa: Ya salí del trabajo, ¿Podemos vernos ya? Es importante.
—¿Pasó algo? —preguntó Ángel.
—Es solo mi mejor amiga, me necesita. —contesté, rasqué mi frente indeciso.
Ya le había aceptado el café, sería muy descortés de mi parte rechazarlo, pero Luisa me necesitaba.
—Está bien, podríamos dejar el café para después. ¿Me das tu número para contactarte? —preguntó, Ángel se bajó de los lavatorios y yo desvié mi mirada hacía otra parte para no mirarlo. —Eres muy extraño, pero en el buen sentido.
Reí.
No era nada nuevo que las personas me dijeran cosas así.
—Te ríes bonito. —comentó, caminó hasta mí, me extendió su celular y yo lo tome sintiendo mis manos temblorosas.
Quise decirle que para mí él también se me hacia extraño, pero preferí no decirlo.
Apunté mi número rápidamente y se lo devolví.
—Gracias, prometo que te llamaré. —dijo, asentí, guardé mi celular en mi bolsillo y caminé hasta la puerta.
—Hasta luego, espero si te den el papel. —dije, me giré apenas un poco para verlo. —Eres un buen actor.
—Nos vemos, Ev.
Volví mi mirada al frente, abrí la puerta y salí.
Probablemente Ángel no llamaría, lo suponía, pero al menos me quedaba con la experiencia de haber conocido un teatro por dentro, ver una audición, usar ropa sucia cara y con el hecho de que había ayudado a alguien que lo necesitaba, no necesitaba un café, porque con el agradecimiento bastaba.
De camino a la casa de Luisa sentí un peso de más en el bolsillo trasero de mi pantalón, metí mi mano y al notar el envoltorio, sonreí, las casualidades de la vida eran extrañas, porque en mi mano ahora tenía mi chocolate favorito.
Un chocolate para la suerte.
No me odien, pasé enferma todo el día de ayer, ni usé el celular, hasta hoy me sentí un poco mejor y mi Robin me recordó que tenía que publicar capítulo. Jeje <3
Espero estén bien, que les esté gustando y pues nada, los quiero, bonitos. ✨🌈
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