Temer, juzgar y fallar

Ángel

Lo había dicho.

Incluso le había contado mi relación fallida, algo que solo le había contado a Bruno y que a pesar de que ya había superado, era un tema difícil.

Y Evan no dijo nada. 

Absolutamente nada, los minutos pasaron y él y yo solo nos mantuvimos quietos dentro del auto, solo se escuchaban nuestras respiraciones y el golpeteo de mi zapato contra el suelo del auto, aún no dejaba de temblar, ni de jugar con mis manos, sentía que iba a vomitar, miré a Evan, su mano no dejaba de golpetear su rodilla, traté de tranquilizarme, encender el auto y llevarlo a su casa, porque realmente parecía que no quería estar aquí, ya no me miraba, solo mantenía su vista en la ventana, pero mis manos temblaban y hacían que el trabajo fuera difícil.

—Quise decirte antes, yo solo no encontraba el momento y luego nos volvimos tan cercanos, no quería que todo se volviera incómodo y luego dijiste que no te importaba, que no juzgabas y Bruno y Alessia me dijeron que debía decirte, porque eso hacen los amigos, yo...—Traté de girar la llave, pero esta se cayó sobre mi regazo. —Lo siento, Evan, te juro que lo que menos quiero es incomodarte, yo solo quería ser sincero.

—Respira, Ángel. No puedes conducir así. —Finalmente me miró y yo sentí que me faltaba el aire, que me iba a morir ahí mismo. —Creo que estás teniendo una crisis, respiras muy acelerado.

—No, que va. Yo estoy bien. —Pero mis palabras salieron atropelladas y con torpeza, traté de normalizar mi respiración, pero no lo logré.

—A ver, respira conmigo. —dijo, este mantuvo su mirada sobre mí todo el tiempo, no se acercó en ningún momento, empecé a tratar de imitar sus exhalaciones e inhalaciones. —Muy bien, sigue así.

Después de un rato que sentí eterno, donde sentí que moriría ahí mismo y que Evan me odiaría por el resto de mi vida, me calmé, dejé de temblar y no dejé de mirar sus largas pestañas, su cabello despeinado y sus ojos, él me mantuvo la mirada por un largo tiempo, hasta que finalmente la desvió y volvió a mirar a la ventana, yo recogí las llaves, encendí el auto y volví a conducir.

No hablamos durante todo el camino, no me dijo ni siquiera que lo llevara a ninguna parte, así que conduje hasta la casa de sus padres y cuando llegamos las luces ya estaban apagadas así que supuse que ya era tarde, me detuve frente a su casa, sentí un nudo en mi garganta cuando vi a Evan colocando su bolso sobre su hombro y abriendo la puerta del auto.

No pude callarme.

—¿No dirás nada? —pregunté y me dolió, me dolió ver su mirada confusa sobre mí, salió del auto.

—Dame tiempo, Ángel. Esto, esto yo no lo entiendo y no sé qué pensar.

—Pero dijiste que no te importaba, que las personas...—me interrumpió.

—¡No lo sé, Ángel! Creí que lo sabía, pero yo no sé nada y he vivido rodeado de personas que me dicen que eso está mal, así que por favor. Solo dame tiempo. —pidió, asentí, mordí mi labio inferior con fuerza, él cerró la puerta y empezó a caminar a su casa.

Aceleré y quise no mirar atrás, pero lo hice y él ya no estaba ahí.

A veces las cosas no salen como esperamos, porque después de todo creí que no pasaría nada, creí que Evan y yo seguiríamos siendo los amigos de siempre, que me llamaría más noche y me preguntaría si llegue bien a casa, pero no fue así, Alessia no me dijo nada cuando llegué, probablemente mi cara lo decía todo, ella solo me abrazó, ambos nos acompañamos en silencio y ninguno de los dos pudo dormir esa noche, ella probablemente pensando en su familia y yo pensando en cuanto tiempo necesitaba Evan para pedirme finalmente que me alejara.

🌈

Bruno llegó a la hora del desayuno, Alessia me miró culpable, ella lo había llamado probablemente, yo no había agarrado mi celular desde anoche, pero tenía todas las notificaciones activadas por si Evan me escribía o llamaba, pero probablemente era algo que no pasaría, Bruno besó mi mejilla y se sentó a mi lado en el desayunador, Francesca no me presionó ni me preguntó nada cuando vio que bajé a desayunar con este humor, pero sabía que estaba esperando que le contara, mi madre seguía durmiendo y dentro de media hora tenía que ir a despertarla, tomé un sorbo de mi jugo de naranja y finalmente Bruno habló.

—¿No ha dicho nada? —le preguntó a Alessia, está negó con su cabeza. —Ángel, ¿Qué pasó ayer?

—Creo que le dijo a Evan. —le respondió Alessia, la miré mal y ella se encogió de hombros. —Lo siento, pero estoy preocupada. Ni siquiera me regañaste en la mañana por no bajar la palanca del váter.

—¿No lo hiciste? Que asquerosa eres, Al. —le dijo Bruno.

—¡Era solo pis! —exclamó.

—Ángel, di algo. —me rogó Bruno, suspiré, volví a tomar un sorbo de mi jugo. —Al menos dile a Alessia que es una asquerosa, ¿Cómo no a bajar la palanca?

—Tengo que despertar a mi madre. —murmuré, me levanté de la silla y empecé a caminar hacía las escaleras.

—Creo que hay que darle tiempo, ya luego nos contará que pasó. —dijo Alessia a mis espaldas.

—No, Ángel se cierra aún más cuando no lo presionan. —Escuché como Bruno me seguía a pasos rápidos. —Déjamelo a mí, no te preocupes.

Entré a mi habitación, no me molesté ni en cerrar la puerta, Bruno vino detrás de mí, me quité mi pantalón de dormir y me coloqué una pantaloneta para salir a correr, busqué mis tenis y me senté en el suelo para ponérmelos.

—¿Fue un imbécil? ¿Al final si fue un homofóbico de mierda? Porque si es así, Evan no vale la pena, amigo. — me decía Bruno, le hice los nudos a los tenis, él se puso de cuclillas frente a mí. —No creí que fuera a ser así, quizás me ilusioné demasiado, pero vamos Ángel el chico va a ser sacerdote, lo siento, Debí ser más...

—Me pidió tiempo, no fue un imbécil, solo no sabe que hacer. —dije, me levanté del suelo y Bruno volvió a estar de pie, colocó sus manos sobre mis hombros.

—¿Y crees eso es normal? Joder, que no tienes lepra, Ángel. Solo te gustan los hombres, así como él ama a Dios, tú no le pediste tiempo para entender eso. —Miré al suelo y una de las manos de Bruno me agarró de la barbilla y me obligó a mirarlo. —No voy a permitirlo, nunca, Ángel. Tú tienes derecho a amar y besar los penes que quieras, nadie te tiene que juzgar o pedir tiempo para entenderlo y tú, tú no tienes que tener miedo de decir tu orientación sexual.

—Pero... No todas las personas piensan como tú, Bruno, algunos si necesitan tiempo o no tienen la misma información que tú.—dije, él frunció el ceño y me miró mal. —Debo de despertar a mi madre.

—Claro que no, aún falta como media hora, si despiertas a Ana a esta hora despertara de humor fatal. —respondió, soltó mi barbilla y pasó la mano por mi cabello. —Y no lo acepto, Evan te conoció, él sabe lo maravilloso que eres, solo se está comportando como un imbécil.

—Eso no importa, Bruno. —dije, me solté de su agarre, me coloqué mis audífonos en mis orejas y tomé mi celular de la mesita de noche. —Estoy mal por toda la situación, porque si reaccionó así solo por eso, imagina si supiera que me gusta.

—Lo admitiste.

—Sí e incluso creo que siento más, esto que siento no se trata solo de atracción. —comenté, Bruno me miró triste. —Es mi culpa, dejé que mi importara demasiado.

—Y él solo te quiere como amigo. —afirmó, asentí y luego negué con mi cabeza.

—Creo que ya ni para eso. —respondí, me coloqué el pequeño bolso sobre mi brazo, metí el celular y cuando estuve seguro de que no se caería miré a Bruno. —¿Despiertas a mi madre? Necesito salir a correr.

—Claro, ve. Estaré aquí. —dijo, yo le sonreí y salí de la habitación.

Evan

—Entonces Paulo, el ingeniero nos dijo que debíamos ir a recursos humanos, porque eso que estaban haciendo con nosotros no estaba bien y... ¿Evan, me estás escuchando? —dijo mi padre, dejé de jugar con los cereales de mi plato.

Ángel había estado en una relación toxica con un hombre.

Había sufrido muchísimo por lo que entendí.

Me había querido decir antes.

A él le gustaban los hombres.

—Lo siento, ¿Qué decías? —le dije a Stefano apenado, era su único día libre de la semana y yo ni si quiera le estaba prestando atención.

—¿Estás bien? Si es por lo de tu madre, hijo ya hablé con ella, pero creo que hay que darle tiempo, ya sabes como es. —dijo, yo asentí con mi cabeza. —Pero estaremos bien, solo es una mala racha familiar.

—No es eso, es solo que esta semana es de puras evaluaciones y estoy algo estresado. —mentí a medias, realmente si era algo que me preocupaba, pero ahora solo pensaba en mi conversación de ayer con Ángel.

—Te irá bien, siempre eres muy aplicado. —Me dio un apretón en la mano y yo le sonreí. —Estoy muy orgulloso.

—Gracias.

—Comete esos cereales, yo iré a recostarme un rato más, este dolor de espalda que me da a veces es un fastidio. —dijo mientras se levantaba de su silla, me dio un beso en la frente y caminó hasta perderse en su habitación.

Yo solté un leve suspiro y miré los cereales de colores, le hice caso, lavé mis dientes, alisté mi bolso y salí a esperar el bus que me dejaba cerca de la universidad, cuando estuve allí le envíe un mensaje a Luisa para saber cómo estaba y luego entré al aula donde tenía que hacer el examen, lo único que me gustaba antes de esta semana evaluativa era que tenía más tiempo libre, ya que no daban clases, pero ahora no era buen momento para que yo estuviera solo con mis pensamientos, así que tomé una decisión peor y me mantuve cerca de mis compañeros, pero justo estos tocaron el tema que quería evitar.

—Yo creo que todos tienen derecho a decidir con quién quieren estar. —dijo Lucia, esta se estaba preparando para la parte educativa de teología, decía que le encantaba todo lo que tiene que ver con docencia. —Y creo que tu opinión es algo antigua, George.

—Pero es cierta, cada vez inventan e inventan más cosas, todo sería más sencillo se rigieran a la familia tradicional. —le respondió él, Paul estuvo de acuerdo con él.

—¿Y cuál es esa familia tradicional?

—Mujer, hombre y niños. —dijo Paul, Lucia los miró mal y luego soltó un leve bufido.

—¿Y las madres solteras? ¿Los padres solteros? ¿Las parejas homosexuales? Esas también son familias, no tienen nada de malo. —dijo ella, George la miró horrorizado.

—¿Tú qué piensas, Evan? —me preguntó Paul.

Había creído que se habían olvidado de mi presencia.

Pero Luisa y Gian, ellos eran una familia, dijeran lo que dijeran, nadie me haría cambiar de opinión sobre ello.

—Creo que las familias diversas no tienen nada de malo, mientras haya amor y respeto. —dije, Lucia sonrío complacida por mi respuesta.

—Bueno, eso está bien. —dijo George finalmente. —Pero esa gente del mismo sexo que se une y que cree que hasta pueden adoptar niños, eso sino está bien, en la biblia dice que es pecado.

—¿En qué parte lo dice, George? —le preguntó Lucia, George la miró indignado y está sonrío. —Ni siquiera lo sabes y lo dices con tanta seguridad. A repasar más, hombre.

Paul se rio de él y yo me quedé en silencio pensando, ¿En qué parte de la biblia se hablaba de que ser homosexual estaba mal? La biblia se podía interpretar de muchas maneras, recordaba que un profesor los había llamado sodomitas, recordaba bien la historia de Sodoma, muchos teólogos importantes interpretaban este tema de diferentes maneras, pero muchos de estos habían llegado a la conclusión de que la homosexualidad era un pecado, otros dijeron que no se trataba de eso, sino más bien de la falta de hospitalidad con los extranjeros que se dio en ese lugar, pero como siempre, había tantas interpretaciones y traducciones, en algunas estaba explícitamente escrito "hombres afeminados" o el termino sodomita, cuando había tenido que estudiar esta parte de la historia no le había tomado mucha importancia siendo sincero, pero ahora no dejaba de recordar cualquier cosa que tuviera que ver con el tema.

Y recordé a Jesús, siendo tan misericordioso, después de todo existía la historia de la mujer adúltera y la mujer que era prostituta y en la biblia se hablaba tantas veces de que Dios nos amaba a todos, a pesar de nuestros pecados, era un amor solidario libre de discriminación y prejuicios.

¿Tenía yo derecho a juzgar? No, eso lo primero que se nos enseñaban, todos los hijos de Dios eran diferentes, todos habían tomado decisiones difíciles y todos merecían el perdón si arrepentían de sus pecados realmente, entonces. ¿Ángel era un pecador?

Quizás una opinión diferente que no tuviera que ser tan teológica me ayudaría a pesar mejor, me levanté de la mesa en la que estábamos, me despedí simplemente diciéndoles que iría a buscar una amiga, ninguno pareció quejarse, apenas estuve algo alejado, saqué mi celular y llamé a Luisa.

—Hola. ¿Estás ocupada? —dije apenas aceptó mi llamada.

—Acabo de salir de mi examen, ¿Nos vemos fuera? Quiero un calzone de la esquina. —respondió.

De pronto recordé que lo único que tenía en mi estómago era cereal y abrió mi apetito, un calzone estaba bien, ya estaba cansado de la comida de otros países que Luisa hacía que comiera.

—Está bien, nos vemos ahí. —Ella colgó.

Pronto los dos estuvimos comiendo el calzone sentados en una de las tantas banquillas que había en los espacios verdes de la universidad, Luisa comía felizmente y ya se veía un poco mejor, mientras yo trataba de pensar solo en mi comida y fallaba en el intento.

—Bruno habló conmigo hace un rato. —mencionó ella, dejé de mirar mi calzone y la miré. —Siento que está raro conmigo, no sé o quizás lo estoy imaginando.

—¿Por qué lo dices? —pregunté.

—Es que siempre está bromeando o diciéndome cosas lindas, ahora mantuvimos una conversación tan simple. —murmuró, ella tomó un sorbo del café de su termo. —¿A qué hora tienes tu segundo examen?

—A la una. —respondí, aún faltaban varias horas para eso. —¿Y Ángel?

—¿Qué con él? —preguntó.

—¿Te ha dicho algo sobre él?

—No, creo que no, pero si tú eres él que siempre está hablando con él, ¿por qué me preguntas? —dijo, bajé mi mirada a mi regazo y suspiré. —Oh, no. ¿Qué pasó?

—Ayer nos vimos, me contó algunas cosas. —dije, comí un bocado más de mi calzone. —Luisa no sé si deba decirte, siento que es muy privado.

—Suena como algo grave, sino quieres decirme está bien, pero sabes que yo jamás le diría a nadie y si es algo que te está atormentando y te tiene así, me preocupa. —contestó, seguí mirando mi regazo.

Realmente me sentía triste.

Recordar el rostro de Ángel cuando le pide tiempo me destrozaba, porque se veía tan indefenso, tan triste, recordar su crisis de ansiedad en el auto me hacía sentir odio hacía mí mismo, porque mi cuerpo no reaccionó, no lo abracé como probablemente lo necesitaba.

—Me dijo que le gustan los hombres. —dije finalmente.

—Ah, es gay. ¿Y eso por qué te tiene así? —preguntó, la miré horrorizado y ella me dio una palmada en el hombro. —No me salgas con ninguna tontería de que es pecado, por favor, Evan.

—Luisa es que ni yo sé que pensar, ¿no lo entiendes? —Ella negó con su cabeza y yo suspiré. —Es mi vocación, son mis creencias, lo es todo, hay tantas interpretaciones, pero casi todas finalizan en lo mismo, está mal, Luisa.

—¿Y qué si lo está? Mi madre es una adultera, ¿Me ves alejándome de ella solo por eso? —dijo, mis hombros decayeron, ella resopló. —Evan yo no te diré que está bien o que mal, no conozco tanto como tú sobre Dios o la religión, no creo en un Dios que no nos acepta a todos por igual, sea lo que seamos. No creo que ser lesbiana, gay, heterosexual y demás sea un pecado, pero si realmente lo fuera tampoco creo que tengo derecho a juzgar a alguien por serlo. ¡Soy madre soltera, nunca me casé! ¿Dejaste de ser mi amigo cuando te enteraste? No, estuviste para mí, me escuchaste, me ayudaste, eso es lo que hacen los amigos.

Siento un nudo en mi garganta, no sé qué responder.

—¿Qué le dijiste a Ángel cuando te dijo que es gay? —preguntó.

—Nada, me quedé todo el rato callado de camino a casa y luego le pedí tiempo. —Luisa me miró mal y yo jadee. —¡No sabía que hacer!

—Tú siempre sabes que hacer, eres increíble escuchando y comprendiendo a las personas, Evan. —Negué con mi cabeza, esta vez no fue así. —Es por eso que siempre he creído que serás un buen sacerdote, porque no solo das esperanza y haces que las personas vuelvan a tener fe. —Alzó su mano cuando notó que la iba a interrumpir. —Ya sé lo que vas a decir, que es la palabra de Dios que lo hace y no lo dudo, pero no es solo eso, Evan tú generas confianza, das seguridad, las personas se sienten cómodas a tu alrededor.

Y entonces recuerdo lo ansioso que estaba Ángel, el miedo en su rostro, sus manos temblando, Luisa no tenía razón.

Ángel tenía miedo, no se sentía seguro a mi lado, a pesar de toda la confianza que me dio al contarme sobre su pasado y sus gustos.

Le había fallado.

—Oh, Luisa, lo he arruinado. —murmuré apenas sintiendo ganas de llorar.

Luisa posó su brazo sobre mis hombros, me acercó a ella y allí en su hombro lloré, porque no solo había fallado como amigo, había fallado en lo más importante, en no juzgar a los demás, porque yo lo había hecho, había juzgado a Ángel como si fuera un vil pecador, cuando no tenía ningún derecho y ahora sentía que jamás iba a perdonarme a mí mismo por ello.  


















Hi, espero estén bien, hoy tocó maratón. 

Estamos en un momento muy triste, pero bueno, son cosas que pasan. ¿Qué creen qué pasará? ¿Evan dejará sus prejuicios de lado? ¿Ángel y Evan seguirán siendo amigos? 

Tomen agua y coman bien. 

Volveré pronto. 



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