¿Iglesia o Evan? Evan

Evan

Las diapositivas pasan y pasan, el profesor sigue hablando sin parar y todos tratan de retener la información que está dando en sus apuntes electrónicos o a papel, yo soy de los últimos, por lo que mi letra no es la mejor y a veces hasta a mí mismo me cuesta entender lo que puse, miro la hora en mi viejo reloj, faltan solo unos pocos minutos para que la clase termine, tendría dos horas para descansar y luego la clase de la tarde, eso de llevar bloque completo estaba siendo agotador, pero a finales del año ya solo tendría que pasar por el proceso más difícil, el seminario, no celulares, nada de contacto con el exterior, muchos dicen que este es el proceso más complicado para ser un servidor de Dios, siendo sincero muy pocas veces había dudado de mi vocación y en esas veces mi madre tenía mucho que ver, pero tenía miedo. ¿Realmente había venido al mundo para esto?

Esperaba que sí.

Porque era lo que más quería.

Guardo mis cosas en mi bolso, lo coloco sobre mi hombro y camino rápidamente hacía la salida del aula, tengo alguna que otra leve conversación sobre la clase o carrera con mis compañeros, cuando finalmente llego a mi lugar de descanso, un sitio de la universidad donde hay muchos árboles y banquillas, me siento en la habitual y espero a que Luisa aparezca, ella también tiene libre este rato, saco mi celular para pasar el rato, le respondo a mi padre, a mi madre y finalmente a Ángel, el cual solo me había escrito un buenos días y respondido con un sticker a mi respuesta anterior.

Evan: Hola, ¿cómo estás? ¿Estás ocupado?

Su respuesta me llega rápidamente.

Ángel: No, ¿quieres hacer llamada?

No le respondo, decido cumplir con lo que le había dicho a Bruno ayer en la noche y lo llamo, recuesto mi espalda en la banquilla y miro el cielo azul, parece que será un lindo día, apenas responde su respiración se escucha acelerada desde aquí, frunzo el ceño.

—Hola, en realidad salí a correr, llevaba rato sin hacerlo y ya no recordaba lo bien que me hace. —dice, escucho que saluda a Francesca, le pido que le mande saludos de mi parte. —Evan dice hola y si, le diré, mamma. ¿Estás libre?

—Solo dos horas, luego tengo clase toda la tarde. ¿Qué tienes que decirme? —pregunto, una compañera de otra clase pasa frente a mí y me saluda, yo muevo mi mano de un lado a otro y le sonrío.

—Quiere que vengas, dice que desea cocinarte algo, que así al fin pruebas su comida y te conoce mejor. Ya sabes cómo es, tampoco es que traiga a muchos amigos a casa, solo a Bruno. —murmura, yo asiento, me parece una buena idea, además de que llevo rato sin verlo. —Pero no te sientas presionado, sino quieres venir, no pasa nada.

—¿Te gustaría que fuera?

—Claro que sí. —responde inmediatamente.

—Entonces sí, podría ser esta semana, tengo libre la tarde del jueves. Aunque, ¿Francesca no debería de estar en reposo?

—Perfecto, incluso si quieres puedes traer a Luisa. —Escucho el ruido de Lexa de fondo maullando, probablemente pidiéndole a Ángel que la alce. —Y sí, pero ella dice que ya se siente bien, igual mi madre contrató a alguien por estos días para que la ayude, Francesca solo está cocinando.

—Le preguntaré. De hecho, se supone que también tiene libre a esta hora, pero no la veo por ninguna parte. —digo preocupado, debería de escribirle, quizás había pasado algo con Gian.

—Créeme, sé quién es el culpable.

—¿Quién?

—Bruno, es que se le metió una idea en la cabeza y ahora probablemente ando por los pasillos de tu universidad, lo siento mucho. —Su voz suena realmente penosa y yo rio, Ángel es una persona muy extraña.

—Oh sí, lo de los cursos.

—¿Te contó? Oh, lo mataré. Olvida todo lo que te dijo. —sonó exasperado.

—No no, está bien. Me parece genial que quieras ampliar tus estudios, él dijo que siempre has querido...—Ángel me interrumpe.

—Maldito mentiroso, él fue el de la idea, yo no quiero ir allí, ni incomodarte. —Soltó un leve suspiro. —Te seré sincero, creo que Bruno quiere tener algo con Luisa y me usa a mi de excusa para acercarse.

—¿Entonces no quieres?

—No, no es lo mejor, tengo que dedicarme a la obra, además no quiero que pienses que soy esa clase de amigos, ir allí es como meterme en tu privacidad, no está bien.

—¿Por qué piensas por mí? Si es por mí que no lo haces, no te detengas, por mí sería genial, seguro hasta nos veríamos más seguido, eso es lo que hacen los amigos, pero bueno si realmente no quieres, también está bien. —Quizás suena más decepcionado de lo normal, creo que no estaba haciendo lo que Bruno me pidió. —Por cierto, creo que Luisa también quiere algo con Bruno, aunque ni ella misma sabe lo que es.

—Oh.

Esa es su única respuesta, quizás no medí mi voz, mi madre dice que siempre que hablo muy rápido a veces sueno más serio de lo normal, solo esperaba que Ángel le hubiera entendido y no estuviera sobrepensando, a veces se me olvidaba lo inseguro que podría llegar a ser.

—En serio no te preocupes, ni siquiera por lo de Bruno y Luisa, ellos son adultos, saben lo que hacen, además es tu mejor amigo, confío en que no le hará daño. —respondí sinceramente. —Pero vuelvo a decirlo, me encantaría encontrarte por algún pasillo, hablar cualquier tontería por unos minutos libres, han sido días difíciles.

—¿Académicamente? ¿Por qué?

—Sí, mucha presión, no me fue muy bien en un trabajo que entregué, no soy un obsesivo con las notas altas, pero casi siempre me va bien, eso me preocupa. —El viento hace que mi cabello se desordene exageradamente, esta mañana había olvidado el gel.

—Siempre hay altibajos en las carreras, eso no significa que seas malo o que no des tu mayor esfuerzo, son cosas que pasan. Aquí entre nos, Bruno y yo tuvimos que repetir un curso, fue bastante complicado, pero acá estamos. ¿Entiendes lo que digo?

—Lo sé, solo que la sensación de no ser suficiente no se me va, creo que quizás si estudio más, quizás...—Mi amigo vuelve a interrumpirme.

—Eso solo te hará sentir peor.

—¿Qué hago entonces?

—Despejarte, has algo que te guste, donde te sientas libre, como yo con mis columpios. —dice, pienso un poco lo que dice, sé que podría hacer para sentirme mejor, pero siempre voy cada domingo, ir entre semana era algo que muy pocas veces hacía. —¿Estás pensando?

—Debería ir a misa, quizás si corro un poco al finalizar mi clase llegue a tiempo. —murmuro para mí mismo.

—Perfecto, deberías hacerlo, incluso si necesitas que te lleve, para que no corras y esas cosas...—dice, sonrío, una idea pasa por mi mente.

—¿Me acompañas?

—¿A la iglesia? —pregunta dudoso.

—Sí.

—Hace mucho que no piso ninguna. —responde.

—¿Hace cuánto? —pregunto curioso.

—Varios años. —Apenas murmura.

Años, eso es mucho tiempo.

—Más razón para que me acompañes. —digo inmediatamente, Ángel suelta una leve risita. —Bueno, si quieres, no hay presiones.

—Suena a que estoy presionado, pero sí, voy entonces. —me dice, yo sonrío y estiro un poco mis piernas. —Ev, prometo que cuando seas sacerdote, no faltaré a ni una sola misa que des.

—No prometas nada, pero me encantaría que estuvieras ahí.

Ambos seguimos hablando por unos minutos más sobre Lexa, mis clases, sus ensayos y sobre su director, este último había tenido un accidente, por lo que los ensayos se habían programado para la siguiente semana, aun así, el hombre les había dicho que debían ensayar en sus casas, así que prácticamente Ángel, aunque no lo dijera tenía varios días libres, porque ambos sabíamos que él ya se sabía su guion y aunque yo no sabía nada de teatro, su actuación era muy buena, por algo era Lisandro y aunque no sabía mucho sobre las obras de ese famoso escritor, sabía que era de los personajes más importante, después de un gran rato, cuando me di cuenta que solo me quedaba media hora para ir a mi clase, le colgué y quedamos en que él vendría a buscarme antes de las cinco para ir a la iglesia.

Ángel

Salí al pasillo solo con una toalla alrededor de mi cintura totalmente nervioso y quizás un poco estresado, sin preguntar abrí la puerta de la habitación de mi madre, Ana Windsor estaba sentada sobre su cama, un pintauñas en sus manos mientras pasaba la pequeña brochita sobre las uñas de sus pies, frunció el ceño cuando alzó su vista y me miró.

—El plan nudista no te va, hijo mío. —dijo, yo solté un leve gruñido y crucé mis brazos sobre mi pecho. —¿Qué quieres?

—No sé qué ponerme. ¿Qué se usa para ir a la iglesia? —pregunté finalmente, mi madre soltó una carcajada.

—¿Vas a ir a la iglesia? Pero si odiábamos ir cuando tu padre nos obligaba y eso fue hace años. ¿Desde cuándo tan creyente? —Rodé mis ojos, Ana guardó la brochita en el frasco, lo cerró y se le levantó de la cama.

—¿Me vas a ayudar o no? —pregunté indignado.

—Si me dices el porqué.

—Un amigo mi pidió que lo acompañara y no sé, quizás esta vez sea diferente, antes era un niño, no entendía nada. —respondí, ella empezó a caminar fuera de su habitación y yo la seguí.

—Entonces es por un chico. —dijo, negué con mi cabeza, ella soltó una leve risita y entró a mi habitación. —Solo te ayudaré, porque que quiero que cuando regreses me cuentes toda la experiencia.

—Lo haré, pero ayúdame.

Después de unos largos minutos en los cuales mi madre juzgaba mi ropa, ella puso un pantalón negro de vestir sobre mi cama, una camisa de botones color crema, me pidió que usara mis zapatillas negras y que tratara de que mi cabello se viera decente, la eché de mi habitación cuando intentó alistarme también mi ropa interior, eso ya era demasiado.

Apenas me vestí, ignoré mi perfume porque por mucho que me gustara, no iba a hacer sufrir a Evan con alergia, intenté llamar una vez más a Bruno, pero este parecía de lo más feliz ignorando hasta mis mensajes, aun no podía creer que le hubiera hablado a Evan, aunque no sabía ni porque me sorprendía, así era Bruno, pero quería saber bien que le dijo, mañana no podría evitarme, si seguía sin responderme, iría a su casa y lo obligaría a hablar, apenas me despedí de las dos mujeres más importantes de mi vida, subí al auto, coloqué en el buscador la universidad donde iba Evan y me dirigí hacía allí mientras escuchaba música e ignoraba lo nervioso que estaba.

Ya ni recordaba la última vez que había entrado a una iglesia.

Sentía que no era bien recibido allí.

Un homosexual en una iglesia católica, por suerte el sacerdote no podría leer mis pensamientos y si Dios existía, prefería imaginarlo de una manera diferente.

Siempre andamos en busca de la aprobación de los demás, bien lo sabía yo, después de todo había sido un golpe muy bajo el que mi padre no me aceptara, pero cuando mi madre, Francesca y mi mejor amigo lo supieron y lo aceptaron, dejé de preocuparme por la opinión de los demás, así que las personas de esa iglesia a la que iríamos poco me importaba, aunque obvio estaba ese pequeño detalle, ¿le importaría a Evan? Quise fingir e ignorar que no tenía miedo, pero es que realmente estaba cagado, después de todo lo quería cerca y no podría, no podría soportarme que Ev sintiera asco por mí.

Apenas llegué, decidí no salir del auto, marqué el número de Evan y esté respondió apurado que ya venía y que veía mi auto desde lejos, en cuestión de segundos vi a Ev corriendo y apenas llegó, abrió la puerta de copiloto, este llevaba un pantalón color crema y una camiseta color verde, seguía usando esas botas marrones que había usado cuando lo conocí, puse una nota mental en mi cabeza, regalarle zapatos negros a Ev, probablemente si las usara se vería aún más atractivo de lo que ya es, no pasé por alto el cambio en su cabello, no había ni una sola pizca de gel en él, sonreía, estaba despeinado y libre, quise pasar mis manos por él y ver si era tan suave como parecía.

—Creo que ya no me da tiempo de cambiarme o al menos peinarme un poco. —murmuró mientras pasaba una mano por su cabello tratando de ordenarlo. —Gracias por venir.

—Se ve bien así, ¿un nuevo cambio? —Encendí el auto y salí del parqueo de la universidad. —Guíame, no sé ni a que iglesia vamos.

—No, olvidé peinarme esta mañana. ¿No tienes gel? —Negué con mi cabeza mientras entraba por la calle principal. —Solo sigue por acá, luego giras a la derecha, yo te aviso.

—¿Está cerca de la universidad?

—Sí, es una en la que he ido con mis compañeros, siempre hay misa las cinco, quizás incluso me tope con algunos. —comentó, asentí, sentí la mirada de Evan sobre mí. —Estás demasiado presentable, sino te conociera creería que...

—Mi madre me ayudó, yo no tengo la menor idea de cómo venir, por poco entro en crisis y te digo que solo iba a dejarte y esperarte en el auto, llevo mucho sin ir, no me recuerdo ni de la última vez, no que se tengo que hacer, pero creo que a veces cantan y dicen amén, por favor no me odies. —solté mi vomito verbal mientras apretaba el volante con fuerza, que vergüenza, seguro Evan no me volvería a traer y se alejaría de mí porque vamos, que ni siquiera se rezar. —¿Por qué no dices nada? Oye que si te da pena mejor me quedo en el auto y te espero.

—No creí que te fuera a poner tan nervioso ir a misa. —murmuró apenas.

—A mí todo me da nervios. —dije para aligerar el asunto.

—Tranquilo, solo acompáñame y escucha, eso es suficiente. —respondió, asentí sintiendo un nudo en mi estómago. —Y no cantes Ángel, después dejas en mal al coro.

—¿Podemos olvidar esa vez que te dije que era buen cantante? Solo estaba bromeando, ni siquiera me has escuchado cantar. —Evan me pidió que girara a la derecha, lo hice y a pocas cuadras pude observar la iglesia, era una estructura vieja no muy grande, estaba frente a un parque, ya varios autos estaban aparcados, empecé a buscar algún sitio para dejar el auto.

—Estoy casi seguro de que cantas bien. —me dijo, yo negué con mi cabeza, apenas parqueé, ambos salimos del auto, puse el seguro y ambos empezamos a caminar junto al otro.

Si antes estaba nervioso, ahora más.

Recuerdos no muy agradables llegaron a mí, pero los ignore, apenas llegamos a la entrada de las grandes puertas color café sentí una presión en todo el cuerpo y mis manos sudaban, di dos, tres pasos y me detuve, Evan lo notó, miré el lugar por dentro, recordé las veces que callaba las voces y solo miraba la estructura de la gran iglesia a la que iba con mis padres, quizás era el único que lo pensaba, pero las iglesias eran muy imponentes, me hacían sentir pequeño, Evan retrocedió un paso y colocó su brazo sobre mi hombro, la misa aún no había empezado, pero estaba seguro de que faltaba poco.

—Creo que quedan espacios en el medio, vamos allá. —dijo, asentí, poque no pude decir ni una sola palabra, apenas pasamos las puertas Evan se persignó y yo lo imité torpemente.

Si quedaban espacios en el medio, justo en el medio de una de las tantas bancas, ambos nos colocamos allí, yo traté de limpiar el sudor de mis manos en mi pantalón de vestir y miré al frente anonado, a pesar de no ser una iglesia tan grande, se veía bastante linda, habían varios cuadros, una gran cruz en el medio, observé los alrededores, habían muchas personas, tantas personas, sentí mi respiración acelerada, debía dejar de ver todo, eso solo empeoraba mi situación, miré a la persona que estaba a mi lado, por él estaba haciendo todo esto, si tan solo supiera.

Me tranquilizó, estaba muy seguro que era por el brillo en su mirada, su pequeña sonrisa y lo maravilloso que se veía rodeado de todo este lugar, desprendía tanta paz que casi sentí envidia de la tonta estructura, deseando que fuera posible que Evan se viera así en cualquier lugar, pero conmigo, un pensamiento muy egoísta.

Debía hablar con Bruno.

Ya esto se me estaba saliendo de las manos.

Y es que apenas lo conocía, pero yo quería estar en todos los lugares que él me ofreciera su compañía.

Incluso en una iglesia donde la mayoría de veces se hablaba de la homosexualidad o del aborto como si fuera el peor de los pecados.

—¿Estás bien? —preguntó levemente.

—Sí. Es muy linda la iglesia. —respondí, Evan asintió y volvió a mirar al frente cuando la misa dio inicio.

No presté atención en nada, juro que lo intenté, pero pronto me perdía y mi mirada regresaba al chico castaño que estaba a mi lado, definitivamente este era su lugar, probablemente yo no era muy diferente en el teatro, pero eso era la diferencia, yo no podía verme, pero a él sí y era gratificante, solo esperaba que Evan no hubiera notado mi mirada sobre él durante toda la misa, no hice exactamente lo que mi pidió, pero me mantuve en silencio mientras él parecía saber qué hacer en cada momento, era interesante, a pesar de que no entendía nada, había puesto mi celular en silencio como me había dicho mi madre que hiciera antes de que yo mismo la echara de mi habitación, por lo que las dieciséis llamadas perdidas y la llamada entrante de Bruno me asustaron demasiado.

—Voy a saludar a unas personas, ¿Te esperas aquí o me acompañas? —dijo Ev, yo negué con mi cabeza y le enseñé la pantalla de mi celular, asintió, me sonrío y luego me dio la espalda.

Respondí la llamada.

—¡Al fin! ¿Dónde andas? ¿Por qué no respondes?

—En la iglesia.

—Claro, que broma tan rara, Ángel. Eres malísimo, no vuelvas a intentar bromear así. —dijo, reí.

—En serio, estoy en la iglesia, acabo de salir de misa. —respondí, caminé un poco alejándome de la entrada, aunque mantuve mi mirada sobre Evan, este hablaba con dos chicos, seguro compañeros. —Evan me dijo que si quería acompañarlo y vine.

—Okay, este es el momento en el que tu mejor amigo te habla en serio y te dice que te detengas, eso es demasiado. Fuiste a un lugar donde dan un sermón diciendo lo mal y pecador que eres, que ambos sabemos es una estupidez, pero por Dios, que siempre las misas dicen esas mierdas. —habló tan serio que sentí los vellos de mis brazos erizarse. —No, no lo hagas. No deberías aguantar cosas así por él.

—Ni siquiera puse atención, pase mirándolo a él todo el rato. —respondí, Bruno maldijo. —Sí, creo que ya se salió un poquito de mis manos, pero no fue una mala experiencia, ahora recordaré esto y no a mi padre obligándonos a fingir que somos una increíble familia.

—¿Qué harás ahora?

—Seguro dejar a Evan en su casa y luego regresar a la mía.

—No. ¿Qué harás ahora con todo esto? Evan no...—lo interrumpo.

—¿Él qué?

—A él ni siquiera le ha gustado alguien en su vida, puedo hasta apostar que ni se toca, ¿entiendes eso?

—¿Y cómo vas a saber esas cosas?

—Porque le pregunté. —respondió tajante.

—Entonces no pasa nada con eso, porque desde que lo conocí lo entendí perfectamente. —dije, pasé una mano por mi cabello, Evan estaba volviendo a mí. —Yo no espero nada de él, solo lo quiero, quiero que sea mi amigo. Luego te llamo.

—No te atrevas...—colgué.

—Volví. —dijo apenas estuvo frente a mí.

—Volviste. ¿Nos vamos? —pregunté, Ev asiente y ambos caminamos hacía el auto.

—¿Quieres quedarte a cenar? Así conoces a mis padres y luego podríamos salir a caminar por la plaza que está cerca. —me dice, yo le quito el seguro al auto.

—Sí, me parece genial. Hagamos eso. 

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