Familia

Ángel

—Mamma. —Apenas fui capaz de decir, Francesca no dijo nada, ni siquiera se sorprendió cuando llegué sin avisar, ella me estrechó en sus brazos como siempre lo hacía cuando veía lágrimas en mis ojos.

No recordaba la última vez que me había saltado el portón y entrado por la ventana de la habitación de Francesca, ella siempre la dejaba abierta para que el viento fresco entrara, quizás la última vez fue cuando era un adolescente y temía que mis padres me descubrieran escapando, pero estaba era distinto, este lugar ya no era mi casa y yo ya no los temía, solo necesitaba sentirme seguro y entre los brazos de Francesca siempre había sentido eso.

—¿Qué sucedió, mi Ángel? —preguntó, justo cuando ya solo sorbía por mi nariz, aún no me había soltado y yo desee que nunca lo hiciera.

—Es demasiado, mamma, no puedo. —Traté de calmar mi respiración, ella no dejó de mirarme hasta que me calmé. —Bruno es novio de Luisa, ahora habla del futuro y se ve tan feliz, pero todo es tan diferente, ya no es lo mismo.

—¿Qué no lo es?

—Nuestros planes, yo creí que íbamos a estar juntos siempre, pero...—Las palabras se quedaron atrapadas en mi boca, apoyé mi frente en el hombro de Francesca.

—Sus planes ya no son los mismos, se separan. —habló ella por mí y yo asentí. —Ángel ya no eres un niño, eres todo un adulto y esto pasa, muchas veces los caminos son distintos, pero no significa que todo se perderá, hay mil maneras de seguir en contacto ahora, Bruno y tú no debemos tener los mismos sueños para seguir siendo él y tú.

—Lo sé, pero duele, mamma, duele. —Volví a llorar sin poder resistirlo, porque era demasiado para un solo día. —Y Evan se irá.

—¿Por qué dices eso? Me dijiste que el chico lo había entendido, no entiendo. —murmura, ambos hablamos bajo, como si temiéramos ser escuchados.

—Creo que me gusta, creo que es más que eso, nunca me he sentido así, pero siento que es lo más cercano que he sentido a estar enamorado. Y yo he actuado tanto, he aprendido a mostrar emociones que no siento, he besado sin sentir ni una sola pisca de emoción, pero esto, esto no puedo controlar mis emociones y cada vez que lo siento cerca todo es tan fuerte. —digo, Francesca toca mi cabello y aparta algunos mechones de mi rostro. —Estuve cerca de besarlo un día, pero besé su frente y mamma eso fue suficiente, fue extraordinario, único.

—Nunca te he escuchado hablar así de una persona.

—Y se irá por cuatro años, porque debe hacerlo, es su sueño, nadie debe detenerlo. —Limpié mis mejillas con una de mis manos y sorbí por mi nariz una vez más. —No su familia, no sus amigos, no yo.

—Solo él mismo puede cambiar de opinión.

—Y no lo hará. —lo dije decidido, porque me lo había dicho antes de irme a casa esta noche.

Era su oportunidad, no la perdería.

—Entonces es lo mejor, él estará lejos y cuando regrese, tú estarás bien, habrás superado todo eso que sientes por él y lo verás por lo que es. —Ella finalmente me soltó y posó sus manos en mis mejillas, me dio una sonrisa cálida, sincera. —Tu amigo, tu Ev.

—¿Crees que podré superarlo?

—Lo harás.

🌈

Miré las sabanas color limón, ya había iluminación por toda la habitación, aspiré el aroma del suavizante que usaba mamma para las sabanas, no me había dado cuenta de que me quede dormido, Francesca tampoco me había despertado, pero ella ya no estaba aquí, pero estaba ella, Anna Windsor estaba junto a la puerta, tenía un vestido floreado suelto que le llegaba a los tobillos, no dije nada, solo saqué mi celular del bolsillo, apenas iban a ser las siete de la mañana y Anna parecía que llevaba rato despierta, quizás ahora la estaba empezando a imaginar.

—Ahora me despierto sola todas las mañanas, ya no es tan difícil, pero prefería que tú lo hicieras. —La escuché decir, le di la espalda, al parecer no la estaba imaginando. —También me levanto más temprano y mi psicólogo me planteó la idea de hacer yoga, lo estoy pensando.

—¿Tu psicólogo? —dije, dejé de darle la espalda y la miré, ella asintió. —¿Desde cuando vas?

—Llevo apenas tres sesiones, mañana es la cuarta. —respondió, asentí. —Francesca me dijo que lo hiciera, al parecer no le gustó nada que quebrara toda la vajilla familiar en un momento de enojo.

—¿Hiciste eso? ¿Por qué?

—Porque te fuiste. —respondió, miré a mis pies, ya no tenía mis zapatos puestos, solo mis medias. —No quería que te fueras, eres me hijo y esta también es tu casa, es mi casa.

—Es la casa de él.

—No, no lo es. —contestó, ella dio unos pasos hasta estar al borde de la cama. —Él tiene muchas casas, no necesita esta, es mi casa y es la tuya, nada más.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque necesito que lo entiendas, que regreses. —Ella miró hacía la ventana y soltó un leve suspiro. —Lexa, Alessia y tú deben regresar, tu padre no volverá y nadie jamás volverá a hacerte daño, no mientras viva,

—Anna...—me interrumpió.

—Y no soy Anna, soy tu madre, soy tu mamma también. —Ella volvió a mirarme y sus ojos estaban llorosos. —Lo siento por ser tan estúpida, pero no volverá a pasar, Ángel.

—¿Te vas a divorciar? —pregunté temeroso por su respuesta.

—Sí y le quitaremos todo a ese desgraciado, todo será nuestro. —respondió y reí, ella también lo hizo. —¿Me das un abrazo?

—Claro, mamma.

La abracé, porque realmente habían sido semanas muy difíciles y la extrañaba, incluso extrañaba su mal humor de las mañanas o su manía por picarme las costillas cada vez que estaba cerca, adoraba a Bruno, pero definitivamente extrañaba la comida de Francesca, probablemente Alessia también, eso de sobrevivir a pura pizza y comida comprada no nos había hecho mucha gracia, pero el padre de Bruno no nos adoraba y tampoco era un buen cocinero y no tenía empleada, quería estar con ellas, eran las dos mujeres que más adoraba en el mundo, mi familia y por primera vez en varios días me levanté de la cama y no sentí esa presión que no me dejaba respirar.

Ángel: Regreso a casa, gracias por dejarme quedar estos días, mi madre se va a divorciar y yo las extraño.

No creí que fuera a responder de inmediato, pero lo hizo.

Bruno: ¿Y estás bien?

Bruno: Donde sea que yo esté, siempre serás recibido, te adoro, no tienes que agradecer por nada.

Ángel: Estoy bien y también te adoro.

Me mandó un sticker de un oso que tenía un letrero que decía "abrazo", rodee mis ojos y no le respondí, me metí en mi chat con Alessia y decidí llamarla en vez de escribirle.

—Solo te contesto porque estoy preocupada, no llegaste anoche. ¡Es muy temprano, imbécil!

—Buenos días a ti también. —murmuré, me alejé el celular un poco de la oreja. —Voy a regresar a casa, ¿Quieres venir o te quedas con Bruno?

—¿A qué hora vienes por nosotras? —dijo, reí, ella soltó un largo bostezo. —Voy a alistar nuestras cosas.

—Genial, —Miré la hora en mi reloj, mi madre se tiró en la cama de Francesca como si fuera la suya y yo negué con mi cabeza, si Francesca la viera sería una larga discusión. —¿A las diez te queda bien? Voy a desayunar, me alisto y voy.

—Perfecto. ¡Besos y abrazos! —colgó.

—¿Y bien? ¿Regresa la copiana de mis vestidos? —preguntó ella, acomodó su cabeza mejor en la almohada y la olió. —Esta mujer gasta más suavizante en sus fundas que en las mías.

—Fuiste tú la que le regaló uno, pero sí, regresa. —respondí, me levanté de la cama de Francesca y mi madre se quejó.

—Genial, porque tengo unos vestidos que ya no me quedan y quiero dárselos.

Rodee mis ojos y salí de esa habitación, ella me tiró una almohada en la espalda, yo la recogí y se la devolví, corrí por el pequeño pasillo hasta la cocina y el olor a la comida casi me hace gemir, sonreí, definitivamente me gustaba aquí, mientras él no volviera, todo estaría bien.

Evan

—Es una noticia increíble, Evan. ¿Cómo te sientes? —dijo Luisa, Gian estaba en el suelo jugando con sus carritos en la sala de su casa, llevaba rato sin venir aquí. Pero todo estaba exactamente igual, bueno, menos el gran ramo de rosas que estaba en su desayunador, probablemente obra de Bruno. —¿Ya le dijiste a tus padres?

—Estoy emocionado, creí que tendría que esperar mucho más, pero ahora, todo es muy real y es muy sorpresivo, pero me siento bien. —respondí, Luisa asintió y bebió un sorbo más de su batido verde, una nueva receta que se había encontrado, sabía horrible. —Y antier se enteraron, no fue muy bien.

—Siento escuchar eso, pero tranquilo, lo entenderán. —dijo, asentí no muy convencido, Luisa apretó mi mano. —Cuando me hablaste por primera vez del seminario, yo tampoco lo tomé muy bien, es difícil, son cuatro años sin ti, pero ahora lo entiendo, tú solo estás progresando, viviendo, es lo que tenemos que hacer todos, avanzar.

—¿Tendrás otro mejor amigo para cuando regrese? —le pregunté, Luisa golpeó mi hombro.

—No hables así, aún faltan varias semanas para que te vayas. —murmuró, asentí. —¿Ya le dijiste a los demás? ¿A Ángel?

—Él estuvo cuando le dije a mis padres, me apoyó incluso. —contesté, Luisa me miro por un largo rato, sin decir nada. —¿Qué?

—¿Sabes que Ángel regreso a su casa? —La miré confundido, no tenía idea. —Le envió un mensaje a Bruno ayer en la mañana y le dijo que regresaba a su casa, Alessia se fue con él también.

—Oh.

No, no lo había hecho y él siempre me contaba cómo había sido su día en las noches, pero ayer no había llamado.

—Creo que Ángel está pasando por mucho ahora, soy muy observadora, lo sabes, estos últimos días que nos hemos vuelto a reunir después de aquella acampada, parece que está... Deprimido. —comentó, estuve algo de acuerdo con ella, pero no dije nada, así que siguió hablando. —Te has vuelto muy cercano a él. Incluso Bruno pasa diciéndolo, creo que está celoso, pero eso da igual. Lo que quiero decir, es que deberías tratar de pasar un buen rato con él, antes de que te vayas.

—Ya lo había pensado antes, es la primera vez que soy tan cercano a un amigo, creo que lo quiero mucho, tengo miedo de que cuando regrese ya no esté. —dije, Gian empezó a llamar a su madre, Luisa lo sentó en su regazo y le quitó el carrito que tenía en sus manos y lo puso sobre el sofá. —¿Crees que se quedará aquí?

—No lo creo, Bruno dice que Ángel y Alessia quieren comerse el mundo y ser muy famosos, pero seguro que cuando regreses estará aquí de alguna manera. —Bajo mi mirada a mi regazo, ese es su sueño, al igual que yo estaré cumpliendo el mío, él lo hará con el suyo. Luisa se quedó en silencio por unos segundos.—¿Alguna vez has pensando en que se sentiría besar a alguien?

—¿Por qué el cambio de conversación tan drástico? —pregunto confundido mientras alzo mi mirada para verla.

—Solo curiosidad, ahora que ya estás tan cerca de tu sueño, ¿No te da ni un poquito de curiosidad?

—Tú puedes decirme como se siente. —Me encojo de hombros.

—Es muy diferente a sentirlo. —dijo, negué con mi cabeza, no era algo que pudiera hacer, aunque sintiera curiosidad. —Un beso no te va a alejar de lo que eres.

—¿Qué soy?

—Un sacerdote. —contestó.

—Aún no me han dado mi título, ni he hecho el seminario.

—Pero naciste para esto, eres un sacerdote ya para mí. —Sonreí, Luisa siempre decía cosas como esas y me hacían sentir bien, seguro. —¡Y serás el sacerdote que me casara algún día!

—¿Planeas casarte? —pregunte, nunca me había hablado de eso.

—Sí. También queremos un gran jardín, un perro enorme y una huerta, porque queremos cultivar nuestros propios vegetales. —contó, sus ojos brillaron y se veía tan emocionada que la dejé seguir hablando de sus sueños, sus metas, sus planes con Bruno.

Pero no dejé de pensarlo, ¿por qué Ángel no me había dicho que había regresado a su casa? ¿había hecho algo malo antier y no me di cuenta? Quizás lo había herido de alguna manera, tal vez en realidad si estaba molesto de que me fuera, pero no era para siempre, yo volvería y quería que él estuviera ahí, quería que siguiera siendo mi amigo.

¿Era acaso eso un pensamiento egoísta? Seguramente sí, porque las personas eran libres y yo no debía querer retenerlas solo para mí, me sentí mal por mis pensamientos y me sentí aún más mal cuando por mi mente se plantó una pregunta, ¿cómo se sentiría besar a Ángel? Su boca era bonita, su sonrisa era muy atrapante y... Estaba pensando tonterías y todo por culpa de Luisa y sus preguntas extrañas, yo necesitaba saber que se sentía besar, porque no era algo que fuera a hacer todos los días, un sacerdote no hacía esas cosas.

🌈

Supe que no era mi padre, cuando escuché los leves golpes en la puerta, mi madre era la única que hacía eso, ella solo tocaba la puerta y esperaba que la dejara entrar, miré la pantalla de mi celular, Ángel había respondido mis mensajes como normalmente lo hacía, ya pronto anochecería y aún no me había dicho que había regresado a su casa y que no me hubiera dicho me hacía sentir un extraño vacío en mi pecho, solté un leve bostezo y le respondí un mensaje a una compañera, era mi pareja para el trabajo final que debíamos entregar la próxima semana.

—Adelante. —dije finalmente, la puerta se abrió y Elena entró, seguía con su uniforme del trabajo, seguro acababa de llegar del trabajo. —Hola, mamma.

Ella no respondió, solo se sentó en el espacio libre de mi cama, apoyando su cabeza contra la pared, alzó su mano y tocó mi cabello levemente, siempre hacía eso cuando yo era más pequeño, era una leve caricia, apenas se sentía, me observo por un largo rato, yo hice lo mismo, hasta que ella finalmente detuvo su caricia y bajó la palma hasta acunar mi mejilla, me sonrío.

—Siempre le pedía Dios un niño, quería ser madre, pero tu padre y yo llevábamos mucho tiempo intentándolo y no sucedida, entonces le pedí a Dios con todas mis fuerzas. —murmuro, me quedé en silencio, sin saber que decir, dejándola hablar. —Y cuando te tuve en mis brazos, eras tan pequeño y supe en ese instante que jamás te querría lejos y que te cuidaría, siempre. Tu padre, Luisa, Ángel e incluso algunos vecinos y amigos me lo han dicho, los padres deben dejar a sus hijos en algún momento, porque ya no son nuestros niños, son adultos, pero jamás quise que fuera así, no es justo. ¿Por qué no puedo verte o hablar contigo? Porque esta religión es tan exigente y parece que cada vez me aleja más de ti. ¿Qué pasará después de ese seminario? ¿Volverás a casa? ¿Qué harás?

—Yo...—Ella me interrumpe.

—Pasaras todo el santo día en la iglesia, muchos sacerdotes incluso terminan viviendo allí, lo he visto, aunque algunos lo nieguen, es verdad, se alejan tanto de su familia y al final solo son eso. —Aparto su mano de mi rostro y suelto un leve suspiro algo molesto por sus palabras. —¡Quiero que vivas! No que te encierres en un lugar a escuchar los problemas de los demás, no quiero que des una misa, quiero que vayas a la iglesia con tus hijos...

—¡Estoy viviendo! ¡Cada día lo hago y tú solo me detienes! —grito, la boca de mi madre se abre y se vuelve a cerrar, sus ojos se tornan llorosos y rápidamente me arrepiento de haberle gritado. —Lo siento, no debí gritarte. Sí estoy viviendo, estoy haciendo lo que me gusta, amo escuchar a las personas, hablar de Dios, darles un poco de fe a través de mis palabras, me encantan las iglesias, me generan mucha paz, cuando estoy ahí me siento libre, soy yo.

—Pero no era lo que quería para ti. —murmuró, las lágrimas caían por sus mejillas.

Me sentía muy mal por haberle gritado.

—Pero si es lo que necesito y quiero y eso debería ser suficiente para ti, soy una persona que está cumpliendo sus sueños, sus metas. —contesté, ella negó varias veces con su cabeza.

—No puedo ni quiero entenderlo, creí que lo más difícil que pasaría siendo madre sería que llegaras un día con cabello azul o que fueras parte de alguna banda hippie, jamás esperé esto, es que incluso hasta cuando ibas creciendo tu padre y yo hablamos y cuando llegamos a creer la posibilidad de que fueras gay, no nos preocupamos, lo hubiéramos aceptado, entendido. ¡Me causa tanta gracia! Muchos padres deseando que sus hijos sean más cercanos a Dios y ahora yo no soporto justo eso, que quieras ser un sacerdote. ¡Hasta parece tonto! Enojada con mi hijo por ser tan estudioso y dedicado. —Y entonces empezó a reírse, sin parar.

Y me asustó, porque no dejaba de hacerlo, me acomodé mejor en mi cama y la tomé de las manos, ella seguía riendo con lágrimas en sus ojos, no dejé de mirarla, no tenía ni la menor idea de que hacer. ¿Debería de llamar a urgencias? ¿Por qué no dejaba de reírse? Solté una de sus manos y agarré mi celular sin saber bien que hacer, pero entonces su risa se detuvo, la miré y ella se tiró sobre mí, llorando fuertemente, apoyando su barbilla en mi hombro, dejé mi celular en la cama y la abracé.

—Lo siento, lo siento mucho. —murmuraba una y otra vez.

—Está bien, no pasa nada, lo comprendo. —le dije, moví la palma de mi mano por su espalda tratando de ayudarla a calmarse, pero ella seguía llorando fuertemente. —No me iré para siempre, volveré y seguiremos viviendo juntos, no los dejaré.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Hacer promesas estaba mal, no era algo que debiera hacer, pero lo hice, por ella, porque era mi madre y la quería, pero era cierto, mi plan después del seminario era volver a la casa, conseguir trabajo en alguna iglesia y finalmente dedicarme a dar fe y esperanza por medio de la palabra de Dios, mostrarle a las personas que no estaban solas, porque donde estuviera el perdón, la fe y el amor todo era posible. 

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