Extraña sensación
Ángel
Los días habían pasado muy lentos, demasiado para mi gusto, Bruno decía que exageraba, pero realmente para mi habían sido los días más largos de mi vida, a pesar de haber hablado con Evan uno que otro día fueron conversaciones muy cortas o simplemente nos poníamos de acuerdo para la visita al museo que tanto quería ir, al final Luisa, su mejor amiga y Bruno nos acompañarían, así que finalmente la conocería y ni entendía por qué estaba nervioso, pero me importaba, quería darle una buena impresión, además de que Evan me había hablado muy bien de ella, probablemente era una increíble persona.
—Ángel... ¡Ángel! —Alessia me hizo salir de mis pensamientos con sus gritos. —Al fin, ¿Me estás escuchando?
—No, lo siento. ¿Qué decías? —pregunté.
—Estaba pensando que podríamos ensayar este sábado...—la interrumpí apenas escuché.
—No, no puedo. —dije, Alessia frunció el ceño. —Tengo planes, desde hace mucho y no los voy a cancelar.
—Oh, está bien. —respondió, ella miró al suelo y yo rápidamente me sentí mal, quizás mi manera de contestarle no fue la mejor.
—Lo siento, en verdad no puedo cancelar. —dije, posé mi mano sobre su hombro dando un pequeño apretón. —Lo estás haciendo bien, Alessia, serás una buena Hermia.
—Últimamente Sergio anda más exigente, solo estoy un poco estresada. —mencionó, yo asentí. —Nos vemos luego, Ángel. —Alessia besó mi mejilla y comenzó a caminar a la salida del teatro.
—Nos vemos.
Me sentía extraño, como si el día fuera muy diferente, apagado, no me gustaba que fuera así, incluso el clima no estaba a mi favor y tenía frio, definitivamente no fue una buena decisión no traer un abrigo, mi celular sonó sacándome de mis pensamientos, lo saqué del bolsillo de mi pantalón y contesté rápidamente al notar que era Bruno.
—No te tengo buenas noticias. —Fue lo primero que dijo, solté un bufido.
—¿Qué pasó?
—Lexa está embarazada, encinta, preñada, como se diga. — Golpeé mi frente con la palma de mi mano. —Serás abuelo, ve el lado positivo. —Escuché sus risas de fondo.
—Esta situación no es graciosa, Bruno. —me quejé.
Ya había agendado su cita para que fuera esterilizada para la próxima semana y justo pasaba esto, ¿cuándo había pasado? No tenía la menor idea, simplemente hace unos días la vi más obesa de lo normal y me asusté, por eso le pedí a Bruno que la llevara al veterinario mientras yo ensayaba con Alessia, se supone que Lexa ni salía de casa y yo no había visto a ningún gato abusador cerca.
Que poco responsable había sido, era mi culpa.
—¿Qué más dijo la veterinaria?
—Que la veía muy bien, me dejo varias recomendaciones, las apunté, luego te las envío por mensaje. —Asentí a pesar de que no podía verme. —No te preocupes, vamos a cuidar a Lexa y a mis sobrinos muy bien.
—Creo que mi madre se volverá loca cuando se entere, espero Lexa no sea de esas gatas que tienen como seis crías. ¿Dónde estás?
—Voy de camino a tu casa a dejar a Lexa.
—Perfecto, nos vemos ahí entonces. —colgué sin esperar su respuesta, agarré mi bolso que tenía sobre una de las tantas sillas, lo coloqué sobre mi hombro y comencé a caminar a la salida del teatro.
🌈
—¿Estás ocupado? —pregunto apenas contesta la llamada, escucho el sonido de la lluvia de fondo y el ruido de voces probablemente universitarios ya que Evan seguía en la universidad.
—No, ¿Qué pasa? ¿Cómo estás? —dijo finalmente permitiéndome escuchar su voz.
—Lexa está embarazada. —Comento mientras agarro mi bolso y salgo del auto, ya estaba en el garaje de casa. —Siento que mi madre me va a echar de casa cuando se entere.
—¿Crees que eso sea posible? Cualquier cosa sabes que mi casa es tu casa, de Lexa y tus futuros nietos también. —contestó, sonreí. —Acabo de salir de clase, iba a comer con Luisa, pero al final me canceló.
—Oh, ¿Quieres venir a mi casa? Yo podría cocinar, soy un experto. —hablé sin ni siquiera pensarlo, abrí la puerta trasera que daba al jardín trasero. —Si quieres, sino no pasa nada, igual nos veremos este sábado, entiendo que no quieras verme tan seguido, seguro estoy siendo un intenso ahora y...
—Me encantaría, Ángel. ¿Cuál es tu dirección?
No estaba preparado para una respuesta positiva realmente, mi mirada se posó en el gran ventanal que había en la sala de estar, Bruno, Lexa y Francesca estaban allí y ni siquiera habían notado mi presencia en el jardín, esa sensación extraña seguía en mí, pero trate de ignorarla y responderle a Evan, después de todo seguíamos en llamada.
—Te la envío por mensaje, ¿En cuánto tiempo llegas?
—Iré a casa a dejar las cosas de la universidad y voy, seguro en una hora estoy ahí. —respondió. —Voy a colgar, apenas esté allí te llamo.
—Perfecto, acá te espero.
Definitivamente no estaba preparado para un plan tan improvisado, ni siquiera tenía el mejor vestuario para que nos viéramos, me tendría que cambiar y definitivamente debía echar a Bruno de casa, quizás era un poco celoso o tonto, pero temía que Bruno y Evan se hicieran muy buenos amigos, después de todo los dos eran increíbles personas y además Bruno y Evan convivirían mucho el día que visitáramos el museo, podía quizás ser un poco egoísta y tener a Evan solo para mi este día.
Apenas llego a la sala Francesca y Bruno se quedan en silencio, frunzo el ceño y me cruzo de brazos, Lexa se levanta del regazo de Bruno y camina hasta mi en medio de maullidos, me agacho un poco para tocar su cabeza y revisar que todo esté bien.
—¿Estaban hablando mal de mí? —pregunté fingiendo indignación, Bruno rascó su cuello y eso definitivamente no era una buena señal.
Le envíe la dirección de casa a Evan y luego guarde mi celular en el bolsillo de mi pantalón.
—Nunca, es solo que tu madre me dio una noticia hoy. ¿Tienes hambre? —Negué con mi cabeza. —Bueno, será comida solo para ti, pequeño Bruno.
—Creo que tampoco habrá comida para él, Bella. —Bruno bufó. —¿No tenías algo importante que hacer justo ahora? Creo que ya vas tarde.
—Para nada, podría pasar lo que resta del día aquí. —comentó, incluso recostó su cabeza sobre el sofá.
—Seré un mal amigo y te diré que necesito que te vayas. —dije, Bruno tocó su pecho dramáticamente y fingió dolor.
—¿Hago comida o no? —preguntó Francesca.
—No.
—Sí. —respondió Bruno, luego negó con su cabeza y se levantó del sofá, le dio un beso en la frente a mi segunda madre y golpeó mi frente con la palma de su mano. —TE pasas, espero que luego tengas una explicación que valga la pena, te odio.
—¡Me amas! —grité, él me enseñó su dedo del medio y camino hacía la salida principal.
Bruno hizo que la puerta sonara fuertemente cuando la cerró, miré a Francesca esperando que me dijera la noticia que mi madre le había dicho y ella suspiró mientras movía sus manos de un lado a otro.
—Tu padre regresa este domingo, solo serán unos pocos días y luego se irá. —dijo, solté un suspiro yo también, probablemente la extraña sensación que había tenido en el día había sido por esto, que diversión.
—Mientras no haya esas incomodas cenas en familia, por mí no te preocupes. —respondí, me levanté del sofá y caminé hacía la cocina.
—¿Estás bien? —preguntó ella mientras me seguía.
—Sí, tranquila. Hoy vendrá un amigo, creo que cocinaré algo. ¿Hay pasta? —Ella asintió y yo caminé hasta la alacena, apenas la abrí empecé a sacar todo lo que necesitaría. —Es Evan, es sobre el chico del que te estuve hablando.
—Oh. ¡Al fin lo voy a conocer! Espero que no se espante cuando pruebe tu comida. —Ella acarició levemente mi hombro, definitivamente estaba bromeando, después de todo ella había sido la que me había enseñado a cocinar. —¿No ocupas ayuda?
—No, haré algo sencillo, llega dentro de poco.
—Te acompaño entonces.
Evan
No sabía dónde estaba.
Definitivamente nunca había estado en este lugar y lo peor de todo es que Ángel no me contestaba, el taxi me había cobrado demasiado caro y ahora no tenía dinero para devolverme a casa, me encantaba complicarme un poco, solo un poco digamos.
El lado positivo es que definitivamente aquí nadie me asaltaría.
Hago el intento de llamar una vez más a Ángel, pero al tercer tono me rindo y decido ir a tocar timbre por timbre, quizás mi suerte no sea tan mala y logre encontrar su casa rápido, en la primera casa ni siquiera me contestan, así que decido pasar a la segunda y tocar el timbre, aunque siendo sincero siento que es una casa muy extravagante y inmensa para tan pocas personas, después de todo Ángel me había dicho que solo vivía con su madre y Francesca y Lexa.
Decido esperar unos segundos y luego volver a tocar un timbre, finalmente cuando ya me estoy dando por rendido sucede.
—Ya tenemos jardinero, gracias. —respondió una voz, fruncí el ceño porque no veía a nadie, hasta que noté que había sido desde un pequeño megáfono.
Ahora tenía cara de jardinero, seguí caminando por la acera hasta que finalmente llegué a la tercera casa, toqué el timbre y mientras esperaba alguna respuesta acomodé mi bolso sobre mi espalda, había traído el ajedrez viejo de papá para que jugáramos, solo esperaba que a Ángel le gustara jugar.
—Debes ser Evan, pasa, pasa. —Escuché el sonido del portón siendo abierto, suspiré de alivio y di algunos pasos hasta que encontré a una mujer algo bajita y sonriente frente a mí. —Soy Francesca.
—Mucho gusto, gracias por recibirme. —respondí, ella caminó junto a mí, hasta que nos nos detuvimos en un lindo comedor. —¿Y Ángel?
—Oh, ya viene. Se fue a su habitación a cambiarse. —dijo, yo asentí, coloqué mi bolso sobre una de las tantas sillas y miré a mi alrededor, era una gran casa muy bonita. —¡Ángel! ¡Evan ya está aquí!
—¡Te escuché! Ya voy en camino.—escuché los pasos apresurados de Ángel y luego finalmente llegó hasta donde estábamos con Lexa en sus brazos. —Lo siento, Ev. No escuché tus llamadas, espero no hayas tenido ningún imprevisto.
—Tranquilo, todo bien. —respondí, sonreí, él sonrió de vuelta, se acercó con Lexa aún entre sus brazos, acaricié su pelaje y luego reí. —Serás abuelo.
—Al parecer, no hay vuelta atrás. —contestó, se la quité de los brazos y la coloqué contra mi pecho, era muy suave. —Ya está lista la comida. ¿Quieres comer ya? ¿Cuánto tiempo tenemos?
—Mi último autobús sale a las...—me interrumpió.
—Si quieres puedo ir a dejarte, no me molesta, además tengo que ir a dejarle unas cosas a Bruno, así que igual tengo que salir.
Definitivamente que Ángel se ofreciera llevarme a casa había sido una gran bendición para mí, después de todo llegar hasta acá no había sido nada barato para mí.
—Está bien, gracias y sí podríamos comer ya. ¿Qué hiciste? —pregunté curioso, la verdad tenía curiosidad de saber que tan bien cocinaba.
—Sígueme. —dijo, lo seguí sin pensarlo dos veces. —¡Cómo te fue en la universidad? — caminamos por un corto pasillo lleno de cuadros mientras caminábamos.
—Bien, algo cansado, pero vale la pena. —respondí.
Iba a decir algo más, pero no pude decirlo, esta definitivamente era la cocina más amplia y linda que había visto, probablemente a mi madre le hubiera encantado, Ángel me miró curioso después de unos segundos, deje a Lexa en el suelo y el camino hasta un mueble color blanco donde se podían ver distintos tipos de platos, vasos y copas.
—Hice pasta, no me quise complicar mucho la verdad. —Asentí y me acerqué a la cocina donde había varias ollas, pasta en salsa roja, mi preferida. —Espero que no seas alérgico a nada de lo que usé, el hospital está muy lejos.
—Tu casa está muy lejos de todo. —murmuré y él asintió totalmente de acuerdo. —Pero es muy bonita.
—Hace poco mi madre la remodeló de nuevo, tiene la maña de hacer eso seguido, me alegra que te guste. —contestó. —¿Dónde quieres comer?
—¿Dónde se puede comer? —pregunté.
—En el jardín, en el comedor principal que es donde dejaste tu bolso, en el desayunador o en el comedor pequeño que está por allá. —Señaló detrás de mí, giré un poco mi cabeza. —Yo casi siempre ceno ahí.
—Entonces comamos allí. ¿Sabes jugar ajedrez? —pregunté.
—Maso menos, me gustan más las cartas. —contestó mientras sacaba los platos donde supongo nos iba a servir.—Antes jugaba mucho, pero luego mi pasión por el teatro acaparó todo mi tiempo.
—¿Te gustaría jugar? Traje uno. —comenté, Ángel asintió, empezó a servir la pasta en uno de los platos. —Luisa está extrañamente emocionado por lo del museo.
—Oh. Bruno igual. —respondió. —Ya quiero que sea sábado, esta semana se me ha hecho eterna.
—Me pasó lo mismo, creí que era el único que lo había pensado. —dije, Ángel soltó una leve risita. —Tengo muchos trabajos pendientes.
—Si necesitas ayuda, acá estoy, aunque no se mucho soy bueno escribiendo rápido y buscando información que sea de fuentes confiables. —dijo, caminé hasta el pequeño comedor y me senté en una de las sillas.
—Lo tomaré en cuenta, gracias. —Miré a mi alrededor. —¿Y Francesca?
—Probablemente se fue a recostar un rato o ver televisión y mi madre probablemente llega mucho más tarde, hoy era noche de té con sus amigas o algo así. —Ángel caminó hacía con uno de los platos en sus manos, lo colocó frente a mí. —Ya casi te traigo el queso. ¿Quieres agua, fresco o algún batido? También hay gaseosas,
—Lo que tomes tú. —respondí, Ángel me miró indignado y luego me dio la espalda para seguir trayendo lo que faltaba,
Después de unos pocos minutos ambos estábamos sentados disgustando la cena que él había preparado y siendo sincero estaba muy bien, más que bien, era bueno cocinando realmente, sentía una tranquilidad indescriptible cuando convivía con Ángel, creo que esa había sido la razón por la que había aceptado su invitación, había pasado días bastante difíciles en la universidad, mi madre había estado molesta conmigo y ni siquiera sabía el porqué, así que lo necesitaba, necesitaba un sitio tranquilo, donde pudiera tener conversaciones monótonas o como fueran, llevaba muy poco de conocerlo, habíamos hablado muy pocos estos días, pero aun así había notado que estar cerca de una persona tan diferente a mí, con tantas cosas que contar, me ayudaba, en poco tiempo Ángel se había vuelto un amigo muy importante para mí.
🌈
—Creo que voy a tener que ensayar un poco más por aparte con mi Hermia. —comentó Ángel, alcé mi mirada del tablero para mirarlo, parecía que estaba mirando un mensaje en su celular. —Alessia parece que está apunte de tener una crisis, unos compañeros supuestamente dijeron algo sobre ella en un grupo, le he dicho que no debería de importarle lo que los demás piensen, ella se esfuerza y o hace bien.
—Pero aun así siente lo contrario. —respondí, Ángel asintió. —¿Vas a ensayar más con ella entonces?
—Creo que sí, una hora más después de cada ensayo. —contestó, Ángel miró el tablero y suspiró. —Otra vez me vas a ganar. —se quejó.
—Cada vez pienso que en realidad no sabes jugar. —murmuré entre risas y él bufó. —¿Y si hacemos otra cosa?
Ángel se quedó en silencio totalmente pensativo hasta que finalmente se levantó de su silla y sonrió totalmente ilusionado, solo esperaba que eso fuera algo positivo.
—Vamos a los columpios. —dijo, fruncí el ceño totalmente confundido. —No te burles, tengo un pequeño secreto no tan secreto, es mi manera de memorizar los guiones y para relajarme.
—¿Cómo? —Le pregunté mientras me levantaba y lo seguía a mi parecer hacía la cocina de nuevo.
—Me columpio mientras los digo en voz alta, tranquilo no son columpios de niños. —abrió una gran puerta que nos hacía salir de la cocina y nos mostraba el gran jardín trasero.
Y si, estaba en lo cierto, Ángel tenía columpios en una esquina del lugar, parecían que estaban en muy buen estado y lo pude comprobar segundos después cuando me senté y me columpié a su lado.
Llevaba muchos años sin hacer esto, realmente no entendía como pude haber olvidado la sensación, el viento contra mi cara despeinando mi cabello, las risas, la altura, entendía porque Ángel tenía esto en su casa, si yo pudiera mañana mismo pondría uno en la mía, cerré mis parpados por un momento y me permití sentir, esa sensación de estar vivo, con ganas de seguir a pesar de cada obstáculo, estaba empezando a creer que una de las mejores cosas que me habían pasado era que un desconocido me pidiera mi ropa, porque de lo contrario no tendría a este amigo a mi lado.
—¿Te diviertes? —preguntó en un momento de esa tarde, casi noche.
Ambos lo habíamos notado, Ángel me había mostrado una parte muy privada de él y me sentía afortunado por saberlo, incluso un poco especial, después de todo este era su espacio donde soltaba su arte, donde se convertía un personaje y mostraba su pasión, me sentía cómodo y esperaba que él no se estuviera arrepintiendo, porque para mí esta había sido uno de sus días bonitos, donde las preocupaciones se olvidan y te sientes libre.
—Sí, gracias por esto, Ángel. —contesté.
Me di cuenta que haciendo cualquier cosa con él podía hacerme sentirme tranquilo, podía divertirme, podía reír y probablemente incluso llorar, Ángel parecía tener muchas inseguridades, no entendía el porqué, porque lo único que yo veía era un chico bueno, divertido y extraordinario, un chico que tenía columpios en su casa y que le pedí su ropa a un desconocido con tal de hacer lo que le apasiona, alguien valioso y sobre todo un buen amigo.
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