Desvelos, pero para bien
Ángel
Alessia llego a las ocho de la noche, no éramos muy cercanos, pero cuando recibí su llamada no dude y le dije que podía venir, no entendí muy bien lo que decía, pero necesitaba quedarse en algún lugar al menos por esta noche y acepté, era mi Hermia y no la iba a dejar desamparada, lo que no esperaba es que llegara con su ropa hecha un desastre, su maquillaje corrido y con lágrimas sobre sus mejillas, apenas la dejé pasar y estuvimos en mi habitación me abrazó, ocultó su rostro en mi pecho y sollozo.
Algo en mi pecho se contrajo, no me gustaba ver a la gente sufrir.
—Tranquila, estoy aquí. —acaricié su cabello mientras ella me abrazaba con fuerza, sentí sus lágrimas mojar mi camisa. —Respira conmigo, vamos.
Alessia dejó de ocultar su rostro, yo la tomé con mis manos de las mejillas y limpié sus lágrimas, poco a poco siguió el ritmo de mi respiración hasta que estuvo más tranquila, después de un largo tiempo donde solo nos miramos ella me soltó, su rostro estaba irritado y se veía tan triste, tan joven.
—Gracias. —susurró.
—No es nada. ¿Quieres darte un baño? Podría prestarte algo para dormir, creo que...—Ella me interrumpió.
—Eso estaría muy bien. ¿Dónde está el baño? —preguntó, yo le señalé la puerta de mi baño, ambos caminamos hasta allí, saqué unas toallas limpias y se las ofrecí.
Ella empezó a quitarse su camiseta rota, no pregunté el porqué del estado de sus prendas, parecía como si alguien las hubiera rasgado con sus propias manos, incluso el short que tenía puesto, me asustaba un poco que fuera por abuso, pero preferí darle el tiempo y el espacio que necesitara.
—Voy por la ropa que te voy a prestar. —dije, ella asintió, parecía ido viendo su camisa rota ahora en el suelo.
No sabía que más hacer, así que apenas encontré un pantalón de pijama, la camiseta gris más pequeña que tenía regresé, ella no había cerrado la puerta, ya estaba dentro de la ducha, miré a otro lado rápidamente, los vidrios eran más transparentes de lo que recordaba, coloqué la ropa sobre el váter y justo cuando iba a salir ella me llamó.
—Ángel.
—¿Si?
—No te vayas, por favor. —murmuró, sentí un nudo en mi garganta, porque su voz sonó desesperada, me quedé.
Me senté sobre el suelo de mi baño y esperé, esperé por largos minutos hasta que ella salió, cerré mis ojos mientras esperaba que ella se secara y se vistiera, cuando sentí su mano sobre mi cabeza los abrí, ahora ella tenía mi ropa puesta y claramente se le veía enorme, pero al menos ya no tenía esas prendas rotas, me levanté del suelo y le sonreí.
—¿Mejor?
—Mejor. —respondió, ella agarró su ropa del suelo, soltó un leve sonido de disgusto y la tiró en el basurero, no pregunté. —Lo siento por lo de antes, creo que hasta moquee en tu camisa.
—Tranquila, no es nada. —le resté importancia, una lágrima rodó por su mejilla y yo la limpié rápidamente con uno de mis dedos. —¿Cómo puedo ayudarte?
—No me dejes sola, tengo mucho miedo, Ángel. —contestó, asentí, la estreché en mis brazos. —Él dijo que me mataría si decía algo, pero Ángel mi madre estaba destrozada, yo no lo soporté.
—¿Quién es él?
—Mi padre, él le hace mucho daño a mi madre y yo no pude aguantarlo más y esto fue lo que gané. —Ella alzó un poco la camisa y yo miré totalmente sorprendido, varios hematomas sobre su abdomen, milagro no tenía una costilla rota, podía imaginar que habían sido golpes muy fuertes, como si le hubieran dado una paliza con todas sus ganas. —Sé que debo denunciarlo y lo haré, solo que hoy no, hoy no puedo más.
—Está bien. Te acompañaré cuando estés lista. —dije inmediatamente, ella asintió, luego hizo una mueca. —¿Duele?
—Duele demasiado, siento que hasta que me cuesta respirar. —contestó, volví a entrar al baño, saqué la crema milagrosa que Francesca me había comprado, Alessia no dejaba de mirar todo lo que hacía. —Dime que tienes manos delicadas.
—No tengo idea, pero son más bonitas que las de Bruno. —le dije, ella sonrió. —Pero si quieres le puedo decir a mi...
—No, hazlo tú, por favor. —dijo, asentí y le señalé la cama.
Ella se recostó sobre esta, alzó la camisa un poco más arriba de la cintura, me puse de rodillas sobre mi cama, Alessia no dejó de mirarme, abrí la crema, era como un gel, coloqué un poco en mis manos, cuando la usaba en las heridas que me hacía cuando salía a correr o cuando iba de campamento con Bruno me aliviaba un montón y esperaba que le ayudara a ella, porque toda esta situación era tan complicada y yo ni sabía si estaba haciendo las cosas bien.
—Es como un gel, algo frío. —le mencioné, ella asintió y yo empecé a aplicarlo sobre su vientre, Alessia balbuceó una maldición, me detuve.
Mi celular sonó, iba a ignorarlo, pero Alessia lo agarró de la mesita de noche, simplemente respondió la llamada y colocó mi celular contra mi oreja.
—¿Hola? —dije dudoso, ni siquiera pude ver quien era.
—Hola. ¿Estás bien? Hace ratos no respondes y me preocupé. —dijo Evan, una sonrisa se posó en mi rostro, me apliqué más crema en mi mano. —¿Estás ocupado?
—No, todo bien. —respondí, le pregunté a Alessia con la mirada si podía seguir.
—Sigue, se siente bien. —respondió, mis manos se volvieron a posar sobre su abdomen con suma delicadeza.
—¿Estás solo o ahora escucho voces? —preguntó.
—No escuchas voces, estoy con Alessia. —contesté, pasé mi mano por su costado derecho, parecía ser el hematoma más grave, soltó un suspiro de alivio.
—Oh, lo siento. Te llamaré luego mejor, no interrumpo.
—No. No interrumpes nada, ¿Qué pasa? —dije rápidamente temiendo que colgara, terminé de esparcir la crema por su abdomen y ella me mostró su codo donde también tenía un golpe, coloqué crema allí también.
—Solo quería saber si estabas bien y lo estás. —Dejé la crema sobre la mesita de noche, Alessia me agradeció, yo tomé mi celular y caminé hasta el baño para lavarme las manos. —Lamento interrumpir, pásalo bien con Alessia.
—Oh, pero si la estoy pasando muy mal, no tengo idea de que hacer. —susurré bajito para que él escuchará, abrí el grifo del lavamanos. —Ayúdame, Ev.
—¿Por qué la estás pasando mal? Creí que estabas...—Lo interrumpí al comprender por donde iba a el tema.
—No, jamás, por Dios como vas a pensar que te voy a contestar si estuviera teniendo... en esa situación. —murmuré, solté una risilla nerviosa. —Alessia tuvo un problema familiar grave, le dije que viniera a casa porque me dijo que no tenía a nadie y ahora está en mi cama, triste y con tantos problemas.
—Oh. —Fue lo único que dijo Evan.
—No ayudas. —me quejé.
—Lo siento, no estaba preparado para esta conversación. —responde, después escucho su bostezo, probablemente sea muy tarde para él, seguro estaba estudiando. —¿Le preguntaste qué necesitaba?
—Me dijo que no quería estar sola.
—¿Y qué haces aquí? Ve a acompañarla, es lo que hacen los... ¿Amigos? —dijo lo último dudoso.
—Es mi amiga sí y eso haré. Luego hablamos, Ev. —le dije.
—Buenas noches, Ángel.
Colgué, coloqué el celular dentro del bolsillo de mi pantalón de pijama, lavé mis manos y luego casi que corrí para estar al lado de Alessia, ella seguía en la misma posición, solo que había puesto la camisa en su lugar, ya no lloraba, puse mi celular de nuevo sobre la mesita de noche, ella miró a Lexa que estaba dormida sobre una de las tantas almohadas de mi cama.
—Es muy bonita. —Asentí dándole la razón. —¿Era tu novio?
—¿Quién?
—Evan. —dijo, reí, ella dejó de mirar a Lexa y posó su mirada en mí.
—Es un amigo. —respondí.
—Entonces te gusta. —aseguró.
—No lo sé.
—¿Complicado? —preguntó.
—Mucho. —dije, ella palpó el lado de la cama invitándome a subir, le hice caso y me recosté a su lado. —Espero que la crema te ayude.
—Gracias, seguro lo hará, tus manos son muy suaves. —respondió, miré el techo, creo que ella también lo hizo. —Debes creer que soy una mentirosa.
—¿Con qué?
—Sobre que no tengo a nadie, siempre ando rodeada de personas, es raro creerlo. —dijo, me quedé en silencio. —No tengo amigos a pesar de ser tan sociable, lo más cercano a uno eres tú, mi Romeo.
—Está bien. Igual siempre puedes venir a mí si necesitas cualquier cosa. —respondí, ella emitió un sonido de afirmación. —Menos para ensayos de tres horas antes de una audición, eso sí que no.
—Me hieres. —Ella soltó un leve bostezo.
—Trata de dormir, me quedaré aquí.
—¿Me das tu mano? —no respondí, entrelacé mi mano con la suya, la miré, ella cerró sus ojos y después de un rato yo hice lo mismo.
Evan
No pude dormir absolutamente nada, cuando había acabado el trabajo y me iba a acostar, mi alarma sonó, agradecí que quedé totalmente complacido con el resultado, pero aun así mi cuerpo me pedía un largo descanso, por suerte hoy solo tenía una clase en la mañana y una reunión por la tarde con unos compañeros por un trabajo grupal, si estaba con suerte acabaría pronto y podría dormir por el resto del día, así que con ese pensamiento entré a la ducha.
Casi grité al sentir el agua fría sobre mi cuerpo, al parecer la ducha se había dañado de nuevo, mi cabello húmedo tapada mi visión e incomodaba mis ojos, pronto debía cortarlo, me terminé de bañar, me vestí, me miré en el espejo del baño, peiné mi cabello con mis dedos, miré el tarro de gel, fingí que no existía y salí en busca de un desayuno rápido.
Casi me quise poner a llorar cuando vi el emparedado sobre la mesa y el zumo de naranja, pero por las prisas solo comí rápidamente rogando que no me dejara mi bus, cepillé mis dientes, guardé mi celular en mi bolsillo, coloqué mi bolso sobre mi hombro y salí corriendo de casa.
Lo entretenido de ir a la universidad es que no eras el único que siempre andaba con prisas, todos parecían en sus mundos, preocupados por sus carreras, sus trabajos, sus vidas, pero seguían siendo personas que caminaban de un lado a otro en busca de su clase, al igual que yo, aunque como llevaba tanto tiempo entre estos edificios ahora costaba que me perdiera, apenas entré, me senté en los asientos del frente, varios compañeros me saludaron y correspondí a su saludo.
Después de largas horas y cortos recesos finalmente la profesora nos dejó irnos, aunque antes nos recordó que la próxima semana tendríamos una evaluación muy importante, la próxima semana no solo esa evaluación tendría, definitivamente este fin de semana no tenía descanso y debía estudiar muchísimo, hasta me plantee si hacía bien yendo mañana a comer a casa de Ángel, pero ya no era algo que pudiera cancelar o que quisiera, quería convivir con mis amigos.
Eso me sorprendió.
Antes solo éramos Luisa, Gian y yo y aún no comprendía como tan rápido esos dos se habían vuelto parte de mi vida, pero así sucedió, Ángel y yo hablábamos casi todos los días, Bruno pasaba mandando memes al grupo que todos respondíamos, Luisa parecía que empezaba a ver a Bruno como algo más que un amigo.
¿Y yo? Yo tenía a Ángel, quizás la amistad masculina más cercana que tendría en toda mi vida.
Lo empezaba a querer, incluso me empezaba a preocupar tanto que sin importarme la hora lo llamaba como lo había hecho la noche anterior, aunque definitivamente no había sido buen momento, yo que siempre trataba de no malpensar las cosas, había malpensado todo y siendo sincero aún no estaba muy seguro del todo, pero era normal, Ángel no era ni iba a ser sacerdote, estaba bien que tuviera una vida muy diferente a la mía.
Quizás por eso ayudaba tanto a Alessia, seguro gustaba de ella, pero aún no lo aceptaba.
Ángel: Esta mañana he terminado de ayudar a Alessia con todo lo que necesitaba, aunque al final llegué a la conclusión de que se quede unos días en mi casa, no puede regresar donde su familia.
Ángel: ¿Crees que hice bien?
Evan: Sí, si ella no tiene donde quedarse, hiciste bien.
Ángel: Ella se une a nuestros planes de mañana.
No sabía cómo me hacía sentir eso, apenas la había conocido esa vez en la cafetería, además de que dadas las circunstancias, no sabía quién estaría más incómodo, quizás ella no quería ver a nadie, si por lo que me había dicho Ángel la situación fue muy grave, me senté en el suelo de uno de los tantos pasillos del edificio mirando fijamente mi chat con Ángel, quizás lo mejor era dejar los planes para otro momento donde ella estuviera mejor.
Mi celular vibró, al parecer no era el único que llamaba cuando no respondían, estuve apunto de colgarle y solo responderle por mensaje, pero siendo sincero prefería escuchar su voz, además de que siempre prefería las llamadas, era todo más sencillo y rápido.
—¿No quieres que se una a nuestros planes? Si es así ya mismo la meto en mi habitación y no la dejo salir hasta que se vayan. ¡Es broma, Alessia! —dijo, escuché el sonido de algo quebrándose, luego la risa de la chica de fondo. —Pagarás ese jarrón.
—No tengo problema con eso, solo que no lo sé, quizás ella necesite espacio, no ver a un montón de personas desconocidas. —respondo, Ángel se ríe y yo sonrío. —¿No crees que es mejor para dejarlo después?
—No, ella es hasta más sociable que nosotros dos juntos, además ya me estoy cansando de ver solo su cara. —contesta, definitivamente si Ángel estaba intentando algo con ella iba por muy mal camino y eso que yo no sabía nada de chicas. —Ella misma me dijo que no lo cancelara.
—¿Seguro? —pregunto.
—Segurísimo. ¿Estás libre ahora?
—Sí, tengo el tiempo justo para almorzar y luego tener una reunión con unos compañeros. —contesto, a pesar de que aún no me he movido, ni he ido a la cafetería, hoy era uno de esos donde Luisa y yo no coincidíamos para almorzar juntos. —Aunque estoy agotado, deseara solo dormir.
—Supuse que ayer te quedaste hasta tarde haciendo algún trabajo, espero la reunión acabe pronto y puedas dormir. —dice, saco de mi bolso un cuaderno para revisar unos apuntes. —¿A qué hora vienen mañana?
—¿A las dos?
—A las dos entonces, ¿Gian ya come, verdad?
—Tiene cuatro años. —respondo, Ángel no responde y yo rio. —Sí, ya come. ¿No sabes nada de niños?
—No mucho, he convivido con pocos y tampoco está en mis planes tener.
—¿Por qué no? —pregunto.
—Ya sabes, la idea de ser un actor exitoso y andar viajando por el mundo, no creo que sea un buen ambiente para un niño. —contesta, yo suelto un leve bostezo, vuelvo a guardar el cuaderno en mi bolso. —Pero adoro a los niños, no le digas a Luisa lo contrario. ¿Nunca quisiste ser padre?
—No, creo que mi madre cree que salí defectuoso o quizás está resentida, nunca será abuela. —digo, me levanto del suelo y finalmente me decido a ir a la cafetería.
—Noté algo de eso en la cena. ¿No quiere que seas sacerdote?
—Creo que hubiera preferido que hasta fuera hippie. —respondo, Ángel ríe. —¿Y Alessia?
—Con Francesca, yo me vine a los columpios. —Ángel bosteza y me contagia, lo imito y cubro mi boca con mi mano libre. —Los hippies caen bien.
—¿Hubiera sido un buen hippie?
—Seguro sí, pero estás bien siendo tú, se nota que te hace feliz y seguro pronto tu madre lo entenderá. —dice, yo suelto un leve suspiro esperando que así sea. —Algunos padres solo quieren la felicidad de sus hijos y tus padres parecen ser de esos.
—¿Y tus padres?
—Bueno, Ana es de esos padres, en cambio mi padre no, ese es un tema difícil. —responde, Ángel vuelve a bostezar. —Siempre ha sido una persona horrible, espero nunca lo tengas que conocer.
—¿Tan malo es? —pregunto, entro a la cafetería y me uno a la fila de estudiantes que están esperando a ser atendidos.
—Sí, odia la carrera que escogí, le doy asco solo por ser yo y lo peor, no quiere a Lexa. —responde, siento una gran molestia por ese hombre, definitivamente no valoraba el hijo increíble que tenía.
¿Quién no podría querer a Lexa? Ese hombre definitivamente era muy malo.
—Sé que no soy tu padre, pero yo te admiro, jamás me darás asco, verte actuar es genial y yo adoro a Lexa. —dije, empecé a avanzar en la fila. —Y estoy seguro que varios pensamos igual.
—Espero que eso nunca cambie. —susurró bajito.
—No lo creo, eres mi amigo y aunque suene medio precipitado, me gustaría que supieras que te quiero. —Saqué la cartera del bolsillo de mi pantalón, pronto tendría que hacer mi pedido. —Gracias por ser mi amigo.
—Yo también te quiero, Ev.
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