Dame un tiempo
Ángel
—Repitan la escena una vez más. —volvió a decir Sergio, solté un bufido fastidiado, ya era la quinta vez que lo decía. —¿Algún problema, Ángel? Si la estamos repitiendo tanto, es porque parece que no estás escena.
Todos se quedaron en silencio, los que estaban frente al escenario miraron asombrados al director, era la primera vez que lo escuchaban dando una queja sobre mí, pero no fue algo que me sorprendiera a mí, sabía que no estaba dando mi mayor esfuerzo en el ensayo de hoy, Alessia me miró preocupada y yo le sonreí levemente, estaba bien, Sergio tenía razón.
—Lo siento, volveremos a empezar. —respondí, Sergio pareció complacido con mi respuesta y se volvió a sentar en su silla.
Esta vez me obligué a mí mismo a pensar que realmente era Lisandro, como si realmente estuviera en esa época, viviera perdidamente enamorado de Hermia y como si realmente estuviera en aquel bosque fantasioso, incluso en sus comedias a Shakespeare se le daba por dar finales trágicos, después de terminar la escena finalmente Sergio pareció complacido y nos dio un descanso de diez minutos.
—Hace mucho que no te regañaban en escena, debí grabarlo. —Se acercó mi mejor amigo, este traía mi botella con agua y yo se la arrebaté para beber un sorbo.
—No te lo tomes en serio, Ángel. Lo hicimos bien, Sergio es un exagerado. —dijo Alessia, yo negué con mi cabeza.
—Tiene razón, no estaba aquí, yo... No sé qué me pasa. —dije, Bruno dijo algunas de sus líneas en voz alto repasando. —Creo que necesito relajarme un poco.
—Vayamos de fiesta. —dijo Alessia, Bruno dejó de mirar su libreto. —O solo podríamos tomar algunas copas en algún bar, no hacer mucho desastre.
—No creo que sea buena idea. —dijo Bruno para sorpresa de ambos.
—Yo creo que unas copas no estarían mal. —contesté, Alessia nos miró a ambos confundida.
—¿Cuándo se invirtieron los papeles?
—Ángel, Sergio me pidió que te dijera que fueras donde él. —Carlo trotó hasta nosotros y creo que dijo su mandato demasiado alto solo porque quería que todos lo escucharan, lo ignoré y caminé hasta donde el director, este seguía en su silla.
No lo negaré, estaba algo nervioso, como había dicho Bruno antes, llevaban desde la universidad sin llamarme la atención en escena, casi siempre trataba de hacer las cosas lo mejor posible, meterme en el personaje, apenas estuve frente a él me miró detenidamente y sentí que esté podía ver hasta a través de mí, Sergio era un profesional, había visto algunas de sus obras antes de finalmente audicionar para ser parte de su elenco, no fue una tarea fácil.
—Si es por lo de antes lo siento, no se volverá a repetir. —dije, Sergio movió su mano restándole importancia, fruncí el ceño.
—Sé que no pasará, eres un buen actor.
No supe que responder, costaba demasiado que Sergio diera un cumplido de ese calibre.
—Te llamaba para decirte algo más. —Sergio juntó sus manos sobre su regazo. —Un viejo conocido vendrá a la primera audición, quiere conocerte.
—¿A mí? ¿Por qué?
—Se llama Walter Harkness, debes saber quién es, es bastante conocido en el medio. —Por poco me voy de espaldas al escuchar el nombre de uno de los mejores directores de cine de la época saliendo de los labios de mi director. —No te impresiones tanto, tampoco es para tanto, le he hablado muy bien de ti, no me dejes en mal.
—No lo haré. —respondí inmediatamente. —Pero, ¿Por qué a mí?
—Creo que estás hecho para algo más que los protagónicos de Shakespeare, debes aprovechar ese talento y no serás joven toda tu vida, tu momento es ahora. —dijo, sentí demasiada presión en mis hombros al oírlo decir esas palabras, pero también mucho orgullo, orgullo por mí. —Pero Ángel, será mejor que no hables de esto con los demás, no quiero problemas detrás de escena.
—No se preocupe, no diré nada. —respondí.
—¿Por qué sigues aquí? Eso es todo, vuelve al escenario. —Asentí varias veces y finalmente me alejé de él.
—¡Se acaba el receso! ¡A trabajar todos! —exclamó Sergio a mis espaldas, escuché algunos bufidos y suspiros de cansancio.
Pero ahora yo ya no estaba cansado, ni estresado, solo podía pensar en la gran oportunidad que se aproximaba, Alessia tenía razón, esta obra tenía que salir perfecta, quise contarle a Evan, decirle lo nervioso y emocionado que estaba, pero ya habían pasado tres días y él no me había hablado, ignoré la sensación de tristeza que quiso regresar a mí, estaría bien, debía contarle a Bruno y Alessia cuando saliéramos del teatro.
🌈
—¡Definitivamente ahora si tenemos que salir! ¡Hay que celebrar! —gritó Alessia desde la parte trasera del auto, Bruno tapó sus oídos, yo acababa de contarles lo que me había dicho Sergio. —¡Que genial!
—Sí, pero no grites más Alessia, nos vas a dejar sordos. —se quejó Bruno, yo mantuve mi mirada al frente mientras conducía. —Ángel a mi déjame en casa.
—Oh, ¿Por qué? —preguntó Alessia.
—Mi hermano vino de visita. —le respondió él.
—¡¿Tienes un hermano?!
—Alessia si sigues gritando así, te mataré. —dijo Bruno, aceleré un poco y adelanté algunos autos. —Y sí, solo que tenemos poco contacto, él vive en New York.
Y tenía razón, a veces hasta olvidaba que Bruno tenía un hermano, este era mayor que nosotros por tres años, sabía que Bruno lo admiraba y lo quería muchísimo, solo que se veían muy pocas veces al año, en toda mi vida de amistad con Bruno solo lo había visto tres veces y se me hizo una persona muy seria, nada parecido a su hermano, pero supongo que si era una buena persona.
—¿No saldrás de fiesta con nosotros? —preguntó, Bruno negó con su cabeza y ella bufó.
—Ni me van a extrañar, seguro la pasan increíble.
Y definitivamente más tarde cuando Alessia y yo estuvimos sobre el increíble bar del que tanto hablaba yo extrañé la presencia de Bruno y deseé que viniera a salvarme, porque Alessia definitivamente se iba a los extremos, tenía que llevarme nada más y nada menos que a un bar gay. ¡Un puto bar gay! Y se suponía que el plan era ir por unas copas.
—¿Te gusta? —preguntó, ella tomó mi mano y me hizo caminar con ella hasta la entrada y la vi tan emocionada que no tuve más opción que seguirla.
—No está mal, pero creí que solo iríamos por unas copas. —dije a su oído, a pesar de que aún estuviéramos fuera del loco, la música ya era muy fuerte.
—Y a eso vinimos. —Habían unas pocas personas haciendo fila, pero ella las ignoro y fue hasta el frente. —Hola, Manu.
—Oh, tanto tiempo Ale. ¡Pasa, pasa! —le dijo el tipo de seguridad, yo lo miré extrañado, pero Alessia me jaló y en cuestión de segundos estuvimos dentro del bar.
Y yo definitivamente ya no estaba acostumbrado a esto.
La iluminación era poco, había luces de colores que se movían de un lado a otro, una gran barra atestada de gente probablemente pidiendo alcohol y muchas personas, bailando, bebiendo, ligando y algunos besándose en rincones y apenas eran las diez de la noche, agarré a Alessia de su mano temiendo que se perdiera y me dejara solo entre ese montón de personas.
—Vamos a pedir algo de tomar. —me dijo, la seguí cuando empezó a caminar entre la gente hasta llegar a la barra.
Creí que íbamos a tardar una eternidad para lograr que nos atendieran, pero una vez más cuando uno de los que atendía la reconoció y la saludó emocionado, ella hizo el pedido, pero por la música alta no logré escucharla, solo esperaba que no hubiera pedido algo extraño.
—¿Vienes mucho a este bar? —le pregunté curioso.
—Oh, el dueño es mi ex, terminamos en buenos términos. —respondió y entonces lo entendí todo.
—Acá tienen, diviértanse. —El chico de antes puso dos vasos bastante grandes sobre la barra, iba a sacar mi tarjeta para pagar, pero Alessia negó con su cabeza, me extraño que los vasos tuvieran tapa y pajilla, pero preferí no preguntar. —¡Regresa pronto, Ale! Haces falta.
Ella le sonrío, agarró los vasos y me ofreció uno a mí, ella bebió un sorbo rápidamente y sonrío totalmente complacida, la imité, esperaba un sabor totalmente apestoso a alcohol, pero lo único que sentí fue un sabor dulce, placentero y refrescante, fruncí el ceño. ¿Había pedido alguna bebida normal sin alcohol? No me importaba, era aún mejor.
—Lo disimula muy bien, pero después de tres de estas pierdes el conocimiento, Romeo. —dijo y yo como un tonto no le creí y seguí tomando largos sorbos.
Me gustaban mucho las bebidas dulces.
Tendría problemas graves de salud si seguía así.
—¡Vamos a bailar!
La seguí y bailé, bailé junto a ella cada canción que sonó, otras personas se nos unieron, nuestra bebida se acabó y pedimos otra, seguí bailando cuando mi cuerpo se sintió más ligero, Alessia me presentó varias personas, las saludé como si las conociera de toda la vida, un chico con el que bailé me invitó a salir del bar y negué su invitación, seguí bailando, Alessia se besó con una chica y un chico, volvimos a bailar juntos, no hizo falta que bebiera más, había olvidado lo fácil que era para mi alcoholizarme, terminé mareado, cansado y feliz, pero seguimos en la pista de baile por mucho rato más.
Sentía que podía comerme el mundo en ese instante.
Mi carrera estaba avanzando.
Lexa estaba bien y en control.
Viviría con mi mejor amigo en un futuro cercano.
Era un buen Lisandro.
Mi madre y Francesca estaban orgullosas de mí.
Había vuelto a sentir, a pesar de que no fuera correspondido.
Y estaba en un bar gay donde nadie me juzgaba por ser yo.
Evan
Sonreí, me levanté del pupitre y dejé el examen sobre el escritorio de la profesora, después casi salí corriendo del edificio, ese por fin había sido mi último examen de la semana, me esperaba un fin de semana libre de trabajos y estudio, casi había olvidado lo que era eso, habían sido unos días difíciles, sino estaba en la biblioteca, estaba en mi habitación en vela estudiando o ayudando a un compañero a repasar cierto tema que se le complicaba, mantuve mi mente ocupada tanto como pude, porque no quería pensar en mí, mis decisiones y en cierta persona que aunque había conocido hace no mucho apreciaba.
Luisa no entendía por qué aún no había hablado con Ángel y yo aún no sabía si mi porqué era una excusa o era verdad, pero quería hablar con él en persona y ser sincero, no sentía que un mensaje o una llamada fuera suficiente y esta semana que había pasado no me podía dar el lujo de darnos ese momento, pero ahora estaba libre, apenas eran las diez y media de mañana y aunque estaba nervioso y temía que Ángel no quisiera ni verme, me obligué a salir de la universidad, subirme a un taxi e ir a su casa.
En el camino pensé una y otra vez en que sería lo primero que le diría, pero nada parecía ser suficiente, cuando finalmente estuve frente a su casa, me rendí, lo mejor era improvisar, toqué el timbre, esperé, nadie salió a recibirme, fruncí el ceño, volví a tocarlo, sucedió lo mismo, fruncí el ceño y lo volví a tocar.
Ángel casi siempre salía correr en las mañanas, pero ya a esta hora era muy tarde.
Volví a tocar el timbre y finalmente la puerta principal fue abierta, Alessia salió, traía el maquillaje corrido, parecía un mapache, tenía mal puesto un vestido dorado brillante e iba descalza, su cabello estaba amarrado en una coleta mal hecha, ella me miró y tapó su boca sorprendida.
—¿En serio, Evan? ¿No podrías venir en otro momento? —murmuró, él portón se abrió y entré.
—¿Estás bien? —pregunté preocupado.
—Oh, Ángel está peor. —respondió ella y yo me preocupé aún más.
—¿Qué tiene? ¿Está enfermo? —No esperé su respuesta, entré a la casa y subí las escaleras de dos en dos hasta llegar a su habitación.
Me detuve en la entrada de su habitación cuando escuché las arcadas, Alessia me alcanzó casi sin aire, caminé hasta acercarme a su baño, Ángel estaba casi apoyado en el váter, seguía dando arcadas, pero nada salía de su garganta, estaba pálido, no tenía camisa, tenía el pecho lleno de vomito, hice una mueca, él lloriqueó aún sin notar mi presencia, su cabello estaba húmedo y siendo sincero un olor asqueroso me llegaba, casi hasta sentí arcadas yo.
—Cielos, estás hecho un asco. —murmuré, tapé mi boca apenado, eso no era lo primero que debía decirle.
Ángel dejó de ver el fondo del váter y movió su cabeza hacía un lado apenas, me miró horrorizado y se movió en el suelo hacía atrás, pegando su espalda contra la pared.
—Oh, Alessia, te mataré. —murmuré apenas, ocultó su rostro con sus brazos y rodillas.
—¿Estás mal del estómago? —pregunté torpemente.
—Le cayó mal la bebida y tiene resaca. —respondió ella por él, entró al baño, yo me quedé en el marco de la puerta sin animarme a entrar. —Deberías bañarte, te sentirás mejor.
—Dime que me imaginé a Evan y que no está junto a la puerta. —murmuró, ella se carcajeó y negó con su cabeza. —Oh Alessia, no volveré a salir contigo jamás.
—¿Puedo ayudar de alguna manera? —pregunté.
—¿Sabes hacer café? —preguntó Alessia, asentí.
—¿Dónde está Francesca? —pregunté.
—Es su día libre y mi madre está de viaje con sus amigas. —Ángel finalmente me habló, asentí y ya sin poder evitarlo tapé mi nariz con mis dedos. —Lo siento, ya seguro sí que no te puedo dar más asco.
—No me das asco, no digas eso. —respondí, pero Ángel ya no me miraba.
—Quiero vomitar, joder. Me siento tan mal. —murmuró al borde de las lágrimas.
Me sentí mal por él.
—Haz el café, Evan. Yo me encargo. —me dijo Alessia, esta pasó su mano sobre la espalda de Ángel tratando de hacerlo sentir mejor.
Le hice caso.
Bajé a la cocina y después de varios minutos finalmente encontré el café, preparé para dos, porque probablemente Alessia también querría uno, no se veía tan mal como Ángel, pero si se veía agotada, vaya noche habían tenido esos dos para terminar en ese estado.
Después de casi una hora finalmente los dos bajaron, Ángel seguía sin camisa, pero ya no apestaba a vomito y ahora usaba un pantalón de pijama, Alessia ya no tenía nada de maquillaje en su rostro, tenía puesta una pijama con estampado de animalitos y llevaba en su mano varios papeles que tiró sobre el desayunador, serví el café en las dos tazas que ya tenía lista, Ángel se sentó en una de las sillas y apoyó sus codos sobre el desayunador, Alessia agarró una taza con café, besó mi mejilla.
—Gracias y hola, creo que no te saludé antes. —dijo, le sonreí y le resté importancia, puse la otra taza con café frente a Ángel.
—Gracias. —murmuró bajito.
—Mira Ángel, no me odies. ¡Mira el montón de admiradores! —exclamó Alesssia mientras se sentaba a su lado, ella agarró uno de los papelitos. —Uy, a este lo recuerdo. Oliver, que moreno. Deberías llamar a alguno, ¿Qué tal aquel taxista que besaste como agradecimiento por traernos? Aunque si está un poco mayor.
—Cielos, Al por favor no sigas. —murmuró bajito de nuevo Ángel.
Reí, no pude evitarlo.
Nunca me imaginé en una situación como esa.
—No debiste tomarte ese tercer vaso, dijiste que ya te sentías mareado. —le dijo ella, yo me senté en una de las sillas, frente a ellos. —Te dije que al tercero pierdes el conocimiento.
Ángel no le respondió, agarró la taza de café y bebió un sorbo, después su mirada se posó en mí, soltó un largo bostezo, Alessia se levantó de la silla, se tomó el café como si fuera agua y luego dejó la taza sobre el lavaplatos, nos miró a ambos y soltó un leve suspiro.
—Iré a dormir, tengo que recuperar esas ocho horas perdidas. —dijo, no esperó que le respondiéramos y salió de la cocina.
Nos quedamos en silencio por un rato, Ángel bebía de su café con calma, seguía viéndose igual de pálido y eso me preocupó un poco, me iba a levantar a prepararle algo para que comiera, probablemente tenía el estómago vacío, pero él habló.
—¿Qué haces aquí?
—Venía a hablar contigo. —respondí, rasqué mi nuca nervioso.
—Vienes a pedirme que me aleje, que no te vuelva a hablar, ¿verdad? —dijo, negué varias veces con mi cabeza, Ángel tomó otro sorbo de su café y suspiró. —Dime que no vienes en ese plan de querer hacerme cambiar, yo no estoy defectuoso, Evan. Te juro que no hago daño a nadie.
Sonó afligido, como si decir cada una de esas palabras le dolieran.
Me sentí culpable.
—No, jamás querría que cambiarás. —respondí, temblé, porque no supe cómo seguir, las palabras se atoraron en mi garganta.
Ángel me miró, sus ojos estaban llorosos.
—Estoy sensible, Evan. Han sido unos días de mierda, así que solo di lo que tengas que decir de una vez. —dijo, cerré mis ojos fuertemente, no quería verlo, porque verlo tan mal me dolía.
—Te juzgué, no supe cómo reaccionar y me arrepiento. —Abrí mis ojos, miré hacía el suelo. —También han sido unos días difíciles, supe que me equivoqué al día siguiente, pero preferí esperar, estaba en exámenes, no tenía tiempo y quería hablarlo en persona.
—Así que solo dejaste que pasaran los días mientras yo creía que te daba asco, que me odiabas, que me alejarías...—lo interrumpí.
—No creí que pensarías esas cosas.
—Pero lo hice. —respondió.
—Lo siento, lo siento tanto. —murmuré, pasé una mano por mi cabello tirándolo hacía atrás. —No debí juzgarte, no tenía ningún derecho, creí que había aprendido tanto, creí que sabía escuchar a las personas, hacerlas sentir seguras, en confianza, porque eso es lo que un sacerdote debe saber, pero fallé. Te fallé a ti como amigo y me fallé a mí mismo.
Levanté mi cabeza, me atreví a mirarlo, Ángel mantuvo mi mirada, dejó su café olvidado sobre el desayunador, pasó sus manos por su cabello húmedo, parecía agotado.
—Dame tiempo. —dijo y sentí que me iba a poner a llorar en ese instante.
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