Contando verdades

Ángel

—Evan yo soy una persona que quiere diferente, lo que quiero decir es que no soy como lo típico, ya sabes, bueno no, no sé si sabes, pero bueno que soy alguien complicado y extraño, no muy normal. ¡Mentira! Soy normal, soy una persona, con gustos diferentes, pero... ¡Dios! —Paso una mano por mi cabello exasperado, Bruno me mira y luego termina riéndose de mí. —Lo sé, eso fue muy penoso, pero no sé...

—Soy gay, es lo único que tienes que decir, no tienes que decir tanto, ve al grano. —me dijo y yo solté un gemido afligido. —Igual que gracias a Alessia ya sabemos que no es homofóbico.

—No sé, tampoco habló mucho del tema. —dije, me tiré en el piso del teatro y Bruno me imitó. —Parece que no sabe nada, seguro que no sabe ni que es asexual o bi.

—¿Y eso qué? Que a veces ni yo sé, aún sigo confundiendo a los pansexuales con los bisexuales. —dijo Bruno, suspiré. —Él dijo que no vino a este mundo a juzgar, así que no te va a juzgar por tus gustos.

—Lo sé, pero tengo miedo de que sea diferente. —dije finalmente, esta vez Bruno fue el que suspiró. —Ya sabes, es algo nuevo, a veces las personas reaccionan diferente. ¿Y si deja de abrazarme o no me deja tocar su cabello nunca más? Igual es hombre y a mí me gustan los hombres, seguro va a pensar que me lo quiero mandar o yo que sé.

—Que, si quieres, pero no lo vas a hacer. —contesta, le doy una patada en la espinilla y él maldice. —¡Es verdad! ¡No te mientas a ti mismo!

—No grites, que están ensayando y luego Sergio nos echa del teatro. —digo mirando de un lado a otro. —Y en realidad, creo que mi pobre alma se conformaría con un beso.

—¿Hace cuánto no tienes sexo, Ángel? Tu vida sexual me preocupa, amigo.

—Oh cállate, promiscuo. —le digo, Bruno me da una patada y yo chillo. —Eres un imbécil.

—Desde aquella vez en los Ángeles, ¿Verdad? —No digo nada y él sigue. —Eso pasó hace dos años, joder, no sé cómo haces.

—Tengo manos, Bruno.

Tampoco es que mi vida sexual me preocupe mucho, había muchas maneras de divertirse sin necesidad de una persona más.

—No es lo mismo. —responde.

No le respondo.

—A riesgo de sonar como un preadolescente, yo también me conformaría con un beso. —Lo miro sorprendido y él se ríe. —Es Luisa, no sé qué me hizo, pero no dejo de pensar en ella.

—A riesgo de sonar como un imbécil creí que ya la habías besado, siempre eres rápido para esas cosas. —menciono recordando sus ligues anteriores. —¿Qué estás haciendo?

—Quiero ir despacio, ya te había dicho, citas y todo lo demás. —Bruno se sentó en el piso y yo seguí tirado en el suelo. —Aunque tiene una vida muy ocupada, vamos más que despacio.

—Me imaginé, tengo entendido que trabajo, estudia y es madre. —respondo, mi celular vibra en el bolsillo de mi pantalón, lo saco y miro el mensaje de Alessia. —Vamos, ya me toca.

—¿Ya han ensayado los besos?

—Sabes que no es necesario. —dije, Bruno me ayudó a levantarme. —Aunque Sergio regreso más intenso de lo normal.

—Por eso decía.

Y sí, definitivamente Sergio había llegado más intenso y estresado de lo normal, nos hizo repetir escena tras escena, incluido los besos, incluso Bruno que siempre salía tan hablador del teatro con costo y se despidió de nosotros y se fue a su casa a descansar, Alessia y yo pasamos por un local de comida rápida a comprar papas fritas y por casa de una vecina suya que le tenía una maleta con su ropa, una que su madre le había preparado, no pregunté nada, después de eso nos dirigimos a casa mientras ella comía papas y yo pensaba como rayos le diría a mi madre que Alessia se quedaría más que unos días en casa.

—Creo que podría darle algo de lo que ganamos en las funciones a tu madre, por las molestias. —me dijo, negué con mi cabeza, ella me metió una papa a la boca y yo la comí. —A veces desearía que me apareciera una oportunidad para hacer una película o serie.

—¿En serio?

—Sí, no ganamos nada mal en las funciones, pero aún así. —dijo, asentí totalmente de acuerdo con ella, yo dependía más de mis ahorros, había sabido administrar mi dinero, de lo contrario probablemente ni auto tendría. —¿Tú no?

—Sería increíble, claro que me gustaría.

—¿Te imaginas tú y yo siendo los protagonistas de una película? Seguro ganaríamos hasta premios. —dijo, reí, Alessia pensaba en grande. —Es en serio, deberíamos de intentarlo.

—¿Qué?

—Hacer más audiciones, buscar contactos, además del teatro.

—Sergio nos mataría.

—Nuestro contrato finaliza después de la última función. —respondió, volvió a meter una papa en mi boca, me detuve en un semáforo. —Podemos volver a firmar para la siguiente obra o buscar más opciones.

—Tienes razón.

—Lo sé, siempre. —La miré un momento, el semáforo se puso en verde y seguí manejando. —Oye, te tengo que contar algo.

—Dime.

—Me gustaste el año pasado.

—Lo sé. —respondí a riesgo de sonar egocéntrico, miré a Alessia y ella se echó un puñado de papas a la boca. —No fuiste muy discreta.

—¿Qué me delató? —preguntó mientras masticaba.

—Quizás esa vez que te restregaste sobre mí cuando estábamos actuando, creo que intentaste despertar algo. —Giro a la izquierda y aceleró un poco. —O ese beso de la última función de Romeo y Julieta, fue más duradero de lo normal.

—Joder, que vergüenza siento ahora. —responde, yo me encojo de hombros. —No me arrepiento porque fue perfecto, además mi niña interior al fin tuvo a su Romeo, aunque fuera solo en escena.

—No sabía que quisieras que alguien se suicidara por ti. —murmuré, apenas vi el portón de casa, quité el seguro y este comenzó a abrirse para dejarnos entrar.

—No eso, pero sí que me amarán como si fuera lo único, lo más importante. —dijo, asentí, entendía ese deseo, pero no sabía que la había hecho sentir así, incluso a ella. —Pero bueno, ya lo dije, ahora podré besarte sin sentirme rara.

—¿Te sentías rara? —pregunté, metí el auto en el garaje, ambos salimos del auto y yo lo miré, estaba bastante sucio. —¿Me ayudas a lavar el auto mañana?

—Claro. —respondió enseguida, ambos caminamos hasta adentrarnos a la casa. —Y pues sí, como culpable, por no haberte dicho.

—¡Es que todas son iguales! ¿No me puedes hacer el favor? —dijo mi madre, ella y Francesca estaban en la cocina.

—Dígale usted.

—Francesca solo son unas cortinas, además eres mi empleada. —Ana se cruzó de brazos, Alessia las miraba a ambas curiosa, mientras yo las veía junto al marco de la puerta aburrido. —Yo te pago para que hagas lo que te digo.

—Ahora va a salir con el dinero, si hace años que no me hacen un aumento. —le respondió Francesca.

—Y tienes el descaro de quejarte, tienes mejor sueldo que cualquier empleada de todo Italia. —Mi madre agarró un puñado de sal y lo tiró como si nada dentro de una de las ollas, Francesca agarró un cucharón de madera y la señaló con este. —¿Ahora me vas a pegar?

—No seas dramática y fuera de mi cocina.

—¡Es mi cocina! —exclamó mi madre.

—Buenas tardes. —dije pasando por en medio de ellas dos, mi madre finalmente notó mi presencia y puso cara de afligida. —¿Qué pasa con las cortinas?

—Que a tu madre le recuerdan sus tiempos de mujer casada y sumisa, le da cosa decirle a Denise que las cambie. — respondió Francesca, mi madre le tiró un trapo y este rozó mi nariz.

—Iré a mi habitación, ustedes no tienen remedio. —dije, miré detrás de mí, Alessia siguió mis pasos.

—Me encanta tu familia. —dijo mientras subida las escaleras de dos en dos.

Se veía mejor, definitivamente salir de su casa le había ayudado y empezaba a acostumbrarme de su presencia en casa. 

Evan

Hoy era uno de esos días difíciles, esos que se notaban en el rostro de Luisa de una manera bastante deprimente, sus ojeras se marcaban más y sus ojos estaban irritados de tanto llorar, a pesar de que ya habían pasado años el dolor seguía siendo igual de intenso, su marido cumplía años hoy y como todos los años ambos íbamos y le dejábamos flores en el cementerio, pero ella no decía nada y yo solo hacía lo de siempre, estar allí, apoyar mi mano sobre su hombro y recordarle que no estaba sola.

Eran apenas las nueve de la mañana y a las diez ambos deberíamos estar en clase, así que la visita fue rápida, silenciosa y Luisa no dijo más que monosílabos de regreso, Gian estaba en la guardería, igual hoy probablemente se quedaría con su abuela, ya que Luisa no estaba en condiciones para cuidarlo, seguro trabajaría toda la tarde en el restaurante de su tío, luego iría a su casa y lloraría, porque esa era la rutina de ese día, no lo entendía, pero lo comprendía y por ello no dude en darle un abrazo y un beso en su frente antes de despedirme y asegurarme de dejarla en su edificio.

Luego fui a mi edificio y me llevé la sorpresa de que mi profesor había faltado porque estaba enfermo, así que varios compañeros junto a mí fuimos a la biblioteca a estudiar para el examen que tendríamos esta tarde, pasé el resto de la mañana en eso y luego almorcé junto a ellos, todos parecían igual de estresados que yo, pero era ese simple nerviosismo por hacer un examen, me sentía preparado, ayer había pasado parte de la tarde y la noche estudiando, incluso le había leído varias veces mi resumen de los temas a Ángel cuando hicimos llamada y hasta preguntas me había hecho y las respondí con confianza, estaba más que preparado.

Justo minutos antes de que tuviéramos que hacer la prueba mi celular sonó, ya estaba sobre mi pupitre esperando las hojas, lo saqué rápidamente antes de que el profesor pidiera que los guardáramos, era un mensaje de mi madre que me hizo sentir pequeño, insuficiente y quizás un poco más que dolido.

Elena: Lo he intentado cariño, juro que lo hago, pero yo no soy tu padre, no puedo simplemente ignorarlo y fingir que todo está bien, no quiero que te pases toda la vida en una iglesia, lejos de nosotros, yo te amo tanto. Me gustaría verte tener una familia, hijos, me gustaría que viajes por el mundo, que conozcas personas tan lindas como Ángel, Luisa y esos chicos de los que nos hablaste ayer en la cena. No me importa el dinero invertido, deja esa carrera, has algo más, por favor.

No le respondí.

Guarde el celular dentro de mi bolso y cuando tuve el examen frente a mí respondí las preguntas tratando de ignorar la presión en mi pecho y el nudo en mi garganta, porque había estudiado para esto y no iba a salir huyendo a llorar ahora, apenas lo terminé, lo entregué, no esperé a mis compañeros como habíamos acordado en hora de almuerzo y caminé, caminé por todos los pasillos hasta que me tranquilicé, cuando sentí que el enojo había pasado saqué mi celular del bolso y llamé a mi padre.

El segundo tono respondió.

—¿Qué pasó, hijo? ¿Todo bien?

—No, parece que nada está bien. —dije, mi boca tembló, me senté en el suelo y me apoyé en la pared de una de las tantas aulas del edificio. —¿Tú finges?

—¿De qué hablas? Hijo estoy en el trabajo, ¿no podríamos hablarlo en casa? Estoy llenando el celular de cemento. —murmuró, solté un leve sollozo sin poder aguantarme más.

—¿Piensas igual qué madre? ¿Te gustaría que estudiara otra carrera?

—Yo solo quiero que seas feliz. —respondió.

—Pero no quisiste esto para mí, tampoco quieres que sea sacerdote. —murmuré bajito, mi voz salió rasposa y limpié las lágrimas de mis mejillas con mi mano libre.

—¿Luisa está contigo? Hijo yo te adoro, así como eres y tu madre también, a veces solo hablamos desde nuestros sueños egoístas. —dijo, agaché mi cabeza y miré mis regazos mientras sorbía por mi nariz. —¿Crees que a tu madre le gustaría que fueras policía? Seguro que también haría un drama.

—Estoy solo. —respondí y quizás lo hablé no solo desde el punto de vista físico, me sentía solo.

Me sentía solo en esto, en mis sueños y metas.

—No te molesto más, sigue trabajando, lo siento por interrumpir. —dije, mi padre soltó un largo suspiro. —Creo que hoy dormiré en casa de Luisa, no quiero ver a mi madre por ahora.

—Lo entiendo, hablaré con ella. Llama a Ángel hijo, yo no sé mucho sobre qué decirte, pero él seguro te dará consuelo, lamento que esto sea así.

Como lo había hecho ya tantas veces y todo seguía igual.

Después de despedirnos colgué, entré a mi chat con Ángel y me debatí entre si llamarlo o no, esta semana habían retomado los ensayos y probablemente estaba muy ocupado, además de que Alessia seguía en su casa y ya lo había llamado ayer, finalmente dejé de pensarlo tanto, éramos amigos, los amigos siempre estaban cuando más se necesitaban.

Lo llamé.

—Hola, Ev. ¿Cómo te fue en tu examen? —Fue lo primero que dijo cuándo contestó, no pude decir ni una sola palabra y Ángel espero unos segundos. —¿Estás bien?

—No lo sé, creo que no. —dije finalmente y para sonar más penoso sorbí por mi nariz.

—Oh, ¿estás en la universidad? Voy para allá. —dijo, negué con mi cabeza varias veces.

—No, tranquilo. Ya es muy tarde. —respondí.

—No importa, podemos vernos y así hablamos más tranquilos.

—¿Y Alessia? —le pregunté, no quería que la dejará sola.

—Ella está haciendo un pastel con Francesca y mi madre. Ya me estoy subiendo al auto. —avisó, suspiré, me levanté del suelo y empecé a caminar hacía el estacionamiento. —Te compraré un helado y luego podríamos ir a esa plaza que queda por tu casa.

—No quiero ir a casa. —murmuré.

—Entonces andaremos por el auto sin rumbo hasta que te sientas mejor y te contaré al fin lo que te tenía que decir el jueves.

—Eso suena bien, ya deberías de dejar tanto el misterio. —respondí.

—Está bien, debo colgar. Llegaré en quince, Ev.

—Está bien, te espero. —colgué.

🌈

Ángel realmente me había comprado un helado y ahora conducía por la carretera principal como había dicho que lo haríamos, sin rumbo, yo tenía la ventana abajo y el viento hacía que mi cabello se despeinara aún más, pero no me importaba, no habíamos dicho más que saludarnos y sabía que él me estaba dando mi espacio, pero quería saber que me pasaba, así que finalmente cuando me animé a hablar Ángel aceleró un poco y dejó un poco de autos atrás, me agarré del asiento.

—Lo siento, es que esos autos iban muy lentos. —murmuró, mantuvo la misma velocidad y yo lo miré mal.

—Dime que no conduces así cuando andas solo. —dije ido de los nervios, siendo sincero estaba triste, pero no quería morirme.

—Peor, pero solo cuando voy tarde, sabes que odio llegar impuntual. —respondió, dejó de mirar al frente un segundo y me miró. —Bromeo.

—No te creo mucho, la verdad.

Acabé de comer mi helado y coloqué el vaso desechable entre mis piernas.

—¿Qué fue lo que pasó? No creo que un examen te haya puesto tan mal.

—No estoy tan mal.

—Tienes la nariz roja. —dijo, toqué mi nariz y me miré en el espejo retrovisor, mentía. —Bueno no, pero si te escuchaste bastante mal.

—Es mi madre, me envió un mensaje que me hizo sentir muy mal, luego llamé a mi padre y me sentí peor. —respondí, Ángel me invitó a seguir hablando, esta vez bajó un poco la velocidad y se lo agradecí mentalmente. —Ya sabes, ella no quiere que sea sacerdote, pero yo creí que mi padre estaba bien con eso, pero en su mensaje decía que él lo ignoraba y que fingía que todo estaba bien y cuando lo llamé, entendí que las palabras de mi madre fueron ciertas.

—Y ahora sientes que ninguno te apoya. —afirmó, asentí, Ángel apretó el volante y se detuvo en un semáforo en rojo, dejó de mirar al frente y me miró a mí. —Tus padres si te apoyan, Elena y Stefano tienen miedo, probablemente sienten que serás ese tipo de sacerdote que se olvidan que tienen padres, pero tú no eres así, pero si no te apoyaran no harían el esfuerzo de pagarte la carrera, ellos quieren que seas feliz.

—Pero no me aceptan, no aceptan mi vocación. —murmuré, faltaba poco para que me pusiera a llorar de nuevo.

—No todo puede ser perfecto, Ev, así es la vida. —dijo él, el semáforo se puso en verde y avanzó. —Pero ellos son buenas personas, lo entenderán, cuando pase el tiempo seguro dejarán de tener miedo y sus pensamientos egoístas se irán.

—Eso espero.

—Mi madre también me envía mensajes así cuando estaba en los Ángeles. —comentó, fruncí el ceño, él había dicho que Ana lo había apoyado desde el primer instante. —Estar allá me nubló la mente, ya me sentía como un famoso y apenas era un estudiante, salía mucho de fiesta y tú sabes que no me gusta para nada ese ambiente ahora, pero allá es así, todo es muy desenfrenado, está este estereotipo de actor que se vuelve adicto a la fama, a las drogas, el alcohol o cualquier tontería, así que ella me mandaba mensajes y me rogaba que volviera.

—¿En serio?

—En serio, incluso vino una vez a los Ángeles y nos regañó a Bruno y a mí como no tienes idea. —dijo, me imaginé la situación, Ángel salió de la carretera principal y giró a la derecha. —Los padres hacen eso, porque ellos desean que sigamos siendo sus pequeños, las da miedo vernos crecer, no importa si eres actor, mesero o sacerdote y creo que eso es lo que más teme tu madre.

—Y que no le dé nietos nunca.

—Bueno, yo no seré sacerdote y jamás podré darle un nieto a mi madre. —respondió, Ángel me miró y se rio. —Hablo en serio.

—Alessia dijo que quería tres hijos. —murmuré sin ni siquiera pensarlo.

—Dime que no piensas que Alessia me gusta. —imploró, no pude negarlo, él se parqueó en un espacio frente a un parque. —Ella es preciosa, pero no es mi tipo.

—Se verían bien juntos, pero comprendo. —contesté, me quité el cinturón y Ángel hizo lo mismo.

—Como Romeo y Julieta, como Hermia y Lisandro. —respondió, Ángel giró un poco su cuerpo en mi dirección, pasó una mano por su cabello. —¿Te sientes mejor?

—Sí, gracias por todo. —dije, Ángel sonrío.

—Te contaré una historia, pero no puedes opinar hasta el final. —me dijo, asentí algo confuso y él siguió hablando. —La última vez que estuve en los Ángeles conocí a alguien muy famoso en el medio, esta persona fue la primera que me hizo sentir algo en mucho tiempo, es como una historia romántica al inicio, las citas, las salidas a media noche, el primer beso, la primera vez que las prendas desaparecieron, nunca había sentido tanto en mi vida, fuimos pareja, yo se lo pedí, pero lo mantuvimos en secreto todo el tiempo, me llevaba quince años.

—Eso es mucho, Ángel. —murmuré.

—No me interrumpas. —se quejó, pero sonrío, lo invité a seguir con la historia. —Nadie sabía nada, ni siquiera Bruno, esta persona se volvió posesiva y algo toxica, no le gustaba que saliera de fiesta, ni que viera a mis amigos, tampoco le gustaba como era mi relación con Bruno y claro estaba muy mal, pero yo creí que estaba muy enamorado y le hacía caso, hasta que un día le encontré unos mensajes. Se hablaba con otros compañeros de mi edad, también los invitaba a su casa y los hacía sentir especiales, así que lo terminé, Bruno y yo terminamos la carrera de actuación y volvimos a Italia. Ya todo está superado.

—Eso fue muy triste, me alegra que hayas salido de esa relación. —dije, fruncí el ceño al notar que las piernas de Ángel no dejaban de temblar y no dejaba de jugar con sus manos sobre su regazo. —Eso no es todo. ¿Por qué estás tan ansioso?

—Porque esta persona no es un ella, es un él. —Sus palabras apenas fueron audibles, pero lo entendí. —Yo... A mí me gustan los hombres. 

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