Colapso, soledad y algo para recordar

Ángel

Abro la puerta de casa, Evan y Luisa me siguen detrás, todo parece extrañamente silencioso y es algo extraño, ya que Anna y Francesca casi siempre están discutiendo por alguna tontería, eso se me hace una mala señal, pero aun así avanzo hasta llegar a la sala de estar principal y es ahí cuando lo noto.

El areno, las tacitas, la caja con sus juguetes.

Todo de Lexa.

Incluso su transportadora.

—Al fin llegas.

Siento un nudo en mi garganta cuando miro al hombre que entra en la sala, su traje hecho a la medida está perfectamente puesto, ni una sola arruga, sigue mirándome como si fuera el peor de sus fracasos, su cabello es igual al mío, solo que este es teñido porque parece que aún no acepta que la vejez lo está alcanzando, sus brazos se cruzan sobre su pecho, ahora soy apenas unos centímetros más alto que él, pero aún así me hace sentir pequeño y insignificante y este hombre que tengo frente a mí, es mi padre.

Y las cosas de Lexa están en el piso.

Y no hay nadie más.

No está Anna.

No está Francesca.

—Padre. —murmuro.

—Te pedí que sacaras a ese animal de mi casa, solo te pedí una cosa, Ángel. —dice, él mira detrás de mí y entonces recuerdo que no vine solo. —¿Y quiénes son estas personas?

No había creído que fuera tan grave, él me había escrito, nunca lo hacía, pero no creí que fuera para tanto, siempre pasa de viaje, creí que tenía tiempo, pero nadie me aviso, ¿por qué mi madre no me había avisado? ¿Dónde estaba Francesca?

—Solo son unos amigos, pero se...—No me deja terminar la oración, noto su mirada observándolos como si él fuera superior.

—Espero que no estés trayendo a personas a mi casa para tus perversidades, no quiero ver a ningún desconocido más. —Su voz suena grave, molesta.

No puedo reaccionar.

Me quede de pie allí, sin poder decir ni una sola palabra.

—Le pedí a Francesca que sacara toda esta basura, tu madre ni siquiera puede tener empleadas eficaces. —Señala con desgana las cosas de Lexa sobre el piso, tengo deseos de vomitar, de dar unos pasos más y plantar mi puño en su cara.

Es mi padre.

—¿Dónde está Lexa, Señor Windsor? —pregunta Evan, mi cuerpo tiembla.

¿Dónde está Lexa? ¿Qué hizo mi padre?

—Eso no es de su incumbencia. —dijo, dio unos pasos al frente, hasta solo estar a un paso de mí, mis uñas se hundieron en las palmas de mis manos. —Saca esto a la basura, no vuelvas a traer a ningún animal y no traigas visitas a menos que me avises antes.

El nudo en mi garganta se va, mis uñas se clavan aún más, no paro de temblar, la rabia y el enojo se vuelven más fuertes, él nunca ha sido un buen padre, esposo o hombre y esto solo es una muestra más de lo que puede hacer, tanta soberbia, tanto poder lo ha vuelto un ser despreciable y justo ahora, he perdido el poco respeto que le he tenido.

No puedo soportarlo más.

No está Anna, no está Francesca, estoy solo.

—¿Qué hiciste? ¿Dónde demonios está mi gata? —Me tiró sobre él, lo agarro de los hombros con toda la fuerza que tengo y algo en su expresión fría cambia.

Sorpresa.

—¡Responde! —grito, lo zarandeo y escucho un leve jadeo de su parte.

—Suéltame, hijo.

—¡No soy tu hijo! ¡Nunca lo he sido! Lo has dejado claro todos estos años, así que ahora dime dónde está mi gata. —Ambos nos miramos fijamente y casi odio verme reflejado en él, tan iguales, tan distintos. —No lo arruines más, solo dime donde está Lexa y me iré.

—¿Te irás? —pregunta, asiento, él se ríe. —¿A dónde irás, Ángel? No seas estúpido, eres un niño mimado, no soportarías ni un día fuera de casa.

—Ni siquiera me conoces. —murmuro, él vuelve a reír y eso me enfurece aún más, aprieto mi agarra, su rostro se contrae. —¿Dónde está Lexa?

—¡Ángel! —Mi madre grita, ni siquiera noté cuando llegó, no despego mi mirada de mi padre. —Cariño, suéltalo.

—No. ¿Dónde está Lexa?

Una mano delicada se posa sobre mi hombre, mi agarre se entorpece por unos segundos, Anna Windsor está aquí, el olor de su perfume llega a mis fosas nasales, muerdo mi labio inferior y sin poder evitarlo una lagrima rueda por mi mejilla, no es mamma, no es ella, es la esposa perfecta que finge que todo está bien.

Mis manos van a su cuello, mi padre intenta apartar mis manos en un esfuerzo inútil, en estos momentos olvido a todos los demás y lo recuerdo, lo recuerdo todo.

Los lamentos de mi madre esa noche que se enteró de que él le había sido infiel, como la hizo sentir menos.

Sus palabras de decepción y asco cuando dije que era gay.

Sus reproches, sus burlas, el desprecio que sintió cuando supo que quería ser actor.

Su desplante hacía Francesca o hacía cualquier persona que trabajara para él.

Mi Lexa.

Es todo, una y otra vez.

Su rostro se torna rojizo y lo único que puedo sentir es satisfacción.

Se escuchan gritos, siento los brazos de alguien intentando alejarme, pero no quiero soltarlo, no puedo detenerlo, escucho un pitido en mis oídos, tengo el rostro húmedo y sé que son mis lágrimas, Lexa podría estar en algún basurero o en la calle o peor aún, porque ahora lo entiendo, este hombre es capaz de cualquier cosa, siento manotazos, mi padre intenta decir algo inaudible, unas manos se posan sobre las mías, siento un pecho caliente detrás, no está intentando alejarme, me abraza.

—Lexa está bien, Francesca la escondió en su habitación. Ángel, Lexa está a salvo.

—No.

—Tienes que soltarlo. Confía en mí, dame tus manos. —La voz de Evan es como un susurro en mi oreja, tiemblo, las lágrimas siguen cayendo y eso dificulta mi visión. —Reacciona, por favor.

Y lo hago, finalmente lo hago, suelto mi agarre, mi padre cae al suelo y tose sin detenerse, me volteo y sin ni siquiera pensarlo rodeo a Evan de la cintura con mis brazos y lloro, lloro como un estúpido niño pequeño porque no se que más hacer, siento la palma de su mano en mi espalda, oculto mi rostro en su cuello, mi madre está llorando, logro escucharla, al igual que a Luisa, esta la está consolando.

Todo es un desastre.

Y yo lo provoqué.

—Lo siento. Lo siento, lo siento tanto. —Apenas soy capaz de murmurar.

—Ángel. —Mi madre me llama y yo tiemblo en los brazos de Evan. —Cariño por favor vete, hablaré con tu padre.

—No es mi padre, ya no más, Anna. —digo, sorbo por mi nariz, finjo que no quiero caer a pedazos y me suelto del agarre de Evan, la miro, está usando uno de sus vestidos floreados favoritos, probablemente porque sabía que él vendría hoy. —Y me iré y no volveré más.

—No digas eso, esto solo fue un malentendido, todo volverá a estar bien. —murmura, su voz pierde firmeza al final, su mirada va al suelo.

—Nada nunca está bien, acéptalo Anna. —Paso una mano por mi cabello, miro detrás de mí, ya vuelve a estar de pie, sigue rojo y la marca de mis dedos ahora está presente en su cuello. —Volveré por mis cosas después.

Sin decir nada más, agarro el arenero y algunas de las cosas de Lexa, Evan me ayuda, noto que Luisa se acerca a mi madre y le decía algo, esta sigue siendo un mar de lágrimas, camino rápido hasta el auto, abro la cajuela, acomodo las cosas, Evan hace lo mismo, suelto un largo suspiro, miro la puerta principal, decido ir por atrás, de todos modos la habitación de Francesca está por la cocina, prácticamente corro y eso me da un leve alivio, que se pierde por completa cuando veo a Francesca sobre su cama, ella tiene a Lexa abrazada en su pecho, apenas me ve se levanta y yo agarro a mi gata entre mis manos, me cercioro de que esté bien.

—¿Qué sucedió? Escuché gritos. ¿Estás bien? —Francesca toca mis mejillas con sus manos y yo niego con mi cabeza.

—Me voy, mamma, no creo volver a vivir aquí. —respondo y entonces sus lindos ojos se tornan llorosos y niega varias veces con su cabeza. —Lo siento, no puedo soportarlo más.

—Lo sé, pero no puedes irte, no te vayas. —murmura, ella limpia sus lágrimas, desvío mi mirada a la pared.

—Vendré después. —le digo, pero no estoy seguro de mis palabras.

Evan

Ángel no ha vuelto a hablar desde que nos subimos al auto, Luisa parece demasiado asustada o nerviosa, quizás para ella fue bastante chocante ver tanta agresividad, no era algo a lo que yo estuviera acostumbrado tampoco, incluso por un momento llegué a creer que Ángel sería capaz de matar a su padre, quizás sino lo hubiera detenido lo hubiera hecho, pero prefiero creer que se hubiera detenido en algún momento, guardaba demasiado enojo, estaba preocupado y tenía miedo, no justifica sus acciones, pero tampoco su padre había hecho bien.

Lexa está en mi regazo, completamente dormida, acaricio su cabeza, realmente no sé qué hubiera hecho si su padre la hubiera tirado o reglado, no hubiera sabido cómo ayudar a Ángel, esta gata lo era todo para él, incluso ahora no sabía qué hacer, lo que sabía es que iba a estar a su lado, pasara lo que pasara.

Bruno: Ángel se encierra en sí mismo, no dejes que se quede en silencio, sino lo presionas, no volverá a hablar.

Bruno: Dile que venga a casa, acá estarán bien.

—Bruno dice que te puedes quedar en su casa, en mi casa también pueden quedarse, Ángel. —digo, no desvía su mirada de la carretera, pero asiente.

No estoy satisfecho con esa respuesta, nunca lo había visto así y Bruno sí, tengo que confiar en lo que él dijo.

—¿Puedo hacer algo más por ti? Ángel, dime algo. —hablo, Luisa toca mi hombro y yo niego con mi cabeza.

—¿Puedo dejarlos en tu casa? No sé dónde queda la casa de Luisa y...—Mi mejor amiga lo interrumpe.

—No hay problema, tranquilo.

—¿Te quedarás dónde Bruno? —pregunto, Ángel no responde.

Luisa toca mi hombro, me giro un poco en mi asiento, la observo, ella inmediatamente me muestra la pantalla de su celular y reacciono apenas al leer el mensaje.

—¿Ángel, puedes dirigirte al hospital? Gian tuvo una reacción alérgica y está en urgencias. —digo, las manos de Ángel aprietan el volante y asiente rápidamente.

Nadie dice nada en el camino hasta que llegamos, Luisa me asegura que estarán bien y que lo mejor es que me vaya a casa, después de unos minutos logra convencerme y vuelvo al auto, había guardado a Lexa en su transportadora, Ángel sigue en el volante, no ha dejado de mirar al frente, no parece haber ninguna emoción en su mirada y eso me preocupa, no soy Bruno, no sé qué tengo que hacer. Hace apenas unos pocos minutos él se había roto en mis brazos.

—Ángel, dime algo.

Su boca se abre, pero no sale ni una sola, simplemente enciende el auto y conduce, vuelve a retomar la carrera principal, se dirige a mi casa, ¿será que se quedará conmigo? ¿Debería avisarles a mis padres? No entiendo nada y la situación empieza a ponerme de los nervios, incluso deseara ser él con tal de no verlo así, es doloroso, como una presión en el pecho que no me deja respirar bien.

—¿Debería llamar a Bruno? —pregunto finalmente, sin saber que más hacer.

Pasan los segundos, golpeteo mi pierna con mi mano, Lexa maulla y el rostro de Ángel se contrae, suelta el aire contenido levemente, estoy apunto de ponerme a rogarle para que hable, cuando finalmente lo hace.

—No, te dejaré en tu casa e iré donde él. —murmura, asiento, no muy convencido.

—Estaría más tranquilo si vamos allí, no quiero que viajes solo, podría tomar un taxi. —Miento, en realidad si Bruno en esas residencias cerca de la Piazza Giuseppe Verdi o por donde la casa de los padres de Ángel, no podría pagar el taxi con el poco dinero de mi cartera, pero podría caminar hasta llegar a alguna parada de buses.

Ángel no me responde, pero sigue dirigiéndose a mi casa, un leve gruñido sale de mi boca y miro hacía la ventana, hablaría con Bruno apenas Ángel se fuera para saber si llegaba bien, dentro de lo que cabe, ya que al menos todos sabíamos que toda esta situación era muy preocupante.

Alessia: Estará bien, Ángel es más fuerte de lo que creemos, no te preocupes sino habla, Bruno es el que sabe cómo ayudarlo, ya ha pasado otras veces.

Miro la pantalla de mi celular y luego dirijo mi mirada al chico que está a mi lado, no creo que sea sano que se cierre de esa manera y que Alessia me diga que ha pasado otras veces es aún más preocupante, no quiero que le pase esto cada vez que viva un momento difícil, es injusto.

Evan: ¿Cuándo fue la última vez?

Alessia: Cuando te alejaste.

Alessia: Oh, no debí decir eso. Evan todo está bien ahora entre ustedes y yo supongo que es como una defensa para él, para afrontar las cosas.

Mi mano sigue golpeteando mi pierna, la presión en mi pecho sigue doliendo y ahora todavía más, porque verlo así es triste, pero saber que una vez provoqué que se sintiera así es aún peor, Ángel definitivamente sabía ocultar muy bien las cosas, porque yo realmente lo había lastimado.

Evan: ¿Dónde te quedarás ahora?

Alessia: Bruno nos recibirá a los dos, iré a su casa apenas termine de hablar con mi madre.

Alessia: ¿Cómo se ve él? ¿Dónde están?

Evan: Estamos llegando a mi casa ya, creo que se irá ahora donde Bruno.

Evan: No está bien y no sé qué hacer, pero quiero que esté bien.

El auto se detiene, coloco mis manos en mi regazo, no quiero irme, no quiero dejarlo solo, sé que solo serán unos minutos y luego estará con Bruno, pero la realidad es que no quiero que esté sin mí, pero quizás eso no es lo que necesita, después de todo antes solo eran Bruno y él, quizás solo necesita a su mejor amigo, no a un amigo imbécil que le pidió tiempo cuando le dijo que era gay, muerdo mi labio inferior con fuerza resistiendo las ganas de decirle que se quede, porque eso no serviría de nada, no puedo ayudarlo.

Agarro mi bolso que está a mis pies, abro la puerta del auto, estoy a punto de agradecerle y pedirle que me avise cuando llegue a la casa de Bruno cuando su mano toma mi brazo, me giro y le doy una leve sonrisa, Ángel hace una mueca y me suelta, frunzo el ceño y entonces soy yo él que lo toca, estiro mi brazo y enredo mis dedos en su cabello.

—Te quiero. Avísame cuando llegues. —le digo, Ángel asiente levemente, sus ojos están irritados, sus pestañas siguen húmedas y la mueca se convierte en una leve sonrisa y eso es suficiente para mí, por ahora.

Y entonces sus manos se posan en mi rostro, lo acuna, nos miramos, mi mano cae a mi costado, miro sus ojos, son tan expresivos, dicen tanto, pero a la vez no logro entender absolutamente nada, abro mi boca apunto de decirle que se quede conmigo, noto cuando su mirada baja levemente, Ángel se acerca más y yo no puedo, no quiero moverme, sus labios impactan en mi frente, son suaves contra mi piel y yo cierro mis ojos.

Su agarre en mi rostro se va y vuelve a estar a una gran distancia de mí.

Coloco mi bolso en uno de mis hombros y salgo del auto.

—También te quiero, Ev. —Él mismo cierra la puerta del auto, le sonrío y finalmente vuelve a encender el auto, poco después su auto se pierde de mi vista.

Y suspiro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top