Bruno siendo Bruno

Ángel 

Entro al teatro, todo está demasiado silencioso, algunos de mis compañeros están sobre la tarima, pero parece que nadie está ensayando en estos momentos, miro la hora en mi reloj, llegué a tiempo, nuestro director ya debería estar aquí, siempre es un extremista cuando de la puntualidad se trata, aún así no le pregunto a nadie y me acerco a Bruno que está sentado en el suelo frente a la tarima, tiene una mano sobre su frente y se ve frustrado, cuando me mira baja su mano, no hemos hablado desde aquella vez en el auto cuando lo fui a dejar a su casa, si estuviéramos en buenos términos probablemente se me hubiera tirado encima como siempre lo hace, pero esta vez solo me da una leve sonrisa que devuelvo. 

—Hola.—saluda, yo me siento a su lado y coloco mi celular sobre mi regazo. 

—Lo siento, no debí suponer cosas que no sé.—digo en voz baja, Bruno gira su cabeza en mi dirección y no dice nada, por lo que sigo hablando.—Quizás estoy siendo algo tonto estos días, creo que es la primera en mucho tiempo que conozco a personas increíbles y no quiero perderlos. 

—No quieres perderlo.—corrigió, jugué con mis manos y di un leve asentimiento aceptándolo finalmente, claramente Luisa me había caído muy bien, pero Bruno tenía razón.—Me asusta un poco todo esto. 

—¿Qué cosa?—pregunté confundido. 

—Lo rápido que estás implicando sentimientos, es como sino pudieras controlarlo.—dice, Bruno coloca su mano sobre mi rodilla y le da un apretón leve.—No quiero que sufras. 

—Es solo mi amigo, se que jamás podría verme como algo más.—respondo, mi celular vibra en mi regazo.—Mis sentimientos están bien, estoy cuidado de ellos. 

—¿Seguro?

—Seguro.—respondo. 

Desbloqueo mi celular y miro la respuesta de Evan, le había escrito en la mañana solo para mandarle una foto de Lexa, esa había sido mi excusa para iniciar una conversación y ahora él se quejaba de mi consumo excesivo de azúcar, era un buen día, Bruno ya no parecía molesto conmigo, estaba en el teatro, tenía mucho que ensayar y Evan a pesar de estar en la universidad, respondía mis mensajes rápidamente.  

🌈

No vino.

Era la primera vez en todo este tiempo que trabajaba con él que pasaba, todos parecían igual de sorprendidos que yo.

Me preocupé.

—¿Y si se murió? ¿Qué pasará con la obra?—preguntó Bruno, le di un leve golpe en la nuca y se quejó.

—Seguro está enfermo o algo así, no seas tan malpensado.—dije, Bruno se levantó del suelo y yo lo imité.—Seguro más tarde nos avisará por el grupo.

—¿Vamos por un café? No quiero regresar a casa tan pronto.—murmura mientras caminamos hacía la salida del teatro, yo asiento.—¿Y si tomamos un curso de algo?

—¿No tuviste suficiente estudiando actuación? ¿Por qué quieres regresar a un aula? Siempre parecía que querías huir de allí.—opiné extrañado, realmente no era una persona a la que le complaciera mucho estudiar. 

—Se puede cambiar de opinión.—respondió. 

Me quedé en silencio, Bruno me empujó levemente con su hombro como siempre lo hacía mientras caminábamos, yo no le devolví el empujón, saqué mi celular de mi bolsillo al escuchar la notificación de un nuevo mensaje, mi madre me pedía que cuando saliera del teatro fuera a casa, fruncí el ceño y sin pensarlo un poco más, la llame.

Ella nunca decía por favor, ni mucho menos usaba signos de exclamación cuando enviaba mensajes. 

—¿Pasó algo con Lexa? ¿Qué pasa?—pregunté apenas respondió, se escuchaba música de Jazz de fondo.—Mamma. 

—Respira, Ángel.—Traté de hacerle caso, mientras Bruno me miraba extrañado en media acera.—La tonta esta de Francesca que me pegó un susto horrible, se cayó mientras limpiaba un mueble, ya fuimos al hospital. 

—¿Ella está bien?  ¿Fue muy grave?

—Está bien, está acá en casa, tiene que estar unos días en reposo.—respondió, solté un suspiro de alivio.—¿No deberías estar ensayando? 

—Sergio no vino.—Bruno y yo retomamos la caminata hasta mi auto.—Tremendo susto. 

—Sí, creí que por poco me quedaba sin empleada.—murmuró, escuché la voz de Francesca de fondo,  mi madre soltó unas leves risas.—¿Imaginas no tener con quien discutir? 

—Un martirio. Bruno y yo vamos para allá.—respondí, después de despedirme y pedirle que dejara descansar a Francesca colgué. 

Saqué las llaves del auto, le quité el seguro, Bruno rápidamente abrió la puerta de copiloto y entró, pronto ambos estuvimos en la carretera principal, le conté lo de Francesca y pareció preocuparse,  después no volvimos a hablar, mientras él  veía videos en su celular, yo manejaba con mi vista fija en el camino, mi celular ya había sonado varias veces, probablemente Evan ya me había respondido, pero preferí revisarlo en casa, solté un leve bostezo, ayer había dormido muy mal y ni siquiera los columpios me habían ayudado a calmarme, eso era lo que sucedía cuando mi padre venía de visita, los siguientes días sentía una presión en mi pecho tan fuerte que me costaba respirar, pero al menos ya él se había ido y debía de recordar eso, golpetee el volante con mis dedos, mientras sentía la mirada de Bruno fija en mí. 

—Eres tan atractivo mientras manejas, eres mi gusto culposo.—dijo, reí, mientras sentía mis mejillas calientes.—¿No te gusto ni un poquito?

—Bruno deja de molestar, siempre empiezas así y luego me pides que haga algo que probablemente sea ilegal o que arriesgue mi vida.—Lo miré un momento y el bufó.—Ve al grano. 

—Le quitas la diversión a la vida.—respondió, reí.

—Dime que quieres. 

—Hay unos cursos, no son muy baratos que digamos, pero hay variada, seguro alguno te llamará la atención.—Fruncí el ceño, seguía con el tema de los cursos, no entendía nada.—Los dan en cierta universidad, no muy lejos de aquí. 

Lo miré un momento durante un semáforo en rojo, una sonrisa maliciosa se posó en su rostro. 

—No. 

—¿Por qué no me dejas ni terminar? Son cursos muy buenos, dan hasta certificado y hasta podrías ver más seguido a Evan. Almorzar juntos, verse en los tiempos libres, podrías ver a tu amigo tan querido más tiempo.—Lo último lo dijo con un poco de recelo y bufé.—Aunque claramente yo seguiré siendo tu mejor amigo y al que ves más, porque obviamente estaríamos en el mismo curso. 

—¿Y qué ganarías tú?

—Ver a mi mejor amigo feliz.—respondió rápidamente, rodé mis ojos, era tan malo para improvisar.—Ya sabes lo que ganaría yo. 

—Pasar más tiempo con Luisa.—Comprendí. 

—Y conocer a Gian.—respondió. 

—Y conocer a Gian.—repetí sus palabras sin prestar mucha atención, ¿Quién era Gian? Estaba seguro de que había escuchado ese nombre antes, apenas entramos a casa, dejé el auto en el garaje, apagué el auto, Bruno bajó rápidamente, yo mantuve mis manos en el volante y finalmente lo capté.—¡Conocer a Gian! ¡Joder! ¿Estás loco, Bruno?

Escuché sus carcajadas mientras huía de mí, lo seguí por detrás, definitivamente no iríamos a esos cursos, ni a esa universidad, ni nada. 

—Olvídalo, Bruno. Odio estudiar y apenas tenemos tiempo.—mentí. 

Evan  

Estaba extremadamente cansado cuando llegué a casa, había sido un día difícil, uno de mis profesores me había calificado de una manera bastante fuerte, no era una mala nota, pero aún así me dejaba pensando en que quizás no era suficiente, quizás estudiar más, mis padres no me dijeron nada cuando entré a casa, ni siquiera cuando solo entré a mi habitación sin decir ni una sola palabra. 

La vida académica era tan difícil. 

Tiré mi bolso sobre la cama y me senté sobre mi silla del escritorio, saqué los audífonos y mi celular de los bolsillos de mi pantalón, quise llamar a Ángel, probablemente él me haría distraerme un rato y me ayudaría, pero preferí no molestarle, seguro estaba cuidado a Francesca, solo esperaba que su caída no fuera tan grave, aunque Ángel me había asegurado que estaba bien, parecía ser una persona muy importante para él y no quería que le pasara nada malo. 

Acaricié mi cuello tratando de bajar la tensión de mi cuerpo, probablemente un masaje me ayudaría, pero no tenía quien lo hiciera y Luisa estaba muy lejos para ayudarme, además de que ella tenía sus propios problemas,  apoyé mi frente en el escritorio, creí que me quedaría dormido en un instante, pero el tono y la vibración de mi celular sobre la mesa me hizo levantarme, miré nervioso la pantalla. 

Bruno me estaba llamando. 

¿Qué querría Bruno de mí? Apenas me conocía. 

Igual podría ser Ángel desde el celular de él, quizás su celular se había apagado, con ese pensamiento contesté la llamada y coloqué el celular contra mi oreja. 

—¿Hola? —murmuré bajito.

—Hola, Evan. ¿Cómo estás? Yo muy bien, acá pensando. —respondió eufórico, recosté mi espalda en el respaldar de la silla. —¿Quieres saber en qué estoy pensando?

—Supongo que sí. —respondí sin saber bien que decir. —Me alegra que estés bien.

—Seguro Ángel no ha contado y por eso te llamaba. —Empezó a decir, toqué mi quijada con mi mano libre, ¿qué no me había contado, Ángel? —Pues verás hace un tiempo él me dijo que quería tomar un curso de algo, ya sabes, mi mejor amigo siempre tan estudioso y queriendo aprender más.

No pasé por alto la manera tan posesiva y alta en la que llamó a Ángel su mejor amigo.

—Ajá.

—Pues bueno me enteré por Luisa que en tu universidad dan cursos de muchos tipos y pensé, ¿por qué no? Se lo comenté a Ángel y empezó con esa charla de que después parecería que te estamos acechando o incomodando, ya sabes, las típicas tonterías y excusas que dice. —Asentí a pesar de que no podía verme. —Pero bueno ambos sabemos que Ángel no incomoda y que es el mejor amigo que podríamos tener, así que deberías recordarle sutilmente eso y que quisieras que se meta en algún curso.

—Está bien. —respondí.

—¿Está bien? ¿Así, tan fácil? —Pareció decepcionado, escuché el sonido de un teclado siendo tocado con rapidez. —Oye, que claramente el curso lo vamos a tomar Ángel y yo, que no va a estar solo.

—Está bien.

—¿Solo sabes decir eso? —preguntó, reí.

—No, pero me parece bien, es bueno siempre ampliar nuestro conocimiento. —dije, pasé una mano por mi cabello y lo desordené. —Y por mi mejor, podríamos quedar para almorzar y cosas así.

—Exacto, con Luisa. —agregó y yo asentí. —¿Te puedo hacer una pregunta incomoda?

—Claro. —respondí algo dudoso, Ángel ya me había advertido que Bruno podía llegar a ser algo intenso, así que me preparé mentalmente para lo que dijera.

—¿Los sacerdotes pueden tener atracción sexual por las personas?

Bueno, definitivamente esa era una pregunta muy incómoda.

—Si hombre quiere casarse, amar o tener sexo por alguien, no fue elegido para ser sacerdote. ¿Eso responde tu pregunta?

—¿Nunca te ha gustado nadie? —preguntó, miré al techo y solté un leve bostezo. —Es que me da tanta curiosidad, nunca he tenido un amigo con esa profesión.

—Supongo que es normal. Nunca me ha gustado nadie, ¿quieres saber algo más? —hablé, me arrepentí de mi pregunta al final.

—¿Cómo hacen con las erecciones? ¿Si se dan amor propio? —preguntó rápidamente, tragué mal y empecé a toser como un loco. —Uy, creo que eso fue demasiado personal. ¿Verdad?

—Lo fue. —dije finalmente cuando volví a respirar con normalidad, me levanté de la silla y me recosté en mi cama. —Bruno creo que ya voy a dormir, mañana tengo un día muy pesado en la universidad. Prometo decirle a Ángel lo que me dijiste, gracias por llamar.

—Gracias a ti. Espero tengas dulces sueños.

—Igualmente. —respondí, estuve a punto de colgar cuando volvió a hablar.

—Evan.

—¿Si?

—No lo lastimes, es lo único que tengo.

Me quedé en silencio sin saber que responder, ¿a qué venía eso? Cuando encontré las palabras correctas para responder, Bruno ya había colgado. 















Hi. 

Espero estén bien, recuerden tomar agua y comer bien. 

Hoy estoy rodeada de libros, compañía ruidosa, café y mucha inspiración

Prometo ser más constante con esta historia, ahora tengo mucho más tiempo y aunque suene re loco, esta historia no es muy larga. 

Cuídense y traten de ser felices. 

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