Capítulo 2.

Capítulo 2.

Salir del castillo había sido igual de fácil que siempre y Valkiria que parecía entender a Lady Pa solo con el pensamiento estaba siendo tan grácil y sigilosa que se podría decir que su alma estaba más cerca de la liviana deidad que de lo burdo terrenal.

Cuando hubieron llegado al final de la espesa arboleda Lady Pa saltó en un solo movimiento a lomos de su fiel compañera y juntas cabalgaron a galope tendido esquivando ramas y saltando obstáculos sin darse tregua.

Ambas necesitaban acción y velocidad, y además Lady Pa necesitaba encarecidamente ocupar su mente con cualquier cosa que le hiciera dejar de pensar en la horrible cara de pasa que tendría su viejo prometido Joe McGanar; y aguantar sobre los estribos el ritmo del galope tendido, esquivando bultos era una de las mejores actividades para conseguir su cometido. Solas ella, Valkiria y el tormentoso cielo.

Los truenos no empezaron a ser audibles hasta que Valkiria por propia inercia comenzó a disminuir la intensidad de su galope. Por suerte, al igual que a su dueña los truenos no le daban ningún miedo. Ya hacía bastante rato que habían sobrepasado el extremo sur del lago e iban al paso remontando la orilla de un cristalino riachuelo. La tormenta había amainado pero aún persistía una suave llovizna y algún que otro trueno lejano. Era muy apacible caminar bajo aquel manto acuático salpicado de sonidos del bosque que parecía pudiera ser capaz de calmar cualquier temor, de ocultarla de cualquier cosa.

Llegaron a un pequeño remanso donde el río subía de nivel y formaba un lago poco profundo al que caía una preciosa cascada, Lady Pa decidió descabalgar y darle un descanso a Valkiria y a sus piernas. Sonrió al pensar que después de una cabalgada así tendría agujetas suficientes para dejar de atormentarse con su futuro inmediato al menos por unos cuantos días.

Se acercó con curiosidad a un tronco de un árbol que estaba cubierto de una variedad que no había visto nunca de clemátide*4 con una preciosas flores azules de cinco pétalos, aspiró su olor como si fuera la última vez, ya que probablemente lo sería, y tiró unas pocas al agua para darles la libertad de que ellas hicieran lo que quisieran, libertad que ella misma no tenía, pero curiosamente decidieron quedarse suspendidas en la superficie del agua mejorando y mucho la vista de aquel nuevo, extraño, sorprendente y casi mágico paraje. Arrancó un par de lianas cubiertas de flores y se trenzó una diadema con ellas, para coronarse libremente como la Princesa de las Aguas de este claro de bosque, título que por desgracia le duraría lo que tardara en volver al castillo.

El simple hecho de pensar en su inminente futuro volvió a ahogar a Lady Pa que presta se desanudó la capa que llevaba atada al cuello. De nuevo sentía que no podía respirar, sentía que se hundía. Tantos kilómetros recorridos, tanto esfuerzo físico por parte de las dos, yegua y jinete, y todo para nada.

Dejó caer descuidadamente la capa al suelo cubierto de un manto de hojas secas mojadas, el aire se negaba a entrar en su cuerpo, para dejar la casaca tres cuartos unos metros más adelante, ¿por qué le resultaba tan difícil respirar? Así que siguió desanudando los lazos del bonito corsé negro de montar. Sentía como la ropa le oprimía y le impedía respirar, necesitaba liberarse de todo cuanto antes. Acto seguido se sacó la falda y las botas a patadas y así con una simple camisa blanca que le llegaba a medio muslo se tiró de cabeza a las frías aguas del riachuelo.

Valkiria rezongó en descuerdo con la decisión de su dueña pero despreocupada siguió bebiendo agua en la orilla.

Lady Pa sacó la cabeza del agua cogiendo un aire que le faltaba desde hacía días, un aire que se negaba a entrar en su cuerpo y rápidamente volvió a meterla para bucear. La siguiente vez que sacó la cabeza para respirar estaba en el centro del remanso, a unos metros de la cascada, buscó el fondo e hizo pie para acto seguido golpear las aguas con los puños cerrados volcando toda su rabia y su ira contra la superficie del improvisado lago, pero el agua se adaptaba a los golpes casi sin inmutarse, pareciera que al igual que toda su familia, el agua también quisiera pasar de ella.

Gritaba al tormentoso cielo con rabia preguntando por qué y de nuevo golpeaba al agua, una y otra vez, una y otra vez. La lluvia la golpeaba desde arriba, las salpicaduras desde abajo y boqueaba enfada buscando el aire que le faltaba, con toda su larga y oscura melena pegada a su cara, su cuello y su espalda, ya poco quedaba de la trenza que se había hecho en la alcoba antes de salir de casa.

Tenía toda la camisa empapada y pegada al cuerpo, apenas si podía moverse. Tan solo era capaz de sentir como poco a poco sus músculos ya cansados por el viaje se entumecían aún más debido a las bajas temperaturas del agua pero al mismo tiempo estaba descargando todo lo que tenía guardado desde hacía días. Y vive dios que lo necesitaba casi más que respirar.

Aún no había anochecido pero debía faltar poco. La tormenta otorgaba al claro del bosque esa típica luz blanquecina, casi matinal que sin duda estaba dando una falsa sensación de ser aún muy de día. Poco a poco la furia fue aflojando gracias al necesario cansancio y ya más calmada Lady Pa pudo hacer un cálculo mental rápido. No necesitó mucho para saber que si volvía al castillo se le haría de noche cerrada porque estaba bastante alejada, así que sin nada que perder decidió tumbarse boca arriba en el agua y flotar o para el caso morir, qué más daba ya. Su familia la había vendido a cambio de seguridad y estabilidad para el clan, y lo único que le esperaba era un viejo desconocido que ni se quería imaginar lo que le podría hacer. Tumbada flotando sobre las aguas rodeada de flores clemátide se perdió en sus propios pensamientos.

Lady Pa no era idiota, además de haber escuchado conversaciones subidas de tono entre las casadas, sobre todo cuando se chispaban en las fiestas de los clanes, más de una vez durante sus idas y venidas clandestinas, las cuales hacía desde muy joven; había visto a escondidas a Susi, la hija de la cocinera retozar sobre el heno con Philip el mozo de cuadras y no parecía ser nada desagradable, puede que en ocasiones violento pero ciertamente placentero.

Philip no se podía decir que fuera suave en sus gestos, o al menos eso le parecía a ella, pero sin lugar a dudas parecía proporcionar gran deleite a Susi que gemía descontrolada cuando el muchacho le acariciaba con sus callosas manos, las suaves y delicadas cimas rosadas de sus pechos y le pasaba descaradamente la lengua por ellas hasta endurecerlas y enardecerlas.

Los excesivos ropajes y su condición de mirona oculta le impedían ver la escena al completo pero la entrepierna abultada del mozo y los jadeos por falta de aire de la muchacha indicaban que ahí abajo se estaba bailando una placentera danza nada decorosa. Incluso ella misma se acaloraba y sentía cosas ahí abajo que sin duda su madre y sus tías habrían calificado de demoniacas. Pero solo de imaginar que un viejo desconocido, arrugado y decrépito se le tiraría encima para tomar su cuerpo la misma noche de bodas y la ultrajaría y la mancillaría en contra de su voluntad, se le rebotaban las tripas y sentía las peores nauseas de su vida. Era incapaz de entender como su propia madre veía indecorosas las conversaciones de esa índole y podía lanzarla a los brazos de un vejestorio.

Así que ¿para qué volver al castillo? Lo mejor sería dormir en las frías aguas y que la dama del lago, el dragón de la cascada o el elfo del bosque se la llevaran a un destino igual incierto pero un poco más prometedor, ¿qué podría ser peor que un indeseado arreglo matrimonial?




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top