Capítulo 22
Capítulo 22
—Park, es la hora.
—Espera, aún me quedan varios edificios por registrar. No tardaré mucho.
—Es la tercera vez que Erland me amenaza...
—¡A la mierda con Van Der Heyden! ¡No pienso volver aún!
No era fácil tratar con Leo. Aunque normalmente se mostraba como un joven colaborador y de lo más cordial, siempre educado, Jonah Méndez lo conocía desde hacía suficiente tiempo como para saber que en aquel momento era mejor no llevarle la contraria. Leo iba a registrar los edificios solo o acompañado, así que no valía la pena discutir.
—De acuerdo, nos quedamos una hora más... pero ya está. Después volveremos.
—Gracias, Jonah.
—No es nada, hombre. En el fondo a mí tampoco me hace la más mínima gracia volver con las manos vacías. Voy a dar vueltas por la zona con el "Gusano", ¿de acuerdo? Si pasa cualquier cosa, al comunicador.
Jonah lo observó bajar del vehículo y alejarse por las calles en silencio, pensativo. Hacía ya más de quince horas que viajaban por la ciudad, registrando viviendas, calles y parques, y no habían encontrado nada. Ni un rastro, ni una pista. Era como si, por arte de magia, Ehrlen y Sarah se hubiesen esfumado.
Aquello no era buena señal. Jonah se había visto obligado a buscar a varios desaparecidos durante otras operaciones, y siempre había algún punto desde el que empezar. El último lugar en el que había sido visto, pisadas, grabaciones de seguridad... en aquel caso, sin embargo, no tenía absolutamente nada salvo una ciudad que cada día les parecía más laberíntica y en la que era evidente que algo extraño estaba sucediendo.
Lamentablemente, Jonah Méndez no podía hacer nada más salvo seguir recorriendo los alrededores. El dispositivo de búsqueda llevaba activo horas y hasta que no alzasen el vuelo, no se detendría. Al menos hasta que no localizasen a Ehrlen...
No estaban siendo justos. Jonah no sentía especial simpatía por Argento, pero consideraba que no se la estaba tratando de un modo correcto. Probablemente aquel comportamiento fuese producto del nerviosismo, del rechazo que había causado en algunos o, sencillamente, por el mero hecho de que la daban por muerta. Sea como fuese, le entristecía pensar que valoraban menos su vida que la de Ehrlen. Y es que mientras que todos salvo Leo habían aceptado abandonar el planeta dejándola atrás si no aparecía en veinticuatro horas, con Ehrlen había sido diferente. Todos se habían negado a irse sin él.
Era decepcionante. Pero la decisión estaba tomada, así que Jonah debía actuar en consecuencia. Y así hizo.
El motor del "Gusano" rugió con furia al encenderse de nuevo. El piloto giró el volante con suavidad y guió el vehículo hasta el carril central de la avenida donde se habían detenido. A continuación, tras echar un rápido vistazo a los retrovisores, se puso en marcha. Circular por una ciudad vacía era tremendamente sencillo, pues no requería apenas de concentración alguna. En Cáspia, sin embargo, era complicado. Méndez había visto lo suficiente de aquel lugar como para saber que era peligroso bajar la guardia, por lo que prefería mantener los ojos muy abiertos. Además, después de su fuga, era de esperar que Ehrlen tratase de esconderse. Encontrarlo no iba a ser tarea fácil...
Ehrlen huyendo. Ehrlen matando. Ehrlen desapareciendo. A Jonah no le había costado en exceso asimilar aquellos conceptos, pues la dura realidad lo había obligado a ello, pero estaba muy sorprendido. De todos, Shrader era el más astuto e inteligente. La joya de la corona. Así pues, si Volker había logrado engañarle a él, ¿qué no podría hacer con los demás?
Jonah estaba a punto de entrar en una rotonda decorada con la estatua de un caballero alado cuando el sistema de comunicación interno emitió un suave pitido. El piloto dirigió una rápida mirada a la pantalla de navegación, allí donde se identificaban las conexiones, y presionó el botón de activación.
La voz de Tracy Steiner resonó por todo el vehículo.
—Eh, Jonah, ¿estás ahí?
—Aquí estoy, de paseo por la ciudad —respondió él, aliviado al escuchar su voz.
Antes de dejar la base la había ido a visitar, pero tal y como había sucedido desde que que fuese herida, la había encontrado sumida en un profundo sueño producto de los somníferos. Tracy necesitaba descansar y Silvanna sabía que no lo haría mientras estuviese despierta por lo que, tras pedir permiso a su hermano, había tomado medidas drásticas.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Jonah, tomando la tercera salida de la rotonda para adentrarse en una empinada calle al final de la cual aguardaba un palacete blanco—. ¿Qué tal va ese arañazo?
—¿Arañazo? —Tracy rió—. Va mejor. Al menos eso creo, vaya. Silvanna me tiene tan drogada que no sé ni lo que siento.
—Eso es bueno. Cuanto más quieta estés, antes te recuperarás.
Incluso sin verla, Jonah supo que estaba sonriendo. Seguramente él era la primera persona con la que hablaba desde su despertar sin contar a Silvanna y su hermano, y eso le gustaba. Tracy era como una hermana pequeña para él.
—Si tú lo dices... Alex ha salido hace un par de horas a sobrevolar los alrededores. Ha convencido al capitán de que ya estaba recuperado.
—Eso está bien. No le hará ningún daño darse un paseo. Además, nos irá bien tener una visión aérea de la ciudad. Desde aquí abajo se hace complicado ver nada.
—Ya me imagino... oye, ¿cuándo vais a volver? He oído a Erland maldecirte unas cuantas veces. —Tracy bajó el tono de voz—. Está preocupado. Esto se le está yendo de las manos.
—No tardaremos —dijo, prefiriendo no comprometerse a ninguna hora—. Aún queda bastante por recorrer y no queremos volver sin nada. Park lo está pasando mal.
—Aquí las cosas tampoco están bien, te lo aseguro. Erika lleva horas llorando, agarrada al tanque criogénico donde está Jack, y Kare... bueno, el chico dice cosas raras, así que Silvanna y yo hemos decidido atarlo a una de las camas, para impedir más incidentes, ya sabes. El resto, salvo Will que está abajo, Helmuth que está ayudando a Silvanna, el propio capitán y nosotras, está fuera, y las noticias que llegan no son buenas precisamente. Nadie encuentra nada.
Jonah aminoró la marcha hasta detener el "Gusano". Al final de la avenida, a unos cien metros de los jardines del palacio, varias figuras blancas deambulaban por la acera con las colas en alto y los colmillos al aire. Debía haber al menos una decena de ellos, y en el centro, custodiada por las fieras, había un hombre que arrastraba a alguien por los brazos.
La escena era escalofriante.
Méndez sacó sus binoculares y comprobó que su mente no le había pasado una mala jugada. El hombre arrastraba el cuerpo de la mujer por el suelo como si de un saco se tratase, sin importarle el rastro de sangre que iba dejando. Probablemente, por cómo actuaba, él mismo debía haberla matado...
Trató de identificarlos. Muy a su pesar, el hombre no le resultaba desconocido. Su rostro pertenecía al de uno de los trabajadores de Volker, aunque no recordaba su nombre. El de la mujer a la que arrastraba, sin embargo, lo sabía perfectamente puesto que durante su presentación le había impactado enormemente su edad.
—Janet Felia —murmuró, y dejó los binoculares sobre el salpicadero del vehículo. Inmediatamente después sacó una pistola de la guantera—. Demonios, esto es de locos.
—¿Janet Felia? —preguntó Tracy, dubitativa—. ¿La estás viendo? ¿Jonah...? ¿Qué pasa, Jonah? ¡Dime qué está pasando!
—Nada bueno, princesa. Te tengo que dejar... hablamos luego.
—¡Pero Jon...!
Jonah cortó la comunicación para evitar distracciones. En la última reunión, Ehrlen había definido a los hombres de Bullock como enemigos. Con su arrebato de locura, sin embargo, la decisión de darles caza había caído en el olvido. En su lugar, Erland les había pedido que tuviesen precaución con absolutamente todo aquel que morase la ciudad. En Cáspia ya no había ni buenos ni malos, sencillamente había gente en la que no podían confiar, así que no debían acercarse. Era primordial evitar el contacto...
Pero Jonah no podía dejar que aquel tipo arrastrase a la mujer con aquella crueldad. Era inhumano. Además, él tenía su propio concepto de la justicia, y si bien no iba a buscar a los seguidores de Volker por la ciudad, no iba a permitir que ninguno de ellos escapase en caso de encontrárselos por casualidad. Ellos habían provocado la muerte de Jack haciendo enloquecer a Ehrlen, por lo que no iba a dejar escapar aquella gran oportunidad de interrogar a uno.
Claro que no iba a ser fácil...
Jonah introdujo el código clave en el panel de control del transmisor para abrir un canal privado. A continuación, sin perder de vista el macabro desfile que le aguardaba junto al palacio, lanzó varias conexiones.
Sus compañeros no tardaron más que unos segundos en responder a sus llamadas.
—Eh, Méndez, ¿qué pasa? —dijo Jöram a modo de saludo—. ¿Algo interesante?
—¿Tú también estás en el canal, Jöram? —preguntó Alex Steiner con sorpresa—. ¿Qué pasa, Jonah? ¿Has visto algo?
—Más vale que no sea una de tus bromitas —advirtió Leo por último, tenso—. No estoy para tonterías.
—Mando coordenadas —respondió Méndez con sencillez—. Os necesito aquí ya. He encontrado a alguien.
—Desde que llegamos a Eleonora supimos que la construcción de Cáspia no iba a ser fácil —dijo Bullock, con la luz de las llamas de la hoguera arrancando brillos a sus ojos color esmeralda—. Los informes lo tachaban de nuevo paraíso humano, y aunque a simple vista lo parecía, lo cierto es que las complicaciones no tardaron en aparecer...
Mientras avanzaba por el bosque de camino a las ruinas, Sarah no podía evitar que el recuerdo de la conversación con Bullock de la noche anterior resonase una y otra vez en su cabeza, llenándola de ideas y preguntas. Consciente de que no le quedaba mucho tiempo, Elisen Bullock había decidido confiar el destino de sus hombres y probablemente de todo el planeta a Sarah, y ella había aceptado escucharlo gustosa. Lo acontecido en el pasado, más que nunca, era la clave para poder enfrentarse a Eleonora.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sarah, sorprendida ante la revelación—. ¿Acaso no ha sido en los últimos tiempos cuando las cosas se han complicado?
—Ojalá fuese así. Es cierto que en el último año todo se ha descontrolado, pero créeme cuando te digo que desde el primer día notamos que Eleonora no era un lugar normal. Verás, Sarah, cuando llegamos hace seis años yo era el segundo al mando de la operación. La mano derecha de Volker. Compañeros desde hacía años y amigos desde aún más tiempo, Lara y yo nos conocíamos desde niños. Habíamos crecido juntos en un barrio de la ciudad de Nuevo Chicago, y aunque durante una temporada perdimos la pista el uno del otro, "Veritas" volvió a juntarnos.
—Muy romántico —ironizó Alysson.
—Ya, bueno —prosiguió Bullock—. Antes de que nos asignasen esta obra ya habíamos trabajado juntos en cinco construcciones más, y hasta entonces todo había ido bien. Nuestro equipo era uno de los mejores valorados en la empresa gracias a los buenos resultados, por lo que cuando salió esta oportunidad nos la ofrecieron. Y al principio dudamos, no te voy a mentir. Hasta Eleonora las obras se habían alargado durante un par de años, tres como mucho. Cuando nos dijeron que serían como mínimo cinco, dudamos. Era un gran sacrificio.
—Pero el dinero es el dinero —recordó Otto.
—Efectivamente. Había mucho interés en este mundo, así que hubo una gran inversión por parte del gobernador planetario. Nos hicieron una oferta que no pudimos rechazar.
—Al resto de equipos les pasó lo mismo —explicó Otto—. A la gente de Chad Gorrenson, los que construyeron Summer, también les prometieron unas sumas de dinero desorbitado...
Tal había sido la cantidad prometida al equipo de Volker que Sarah no pudo evitar que se le escapase una carcajada nerviosa al escucharlo. Ni los sueldos más estratosféricos de los mejores deportistas de la Tierra se acercaban a la cantidad que el gobernador de Eleonora estaba dispuesto a pagar por la construcción de las ciudades...
Aquella revelación la hacía dudar. Si bien la noche anterior se había limitado a reír y rabiar por la enorme cantidad de ceros de los que hablaban, horas después, bajo la luz de la mañana y con las ideas mucho más claras, Sarah no podía evitar preguntarse si el gobernador no habría pagado tanto precisamente porque sabía lo que aguardaba en el planeta...
No le quedaba la más mínima duda de que, de haberlo sabido, ninguno de ellos habría aceptado el trabajo. Lástima que fuese tan tarde. Si lograban sacar del planeta al menos a un superviviente de la constructora con vida, Sarah se daría por satisfecha.
—La cuestión es que poco después de firmar los contratos nos vimos involucrados de pleno en un proyecto a gran escala para el que, aunque creíamos que sí, no estábamos preparados. Nuestro equipo se vio notablemente ampliado por todo tipo de colaboradores con los que no habíamos trabajado hasta entonces. Ingenieros, delineantes, creativos y todo tipo de obreros que, procedentes de otras secciones, se unieron a nosotros con la promesa de hacerse millonarios tras cinco años de sacrificio. —Bullock sonrió al recordar—. Al principio aquello nos gustó. La responsabilidad que comporta cuidar de tantas personas a veces queda eclipsada por la ambición y el orgullo. Nuestro equipo se había convertido en el más amplio y mejor pagado de toda la compañía, y durante un tiempo nos creímos intocables. Como comprenderás, para dos chicos surgidos de un barrio bastante humilde era un sueño hecho realidad, así que una vez empezó todo, no nos paramos a pensar en lo que nos estábamos metiendo.
—Es comprensible —admitió Sarah—. Este tipo de oportunidades no se dan a diario.
—Desde luego —la secundó el patrón—. Además de ampliar nuestra plantilla constructiva, por primera vez se nos asignó una escolta personal. Hasta ahora, "Veritas" nos había enviado agentes de seguridad para que nos apoyasen durante las construcciones, pero siempre dependían de la Central. En esta ocasión, sin embargo, eran nuestra responsabilidad. Supongo que en ese momento deberíamos habernos parado a pensar lo que aquello comportaba, pero lo cierto es que ni tan siquiera nos lo planteamos. Los Mysen y los Tarka fueron aceptados en el equipo como el resto, y una vez finalizados los preparativos nos lanzamos al universo, ansiosos por empezar esta nueva aventura.
—Daye y Salfa Tarka... —recordó Alysson con melancolía al escuchar sus hombres—. Hace tanto que nos dejaron que ya ni tan siquiera me acordaba de ellos. Ojalá sigan con vida.
—Un par de años después de empezar la obra recibimos una llamada de socorro del equipo de Orace Lamban, el responsable de la construcción de la ciudad de Estela, a unos veinticinco mil kilómetros al sur, más allá del océano —explicó Bullock—. Estaban teniendo problemas con una de las especies autóctonas del planeta. Gorrenson envió a un par de sus agentes de seguridad y nosotros enviamos a los Tarka. Y les fue bien, por suerte. Con su llegada lograron deshacerse de la amenaza y seguir con las obras. Por desgracia, aquella zona era especialmente peligrosa, por lo que decidimos que los Tarka no volvieron. Visto lo visto, tuvieron suerte.
—Sin duda —reflexionó Sarah—. Así pues, vosotros os quedasteis con los Mysen, ¿no?
—Exacto. Varesh, Cindy y Varg Mysen formaban nuestro equipo de seguridad, y aunque a simple vista parecían pocos teniendo en cuenta el tamaño de Cáspia, lo cierto era que, junto a sus androides, se encargaron de mantener a raya a todas las amenazas del bosque.
—¿Cindy? —preguntó Sarah con curiosidad—. ¿Quién es Cindy?
—Cindy Thomarsson, la esposa de Varesh —explicó Alysson—. Verás, Argento, además de construir ciudades, nosotros nos encargamos de verificar con nuestra propia experiencia la "viabilidad" de un planeta. Es decir, si sobrevivimos, se considera viable, y si no, pues no, así de fácil. Una vez se asegura la supervivencia y se finaliza la construcción, vosotros os encargáis de verificar las instalaciones, etc, pero el trabajo realmente complicado es el nuestro.
—Alysson... —Bullock negó suavemente con la cabeza.
—Pero para iniciar el proceso de construcción se necesita un dictamen positivo sobre la compatibilidad del planeta con nuestra especie —le recordó Sarah—. Antes que vosotros, otras personas ya pisaron Eleonora y comprobaron que era habitable.
—En la teoría, ¿pero qué pueden decir unos cuantos auditores que pasan únicamente unas semanas aquí? —Alysson chasqueó la lengua con desdén—. Nosotros somos los que realmente lo comprobamos. Y es precisamente por ello por lo que Mysen se trajo a su esposa. Pagan buenas cantidades por críos nacidos en colonias en formación. De hecho, si los niños logran sobrevivir los padres son premiados con suculentas subvenciones gracias a las que la familia puede instalarse en el planeta y no pagar impuestos el resto de su vida.
—Efectivamente —la secundó Otto, incapaz de ocultar una sonrisa triste al pensar en ello—. A veces parece que los padres utilicen a los críos para solucionarse la vida, pero lo cierto es que su sacrificio es muy importante. El que un niño nazca y crezca en una colonia es una muy buena publicidad para los futuros colonos.
—Así es. —Bullock retomó la palabra—. Varesh y Cindy decidieron probar suerte y gracias a ellos nació Ulrika...
Sarah hubiese preferido no saber algunas de las cosas que le explicaron. Hasta entonces había creído que el papel más complicado durante una pre-colonización lo jugaba la gente como ella, pero lo cierto era que eran los constructores los que realmente comprobaban en sus propias carnes el veneno del planeta. Si ellos superaban el primer aguijonazo, los agentes de la "Pirámide" se encargaban de finalizar el proceso, pero para ello primero era necesario que la gente como Volker o Bullock pusiera en peligro sus vidas.
Resultaba triste ver lo cruel que podía llegar a ser aquel mundo. El proceso de pre-colonización de planetas resultaba muy atractivo a simple vista. Aventuras, viajes por el espacio, lugares desconocidos... la teoría era fascinante. Sin embargo, la práctica sacaba a relucir la parte más oscura del proceso.
Se preguntó cuántas personas habrían muerto cautivadas por el sueño de poblar planetas vírgenes. El número, sin lugar a dudas, debía ser mucho más alto de lo que la mayor parte de la humanidad jamás imaginaría.
—Es triste pensar que de todos los niños que nacieron solo queda Ulrika —reflexionó Otto—. Si es que sigue con vida, claro. Por mucho que Varg lo intente, no puede enfrentarse solo a Volker.
—Estarán bien —aseguró Alysson—. Ese chico sabe lo que hace.
—¿Acaso no decíamos lo mismo de Varesh? —Otto negó con la cabeza—. Ojalá me equivoque, pero...
—¿Qué pasó con Varesh? —preguntó Sarah—. Hasta donde sé, desapareció.
—Así es —confirmó Bullock—. Como te decía, desde el primer día que pisamos suelo firme supimos que Eleonora era un lugar especial. Luces en la noche, susurros en el viento... al principio eran simples detalles a los que apenas prestábamos atención. Construir una ciudad desde cero requiere mucho esfuerzo: la concentración era máxima. No obstante, sucedían cosas. Primero los objetos cambiaban de lugar por arte de magia... después empezaron a desaparecer. Los susurros en el viento se convirtieron en voces, en gritos, en risas, y las luces que antes iluminaban las montañas y los bosques como aros iridiscentes, pronto se extendieron hasta los alrededores de la ciudad. Por suerte, logramos mantener al equipo tranquilo. Siempre había una explicación aparentemente lógica con la que excusar esos acontecimientos, así que las obras siguieron sin demasiados problemas. Los Mysen y los Tarka lograban ofrecernos esa seguridad que necesitábamos. Es por ello que cuando los Tarka partieron Lara y yo empezamos a temer que las cosas pudiesen complicarse. Es más, estábamos casi convencidos, así que que decidimos tomar medidas. Cuando empezamos la construcción de Cáspia lo hicimos por la zona norte, y a partir de ese punto fuimos extendiéndonos hacia el sur, este y oeste. La cuestión es que alcanzados los dos años, tan solo había un diez por ciento levantado de lo que actualmente es Cáspia. Los inicios siempre son complicados, pero aquí lo fueron más de lo habitual... y creíamos saber el motivo. Había algo junto al río. Algo que en aquel entonces desconocíamos, pues no nos habíamos atrevido a penetrar en el bosque de árboles negros que en aquel entonces cubría la zona. Pero era algo maligno. La cuestión es que, como te decía, decidimos tomar medidas, y dado que nada parecía asustar a los Mysen, los enviamos allí para que buscasen alguna explicación a lo que estaba sucediendo. Cada noche veíamos más y más luces en la zona, así que dábamos por sentado que allí encontrarían la clave a lo que sucedía.
—¿Y dieron con ella? —preguntó Sarah.
Bullock asintió con gravedad.
—Sí... o al menos eso fue lo que en aquel entonces quisimos pensar. No quisieron darnos demasiado detalle sobre lo ocurrido, pero cinco días después de su partida, Varesh, Varg y Cindy regresaron con algo. Se trataba de un orbe de cristal... una bola como las que utilizan los videntes. Por lo visto, la localizaron en los restos de campamento abandonado, medio enterrada en la tierra. Siempre sospeché que durante aquellos días pasó algo, pero dado que no quisieron decirlo, nunca los obligué a hacerlo. —Se encogió de hombros—. Sé que después de aquello se plantearon abandonar la misión y regresar, pero finalmente se quedaron. Y nunca he estado tan agradecido a nadie, te lo aseguro. Gracias a los Mysen logramos sobrevivir durante todo este tiempo. No sé cómo, pero lograron acabar con los sucesos extraños... al menos a lo largo de cinco largos años. Quiero pensar que es porque durante ese tiempo mantuvimos el orbe escondido dentro de una caja de seguridad. Puede que suene estúpido, pero ellos sospechaban que aquel objeto era el culpable, y yo les creía. De hecho, el tiempo que lo tuvimos escondido, no pasó nada. —Bullock desvió la mirada hacia las llamas—. Pero entonces desapareció.
Tras casi cinco horas de viaje a través de los árboles, Sarah se detuvo a descansar. Muy a su pesar, el ritmo de aquel día era bastante más lento que el de la jornada previa. La herida de la pierna le dolía, y aunque el proceso de curación estaba siendo vertiginosamente rápido gracias a los fármacos que el equipo de investigación de la "Pirámide" les había dado, tardaría unos días en recuperarse por completo. Por suerte, apenas notaba la quemadura del hombro . La noche anterior había temido al ver las enormes manchas de sangre de su ropa que la bala hubiese atravesado la carne, pero en realidad solo la había rozado. Había sido afortunada. Era una lástima que no todos hubiesen corrido la misma suerte. Aquella misma mañana Sarah había tenido que comprobar de primera mano que Bullock no había superado la noche, y no habría sido agradable.
Tenía que admitir que aquella gente le había dejado huella. La agente sabía que en cuanto pasase unas horas probablemente se olvidaría de todo lo acontecido a lo largo de aquella fatídica jornada, pero en aquel entonces, sola en mitad del bosque de camino a las ruinas, no podía evitar que su mente viajara una y otra vez a la conversación de la noche pasada. Aquellos meses de locura antes de su llegada debían haber sido tremendos.
—¿Qué quieres decir con eso de que desapareció? —preguntó Sarah, sorprendida—. ¿Alguien robó la bola de cristal?
—Sí —confirmó Bullock—. Nunca supimos quién fue, pero la bola desapareció, y por mucho que la buscamos durante meses, no logramos dar con ella. Y con el orbe fuera de nuestro control, volvieron las voces, las risas, las luces y las desapariciones. Pero no era como al principio. Los sucesos eran cada vez más continuos y violentos... lo que provocó que nos fuese prácticamente imposible inventar excusas. Todos empezaron a ponerse nerviosos...
—Y entonces Varesh desapareció —sentenció Alysson con tristeza—. En aquel entonces nadie sabía qué había pasado, pero con el paso de los días Cindy no tuvo más remedio que confesar. Por lo visto, desde la desaparición del orbe, Varesh sufría pesadillas. Sueños tremendamente vívidos en los que una mujer vestida con un atuendo de color negro y dorado, con sombrero de copa, lo llamaba.
—Varesh estaba convencido de que ella lo había robado —aclaró Bullock—. También compartía esas pesadillas conmigo, y aunque traté de hacerle entrar en razón, con cada día que pasaba estaba más convencido de que ella estaba tras todo lo que nos estaba pasando. Así que imagino que, llegado el día, probablemente decidió actuar. Por desgracia, nunca lo sabremos lo que realmente sucedió.
Mali Mason. Sin necesidad de escuchar mayor descripción que la de sus ropas, Sarah comprendió que la mujer de las pesadillas de Varesh era la dueña del circo. La misma mujer cuya nave ella había encontrado en las ruinas y que tanto daño había causado a su Academia.
El mero hecho de pensar en ella lograba ponerle la piel de gallina. Hasta entonces, Sarah había querido ver a Volker como su enemiga. En el fondo, era fácil culpabilizarla de lo ocurrido. La agente la había visto en acción, y aunque en ningún momento había podido asegurarse de que estaba utilizando artes oscuras, la había tachado de bruja. Con la aparición de Mason en la historia, sin embargo, todo cambiaba. La huella que aquella mujer había dejado en el planeta era profunda, y aunque le costase admitirlo, todo apuntaba a que ella era la culpable de todo. La gran cuestión era, ¿cómo? Por edad, Mali Mason debería haber muerto hacía ya tiempo. ¿Como era posible entonces que sus caminos se cruzasen?
Prefería no pensar en ello de momento.
—No hemos vuelto a saber nada de Varesh desde entonces —confesó Alysson con tristeza—. Lo buscamos por toda la ciudad y los alrededores. Su hermano y Cindy recorrieron cielo y tierra, pero no sirvió de nada. Era como si se hubiese esfumado... como si se lo hubiese tragado la tierra. Fue tremendo, y aún más cuando, poco después, su esposa descubrió que Ulrika estaba en camino. Creo que aquel fue el principio del fin, ¿verdad, Elisen?
—La desaparición de Varesh sumada a la llegada del invierno fue demasiado para la moral del grupo. La gran nevada cayó sobre nosotros de un día para otro, y para cuando quisimos darnos cuenta, estábamos incomunicados. Poco después, en cuanto nos fue posible, unos cuantos partimos hacia Summer en busca de ayuda... pero no encontramos a nadie. Para cuando llegamos, el equipo de construcción ya había abandonado el planeta. No obstante, su estancia allí había dejado huella, y es que, al igual que nos estaba pasando a nosotros, ellos también estaban sufriendo las acometidas de Eleonora. Antes de partir, Gorrenson dejó un mensaje grabado en uno de los repetidores en el que nos advertía sobre sucesos extraños en el planeta. Sucesos que lo habían obligado a tomar medidas extremas y abandonar la obra antes de tiempo. Decía que debíamos alejarnos de las ciudades... que buscásemos escondite en los bosques y, sobre todo, que nos fuésemos del planeta. Por lo visto, intentó contactar con nosotros, pero las comunicaciones ya habían caído para aquel entonces, por lo que no fue hasta que llegamos a Summer que no descubrimos que estábamos solos. Como comprenderás, tan pronto escuché el mensaje volvimos a Cáspia y se lo transmití a Volker.
—Pero esa mujer ya no era Lara —murmuró Alysson por lo bajo—. Ni ella ni el resto. Habían cambiado... se volvieron violentos, paranoicos... eran peligrosos.
—La maldición se había apoderado de ellos —sentenció Bullock—. Volker creía que éramos nosotros los que habíamos cambiado, que durante el viaje nos había pasado algo y que queríamos acabar con ellos... pero lo cierto es que lo único que intenté fue alejarlos de aquel lugar maldito y tratar de sacarlos del planeta. Pero no me lo permitieron. Lara enloqueció y me obligó a sacar de la ciudad a los que aún no habían caído presos de la maldición. A partir de entonces, empezaron los enfrentamientos. Y entre la gente que logré sacar, además de la veintena de hombres que me habían acompañado a Summer, estaba Varg.
—Al principio no confiábamos en él —admitió Otto—. Durante todos aquellos años Mysen se había convertido en la sombra de Volker. De hecho, había rumores de que entre ellos había algo, así que imagina nuestras caras cuando decidió unirse a nosotros. Creíamos que podía ser un espía.
—Pero no lo era —aseguró Alysson—. Mysen ha logrado mantener la cabeza fría hasta ahora, y estoy convencida de que lo hará hasta el final. Él es diferente.
—Lo es, desde luego, y doy gracias por ello —dijo Bullock—. Estamos vivos en gran parte por él. Pero lo realmente importante es que Varg estuvo en la expedición que Lara hizo a las ruinas... y aunque no entró a la sala de los espejos, estaba allí cuando Volker salió con el orbe en las manos.
Los ojos de Bullock se llenaron de tristeza al finalizar con aquellas palabras el relato de su estancia en Eleonora. Lo que había sucedido a partir de entonces había sido tan trágico que no valía la pena rememorarlo. Los años de convivencia en el planeta habían convertido al equipo de Volker en mucho más que simples compañeros, y el que hubiesen acabado de aquella forma era algo que jamás podría olvidar.
—Lara es una persona increíble, Sarah —aseguró Bullock antes de que el silencio se apoderase del campamento—. Ella y el resto del equipo. Sé que después de todo lo que han hecho es difícil de creer, pero te aseguro que son muy buenas personas...
—Lo eran —corrigió Otto—. Antes lo eran, pero ahora...
—¡No son ellos! —exclamó Bullock, repentinamente exaltado, y se llevó la mano a la boca. Un hilo de sangre le tiñó de carmesí los dedos. Sonrió con amargura—. Créeme, Argento... esa no es Lara Volker... aunque supongo que eso ya no importa. El ser que la controla no nos va a dejar abandonar el planeta fácilmente.
—Entonces lo mataré —concluyó Sarah—. Ya sea Lara Volker o Mali Mason, acabaré con esta maldición, tenéis mi palabra.
—Oh, tío, esto va en serio... la leche, ¿está muerta?
Pegado a la luna delantera del "Gusano", Leo Park observaba con perplejidad el macabro avance de la comitiva de lobos mientras aguardaban la llegada de Jöram y de Alex. Hacía rato que los seguían a una distancia prudencial, conscientes de que no podía perderles de vista. Salvar a Janet Felia ya no entraba en sus planes. Aquella mujer, sin lugar a dudas, debía estar muerta. No obstante, querían capturar a su asesino. Con suerte, él sabría el paradero de Ehrlen...
—Yo creo que sí —dijo Méndez, con las manos firmemente aferradas al volante y la mirada fija en el líder de la terrible partida de caza—. Al menos eso espero.
—Quién lo iba a decir... Sarah me habló de ese tipo. Se llama Janick Ballow.
—¿Argento te habló de él? —Jonah alzó las cejas—. ¿De qué lo conoce?
—El primer día, cuando llegamos, la acompañó durante su patrulla. Por lo visto estuvieron hablando... no parecía un mal tipo. Me cuesta creer que ahora se haya transformado en ese perturbado de ahí. Míralo... está loco.
Estaba loco, no había duda. Tal era la crueldad del atroz acto que estaba cometiendo que no había otra explicación. Ballow y el resto de los suyos se habían vuelto locos, como Ehrlen. La gran duda era, ¿permitirían aquellos dementes que escapasen del planeta? Viendo escenas como aquella, le costaba creerlo.
—¿Crees que sabrá algo de Shrader o de Sarah?
—Es posible —admitió Jonah—. Desde luego, si lo sabe, se lo arrancaremos a la fuerza. Se acabaron las sonrisas y buenas caras, quiero largarme de aquí cuanto antes.
—Ya. Yo también, pero...
Jonah le palmeó la espalda al ver que Leo volvía a entristecerse. Incluso conociendo su parte más oscura, aquella que le hacía manipular a cuantos estaban a su alrededor sin ningún tipo de cargo de conciencia con tal de alcanzar sus objetivos, aquel muchacho le caía bien. Había en él una parte noble que, aunque no solía mostrar en demasiadas ocasiones, lograba que gente como Jonah le apreciase.
—Te preocupas mucho por esa chica. ¿Tan amigos sois?
—Bueno, me cae bien.
—Ya... eres consciente de que lo más probable es que esté muerta, ¿verdad?
Leo asintió justo cuando, convertido en un punto de luz, el caza de Alex Steiner surgió de entre las nubes. Jonah le dedicó una rápida mirada, agradecido por su rápida llegada, y abrió el canal de comunicación.
—Jöram, ¿cuánto te queda? Solo faltas tú.
—Dos minutos.
—¿¡Pero qué demonios es eso!? —preguntó Alex con perplejidad—. ¿¡Es lo que creo que es!?
—Me temo que sí, hermano —respondió Méndez, y apretó los dedos alrededor del volante, ansioso—. Prepárate, en cuanto aparezca Jöram atacaremos. Park y yo iremos por tierra, intentaremos inmovilizarlo. Vosotros encargaros de la manada que lo escolta. Que no quede ni uno.
—¿Qué demonios haces tú aquí?
Caía ya la noche cuando Sarah localizó a Víctor Rubio en los alrededores de las ruinas. El agente llevaba horas esperando, y aunque en varias ocasiones se había planteado la posibilidad de volver, se había obligado a sí mismo a esperar hasta la noche.
Y había valido la pena.
Víctor se estremeció al ver aparecer a Sarah entre los árboles. Neiria le había insistido en que, en caso de estar viva, la encontraría allí, en las ruinas, y no se había equivocado. Para su sorpresa, sin embargo, su estado no era el esperado. Sarah tenía mal aspecto, y no únicamente por las enormes manchas de sangre seca de sus ropas, sino por la palidez de su cara y las profundas ojeras que surcaban sus ojos.
La pérdida de sangre y el esfuerzo la tenían al límite.
—Eh, eh, eh. —Rubio se apresuró a sujetarla por debajo de los brazos, temeroso de que fuese a derrumbarse de un momento a otro—. ¿Qué te han hecho? ¿Estás bien?
—Regular —admitió ella, dejándose ayudar. Rubio la acompañó hasta la motocicleta con la que había viajado hasta allí. Una vez a su lado, la aupó para que tomase asiento en el sillín—. Gracias. ¿Tienes un poco de agua?
El agente se apresuró a cederle su cantimplora. A continuación, mientras que ella bebía, aprovechó para agacharse y echarle un rápido vistazo a la herida de la pierna.
Parpadeó con incredulidad al apartar el vendaje.
—¿¡Quién te ha hecho eso!? Dime que no ha sido Ehrlen, Sarah. Dime que no...
—¿Ehrlen? —Argento parpadeó con incredulidad—. ¿De qué demonios hablas? Además, ¿qué haces aquí? ¿Te aburrías en la ciudad, o qué?
—He venido a por ti.
—¿A por mí?
Tal fue la sorpresa en el rostro de su compañera que Víctor sintió vergüenza. Era triste que algo tan normal como ir en su búsqueda le pareciese tan inesperado. Sin duda, no se habían portado bien con ella... aunque Sarah tampoco había brillado por su compañerismo, así que, en el fondo, estaban empatados.
A partir de ahora harían las cosas mucho mejor. Él se encargaría de ello.
—Es cosa de Jack, ¿no? Te manda él para tenerme vigilada.
—Ojalá —murmuró Víctor con tristeza—. En fin, vamos, tenemos que volver a la base.
—¿A la base? Je, de eso nada, Rubio. Tengo cosas que hacer. Además, estoy despedida, puedo hacer lo que me dé la gana.
—¿Despedida?
Cuanto más descubría, menos sentido tenía todo. Eleonora se estaba convirtiendo en el mundo de los locos, y a no ser que se fuesen cuanto antes, todos acabarían siendo arrastrados a aquel peligroso vórtice de violencia y demencia.
—Pues readmitida —sentenció con vitalidad e hizo un ademán con la cabeza para que le dejase hueco en el asiento—. Volvamos. Esa herida de la pierna tiene muy mala pinta. Además, se nota que no te ves la cara. Debes estar ardiendo de fiebre.
—Lo siento, Rubio, pero no puedo irme. Ya te lo he dicho, tengo algo que hacer... así que tú decides. O te largas tú solo y te olvidas de que me has encontrado aquí o te esperas a que vuelva.
—De eso nada, guapa. Ahora las normas las marco yo, no tú, así que vas a hacer lo que yo diga. Y ni una cosa ni otra, ¿tienes algo importante que hacer? De acuerdo, hazlo, pero iré contigo. Después, te guste o no, nos iremos. ¿Queda claro?
—¿Desde cuando eres el jefe?
Un escalofrío recorrió la espalda de Sarah al ver los ojos de Rubio ensombrecerse. La mujer volvió la mirada hacia las ruinas, consciente de que fuese cual fuese el motivo era mejor no saberlo de momento, y bajó de la motocicleta.
—De acuerdo, tú ganas. En marcha.
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