Capítulo 13
Capítulo 13
—"Aquí el capitán Arshad Dayton, de la "Estrella Blanca", ¿me recibe alguien?" —Varios segundos de silencio—. "Repito, aquí el capitán Arshad Dayton, de la "Estrella Blanca", ¿hay alguien ahí?" —Un minuto después—. "Repito, aquí el capitán Dayton, de la "Estrella Blanca", ¿alguien me oye?"
Insiste durante largo rato.
—"Le oímos, capitán Dayton" —respondió finalmente una monótona voz femenina—. "Mi nombre es..." —Ruido de estática—. "... y estamos en la ciudad. Llevamos varios meses aquí, esperando."
—"Bendita sea, ... —Más ruido de estática. Dayton parecía emocionado.—. No sabe cuanto me alegra oír su voz. Me envía el regidor Blausus para rescatarlos. Parece que las comunicaciones han caído."
—"Así es. Llevamos mucho tiempo esperando noticias del regidor: me alegra ver que no se ha olvidado de nosotros definitivamente."
—"En absoluto, señora" —aseguró—. "Desde el primer día en el que perdimos el contacto han estado ustedes siempre en nuestra mente. Es una auténtica alegría oírles. ¿Están ustedes bien? ¿Hay heridos? Traemos asistencia médica."
—"No será necesaria, capitán, estamos bien. Le esperamos en la ciudad."
Unos segundos de silencio. Probablemente, en su puente de mando, el capitán Arshad Dayton está sorprendido por la falta de emoción de la mujer. Después de tanto tiempo aislados en un planeta como Eleonora, esperaba otra cosa.
—"¿Nos pueden dar sus coordenadas? Aterrizaremos lo más cerca posible."
Más silencio.
—"¿Hola? ¿Señora...?" —. Interferencias. Se oye la estática, pero también una música de flautas de fondo. Voces lejanas... un coro—. "¿Señora, me oye? Las comunicaciones vuelven a fallar."
—"Van a tener que darse prisa, capitán: está empezando a nevar."
—"Lo sé, es por ello que necesitamos las coordenadas. En cuanto suban, dejaremos el planeta lo antes posible."
De nuevo la música de flautas. Se oye gente reír, una ovación y, de repente, aplausos. Miles de aplausos que obligan al capitán a quitarse los auriculares.
Se le oye hablar de fondo.
—"Deben estar utilizando algún tipo de reproductor audiovisual que está afectando a la señal. Berg, ¿puedes rastrearles? No logro que me den su posición... perfecto, buen trabajo, Berg. De hecho, buen trabajo a todos: los hemos encontrado." —El capitán vuelve a ponerse los auriculares—. "No sé si me está oyendo, pero vamos hacia allí. Los localizaremos y sacaremos de allí, palabra. Su condena ha llegado a su fin."
—"Bienvenido a Eleonora, capitán Dayton." —De repente se une una tercera voz también femenina—. "Le estábamos esperando."
—"¿Hola? ¿Con quién hablo? —Se puede percibir la inquietud en la voz del capitán—. "Identifíquese."
—"¿Le apetece ver nuestro espectáculo? Llegan un poco pronto, pero si esperan unas semanas podré mostrárselo encantada."
—"¿De qué espectáculo habla? Señora..." —Ruido... aplausos. Música. Dayton tiene que quitarse los auriculares por el repentino y atronador grito de un niño—. "¿¡Qué demonios está pasando ahí!? ¿Hola? ¿Hola!? ¿¡Señora...!? ¿¡Alguien me oye!?"
Unos segundos de silencio. A bordo de la "Estrella Blanca" empieza a desatarse el nerviosismo. Más allá de la respiración agitada del capitán se oye a los navegantes murmurar.
—"No sé qué está pasando, pero vamos de inmediato para allí. Por favor, avise a sus hombres para que preparen sus cosas. La evacuac... ¿Berg? ¿Qué pasa Berg?" —Vuelve a dejar los auriculares, pero su voz se oye de fondo—. "¿Pero qué demonios...? ¿Qué es eso? ¿Se dirige hacia aquí? ¿Cuánto queda para que nos alcance? —Más nerviosismo—. ¡¡Maldita sea, vira el timón!! ¡¡Vira el maldi...!!"
Fin del audio.
Profundamente perturbados, Kara, Jonah, Jack y Ehrlen permanecieron unos segundos en silencio, asimilando lo que acababan de escuchar. La grabación pertenecía al disco de memoria que Jonah había encontrado junto al dispositivo geo-localizador en el bosque, y tal y como había imaginado, no había dejado a nadie indiferente.
Jack comprobó que no hubiese ningún otro archivo grabado en el disco. El audio no duraba demasiado, pero lo que se oía en él sumado a lo que habían descubierto sobre la nave al buscar en los registros el código de identificación localizado en los restos del accidente habían bastado para que el humor de todos se ensombreciera.
—Esto demuestra que "Veritas" envió una nave de rescate —reflexionó Kara—. Una nave que llegó al planeta y logró contactar con alguien del equipo de Volker. Porque esa voz es la de Volker, ¿verdad, jefe?
Ehrlen, que hasta aquel entonces había estado escuchando la grabación de espaldas a sus hombres, con la mirada fija en la ventana, negó suavemente con la cabeza. No podía dar respuesta a aquella pregunta. De hecho, prefería no hacerlo. La voz le resultaba familiar, sí, y había logrado identificar a su dueña... pero no era Volker precisamente.
De nuevo, los fantasmas del pasado volvían para atormentarle.
—No lo sé —respondió. Dirigió la mirada hacia Jonah—. ¿A ti que te parece?
—Yo diría que no es ella. La voz se parece, pero no es la suya. De hecho, por la falta de modulación me atrevería a decir que se trata de un androide.
—De todos modos, sea ella o no, es evidente que Volker tiene que saber de la existencia de la "Estrella blanca" —prosiguió Ehrlen—. Incluso en el caso de que las dos voces hubiesen pertenecido a la gente de Bullock, no me creo que no hayan visto nada.
—Pero no han dicho nada al respecto —apuntó Jack—. De hecho, según me dijisteis, negó que alguien hubiese acudido a rescatarles.
—Eso dijo, sí... —Kara negó con la cabeza—. Esto tiene muy mala pinta, jefe. Esa Volker se guarda demasiada información: no me gusta.
A Ehrlen tampoco le gustaba el mutismo de Volker. Probablemente no tuviese nada que ver con el accidente, pero sus silencios resultaban sospechosos. Era complicado confiar en alguien así.
—Sinceramente, lo que más me preocupa es qué derribó esa nave —intervino Jonah, reconduciendo la conversación—. Volker está desquiciada: tanto tiempo aquí abandonada le ha afectado, es evidente. Por suerte, no parece peligrosa. Lo que que acabó con la nave, sin embargo, es otro tema.
—Debemos investigarlo. Jöram y Neiria me han informado de ciertos hallazgos un tanto extraños en el río —explicó Ehrlen—. Por lo visto hay seres de tamaño descomunal. Quién sabe, puede que en los cielos se dé algo parecido.
—Desde luego si ha sido un pájaro lo que ha derribado la "Estrella Blanca" debió ser uno muy, muy grande, Ehrlen —respondió Jonah con acidez—. Confiemos en que haya sido eso: no quisiera plantearme la posibilidad de tener que convivir con gente armada capaz de derribar naves.
—Ni tú ni nadie, Jonah —murmuró Kara por lo bajo—. Menudo fastidio: todo habría sido más fácil sin esa gente.
—Lo habría sido, sí —admitió Jack—. Pero las circunstancias son las que son, Kara, y debemos adaptarnos. ¿Qué propones, jefe?
Ehrlen le dedicó una mirada extraña antes de responder. Una mirada que logró que Jack sintiese un escalofrío en la espalda. Shrader estaba extraño: desde su última visita a Volker su comportamiento había cambiado, y con cada segundo que pasaba, iba a más. Era como si algo le preocupase, algo que no le dejaba pensar con claridad.
Se preguntó cuándo se lo explicaría. Ehrlen y él eran cómplices además de buenos amigos, así que confiaba en que tarde o temprano se lo contase. Al revés, sin embargo, no sucedería. Por mucha confianza que hubiese entre ellos, Jack sabía que, al menos de momento, no podía revelar nada de lo ocurrido con Argento. Era injusto, y más cuando Ehrlen no solía ocultarle ningún secreto, pero no tenía otra alternativa. Aquel era el precio a pagar para proteger a su equipo.
—Quiero que visites con Erland y Víctor la zona del accidente durante el día. Con suerte podréis ver si ha sido cosa de un pájaro o de un misil. Sea lo que sea que ha derribado la nave, quiero saberlo. Como bien dice Méndez, debemos saber que capacidad armamentística tienen nuestros vecinos.
—Me encargo de ello —aseguró Jack.
—Kara, Jonah, vosotros ya sabéis lo que tenéis que hacer. Sé que no es fácil, pero es vital que localicemos a Bullock. Quiero que levantéis hasta la última piedra de esta maldita ciudad para dar con él, ¿de acuerdo?
Ambos asintieron con la cabeza, conforme.
—Daremos con él —aseguró Kara.
—Yo me encargaré de aclarar las cosas con Volker. En la última reunión me pidió que confiase en ella, así que va a tener que darme muchas explicaciones si realmente quiere que lo haga. —Ehrlen se cruzó de brazos—. Empiezan a cansarme tantas mentiras.
Volvió a mirar a Jack de reojo, logrando con aquel simple gesto que el agente se moviera incómodo en su asiento. La tensión se apoderó del ambiente.
—Bueno... —Consciente del cambio de atmósfera, Jonah se puso en pie, instando con un disimulado codazo a su compañero a que le imitase—. Nosotros nos vamos, tenemos mucho que hacer. Te mantenemos informado, Ehrlen.
—Eh, sí... —Kara se incorporó también—. Jack, si necesitas algo...
—Tranquila. —El agente hizo ademán de seguir a sus compañeros, pero una nueva mirada de Ehrlen, esta vez más fulminante que nunca, le impidió que se moviese de su asiento. Incómodo, alzó la mano a modo de despedida—. Suerte, chicos.
Jonah y Kara abandonaron la sala con paso rápido. Una vez a solas, Shrader volvió a centrar la mirada en su hombre, a la espera de algún tipo de reacción por su parte. Jack, sin embargo, no se movió. Prefería no plantearse qué era lo que tanta distancia parecía haber creado entre ellos. Lo sospechaba, pero prefería no mencionarlo por temor a equivocarse y revelar lo que no debía. Así pues, aguardó pacientemente en su silla a que su superior decidiese sentarse frente a él y romper el tenso silencio reinante.
—Jack —dijo Ehrlen al fin—, está suspendida.
—¿Suspendida? —Jack alzó ambas cejas, confuso—. Creo que no te entiendo.
—Sí que me entiendes, sí. —Le dedicó una sonrisa sarcástica—. Lo sabes perfectamente. Dile a Argento que está suspendida. Hasta nueva orden tendrá que quedarse en la base.
Jack palideció al escuchar aquellas palabras. Fijó la mirada en Ehrlen, plenamente consciente de la decepción que reflejaba su semblante, y asintió con lentitud. Desconocía cómo había podido enterarse, pero empezaba a tener sus propias sospechas.
Apretó los puños, furioso.
—Ehrlen, sabes que...
—Es conflictiva —le interrumpió—. Sé que intentas protegerla porque tiene potencial, pero dadas las circunstancias no podemos permitirnos tener a un agente así entre los nuestros. Quedarse en la base le servirá para recapacitar y, sobretodo, para mantenerse con vida. Aunque me gustaría poder decir lo contrario, la situación en Cáspia es demasiado peligrosa como para arriesgarnos. Ya perdimos a Vanessa este año: no quiero perderla a ella también.
—Lo sé.
Ehrlen dejó escapar un profundo suspiro. Más allá del enfado, lo que realmente le molestaba era la decepción. De todos sus hombres, Jack era en el que más confiaba. Si ya ni él era capaz de mantenerse leal, Ehrlen no sabría qué hacer.
—Deberías habérmelo contado —prosiguió, dolido—. Sé que proteges a los tuyos, pero no debes olvidar que también son mis hombres. Una mentira más y no tendré más remedio que tomar medidas, Jack, con lo que ello comporta.
El rostro del agente se ensombreció.
—Lo entiendo. Dime solo una cosa, Ehrlen: ¿ha sido cosa de Víctor? Me cuesta creerlo.
—Lógico que te cueste: no ha sido él —confesó, logrando con aquellas sencillas palabras arrancar una sonrisa de alivio a su agente—. La actitud de Argento me recuerda tanto a la mía cuando era un chaval que no necesité más que mirarle a la cara para saber que iba a hacer algo así. Era predecible. Después solo necesité bajar con los Steiner a ver a Rubio para que ellos le distrajesen y dejar mi comunicador oculto junto al mostrador. Escuché vuestra conversación.
—Eso no me deja en demasiada buena posición.
—La verdad es que no, pero apuesto a que encontrarás la forma de enmendar tu error. —Ehrlen señaló la puerta con el mentón—. Vamos, vete: tienes una misión que preparar.
Agradecido por la segunda oportunidad que su superior le brindaba, Jack se puso en pie, dispuesto a salir. Tuvo la tentación de tenderle la mano e, incluso, de darle un abrazo fraternal, pero dadas las circunstancias se contuvo. No quería tentar a la suerte.
—¿Irás a ver a Volker? —preguntó mientras se encaminaba hacia la puerta.
—No me queda más remedio.
—Puedo acompañarte si quieres.
Ehrlen se detuvo junto a él en el umbral de la puerta. Comprobó su crono, lanzó un rápido vistazo a la ventana para comprobar que el cielo seguía despejado y negó con la cabeza.
—No es necesario: yo me ocupo de ella. Tú haz lo que te he pedido, cuanto antes sepamos la verdad, antes podremos tomar medidas al respecto.
—No te haces a la idea de lo bien que te sienta ese neopreno, querida.
—No seas iluso, por supuesto que lo sé.
Perdidos en las profundidades del "Tauco", Neiria y Jöram disfrutaban de los últimos minutos juntos a bordo de la "Neptuno". El viaje hasta allí había sido tranquilo, sin demasiadas sorpresas salvo la aparición de un par de ejemplares de tiburón tauquiano de más de treinta metros de largo. Por suerte, Jöram no había tenido ningún problema para asustarlos con un par de disparos. A partir de entonces, el viaje había sido tan apacible que había decidido amenizarlo con un poco de música.
—¿Cuanto queda?
—Según el radar, apenas unos minutos. Ve preparándote.
Neiria lanzó un rápido vistazo a la pantalla del dispositivo para asegurar de que lo que decía su marido era cierto. A continuación, con el casco oxigenador en la mano y el dispositivo de reciclaje colgado a las espaldas, se dejó caer sobre las rodillas de Jöram para despedirse de él con un largo y pasional beso.
El capitán la abrazó con fuerza.
—¿Estás segura de que no prefieres que baje yo?
—No tientes a la suerte —respondió ella, escapando de sus brazos como un gato del agua—. No respondo de mí misma si abandonas la nave.
—Capaz eres de abandonarme en el fondo del río con tal de que te nombren capitana.
Neiria respondió con una amplia sonrisa cargada de malicia.
—Estate atento a la cámara, ¿de acuerdo? —La segunda al mando se llevó la mano al visor del casco y golpeó con la uña el cristal del dispositivo de grabación—. A Park se le van a caer las lágrimas de pura envidia cuando sepa lo que estamos a punto de hacer.
—¿Solo las lágrimas? —Ambos sonrieron con complicidad—. No corras riesgos: si ves que la cosa se complica, vuelve.
—Claro, claro... nos vemos, cariño.
Jöram siguió con la mirada el provocativo contoneo de caderas de su mujer hasta que se adentró en la parte trasera de la nave. Se sentía afortunado. De hecho, de todos, él era el más afortunado por poder tenerla a su lado. Por lo que había oído, Erland lo había intentado, pero ella no le había correspondido. Neiria era complicada como pocas y no aceptaba a cualquiera a su lado. Por suerte, él había logrado conquistarla. Y no lo había tenido nada fácil precisamente. Después de arrebatarle el puesto de capitán de la "Neptuno", Jöram había estado casi convencido de que Neiria le odiaría el resto de su vida. Sin embargo, del amor al odio había tan solo un paso y ella lo había dado relativamente pronto.
—Ya estoy preparada. Avísame antes de abrir la compuerta. —Escuchó decir a Neiria a través del canal de comunicaciones.
Jöram volvió la vista al frente y asintió, centrándose ya en el descenso. Hacía ya siete minutos que habían sobrepasado la entrada de una de las grietas submarinas del "Tauco", por lo que era cuestión de segundos que el haz de luz de los faros alcanzase el fondo. El capitán dirigió la nave con cuidado, disminuyendo la velocidad para poder esquivar con mayor facilidad los obstáculos, y no se detuvo hasta, alcanzado el minuto nueve, iluminar un suelo totalmente uniforme.
Detuvo la marcha y amplió el ángulo de visión. A pesar de la intensa oscuridad subacuática y de la mezcla de suciedad y arenas que cubría su superficie, los faros revelaban que se encontraban ante lo que parecía ser un suelo de metal.
Giró la nave sobre sí misma, asegurándose así de que no hubiese animales peligrosos por los alrededores. Después apoyó el dedo índice sobre el botón de comunicación interna.
—Nei, esto es extraño. El suelo parece estar cubierto por una placa. A simple vista parece de metal, pero no puedo asegurarlo. La zona está despejada: puedes bajar.
—De acuerdo, atento: si ves algún bicho acercarse, pégale un tiro.
Jöram giró hacia él el módulo donde estaba integrada la pantalla de visualización y activó el modo de navegación automática. El timón de la nave giró sobre sí mismo dos veces y se internó dentro de la propia consola de mandos, en un compartimento diseñado para ello. A continuación, mientras que la cámara de Neiria y el sistema de reproducción se conectaban y empezaban a retransmitir las primeras imágenes, tiró del manillar de control del cañón delantero y lo posicionó donde antes estaba el timón. Jöram cerró los dedos alrededor de los mandos metálicos, sintiendo el frío en la piel, y se acomodó en la butaca.
Mentiría si dijera que en lo más profundo de su ser no estaba nervioso.
En el otro extremo de la nave, mientras tanto, Neiria aguardó a que la compuerta de seguridad se cerrase tras de sí para accionar la de salida. Se aferró a las sujeciones integradas en las paredes, asegurándose de no ser engullida por el río, y aguardó pacientemente a que el agua se apoderase de la estancia. Dos minutos después, tras salir al exterior a través de una estrecha escotilla circular, la segunda al mando ya buceaba por las profundidades del "Tauco". Activó los focos del casco y de la pechera. El haz de luz no era tan potente como el de la nave, pero al menos le serviría para poder ver a diez metros de distancia en caso de separarse de la "Neptuno".
—¿Notas la presión? ¿Y el frío? —preguntó Jöram a través del canal de comunicación interno—. Los indicadores marcan tres grados de temperatura. Si notas algo vuelve de inmediato, Nei, no te la juegues.
—No se nota nada, ya lo sabes —respondió ella. Aunque Jöram no pudiese verlo, la mujer sonreía dentro de su casco, satisfecha de despertar tanta preocupación en su marido—. El traje está diseñado para aguantar condiciones extremas.
—De todos modos no te arriesgues.
Neiria respondió con un leve asentimiento de cabeza y empezó la travesía. Bajo las aguas del "Tauco" la paz estaba teñida de inquietud. Allí donde mirase, el haz de luz iluminaba litros y litros de agua por los que decenas de seres de aspecto extraño nadaban atentos a todos sus movimientos. Consciente de ello, Neiria había traído consigo el arpón de energía. En muchas ocasiones aquel arma le había salvado de acabar siendo devorada, por lo que no se separaba de él.
Avanzó a través de las sombras hasta iluminar la superficie de la que hablaba su marido. Lanzó un rápido vistazo a su alrededor, sintiéndose vigilada, y braceó para recorrer los últimos metros. Una vez frente a lo que parecía ser un muro, apartó la suciedad con la mano y comprobó que, a simple vista, se trataba de una aleación de metal.
—Efectivamente, hay una placa... un muro —informó—. La antigua civilización del planeta debió construirlo. La gran pregunta es: ¿para qué? Me pregunto qué habrá ahí abajo.
Neiria decidió inspeccionar la zona. A simple vista el muro parecía liso, sin ningún tipo de brecha ni apertura. Era como sí hubiesen cubierto el fondo del río con una placa metálica. No obstante, era evidente que al otro lado de esta había algo. Algo que, aunque no podía ver, sí podía oír.
Intentó acercar la oreja el máximo posible hasta apoyar el casco en el metal. La cobertura y las protecciones impedían que pudiese escuchar con claridad cuanto le rodeaba, pero incluso así podía percibir un siseo.
—Creo que el suelo está mucho más abajo, Jöram —comentó con sorprendente tranquilidad—. Puedo oír algo.
Dentro de la "Neptuno", sin embargo, Jöram ya no estaba tan tranquilo, y mucho menos después de escuchar aquellas palabras.
—¿De qué demonios hablas?
—Al otro lado del muro, me refiero. Oigo voces... bueno, realmente no sé si son voces. Parece un susurro. Es algo extraño, voy a intentar grabarlo.
Neiria permaneció unos segundos más en aquel punto, empleando el dispositivo de grabación para rescatar el sonido del fondo del río. A continuación, obligando a la "Neptuno" a seguirla para poder permanecer dentro del rango de luz de sus focos, avanzó dirección oeste a lo largo de doscientos metros. Por el momento la fauna se mantenía a una distancia prudencial, aunque había varios ejemplares de peces de tamaño medio que no dejaban de hacer círculos cerca de ella. Neiria trató de identificarlos iluminándolos con los focos, pero se movían a tal velocidad que apenas llegó a ver parte de la cola y el morro.
Siguió avanzando hasta ver algo en la penumbra.
—Vaya, vaya, qué tenemos aquí...
Encontró una estrecha cavidad circular de tres metros de radio en cuyo centro había algo grabado sobre el metal. La mujer acercó las manos enguantadas a la brecha y pasó los dedos por su superficie. Las dos piezas estaban tan cerca la una de la otra que no parecía caber ni una aguja. Seguidamente, sin perder de vista los peces que con tanto interés la observaban, desvió los haces de luz hacia el centro del círculo.
Inscrito sobre el metal había un símbolo grabado.
—¿Qué es eso? —preguntó Jöram desde la "Neptuno"—. Es cosa mía o parece un ojo.
—Un ojo de pupila rasgada, como Canela —respondió Neiria—. Está atravesado por doce flechas que apuntan hacia fuera... ¿lo ves? ¿Se está grabando bien?
—Se ve bien, sí. Vaya... ¿Y qué es eso que hay debajo?
Neiria acercó la mano al grabado y descubrió que en la parte inferior había una fina hendidura en cuyo interior brillaba un tenue fulgor verde. A simple vista parecía un simple detalle decorativo, pero lo cierto era que, en realidad, se trataba de una ranura para insertar algo. Algo como, por ejemplo, una tarjeta.
Avanzó unos cuantos metros, intrigada. Formando varios círculos al suroeste del grabado principal había inscripciones. Neiria las miró con atención, sorprendida de que encontrase en ellas algo familiar, y tomó varias imágenes. En lo más profundo de su mente, algún recuerdo albergaba símbolos parecidos a aquellos. No iguales, desde luego, pues aquellos eran mucho más alargados y punteados, pero sí lo suficientemente parecidos como para que los identificase.
—¡Qué interesante! —exclamó—. Envíale un par de imágenes a Park: apuesto a que él sabrá reconocer a qué especie alienígena pertenece.
—¿Ahora? —Jöram puso los ojos en blanco—. ¿Es necesario?
—¿A ti qué te par...?
Neiria salió despedida contra el muro de metal. Su casco golpeó con violencia sobre la dura superficie, provocando que, en su interior, la frente y la nariz de la mujer se estrellasen contra el cristal. Parpadeó un par de veces, aturdida, e hizo ademán de girarse. Antes de lograrlo, sin embargo, algo volvió a golperla por la espalda, propulsándola de nuevo contra el metal. La mujer gritó y braceó con rapidez, logrando esquivar un tercer golpe.
Al girarse descubrió que uno de los peces estaba a punto de volver a embestirla.
Un haz de luz alcanzó al animal en el costado, logrando apartarlo de su presa. El pez giró sobre sí mismo, con el lateral abrasado, y se alejó a gran velocidad, aleteando con fuerza.
Neiria se dispuso a disparar el arpón...
Pero otro ejemplar de la misma especie volvió a abalanzarse sobre ella, lanzándola de espaldas contra el muro. Ella respondió estrellando el arma contra su fea y gran cabeza de ojos saltones, pero no logró apartarlo. El pez cerró sus afiladas fauces alrededor del brazo de la mujer, atravesando el neopreno y la piel con los dientes.
—¡¡Nei!! —gritó Jöram en la "Neptuno"—. ¡No puedo disparar, está demasiado cerca de ti! ¡Quítatelo de encima!
Con los ojos entrecerrados de puro dolor y el arpón atrapado entre el animal y su pecho, Neiria no tuvo más remedio que estrellar el puño contra su cabezapara intentar quitárselo de encima. Lamentablemente, el golpe no fue suficiente. El ser apretó la presa y empezó a tirar de ella, tratando de arrancarle el brazo.
Neiria volvió a gritar. Sacudió las piernas con nerviosismo, viendo ya la sangre del brazo teñir el agua que los rodeaba, y volvió a golpear al pez con el puño. Inmediatamente después, consciente de que así no lograría nada, decidió clavarle los dedos en uno de los ojos. Hundió el índice y corazón en la cuenca ocular. Inmediatamente después, consiguiendo así zafarse del mordisco, hizo palanca, dispuesta a sacar el globo ocular.
Jöram aprovechó el momento para fulminar al animal. El cuerpo del pez salió flotando por la fuerza del impacto, liberando al fin a Neiria de su acoso.
—¡Vuelve! —gritó el capitán, acercando la nave el máximo posible al muro para que Neiria pudiese subir—. ¡Vamos!
Neiria apartó la mirada, deslumbrada por el foco de la nave. Antes de hacerlo le pareció ver que se acercaba algo, pero no estaba segura. Apenas había sido una sombra. A pesar de ello, alzó su arma y disparó el arpón justo a tiempo para poder atravesar un nuevo ejemplar que, con los colmillos fuera, se disponía a lanzarse contra ella. Neiria presionó el botón de descarga para acabar de fulminar al pez y recuperó el arma justo a tiempo para bracear hasta la nave y lograr escapar por apenas unos segundos del ataque de un banco de pirañas eléctricas.
Ya dentro de la nave, se dejó caer de rodillas de puro agotamiento. Lanzó el arma al suelo, se quitó el casco y, con un dolor agudo atenazándole los músculos de todo el cuerpo, comprobó las heridas del brazo. Aquel ser había estado muy cerca de arrancárselo.
—¡Nei! —gritó Jöram tras acudir a su encuentro. Ayudó a su mujer a levantarse del suelo y la llevó hasta la sala de mandos. Una vez acomodada en su asiento de copiloto, tomó su brazo para comprobar las heridas—. Cielos, Neiria, ¿estás bien? Esas heridas...
—¿Sabes ya algo? —respondió ella de repente—. ¿Ha respondido?
Jöram arqueó ambas cejas, confuso. Ella, en cambio, cogió una de las toallas que tenían en uno de los compartimentos y empezó a secarse el mono, dispuesta a quitárselo lo antes posible. El capitán hizo ademán de ayudarla, pero ella le apartó con brusquedad.
—Quita.
—¡Pero bueno! ¡Neiria! No sabemos si esos monstruos son venenosos, o...
—¿Pero te ha dicho algo o no?
La incredulidad se hizo tan patente en el rostro del capitán que incluso con las sacudidas de dolor recorriéndole el cuerpo Neiria no pudo evitar que se le escapase una carcajada.
—¿Que si sé algo? ¿Algo de qué? ¡No me vuelvas loco!
—¿De qué va a ser? De la fotografía. ¿Park te ha respondido?
—¿¡Park!? ¿¡Estás de broma!? Maldita sea, ¡qué preguntas hago! ¡Por supuesto que no estás de broma! Maldita sea, Neiria: ni tan siquiera se las he enviado. Iba a hacerlo cuando...
—Pues hazlo —le interrumpió ella, y sonrió—, ¿a qué esperas?
Sarah despertó en la sala médica de la base tumbada en una camilla. Estaba tapada hasta el pecho por una gruesa manta blanca. Parpadeó un par de veces en la penumbra, desorientada, y se incorporó para lanzar un rápido vistazo a su alrededor. Su mente aún estaba demasiado embotada para saber qué había sucedido, pero poco a poco los recuerdos regresaban, dando forma y sentido a lo ocurrido en las últimas veinticuatro horas. Leo, Jack, Ehrlen, Varg, Manfred... todos aquellos hombres habían jugado un papel clave durante aquella jornada, pero por alguna razón no había ni rastro de ellos en la sala. Sarah estaba totalmente sola, y lo agradecía.
Se destapó para poder tomar asiento en la camilla. Le dolía la cabeza. Se llevó la mano a la coronilla, en busca de la herida que imaginaba que Varg le había dejado al golpearla en la cabeza. Por suerte, la zona solo estaba hinchada. Seguidamente comprobó si llevaba aún su arma. Muy a su pesar, se la habían quitado.
Se preguntó cómo habría llegado hasta allí. Lo último que recordaba era la cocina donde todo había acabado, y no estaba cerca precisamente...
—Argento.
Jack Waas estaba bajo el umbral de la puerta. El agente alzó la mano a modo de saludo y, con el semblante visiblemente sombrío, cerró tras de sí. Al acercarse a la camilla Sarah pudo observar que, más que enfadado, Waas estaba decepcionado, y no era para menos. Una vez superado el momento de arrebato que la había llevado a lanzarse a la calle en solitario, Sarah se daba cuenta del grave error que había cometido.
Se puso en pie.
—Jack...
—Siéntate, tenemos que hablar.
Tal fue el tono empleado por Jack que Sarah ni tan siquiera se planteó la posibilidad de discutir la orden. Volvió a tomar asiento en el borde de la camilla y aguardó en silencio a que su responsable se detuviese frente a ella, de brazos cruzados.
El agente la miró de arriba abajo, sin disimulo alguno.
—¿Estás bien?
—Me duele la cabeza —admitió ella—. Pero estoy bien, sí.
—Podrías haber muerto.
—Lo sé.
—¿En qué demonios estabas pensando? Te creía más lista.
Sarah apartó la mirada. Le hubiese gustado poder darle una buena respuesta a aquella pregunta, pero en aquel entonces ni tan siquiera se lo planteó. Había actuado guiada por la rabia del momento y el resultado había sido nefasto.
—Tuviste suerte de que funcionase el localizador de tu comunicador, de lo contrario no te habría encontrado —prosiguió Jack—. ¿Se puede saber qué hacías en ese hotel? Es más, ¿por qué saliste de la base? Sabes que está prohibido, yo mismo te lo dije hace poco.
—Lo sé, lo sé... fue un arrebato. Estaba enfadada, y...
—Enfadada por el resultado de tu reunión con Shrader, ¿verdad? —Jack negó con la cabeza—. Me lo ha contado.
—¿Ah, sí?
Jack asintió con gravedad, dando a entender con su mirada que Ehrlen no había ocultado ningún detalle. "Lógico", pensó Sarah con amargura. Ehrlen y él eran amigos además de agentes así que, ¿por qué iba a hacerlo?
—No recuerdo haberte pedido que le informaras del resultado de la misión —dijo Jack—... aunque ahora eso es lo de menos. No después de lo que ha ocurrido. Tu conducta es indefendible. Te has comportado como una niñata irresponsable, y eso es algo que no puedo aceptar. No estás en tu venerada Academia, Sarah: aquí los errores se pueden llegar a pagar con la vida. Las órdenes deben ser acatadas y cumplidas.
—Sí, pero...
—No quiero escuchar ningún pero.
Sarah se movió incómoda en la camilla. Aunque se arrepentía de lo ocurrido hasta cierto punto, empezaba a costarle mantener la boca cerrada.
—No quiero excusarme —respondió—. Sé que he desobedecido órdenes y que ha sido un error. No debí abandonar la base, ni tampoco entrar en el despacho de Shrader por decisión propia.
—Tienes que controlar esos arrebatos.
—Lo sé, y lo voy a intentar, pero lo que tampoco veo justo es que no se me trate como un agente. He sido contratada por la "Pirámide" por mis capacidades, así que quiero poder ponerlas en práctica. Estoy en mi derecho. No he recorrido medio universo para quedarme de brazos cruzados en la base, Jack.
—Ya llegará tu momento, tienes que ser paciente.
—Ya, ¿pero cuándo? Mi paciencia tiene un límite.
—Un límite que veo que ya hemos sobrepasado, y eso que solo llevas unas semanas con nosotros... —Jack hizo un alto—. No eres tú quien marca los tiempos, Sarah. Tienes que mentalizarte de que eres el último agente en esta unidad: la nueva, y todo lo que ello comporta. Quéjate cuanto quieras, rabia y maldice, pero hazlo cuando nadie te oiga ni vea. El resto del tiempo compórtate como se espera que hagas: respetuosa y obediente.
—¿Insinúas que soy irrespetuosa?
Los ojos de la agente se clavaron en los de Jack de tal forma que él no pudo más que negar con la cabeza, consciente de que estaba a punto de volver a perder las formas. Aquella joven era mucho más irascible de lo que hubiese imaginado. Era complicado tratar con ella. Por suerte, no era la primera persona así que se cruzaba en su vida. Jack ya había conocido a otros parecidos a Argento y sabía que acobardarse con ellos era un error. Aquellas personas necesitaban a alguien que les marcase el camino, que les mantuviese controlados, y en este caso él era esa persona.
—Eres irrespetuosa, sí —respondió con sencillez—. Irrespetuosa, desobediente, indisciplinada y un tanto arrogante. Y podría seguir con la lista si quieres....
Las palabras de Jack dejaron a Sarah con los ojos muy abiertos y la boca cerrada. No estaba acostumbrada a que le hablasen así.
—... pero no lo voy a hacer —prosiguió Jack—. Eso sí, quiero que pienses seriamente en ello. Necesitamos un cambio de actitud de tu parte para que esto funcione, y para ello te vamos a dar unos días de paz y tranquilidad.
—¿Unos días de paz y tranquilidad...? —Sarah palideció—. ¿Qué significa eso?
Jack sintió lástima al ver el miedo apoderarse de los ojos oscuros de Argento. La agente sospechaba lo que aquellas palabras significaban, y por el modo en el que ahora le miraba, no se equivocaba. Parecía una niña asustada.
—¿Jack...?
—Lo siento, Sarah. Si te sirve de consuelo, has batido récords: eres la agente que ha tardado menos tiempo en ser suspendida.
—¿¡Suspendida!? —Se bajó de la camilla de un salto—. ¡No! ¡Jack, no! ¡Yo...!
—No ha sido decisión mía —aclaró él sin variar un ápice la expresión—. Ha sido cosa de Ehrlen, aunque he de admitir que tiene mi total apoyo. Unos días quietecita en la base te servirán para aprender la lección.
—¿Pretendéis encerrarme? —Sarah sacudió la cabeza con nerviosismo—. ¡Pero aquí no sirvo de nada! Me he equivocado, sí, pero suspenderme es excesivo. No volveré a desobedecer, ¡palabra! Dame otra oportunidad, Jack.
Antes de que Sarah pudiese insistir más, Jack Waas alzó la mano, cortando de raíz la petición. La decisión era clara.
—Lo dicho, Sarah. Hasta nueva orden quedas suspendida: no puedes participar en las operaciones y mucho menos salir de la base sin autorización. Aprovecha el tiempo para reflexionar: te irá bien.
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